miércoles, 10 de diciembre de 2014

DESDE EL CEREBRO HASTA LOS HUESOS, PASANDO POR EL CORAZÓN. A LA MEDIOCRIDAD NOS ENCOMENDAMOS.

Hemos de plantearlo así, como si de un juego se tratara, con la doble intención de que por un lado cumpla su cometido, que no es otro que el de poner de manifiesto el que a nuestro entender constituye el núcleo del problema que actualmente bien podría ser el más importante al que nuestra sociedad se ha enfrentado en los digamos ¿cuarenta años? Dándose además la paradoja de que hemos de llevar a cabo el mencionado planteamiento desde una perspectiva sutil, es decir, procurando que no duela.

Pero de verdad, al igual que ocurre con el paciente que enfermo hasta el tuétano de cáncer, ha de enfrentarse a la paradoja de tener que pedir al especialista que mienta a sus familiares para que no sufran; la verdad es que en ese caso, al igual que ocurre con el que hoy nos atañe, yo aplaudo la actitud valiente del paciente que asume como paso imprescindible para luchar contra su enfermedad, el poder conocerla en toda su dimensión.

Porque si queremos ser merecedores de cuando menos recuperar nuestra dignidad, habremos de ser conscientes de lo que hoy por hoy, sin ambigüedades, sin interpretaciones, y por supuesto sin tamices, viene a conformar la realidad de lo que constituye España. Así, podremos comprobar cómo nuestro país tiene ya objetivamente comprometido el total de su PIB. Podremos tratar de buscar respuesta a preguntas tales como las que hacen referencia a por qué nuestro Gobierno se jacta en declarar que nuestros tipos de deuda están en parámetros solo conocidos en tiempos de Isabel II (en lugar de preocuparse de que somos el país de Europa que menos control tiene sobre su deuda en tanto que ésta se encuentra en manos de inversores extranjeros); Y tal vez entonces, no como conclusión, sino más bien como corolario, podamos llegar a conclusiones tales como las que algunos especialistas firman en base a las cuales España se encuentra inexorablemente inmersa en un bucle de autodestrucción cuyo éxito redunda en la implícita necesidad de que aquéllos que lo sufren permanezcan ajenos, presos pues de una suerte de inmolación que hace de su sacrificio, una especie de concesión a deidades superiores, cuya comprensión como es obvio está al alcance de tan solo, unos pocos privilegiados.

Comprobamos así, ciertamente sin mucho esfuerzo, hasta qué punto los parámetros se reproducen. Porque para cualquiera que haya llevado a cabo una interesada lectura de todo lo expuesto hasta el momento, seguro que no resulta complicado dar criterio de veracidad a esa imagen que poco a poco se ha ido abriendo paso a medida que la mencionada lectura se producía, y que acababa por alumbrar la certeza de que si bien los problemas descritos tienen uno o varios responsables, los cuales además resultan fácilmente identificables; no es por otro lado menos cierto que constituiría toda una dejación de funciones, amén de una verdadera irresponsabilidad, el dejar en tales manos la concesión plenipotenciaria de la aptitud capaz de provocar el absoluto desmán bajo cuyos términos hoy por hoy conformamos toda nuestra capacidad de concreción del fenómeno que llamamos realidad.

Visto lo visto, y no por caer en la tentación facilona que nos proporcionaría el mirarlo todo desde la perspectiva de una Tragedia Griega; lo cierto es que sí a la Grecia Clásica, aunque en este caso por causas conceptualmente diferentes acudimos, toda vez que desde la panorámica que la misma ofrece podemos llevar a cabo una aproximación sin duda lo bastante certera a la hora de no tanto resolver los problemas que inherentemente perturban nuestro hoy; siempre como digo convencido de que nada nuevo podemos hoy por hoy poner ante el sol. Incluyendo por supuesto los términos y consideraciones a partir de los cuales acertar tan siquiera a definir nuestro presente.

Proponemos así como no puede ser de otra manera un ejercicio de reflexión, cuya premisa fundamental se revela innovadora en tanto que el sentido de la reflexión no ha de ser exógeno, esto es no ha de ir hacia fuera, sino que más bien al contrario su foco de intensidad ha de estar conducido hacia dentro.
Dicho de otra manera, la única manera de acceder a la fuente de lo que constituye el mayor de nuestros problemas ha de pasar indiscutiblemente por la redefinición de todos los parámetros que hasta el momento han servido para tratar de hallar las claves desde cuya comprensión pormenorizada tratar de inducir una comprensión del que parece ser el gran problema.

Y precisamente ahí está la certeza del error, error que por otra parte no hace sino garantizar el éxito del proceso en si mismo; haciendo por ende extensivo tal éxito a los que en última instancia se muestran como diseñadores últimos del proceso en sí mismo. Un éxito inexorablemente ligado a la necesidad de mantener el foco de atención alejado del que no es sino núcleo del problema en tanto que tal a saber, que no es otro que el ciudadano, individuo en todo caso primero, en torno del cual gira todo.

Justificamos aquí y ahora la concesión líneas arriba hecha las cuestiones de la Grecia Clásica, para recordar muy sucintamente las diferencias básicas que a tenor de su grado de participación en la Res Pública en Grecia se hacía de los Ciudadanos.
Así, se entendía como Político a todo aquél que vivía ejerciendo todos y cada uno de los parabienes que venían ligados a tamaño ejercicio, incluyendo como por otro lado no podía ser de otra manera cualquier suerte de responsabilidades que ligada a tales actos pudiera venir implementada.
Por otro lado, se entendía poro Idiota, a aquél que notoria y voluntariamente caía en dejación de funciones para con la tamaña labor, incidiendo pues, más allá de toda suerte de conclusiones perecederas, en la gestación del otrora casi eterno vicio; de obligar a la gestación de una suerte, ¿tal vez una casta? de individuos destinados a ejercer por aquél los derechos, que no cejando en su capacidad de hacerle cumplir con las obligaciones propias de griego, que le fueran objeto de ser reconocidas.

La cuestión es por ello clara, y surge clara y distinta. ¿Alguien más tiene la sensación de que nos hemos vuelto todos Idiotas?


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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