jueves, 4 de diciembre de 2014

DE NUEVO, JASÓN Y LOS ARGONAUTAS.

Una vez hemos asistido a la a mi entender definitiva conclusión de un proceso cuyo desarrollo se ha venido ejecutando a lo largo de los últimos ocho años, y cuyo presunto conocimiento por parte de todos los que integramos la comunidad ha quedado soslayado bajo el eficaz paraguas del fenómeno de ocultación hacia el que definitivamente ha degenerado lo que llamamos crisis; considero adecuado declarar cuando menos inaugurado un periodo que se extenderá sin duda durante muchos, muchísimos años, y cuya función principal girará en torno a lograr la correcta implementación de todas y cada una de las grandes cuestiones que el presente proyecto ha tenido a bien regalarnos.

Asistimos así, sin visos de resquemor, quién sabe si en realidad por la mera acción que preconiza la ignorancia; a una suerte de procedimiento a lo largo de la cual, unas veces en cumplimiento de las pautas del mencionado procedimiento; y otras por mera acción del paso del tiempo, las nuevas pautas se muestran ante nosotros en todo su esplendor, mitificándose incluso, así como cae la fruta madura, permitiendo intuir, al menos a aquel que se revela como observador atento; muchas de las pautas tras las que se desarrollará nuestro futuro. Un futuro cercano, terrible, y que a nadie se le olvide, se extenderá constituyéndose como nuestro único presente durante muchas calendas.

Porque efectivamente, nos hemos dado de bruces con un nuevo tiempo. Y lo que es peor, una vez más no hemos sido capaces tan siquiera de intuirlo hasta que sus síntomas eran evidentes que, más que síntomas, eran en realidad la constatación palpable de que de nuevo la Historia nos había arrollado.

Porque en definitiva, de eso se trata, de un giro histórico cuya magnitud lleva implícita la incapacidad de aquéllos que lo sufren, para ser conscientes de la importancia que de cara al desarrollo de su vida, tales vuelcos promoverán.
Acudimos así pues a la Historia no tanto en busca de respuestas, cuando sí más bien en pos de los protocolos que nos permitan elaborar correctamente las preguntas; y en cualquier caso hemos de constatar una vez más la adecuación de los mismos en tanto que las grandes cuestiones que forman hoy, y formaban entonces parte de la realidad, no han cambiado tanto. En realidad, no es necesario un esfuerzo excesivo para constatar cómo los elementos en torno a los que se conducía la realidad hace por ejemplo, doscientos cincuenta años; no solo no han cambiado tanto, sino que hoy podemos identificar en nuestra vivencia diaria, aspectos cuyos antecedentes guardan auténtico correlato hoy en día.

Es por ello que resulta imprescindible acudir una vez más al vínculo de la perspectiva, para erigirla ahora ya sí en protagonista ineludible no tanto de la realidad que conforma nuestro presente, como sí más bien de la concepción que de la misma tenemos.
La velocidad a la que todo sucede, unida al ímpetu con el que todo se desarrolla, de lo que somos conscientes solo a posteriori, es decir una vez los hechos han sucedido, nos llevan a promover una suerte de desidia que se materializa en el paulatino abandono del que el ciudadano hace gala en tanto que con ello refuerza la aparente autonomía de aquél  que por medio de diversas designaciones, hace uso del poder de representación con el que ha sido ungido.
Es así como este proceso degenera en esencia, constatando de forma explícita esta degeneración en la traición que el representante lleva a cabo cuando llega a legislar en contra de los intereses de aquél en cuya representación descansa toda la justificación de su poder, cerrando con ello el círculo de la alienación a la que el ciudadano se condenó, muchas veces, de forma consciente e incluso voluntaria.
Porque…¿Dónde ponemos el origen de semejante drama? Pues única y sencillamente en el instante preciso en el que el ciudadano vio con buenos ojos el procedimiento que sus dignatarios le ofrecieron, en base al cual el acto de votar se convertía en una farsa toda vez que con el mismo el ciudadano no cedía su voluntad, sino las capacidades de las que la mencionada es correlato; pervirtiendo con ello de manera explícita y flagrante todos y cada uno de los condicionantes que avalan ética y moralmente todo este juego; y sin cuya comprensión tanto modal y formal, el presente sistema bajo cuya aparente protección vivimos no solo se desmorona, sino que hace casi recomendable tal demolición; originando con ello la paradoja de convertirnos en casi irresponsables a todos aquéllos que a estas alturas no hayan, o no hayamos, tomado parte activa en ese proceso de demolición.

Escenificamos con ello un proceso para el que de nuevo, no estamos preparados. Un proceso de tal calado que necesita, de manera eficiente, que tal incomprensión se convierta en algo primero evidente, que luego se elevará a casi mítico. Así, antes de que la presente generación pase, las causas de lo que nos ha traído hasta aquí habrán sido unas veces soslayadas, y en el mejor de los casos olvidadas, ayudando con ello a crear un poso que rápidamente evolucionará hacia lo mitológico, encerrando de forma eficaz a todos los que traten de averiguar algo en una niebla tenebrosa que acabará, como hiciera con Ulises, arrojando condenando a su navío a encallar en costas desconocidas, habiendo de luchar incluso en pos de defender su vida, con demonios y dioses de toda suerte desconocidos.

De esta manera, habremos incuestionablemente de acudir a la Historia para desempolvar muchos de los procedimientos que como decimos en su momento explicaron la realidad, a la vez que sirvieron para identificar a sus protagonistas.

Nadie dijo que hubiera de ser fácil. En cualquier caso, ellos contaban con la motivación de saber que pisaban territorio virgen. Nosotros no disponemos ni siquiera de tal amparo ya que nos reconocemos en muchos de los fósiles que por el camino nos encontramos.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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