miércoles, 9 de diciembre de 2015

DE LA UTILIDAD DE CUESTIONES TALES COMO LA NAVIDAD, LOS DEBATES ELECTORALES, Y OTRAS COSAS ASOCIADAS AL INTELECTO.

O tal y como creen algunos, directores de campaña y responsables de campañas publicitarias entre otros; de todo proceder destinado a aprovecharse de la buena disposición desde la que al menos en principio, la mayoría partimos cuando nos enfrentamos a asuntos de aparente calado como en principio parecía ser escribir la carta a SS.MM los Reyes Magos de Oriente; o lo que para el caso viene a ser lo mismo, esperar que alguien dedicado a lo que se ha dado en llamar la carrera política profesional, llegue a considerar como si tan siquiera una opción el tener que cumplir cuando menos una de las promesas que tuvo a bien llevar a cabo a lo largo de lo que fue el discurrir de la campaña electoral en sí misma.

Una vez que la prudencia y la prescripción de un facultativo se han traducido en el fenómeno por el cual he decidido no achacar mi mala conciencia a sucesos respecto de los que no hayan trascurrido al menos 48 horas, es cuando a estas horas empiezo a ver con toda nitidez el cúmulo no tanto ya de circunstancias, cuando sí más bien de interpretaciones, a partir de las cuales comprender no tanto las conclusiones, como sí más bien lo que podríamos llamar compendio de antecedentes, a partir de los cuales no tanto fue llevado a cabo como sí más bien fue pergeñado la suerte de experimento social hacia lo que ha terminado por evolucionar el suceso televisivo al que de forma netamente malévola y por supuesto nada accidental, ha terminado por conducirnos el espectáculo al que el pasado día siete de diciembre, fuimos condenados.

En otra muestra más de cinismo prosaico. En algo que solo puede considerarse desde la óptica de una sociedad realmente enferma en tanto que proclive a la conducta morbosa; alguien de quien sinceramente espero no llegar a tener noticias nunca, decidió, apoyándose para ello en razonamientos y argumentos que seguramente solo él compartía, que las evidencias procedentes del estudio y constatación de los fenómenos históricos y su implementación sobre los hombres (algo que dicho así puede sonar tremendo, pero que una vez desmenuzado se resume en la tesis según la cual, cuando algo ha ocurrido siempre de una determinada manera, la constatación de sus premisas iniciales puede llevarnos a la sospecha de que seremos capaces de anticipar sus consecuencias, sin que para ello hayamos de repetir una y mil veces el experimento;) tenía que ser en realidad obviado.
Dicho de otro modo, algo o alguien, o por ser más justo seguramente la incidencia no casual de varios algos, confabulados desde la absoluta falta de lealtad de numerosos alguienes; decidieron el pasado lunes que decenios de insatisfacción política, más de dos centurias de insatisfacción democrática y lo que es peor, una absoluta inexistencia constatada en el hacer de la eternidad; de compromiso por parte de los que se hacen llamar activos políticos; iban curiosamente ha ser olvidados en el transcurso de esa precisa noche, precisamente para que un preciso grupo de señores, precisamente, hicieran todo lo preciso para que la Historia no detraiga su tributo.

Pero si alguna virtud puede atribuírsele a la Historia ésta es, precisamente, la contumacia. Y por ello ni podemos ni por supuesto debemos sentirnos defraudados precisamente porque la llamada cita histórica acabara, efectivamente, desarrollándose por los cauces por los que la mentada Historia exige que todo lo que en realidad no es sobrevenido, acabe por discurrir.

De tal manera que a nadie debería extrañarle el constatar cómo el que  efectivamente ha sido el programa más visto del año en televisión, según marcadores objetivos, puede en realidad acabar convirtiéndose, aplicando en este caso varemos netamente subjetivos, en la apuesta menos rentable de la historia.

Porque llegados a estas alturas, ¿cuántas personas apuestan sinceramente el sentido de su voto a las sensaciones que del mencionado debate se desprenden? Dicho de otra manera. En un país con más de cuatro millones de parados, con la Deuda Pública afectando al más del 100% del PIB. Con un Gobierno que no solo ha demostrado su manifiesta incompetencia para resolver los problemas de los españoles, sino que más bien al contrario, se ha mostrado ducho en avalar la perseverancia de los tales problemas en un menester que sin duda va a mantenerse durante cuando poco, más de un decenio. En tales circunstancias, de verdad, en tales circunstancias. ¿De verdad alguien va a decidir el sentido de su voto en función de las emociones que desprenda tal o cual candidato?

Cierto es que analizar a priori (o sea, sin fundamento práctico) el sentido de las emociones de los más de siete millones de telespectadores que presenciaron el mencionado; constituye para mí una obra por faraónica, inviable.
Sin embargo no es menos cierto que a posteriori, y sobre todo teniendo en cuenta que el volumen de variables a manejar resulta sustancialmente más reducido; que bien podría aventurarme a especular sobre el cúmulo de naderías primero, y francas sandeces después, sobre el que pivotó la percepción que en este caso ha de serles atribuida a quienes en este caso se presentaron e identificaron como los protagonistas. Protagonistas, no lo olvidemos, en tanto que candidatos que formalmente optan a ser Presidentes del Gobierno de España.

Aunque si bien esto último no es del todo cierto, pues la Sra. Sáenz de Santamaría se siente cómoda en su segundo lugar, dejando cumplida constancia de semejante tranquilidad desde el primer minuto; si hay una duda que a mí personalmente me atribula es la que pasa precisamente por no poder comprender cómo esa misma tranquilidad pudo verse mantenida hasta el instante final por una persona que, no lo olvidemos, se ha mantenido firme en su puesto en el Congreso de los Diputados ejerciendo de Vicepresidenta de un Gobierno que se apoya en la mayoría absoluta que le ha proporcionado el que está por demostrarse y todas las circunstancias parecen indicarnos se trata de el partido político más afectado por la corrupción, de toda la Historia de España tal y como parece avalar el hecho según el cual el mismísimo Duque de Lerma podría haber tomado apuntes. ¿Os imagináis el contenido del próximo Curso de la Universidad de Verano financiado por FAES?
Pues de nada sirvió tal hecho. Y no se trata de una percepción subjetiva como se deriva del hecho de que algunos Medios la dan como virtual vencedora del debate.

Hemos empezado por la Derecha, y por ello, o más bien por seguir el orden. ¿Qué decir del papelón del Sr. Rivera? ¡Dios mío cuanto puede echarse en falta la presencia de un atril tras el cual esconder tus miserias cuando no sabes qué hacer con tu existencia corpórea¡ Porque tal fue la sensación que a mi entender se derivó de la larga e inconexa suerte de imprecisiones que logró engarzar el sin duda a estas alturas ya manifiestamente debilitado líder de Ciudadanos. Sr. Rivera, a un debate, si se va, se va preparado; de lo contrario se corre el riesgo de ver cómo tus vergüenzas quedan al descubierto, o en el peor de los casos, la falta de humildad vagamente intuida puede verse elevada a rango de certeza, con los efectos que podemos llegar a imaginar.

Efectos de chulería y prepotencia, de arrogancia en una palabra, como los que en todo momento no ya condujeron sino evidentemente presidieron el antes, el durante y qué duda cabe, el después, del escenario a efectos consolidado por el Sr. Pablo Iglesias. Porque si a alguien le puede quedar la menor duda de lo absolutamente imposible que resulta encontrar un viso de realidad mundana en éstos esperpénticos fenómenos mediáticos (léase indistintamente como tal bien el programa resultante, bien el personaje, a la sazón no menos resultante, en este caso de la mal llamada telegenia) la aptitud del Sr. Iglesias, argumentada absolutamente desde su proceder, culminó en poner fin de manera solvente a tal duda. Así no habrá leído a Kant tal y como él mismo “confesó.” Mas me atrevo a decir que otros filósofos alemanes, tales como por ejemplo el mismísimo F. Nietzsche, bien podrían estar orgullosos pues no todos los días tenemos la fortuna de contemplar a alguien que se mueve como si verdaderamente sintiera que se halla “Más allá del bien y del mal.”

Aunque si la arrogancia no como virtud, cuando sí más bien como ausencia de humildad es mala. ¿Qué decir de la humildad impostada? Porque impostada, como su sonrisa propia más bien de un modelo acostumbrado a protagonizar la sesión de fotos que preside la contraportada de cualquier dominical de prensa más que a figurar en los carteles que piden apoyo para dormir en el Palacio de la Moncloa, resultó ser la que desparramó un Pedro Sánchez más preocupado de convencerse a sí mismo de la inexistencia de sus múltiples carencias, carencias que a estas alturas ya no le son desconocidas a nadie, y menos a él. El resultado, tal y como podéis imaginaros: Han pasado casi cuarenta y ocho horas y todavía anda por los pasillos entonando un quejumbroso: “pero en el fondo ¿no estuvo mal, verdad?

En definitiva, y por si llegados a este aquí a alguien no le ha quedado lo suficientemente claro, mi posición al respecto del debate no pasa por cuestionar es éste bueno o no, si es conveniente o inconveniente. Más bien, sinceramente, mi certeza apuesta por poner de manifiesto el grado de ofensa que en mí converge cuando acierto vagamente a hacerme una idea del grado de estulticia que al votante español le atribuyen todos los que pergeñan espectáculos zafios y más propios de corralas como el que el pasado lunes contribuyó a poner en fuga al que suponía último vestigio de conducta responsable para con una cita electoral que en este país quedaba. Lo que me lleva a pensar: ¿Acaso no sería precisamente tal cosa lo que desde el primer momento fue con tanta ansia buscado?


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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