jueves, 3 de febrero de 2011

ALGO SE MUEVE, DE NUEVO


Una vez más, hemos de retrotraernos unos pocos años, concretamente a 1996, para recordar la publicación por aquel tiempo de una serie de artículos, con los que una serie de amigos preocupados pretendíamos alertar a todo aquel que quisiera escuchar con mente abierta de los peligros que por entonces sólo acechaban, pero que meses después se materializaron en todo su “esplendor”, iluminado nuestro cielo, con un cúmulo de realidades que hoy, bastantes años después, es cuando empiezan a materializar verdaderamente el daño que hicieron.

Aquellos artículos, agrupados bajo el concepto de “Algo se mueve”, alertaba de los métodos, sibilinos y truculentos, de los que la gran serpiente, se valía para acceder al cuerpo y a las mentes del pueblo, de un pueblo que por aquel entonces igual que hoy, se encontraba cansado, aburrido y asqueado, por una serie de circunstancias las cuales, agrupadas bajo el velo que la generalidad habilitada, hablaban igual que hoy de los peligros y problemas que tiene el mundo. Unos peligros y problemas que, de no resolverse, o en el caso de no elegir a unos representantes capaces de resolverlos, como ocurre en el caso de los “Sistemas Representativos”; acabarían “de manera incontestable con los marcos que definen el Sistema Social tal y como lo conocemos,” Graznaban por aquel entonces los cuervos profetas de la verdad.

Aquella gran serpiente se extendió por Europa. Nuestra Moderna Europa, no fue capaz de encontrar de entre los Hombres ni a uno solo que como Hércules, luchara contra la Hidra. La Clásica tenía seis cabeza, y cada vez que le cortabas una, le brotaban tres del mismo punto. La Moderna solo tenía una, pero con ella, y con lo viperina de su lengua le bastó para confundir a los jóvenes e incautos “europeos” que se lanzaron como niños confiados en brazos de la serpiente. Esta les aceptó encantada, durante un breve periodo de tiempo, les acunó en su regazo lleno de escamas, las cuales fueron disimuladas bajo un traje que llevaba años tejiendo. Con la falsa leche, el “maná” del cielo, que en este caso procedía del discurso de las privatizaciones, les alimentó hasta saciar su hambre mortal.

El Hombre, desmemoriado por naturaleza, se arrojó de nuevo, ahora denudo, pues había cambiado sus ropas por las promesas de otras nuevas hechas con el tejido del vestido de la gran serpiente; en pos de esas promesa que esta, empleando el poder hipnótico de le caracteriza, insufló en el alma de unos hombres que hacían de su mejor arma, la capacidad de soñar, su mayor peligro, el que se manifiesta cuando pensamos que podemos vivir de ensoñaciones.

En algún remoto confín, un viejo pastor, soliviantado con el mundo, y enfadado con sus semejantes, recordó un viejo cuento que le contaron de niño. Hablaba de cómo una madre, se presentó desesperada ante su médico. Traía consigo a su hijo, un niñito recién nacido, raquítico y enfermizo, al borde de lo tullido. El Médico documentó el caso. La madre, joven y lozana, ofrecía a su hijo a diario un pecho henchido del maná materno. El niño, en presencia del médico, se aferraba a aquél pecho protector, todopoderoso y ajeno al pecado con una fuerza inusitada. Sorprendido por lo extraño del caso, el médico decidió que la madre pasara la noche en la consulta. Así comprobó como, en la soledad de lo oscuro, la gran serpiente se introducía por la ventana, se encaramaba a la cama de una madre dormida para, con el sigilo del ladrón que se sabe experimentado, introducía la cola en la boca del niño para acallar su llanto, mientras se alimentaba del sabroso néctar que la madre, dormida y confiada le ofrecía.

El pastor no sabía como acabó aquello. Sin embargo parece evidente que la gran serpiente no recibió un castigo mortal. Sólo así se comprende que hoy vuelva a moverse por Europa, por nuestros países, y en más cercano término por nuestros pueblos, con absoluta confianza.

Luis Jonás VEGAS VELASCO

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