jueves, 2 de junio de 2011

EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO. DEL LINO DE JÁTIVA A LA CELULOSA.


Vivimos tiempos complicados donde los haya. La absoluta certeza que aparentemente nos rodea, juega al escondite de manera protocolarizada con el miedo que, cada cierto tiempo, nos da reconocer que, en realidad, nuestra aparente búsqueda de respuestas nos sirve apenas para promover cada vez mayor número de incógnitas.

A lomos de nuestro nuevo caballo, nos lanzamos al galope desenfrenado por la pradera aparentemente despejada que nos brinda la convicción de que, o bien lo sabemos todo, o en cualquier caso estamos dotados de las herramientas adecuadas que nos permitirán acceder a todos y cada uno de los conocimientos que en cada caso nos resulten útiles, bien porque nos resulten necesarios, criterios éticos; o bien por el contrario porque acercarnos a ellos nos resulte sencillamente atractivo, atendiendo en este caso a un mero sentido estético.

Y es entonces, cuando nuestro cerebro y nuestros sentidos galopan en medio del desenfreno de la autocomplacencia y la gratitud, cuando más difícil se hace comprobar que incluso el cielo tiene puertas. Una vez más, el Ser Humano, o más concretamente su parte histórica, ha de acudir a rendir un antiguo tributo, aquél que precisamente por repetido es no menos cierto; aquel que no por indeseado olvida presentarse. Porque esa es precisamente su esencia. Nos estamos refiriendo precisamente al criterio cíclico de los Grandes Acontecimientos Humanos.

Que la Historia es cíclica, y que aparece jalonada de episodios que, en base a las características específicas de diferenciación temporal y cultural; bien podrían establecer marcos de absoluta repetición; es algo que no sólo está aceptado, sino que incluso el Común parece aceptarlo. En base a ello, la localización de determinados fenómenos, nos permitirían ordenar acontecimientos, llegando incluso, en el caso de una interpretación un tanto optimista de la teoría, a poder estableces canales a partir de los cuales estableces marcos de predicción en los grandes movimientos de pensamiento de la Humanidad.

Aceptando tales canales, y las ya comentadas correcciones de carácter cultural e histórico; podríamos establecer unos patrones en base a los cuales la aparición de determinados acontecimientos ya conocidos en tanto que observados en otras épocas, nos permitirían predecir en la nuestra líneas de pensamiento y actuación.

Llegados a este punto, seguro que a casi nadie se le escapa la certeza o casi la convicción de que nos encontramos en un momento de cierre de ciclo. La Historia que nos rodea confeccionando nuestro presente, se muestra ante nosotros bloqueada, espesa. El progreso, ya sea este científico, tecnológico o mental, permanece en estado latente dormitando desde hace unos pocos años, precisamente los mismos que hace que el Sistema acuñara ese término dantesco que todo lo cubre. Seguro que sabéis de lo que os hablo. De la Crisis.

La Crisis ha dejado de ser económica. O mejor dicho, la crisis lo envolvió todo. La moral, la ética, la política…las relaciones entre padres e hijos. Se adueñó de todo, y lo hizo de manera silenciosa. Entró a hurtadillas en nuestra vida. Primero se sirvió de ese gran Caballo de Troya que fue la autocomplacencia propia de una generación que aparentemente lo tenía todo ganado, a la par que se quedaba sin nada por lo que luchar, sin una motivación por la que seguir moviendo el mundo. Luego se hizo directamente con el control, amparada en este caso en el letargo propio del tedio y la apatía primero, que son las dos emociones que en mayor cantidad se encuentran ahora; y que irreversiblemente conducen al miedo propio de la inseguridad que se manifiesta después.

Y la prueba de lo que digo, se encuentra precisamente en eso, en las ideas, o más concretamente en la forma y los medios que tenemos para expresarlas. A partir de la invención de la Imprenta de Caracteres Móviles, el Ser Humano tuvo a su disposición un medio verdaderamente útil de expresar sus pensamientos. Por primera vez los pensamientos, motores del cambio y de la revolución, no morirían con su autor, sino que perdurarían en el tiempo, fruto de la seguridad que proporciona la convicción que se tiene de saber que lo que se dice es de verdad útil. Por eso, en el Siglo XVII, los libros se imprimen en Lino de Játiva, un material exclusivo, propio de los telares de Valencia, en los que se urde en el más preciso de los sentidos de la palabra, un firme que contendrá con preciosa perfección pensamientos que incluso hoy, siguen siendo útiles. Y lo hace con la seguridad y la prestancia del primer día, conformando con ello una unidad indiferenciable, en la que el libro resultante es tan robusto en términos de composición material, como de contenido ideológico.

Por el contrario hoy nuestra aportación cierta a los catálogos del mundo es de tan baja calidad, que sólo la expresión efímera le hace cierta justicia. El Lino de Játiva, que hacía resistentes a los libros en épocas superiores a los cuatrocientos años, ha sido superada la celulosa, cuya duración no va más allá de los ochenta años en el mejor de los casos; cuando no es directamente presa del mayor de los primores, el de la propia realidad virtual que le confiere este estado, el de mensaje no impreso, que en consecuencia puede morir, si no lo hace abiertamente en el momento en que tú tengas a bien decretar su sentencia apagando esa, como todas las máquinas infernal o cuasi mágica según el uso que la demos.

Decía Aristóteles que la Virtud ha de ser buscada en los términos equilibrados. Por ello, a saber entre las certezas atemporales que nos ofrecieron aquellos cuyos mensajes a largo plazo no supimos o no quisimos entender; y lo adictivo de los efímeros planteamientos de atar perros con longanizas que nos traen estos sobre los que hemos depositado nuestra confianza en forma de mayorías absolutas incontestables, personalmente creo habrá otra forma de hacer las cosas. Mas como ocurre y ha ocurrido a lo largo de la historia, la razón no es en este momento bienvenida a esta casa, una casa en la que ahora ese espacio está ocupado por la complacencia y el escarnio, cuando no abiertamente por la sed que proporciona el querer cobrarte viejas cuentas.

Es por ello que, llegado este momento, habremos de citar de nuevo aunque ahora por última vez al Viejo que custodiaba el puente por el que Zarathustra pasó tantas veces. La primera vez fue premonitoria: “te recuerdo o Zarathustra. Subiste a la montaña arrastrando contigo las cenizas del valle. Ahora recuperas tu sitio en el Valle llevando en los ojos el fuego de la montaña. Recuerda o Zarathustra. ¡a los incendiarios se les condena¡

En esencia y por encima de todo, como dijo Dumas todas las heridas duelen, la última es la que en realidad mata.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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