jueves, 30 de junio de 2011

CUANDO GOBERNAR SE CONVIERTE EN EJERCICIO DE NEUROSIS, O DE CUANDO HA LLEGADO EL MOMENTO DE “HACÉRSELO MIRAR”


Duro, muy duro, ha de resultar sin duda comprobar cómo, después de insufribles penurias, de incontables calamidades, la verdad que esperabas encontrar al otro lado de aquella cumbre a cuya cima te has enfrentado; la verdad con la que estabas seguro te reunirías una vez superado el último escollo, no sólo no está donde tú esperabas. Y no porque no haya tenido paciencia para esperarte, como le pasó a Mallory, cuya tristeza se cobró su vida en aquél descenso. O como también hubiera podido descubrirnos Scotth de haber sobrevivido de su retorno de la frustrada carrera que contra la climatología y contra Amundsen habían emprendido a todo lo largo de la Antártida.

El precio, el coste moral de ciertas empresas, es algo que solo conocen aquellos que una vez las emprendieron. Y tal y como el tiempo ha demostrado, ese es un conocimiento que con ellos tiende a morir dado que casi es del todo imposible que sus protagonistas encuentren las palabras adecuadas para explicárnoslo a aquellos que deseamos ser partícipes de ellos; siendo otras veces la imposibilidad manifiesta que para encontrar coetáneos que quieran conocer los hechos la que se postula como insalvable.

Y si no es esa, sin duda ha de tratarse de una muy parecida, la sensación que a lo largo de todo el día haya presidido el estado de ánimo del ya desde hoy yaciente Presidente del Gobierno de España, en el que ya de manera inferida se trata de su último Debate sobre el Estado de la Nación. ¿Cuál es el pensamiento que ha de encontrarse presente a lo largo de estas dos últimas jornadas en la mente de aquél que, a modo de secreto mártir cuando no sacrificado mesías, se enfrenta a la última de sus grandes pruebas?

A estas alturas, no sabemos ya cual será la lista de afrentas, así como el orden de las mismas que, a lo largo de los próximos días, encabecen el catálogo de penurias y dislates del que sin duda se ha hecho acreedor. Qué duda cabe de que las acusaciones francas y manifiestas que desde las bancadas de la izquierda se han escuchado, no hacen sino manifestar aquello que muchos pensamos. Sin embargo, mucho más dolorosos sin duda alguna han tenido que ser los silencios que, a modo de desplante, se han hecho patentes desde los de la Derecha.

El silencio es sinónimo de desprecio, salvo cuando procede del que sabe, y está dirigido, a modo de velado respeto, al Común al que se le concede una última ocasión para que rectifique, o para que al menos sea consciente de que no sabe que no sabe. Mas en este caso, creo sinceramente que la cosa no va por ahí. De verdad considero que el tiempo en el que cabía la aceptación de la reprimenda constituyente ya ha pasado, dejando en su lugar el agrio recuerdo que en el ánimo del amante deja la ocasión no cumplida, o peor aún que en la sinrazón en la que a veces se convierte la locura de gobernar, manifiesta la incapacidad para hacerlo conforme a los cánones establecidos para ello.

Y cuando se gobierna de manera diferente a aquella que ha de imperar en los cánones bajo los que optó al Gobierno, o lo que es peor aún, si uno todavía hace gala de haber menoscabado los principios de aquellas siglas bajo cuyo amparo se presentó para gobernar, es cuando uno se encuentra en condiciones de pedir por favor que le devuelvan su voto.

El reconocimiento llevado a cabo por el Sr. Presidente del Gobierno en la tarde de hoy, según el cual más o menos ha venido a decir que su Gobierno ha hecho política de izquierda mientras la circunstancias lo han hecho posible, supone el reconocimiento implícito de que, en algunas ocasiones, existen máximas que hacen del todo imposible la puesta en práctica de un Gobierno de Izquierdas. Y esa, es una afirmación que no estoy dispuesto a aceptar. Y no estoy dispuesto a aceptarlo porque, de hacerlo, estaría mostrando mi aquiescencia para con frases hechas del tipo de las conocidas “la Izquierda dilapida en política social la riqueza que la Derecha produce”. U otras peores tales como “la Izquierda puede darse el lujo de gobernar con los beneficios que la gestión de la Derecha le deja.”

Siempre hay una forma de gobernar conforme a los criterios que un Gobierno de Izquierdas consideraría coherentes. Que usted como Presidente del Gobierno me diga que, dadas las circunstancias, no puede mostrarse consistente con ello, es algo que se resume en una realidad muy sencilla. Las circunstancias que determinan el funcionamiento de este circo de tres pistas en el que se ha convertido el mundo, no parecen recomendarle a nadie, ni a usted siquiera, tomar medidas en el sentido que le reclamo.

Sin embargo, lejos de cuestionarle tal hecho, si que me permito una observación. Una de las múltiples diferencias entre usted y yo, estriba en que allí donde yo puedo seguir arguyendo mi utopía como forma de enfrentarme al mundo, como forma de ejercer mi libertad; es precisamente donde usted tiene que argumentar su responsabilidad como manera de ejercer para con sus obligaciones.

Pero como todas las libertades, incluso la suya, acaba donde empieza la de otros ciudadanos, por el ejemplo yo, es por lo que en el ejercicio de esa libertad yo le pido que me devuelva mi voto. A mí, y a los millones de votantes que confiamos no tanto en usted como en aquel proyecto que por entonces lideraba, y que tenía como denominador común la convicción de que los ideales de la Izquierda podían en realidad ser válidos para construir una idea de país.

Usted ha demostrado no creer en eso, y lo ha hecho de la manera más dramática. Pasándose al enemigo. Le ha hecho el juego a la Derecha. Se ha vestido de Aprendiz de Brujo. Ha coqueteado con el mal, y ahora ese mal le devuelve su verdadera cara.

Señor Presidente, si no es capaz de hacer frente a la exigencia con la que los millones de votantes le impulsamos hasta su actual estado, y que no era otra que la de afrontar el mundo con la visión de la Izquierda; haga lo último loable que le queda por hacer, deje el paso a esos que son ya sus adalides cuando no sus modelos para la nueva realidad. Apártese con decencia, deje el paso a la Derecha que viene, y, como Asimov dejó dicho, preparémonos desde hoy para minimizar en lo posible una crisis que, de no tomar desde ya las medidas necesarias, se prolongará en sus efectos durante miles de años.

Luis Jonás VEGAS VELASCO

junio de 2011.

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