miércoles, 16 de noviembre de 2011

DE CUANDO EL DESCONOCIMIENTO DEL PRECIO NOS HACE INCOMPENTENTES PARA VALORAR LOS ESFUERZOS QUE FUERON NECESARIOS.


Despotismo Ilustrado: Dícese del Sistema de Gobierno propio del Siglo XVII que preconiza las bondades del Absolutismo basado en la aquiescencia de las Monarquías, intentando no obstante hacerlas encajar con las nuevas tendencias promovidas desde la incipiente Ilustración.

Vamos, como ver a al Sr. Rajoy teniendo que hacer malabares con el Sr, CAYO LARA, en pos de un potencial pacto de gobierno.

Más allá de comentarios históricos, o de paradojas jocosas, una vez superada la sorpresa propia de la velocidad con la que los acontecimientos se han sucedido en Grecia y en Italia, lo único que podemos decir con absoluta certeza es que en el breve transcurrir de tiempo que para la Historia constituye una semana, en este caso la que acabamos de dejar atrás ha logrado dejar obsoleta esa certeza que llevamos un par de años manejando, y que reza más o menos de la convicción de que vivimos tiempos históricos, para pasar a hacer Historia cada día.

Revisados los acontecimientos de manera más o menos profunda, o con toda la profundidad que nos permite la vorágine en la que nos hemos embarcado, la única certeza que tenemos a día de hoy es aquélla según la cual nada de lo que sobreviva a la actual situación, tendrá causalidad directa respecto de la misma, es decir, nos encontramos inmersos en un proceso de restitución de estructuras tal que, el nuevo marco institucional, moral, legislativo y de concepto que surja, será tan evidentemente innovador que, al contrario de lo que ocurre con las conclusiones de un procedimiento evolutivo, en el que las directrices causales aparecen en la introspección del elemento resultante; en este caso, sea cual sea el resultado, será tan innovador, que no será posible establecer un marco de relación con nada de lo anteriormente conocido.

Asumido ya el improperio bajo el que se ha decidido llevar a cabo las reformas que supuestamente confeccionarán el nuevo marco dentro del cual habremos de llevar a cabo nuestra vida; lo único que parece estar claro es que vamos a vivir en primera persona y en directo, uno de esos momentos históricos que algunos, la mayoría, sólo conocíamos por los libros de Historia, pero que a la mayoría les sugería un inmenso marco para el desarrollo de las emociones. Y es que el romanticismo propio de los tiempos revolucionarios es algo que atrae casi tanto como jode.

Porque a estas alturas, sentados en esa silla que mañana no sabréis si será vuestra, mirando ese ordenador que tal vez mañana a estas horas no os pertenezca, y quejándoos ostensiblemente de esa vida, vuestra vida, que probablemente mañana intenten convenceros de que nunca fue vuestra, lo único que sí tendremos claro es que una parte fundamental de la culpa de que todo esto esté pasando, la tenemos todos y cada uno de nosotros, por nuestras acciones, y por nuestras omisiones.

Porque si de verdad hemos consentido que derriben el Estado del Bienestar en apenas tres años, si hemos permitido que sustituyan los valores Roussonianos por los propios de los Mercados, y ahora vamos a dejar que echen abajo el modelo democrático, sin tener que levantar una sola voz para hacerlo…

Es porque nunca hemos tenido a ciencia cierta concepto del verdadero valor que ésta, y otras cosas como ésta, verdaderamente tenían.

Y no éramos conscientes de ello por una razón muy sencilla, porque pertenecemos a esa generación que no ha conocido el valor de la mayoría de las cosas porque no ha tenido que sufrir y luchar para conseguirlas, a la par que hemos convivido con esa otra generación que ha preferido callarnos la mayor parte de las cosas que tuvo que hacer o padecer para dejarnos una herencia, la herencia de la Democracia.

Y la Democracia, como la mayoría de las cosas importantes, es algo vivo. Algo que necesita ser regado, custodiado y mimado a diario, para que crezca y por qué no, para que no se desvíe. Pero claro, como era algo que siempre consideramos como propio, se nos ha olvidado velar por ello, es más, hemos consentido que los que se preocupan por ello, fueran olvidados, castigados, condenados al ostracismo del desprecio histórico; incurriendo de nuevo una vez más en ese error tan español según el cual dejando morir de inanición al portador del recuerdo de la existencia de malas noticias, estas quedan conjuradas definitivamente.

Así, como el niño que aún no ha desarrollado el juego simbólico, creemos que ante los problemas sirve con taparse los ojos con las manos y gritar no toi.

Y mientras hacemos esto, la tecnocracia arrebata el espacio, el tiempo y la legitimidad a la Democracia. Los Parlamentos dan legitimidad a gobiernos impuestos (por los Mercados), y personas que nunca han ganado unas elecciones, cuando abiertamente ni tan siquiera han formado parte de una Lista Electoral, se convierten en Presidentes de Gobierno.

Y todavía nos lo venden como la mejor de las soluciones políticas. Más bien la liquidación del Tiempo de la Política diría yo.

Recordad, Todo para el Pueblo, pero sin el Pueblo.

Llegados a este punto, lamentarse abiertamente de lo patético que ha resultado la presente Campaña Electoral, parece una burla exasperante.

No recuerdo una Campaña más lacrimógena. El uno convencido de que lo tiene todo ganado, se ha limitado a colocar el autobús delante de la portería, y evitar así que le metieran goles. El otro, defenestrado en defensa propia, parece preocuparse más del incipiente Congreso Extraordinario que a todas luces habrá de convocarse, que de cuestiones aparentemente nimias tales como decirnos a los españoles cuáles serian sus propuestas de cara a que se diera el improbable caso de ganar.

En definitiva, nos acercamos al fin de una Campaña en la que los esperpentos han tomado carta de protagonismo. ¿Será éste verdaderamente el anticipo de una Nueva Forma de entender la Política?

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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