miércoles, 23 de noviembre de 2011

DE LOS RETROCESOS EN LA HISTORIA DE CUANDO LA CONVICCIÓN DE QUE SÓLO LA EVOLUCIÓN ES POSIBLE, NOS LLEVA A NO VALORAR LOS PELIGROS DE LA CATARSIS.


A menudo, la relativa comprensión de nuestra realidad, que hoy en día parece pasar exclusivamente por el acceso a la actualidad, nos lleva a ser incapaces, de manera definitiva, de identificar y comprender las verdaderas variables que habrán de permitirnos comprender en la manera de lo posible el mundo que nos rodea.

Los acontecimientos no pasan, acaecen a nuestro alrededor, confeccionando dada su velocidad un entorno artificial, a menudo ficticio, que resulta muchas veces incomprensible para el propio Ser Humano, que se ve entonces superado como supuesto receptor de las prebendas que la reconocida como supuesta evolución le tenía reservados.

La causa de semejante situación, peligrosa donde las haya, se encuentra en el ya muchas veces comentado, pero nunca suficientemente analizado Síndrome del progreso perpetuo, a saber, la situación antropológica que se suscita cuando los integrantes de una Sociedad, ubicados en un terreno y en una temporalidad determinadas, se encuentran verdaderamente convencidos de que dado el nivel de desarrollo en el que se encuentran, tan sólo el ir hacia delante les es posible.

De esta manera, los individuos se ven subyugados por una de las enfermedades sociales más terribles que existe, aquella por la que los miembros de una Sociedad pueden llegar a olvidar su propia historia, supeditando una vez más los razonamientos científicos a la Ciencia, rescatando o inventando nuevos ídolos.

Es el retorno al mito una vez que el Logos entra en recesión. Y nos encontramos de nuevo inmersos en esa época.

Sólo así puede entenderse que un País pueda olvidar su Historia, El País que olvida su Historia está condenado a repetirla. Sólo así se entiende que España se haya olvidado de las consecuencias que tiene arrojarse en manos de la Derecha Cavernaria en pos de obtener la solución a los problemas que plantea la Crisis.

El viejo principio procedente de la Filosofía Popular, según el cual la Derecha gestiona para conseguir beneficios que luego la Izquierda dilapidará en pos de la implantación de las políticas sociales que le son propias en su enunciado, constituye una manida estructura que a base de repetida, ha perdido gran parte de su sentido. Constituye uno más de esos ejemplos que explica las causas por las cuales El común ha abandonado no ya sólo a la Clase Política, sino que ha renunciado a la Clase Política en general. La excesiva separación entre estos, y la población a la que en principio van dirigidos sus esfuerzos, fragua un cúmulo de disonancias que, en el caso que nos ocupa, trae aparejado el resultado por todos conocidos de que resulte verdaderamente difícil diferenciar a la Derecha, de la Izquierda. Y precisamente este hecho es el que nos lleva a necesitar alertar del peligro del más que evidente peligro en el que se encuentran no ya las estructuras, sino incluso los conceptos que avalan la resistencia de nuestro Sistema.

Inmersos en la Drástica Teoría de los absolutismos, según la cual todo ha de llevarse a cabo de manera absoluta, elevado por tanto al grado sumo, y azuzados por el jinete del Apocalipsis que en este caso nos hemos dado en llamar crisis, hemos reunido los ingredientes suficientes para componer abiertamente la sinfonía del abandono de la lucidez que se hace imprescindible para edulcorar lo suficientemente aquello que tan sólo puede ser objeto de la embriaguez, o del poder de sugestión que es propio a la puesta en práctica de convicciones religiosas, a saber, conceder a la Derecha Cavernaria un cheque en blanco como el que aparentemente se le ha concedido.

Dotar a la Derecha de tanto poder, tiene constataciones propias de otra época. Una época en la que los dioses mitológicos se encargaban de llenar los vacíos conceptuales de los Hombres, cobrando con silencio los pactos de no agresión que los hombres firmaban a cambio de la obtención de la tranquilidad conceptual imprescindible para sobrevivir a determinadas épocas.

Pensar que esta Derecha altanera y grandilocuente se haya en disposición de arreglar la crisis, constituye un error propio, o bien de una crisis de amnesia, en España todos deberíamos saber como las gastan, o peor aún, constituir el ejemplo de que hemos renunciado a métodos racionales en pos de encontrar la manera de enfrentarnos a ella. En realidad me queda una opción más, a la que por cierto cada vez acudo con más convicción, aquella según la cual ellos son los responsables de la crisis, utilizándola como instrumento político, de amenaza allí donde gobiernan, de acoso y derribo allí donde el cumplimiento de sus pretensiones pasaba primero por el derrocamiento de un Gobierno de Izquierdas.

Como término medio, prefiero apostar por la certeza de que muchos han decidido su voto acudiendo a una especie de estado místico, bajo cuya influencia el Sr. RAJOY, y la recua todavía no ascendida a los altares que le secundará, alcanzan unas características propias de Dioses Mitológicos que gozan de la provisión de elementos ultra-naturales que serán puestos al servicio de la superación de la crisis.

Sólo así pueden comprenderse ciertas frases, como la recientemente pronunciada. “Nosotros no podemos hacer milagros, tampoco los prometimos”. ¿Revelador, no creen?

Y al otro lado, como aderezo si cabe al esperpento democrático al que asistimos, la comprobación del estado en el que ha quedado la izquierda de este país. Una izquierda que, como en el peor de los casos, ha cumplido una vez más con su cita con la Historia, haciendo que el surgimiento de sus traumas, en forma de su conocida capacidad autocrítica, haya allanado el camino para el triunfo de la derecha. Sólo así se entiende que un triunfo manifestado en la obtención de 186 Diputados, se fragüe en la mejora en apenas 300.000 sufragios nuevos.

Como suele ocurrir en la mayoría de ocasiones, no es el aspirante el que gana, es el gobernante quien pierde. Y todo con la fragmentación del voto de la izquierda, que se manifiesta en el hecho de que la suma de todos los votos de la izquierda presente en la nueva Cámara, sigue sin ser suficiente para igualar los votos del PSOE. Eso sí, el daño está hecho, y para mucho tiempo.

Luis Jonás VEGAS

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