Aunque pueda parecer mentira,
ha pasado un año. Un año de aquella fecha, veinte de noviembre, sin duda
elegida con atinada mano simbólica. ¡Lástima que no podamos decir lo mismo de
la capacidad cerebral!
Un año de ostentación de
poder, que no de acción de gobierno, en el que desgraciadamente han sobrado las
ocasiones, y nunca han sido desaprovechadas las ocasiones, en el transcurso de
las cuales demostrarnos, principalmente a los que nos mostrábamos un pelín lentos en entenderlos, que de
una manera u otra, ya nada volvería a ser igual.
Porque Señoras y Señores, la
Derecha ha vuelto, y su pretensión es quedarse. Y lo peor no está sino en el
hecho de que tal tropelía, por primera vez en mucho tiempo, no la han hecho ellos. Ha sido mucho más
sencillo, se lo hemos permitido nosotros.
Soy netamente consciente de
que muchas de las cosas que digo no son políticamente
correctas. De la misma manera soy consciente de que somos unos pocos, tal
vez irresponsables, los que ponemos voz a pensamientos que circulan por la
razón de muchos que, tal vez por prudencia, o por cualquier otra de las
múltiples formas que hoy por hoy adoptan las limitaciones, no pueden ni tan
siquiera aceptar lo que piensan. Sin embargo, no es menos cierto que muchos de
esos que guardan silencio, siguen sin entender todavía hoy cuántas cosas han
tenido que hacerse rematadamente mal en España, para que vuelva a gobernar la DERECHA CAVERNARIA.
Dentro de esa serie de argumentos
a los que arriba hacía mención, he de traer hoy especialmente a colación aquél
según el cual poníamos en relevancia el hecho, aparentemente por todos
compartido según el cual para que en este país volviéramos a ver a la Derecha
en el ejercicio del poder, sería condición imprescindible que el mismo se
alcanzara mediante la obtención de una mayoría
absoluta.
En términos conceptuales
lógicos, esto es aplicando la matemática de la lógica al razonamiento
electoral, semejante afirmación podría consensuarse en la firme convicción de
la absoluta imposibilidad de que semejante situación volviera a repetirse, al
menos si nos ceñíamos estrictamente a la aplicación completa de la coherencia
de pensamiento. En otras palabras, nada podía hacer presagiar que la Derecha,
fuese cual fuera la forma que adoptara, podría volver a sustentar las riendas
de este país.
Pero entonces, ¿Qué magnitud
tiene el cataclismo que nos ha traído este aquí, para sumergirnos en este
ahora?
Llegados a este punto, muchos
estarán ya deseosos de acudir al sempiterno palo que para mediocridades,
estulticias y miserias (sobre todo morales) la acechante crisis representa. Mas
es entonces cuando hemos de plantear si cabe, con más juicio la fatal cuestión:
¿Quién es más culpable del actual estado de las cosas? O dicho de otra manera,
¿De qué posición ideológica se encuentra más cercana, el actual estado de las
cosas?
Porque sí. Verdaderamente, una
vez comprobado el lamentable estado al que hemos permitido sean conducidas
todas las cosas, es cierto, por no decir definitivo, que resulta obligado,
cuando no saludable, comenzar a desprendernos de esos tantas veces
identificados velos que, en forma de tabúes,
nos han impedido hablar no sé si con razón, pero sí sobradamente con
propiedad, de los grandes problemas que acucian al país.
Así y sólo así, podemos
entender que el silencio haya tapado a lo que en verdad deberían ser clamores;
que el polvo haya logrado enterrarlo todo. En una palabra, que la desidia haya
logrado hacernos dudar, hasta casi olvidar, nuestro pasado más cercano, y por
eso el más hiriente.
Así, y sólo así, podemos
entender que aquél ambicioso proyecto iniciado por José María AZNAR, y que
puede resumirse en el intento de
redefinir una nueva Idea de los modelos conservadores que hay en España,
aglutinando para ellos ramos tan aparentemente sui géneris tales como Falange,
junto con los moderados de Primo de Rivera, todo ello bajo el amplio paraguas
que ofrece la teoría liberal. Y lo peor no es que lo haya logrado, es que
por medio de otro gallego, hemos vuelto a permitir que se encumbren.
Las principales causas, como
ocurre siempre en estos casos, no hay que buscarlos en sus aciertos. Subyacen
más bien en los errores del contrario. Y
como en todas las grandes ocasiones, en la base de tales errores hemos de
buscar los contenidos ideológicos, aquéllos que, en el caso que nos ocupa, más
han de doler porque ¿de verdad es comprensible que España sea de Derechas?
Evidentemente no lo es. Por
eso, la única opción que nos queda para justificar el alza de la Derecha, pasa
inexorablemente por el acuciante hundimiento de la Izquierda. Un
hundimiento que tiene su base en la permisividad con la que hemos permitido no
ya que nos derroten en el terreno de la ideología. La
realidad demuestra que les hemos consentido que arrebaten del discurso
cualquier prebenda histórica, moral si me apuran. Y todo ello en pos del
mantenimiento de una estabilidad del discurso que una vez más, tan sólo por
ellos se ha visto amenazada.
En definitiva, nos han
derrotado. Las pruebas, éste año, en el 20N no han necesitado ni hacer desfile
de conmemoración, se ve que el que tienen en Moncloa satisface sus deseos más
profundos.
En definitiva, puede que el
orden en el aparente caos, pase inexorablemente por la coherencia ideológica.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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