miércoles, 17 de abril de 2013

EL PAÍS DE “NUNCA JAMÁS”


Inmerso me veo, una vez más, en otra de esas conversaciones afortunadamente más constructivas que beligerantes, que tiene evidentemente por contendiente a uno de esos cada vez más escasos, valiente que todavía se declara ferviente seguidor de las teorías conservadoras, y de los recortes en concreto como única vía destinada a hacer de nuevo de este país lo que antaño fue.
Como quiera que el aprecio hacia su persona, supera con mucho al cúmulo de sensaciones contradictorias que su emoción política despierta hacia mí, es por lo que le escucho, con gran atención todo hay que decirlo, con la sana fe de ser capaz de extractar de su armonizado discurso, una sola nota desde la que hilar yo mi sinfonía.
Y es así que cuando verdaderamente me disponía a concederle bola de partido, que se me desmarca con una afirmación propiciatoria sin saberlo de los condicionantes a los que tantas veces hemos hecho alusión, referidos a Julián MARÍAS.

Es que, verdaderamente resulta sorprendente que los que vivimos en España seamos tan educados. ¡Resulta sorprendente la paciencia que tenemos!

Vaya por adelantado que la cuestión en torno a la que giraba la conversación, distaba mucho de los scraches, ni por supuesto de cualquier otra alusión que pudiera verse reforzada con semejante tipo de argumento. Sin embargo, esto fue suficiente para que a lo largo del día de hoy, hayan transitado por mi cabeza multitud de pensamientos al respecto, participando eso sí todos, de un mismo denominador común, el que procede de comprender cómo, efectivamente, resulta a estas alturas sumamente complicado comprender el grado de predisposición para la sodomía del que hacemos gala la mayoría de habitantes de esta, nuestra querida España.

Porque efectivamente, una vez superado totalmente el espacio, e incluso el tiempo en el que tenía cabida la mención del aspecto referido al citado Julián MARÍAS, según la cual la localización de un español que transitara por el tiempo sería viable localizando los momentos en los que alguien sería capaz de “batirse el cobre” por la más menor de las cuestiones banales, dejando así mismo para luego la resolución incluso de un “asunto de honor”; resulta hoy, de todas, todas, demasiado efímera como para ser mínimamente satisfactoria.

Se trata pues, por ir acotando los principios de hoy, de acotar el perímetro del paralelogramo dentro del cual llevaremos a cabo nuestras disquisiciones. Y para ello partiremos una vez más, como no puede ser de otra manera, del inconmensurable marco que nos proporciona la Historia, sobre todo de cara a reflejar de manera sostenida la mayor parte de los por otro lado ingentes capítulos desde los que a partir de la misma podemos tratar de definir a España, y por ende a los españoles.

Tenemos así que, acudiendo de nuevo a su bagaje, constituye la España actual el resultado de un delirio que inexorablemente ha pasado por la certeza de todo lo que nos fue enajenado, usurpado, cuando no abiertamente robado.
Quiero decir con esto que la España de los últimos 60 años, es una España que ha surgido no como resultado del empeño constructivo de un pueblo. Más bien parece que procede del amontonamiento, más o menos accidental de una ingente cantidad de cascotes, procedentes de las sucesivas demoliciones que el propio edificio ha padecido a lo largo de su accidentado transitar.

Hacemos con ello referencia expresa, no al país que es, sino al imperio que dejó de ser. Es como si el viento de la Historia barriese todavía hoy, y además lo hiciera de manera periódica, las cenizas conformadas a partir de los recuerdos; consolidando con ello la formación de una densa capa de niebla, la cual impidiera ver con perspectiva la realidad.

Quiero decir con esto que solo desde la certidumbre en base a la cual la mayoría de los que formamos actualmente España, no tenemos constancia real de lo que han costado a todos los niveles la constatación, conquista y posterioridad asentamientos de la mayoría de derechos y condiciones desde los que se concibe el actual Estado de Derecho o del Bienestar; es desde donde podemos concebir la realidad en base a la cual, y de manera perentoria, somos igualmente incapaces de comprender cuál es el verdadero grado de pérdida de todo aquello que estamos asumiendo, ahora sí de manera incomprensible, como normal.

No queda ya observador atento al que se le escape cómo aumenta cada día el volumen de la lista integrada por los que consideramos como una certeza manifiesta no ya el hecho según el cual la política de recortes emprendida por nuestro gobierno, constituye a todas luces la consolidación del peor de los caminos que se podían elegir. La realidad que tratamos de poner hoy sobre la mesa, pasa por la constatación manifiesta del hecho en base al cual la mayoría, por no decir todos los derechos que están siendo pulidos, dentro de esta marabunta de recortes, muy probablemente no vuelvan a ser recuperados, al menos en sus procederes conocidos, nunca más.

Educación, Sanidad, Pensiones, y así sucesivamente; constituían hasta hace bien poco tiempo, el vergel sobre el que pastaba cándidamente la paz social de nuestro Estado.
Pero ha resultado que esos componentes, la paz, e incluso si se me apura incluso la misma idea de Estado, constituían en realidad la muestra de uno de los mayores tiempos de ilusionismo de los que la Historia tiene o de los que guardará relación.

¿Quién hubiera podido, hace tan solo unos pocos años, pronosticar el ataque feroz que a todas estas estructuras estatales se está llevando a cabo, precisamente desde el propio Estado?
¿Alguien en su sano juicio hubiese podido presagiar que como Pueblo íbamos realmente a permanecer hieráticos mientras desarman lo que tanto costó conformar?

Planteamos pues, la cuestión capital. ¿Saben de verdad, los que promueven la aberración en la que han convertido hoy por hoy el Estado, si esto servirá realmente para  algo?

Y es precisamente desde el calamitoso silencio que presagia la ausencia de respuestas, desde donde argumentamos que todo forma parte de un insidioso plan. Un plan tejido desde la distancia en el tiempo, pero desde la cercanía conceptual.
Un plan que traza sus últimas disquisiciones en torno a 1997, momento en el que el sorprendente regreso al poder de la Derecha, de la mano del incomprendido, y nunca suficientemente valorado AZNAR, promueve sobre todo el rearme del ala dura, incipiente, reaccionaria y rencorosa, de la Derecha Cavernaria Española.
Pero un plan que hunde sus raíces en lo más profundo de la Historia, retrotrayéndonos para ello al primer tercio del pasado siglo XX. Son los años 1933, 1935 y 36. Son los tiempos de la CEDA, del BLOQUE  NACIONAL. De los CALVO SOTELO y de los GIL ROBLES, entre otros.

Un plan cuya pervivencia en el tiempo, solo puede conciliarse desde la certeza de que múltiples son los conceptos que en realidad, no han desaparecido.
Se ocultaron, bien es cierto, muchas veces bajo la forma de anquilosados principios. Otras adoptaron por el contrario la forma de novedosas tendencias las cuales, en la mayoría de los casos quedaron desfiguradas bajo el esperpéntico aspecto que un país consolida cuando se pasa de lo blanco, a lo negro, sin solución de continuidad.

Estamos pues, metidos de lleno, en la época en la que vamos a pagar, como siempre los de siempre, el cúmulo de controversias que se han ido originando en torno a la sucesión de ideas, mitos y traumas a partir de los cuales hemos permitido fraguar la idea de que lo mejor que podía pasarnos era que en realidad cambiaran solo unas pocas cosas, para que en definitiva no cambiase nada.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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