miércoles, 11 de septiembre de 2013

DE DORSALES, SUBDUCCIONES Y DE LA IMPERIOSA NECESIDAD DE HALLAR UNA NUEVA FORMA DE CONCEBIR EL TIEMPO.

Cedo, una vez más al ya por otro lado tantas veces demostrado como insoportable vicio; por el cual accedo a dar otra oportunidad a aquéllos que en principio ostentan la función expresa de mi representación para, desde el desasosiego que acompaña a los juicios cuya sentencia es previa, tener que reconocer a cuantos me lo advirtieron que, definitivamente, la vuelta al cole no sirve sino para hacer bueno el aforismo que reza: los mismos perros, con distintos collares.

Y es así que una vez más, los mismos ladridos, acompañados, por qué no de algunos rebuznos, que no se acallan más que para dejar espacio a algún tímido valido de los que, para desgracia propia, y vergüenza de cuantos decidieron depositar en ellos su confianza; han decidido seguro que sin consultar a éstos, y por ende estafándolos como tantos otros, jugar el papel del pobrecito avergonzado que no sabía de esto.

Pero la verdad es que a estas alturas, ya nadie puede intentar refugiarse bajo el paraguas insolvente y carente de toda solidaridad de la ambigüedad.

El lamentable espectáculo que una vez más han dado hoy en la Cámara Baja “unos y otros”, ha promovido en éste que humildemente una vez más toma la palabra; la generación expresa de la certeza según la cual esos señores hace tiempo que perdieron en derecho, por otro lado un tanto artificiosamente atribuido, de representarme.

Y sinceramente, puestos a buscar un motivo válido a la hora de explicar las causas de tal decisión, no me duele por otro lado en reconocer que nada en las formas, fondos o en los marcos ha llevado a la Sesión que se ha cerrado hoy, a diferenciarse de las anteriores. Los mismos personajes, sentados en los mismos escaños, relinchando y pifiando ante los mismos estímulos, y promoviendo igualmente  las mismas farsas toda vez que los tiempos, una disciplina antaño tan valorada en Política, y que por otro lado tan alto encumbraba al Político que sabía emplearla; se ven ahora difamados en tanto que no solo son objeto de tasación por parte en este caso del Sr. POSADA, sino que más bien son objeto de la más tremenda de las difamaciones procedimentales, la que se logra, curiosamente mediante el pacto, entendido en este caso bajo cuerda.

Es así que inmersos una vez más en debates vacuos por lo inútiles sobre Luises y otros familiares, cuando no en conversaciones paradójicas como La Sinfonía del Silencio, en base a la cual un inspirado (más bien reforzado) Mariano RAJOY, amenazaba en silencio a la oposición; ha sido que, en medio de una gotera, y en plena disquisición sobre si de verdad la Sra. Vicepresidenta ha vuelto o no favorecida de sus vacaciones estivales; ha sido que la respuesta que para mí ha quedado respondida es una que ni siquiera me planteaba. Cuando menos no a título consciente.

Escuchando las ignominiosas interpelaciones de la oposición, respondidas por las fatuas cuando no manifiestamente cavernarias réplicas del Gobierno, ha sido que he venido como San Pablo, no sé si a tener sobre mí la luz de la inspiración, o más modestamente a llegar a la conclusión, presa sin duda no de una posible insolación, sino de la absoluta apatía; de la intuición por otro lado clara y perpetua de que las actuaciones, conductas y desarrollos mantenidos por unos y por otros, han de conducirnos a la alarmante constatación de que las dos estructuras partidistas que a día de hoy monopolizan en escenario democrático español están, por cuestiones obvias otrosí ganadas a pulso, totalmente inhabilitadas para desarrollar cualquier función otrora propia, siempre que ésta pasara, o alguna vez hubiera pasado, por representar con un mínimo de responsabilidad a la ciudadanía que compartimos en venir a componer el Tejido Social del Estado de España.

Y la deslegitimación que surge como primer gran corolario de la aceptación de la proposición anterior, nos sumerge, cuando no definitivamente nos sepulta, en el gran problema que subyace no tanto a la aceptación, como a la constatación de lo dicho. Problema que pasa por tener que comenzar a asumir, de manera explícita, aquello que hace siente comenzamos a comprender de manera implícita, pudiendo residir en ello uno de los condicionantes fundamentales del actual estado de crisis; el que pasa por aceptar que las estructuras, formas y procedimientos que desarrollan, facultan y en principio sustentan nuestro sistema, hace tiempo que han caducado.

Vivimos pues, en un mundo de fantasía. Un mundo en el que la ficción procede no de la ilusión hacia el futuro, sino que obviamente se ampara en legitimarse desde el pasado.
Un mundo obsoleto, rancio y carcomido, cuya esencia subyace precisamente en el procedimiento propio una vez más de prestidigitadores por medio del cual los que ostentan el poder han confundido la esencia del mensaje, cuando no la esencia del poder en sí mismo, al pensar (actuando en consecuencia, y ahí reside el problema), en defensa de sus propios intereses, defensa que pasa inexorablemente y en todos los casos, por la defensa a ultranza de sus propios cargos. Unos cargos de cuya caducidad ética ellos y nadie más que ellos tenían y ha tenido siempre constancia expresa.

Hemos de sumergirnos así, una vez más, en el enésimo procedimiento destinado a ratificar si, tal y como muchos dicen La Transición fue o no el periodo idílico en términos políticos que algunos se empeñan en constatar, llegando por otro lado a considerarlo algo digno de ser exportado.

Es La Transición un proceso alimentado de forma multidisciplinar, dotado de grandes expectativas, al que por otro lado solo resulta posible afectar mediante la intercalación de grandes principios casi ontológicos, toda vez que persigue casi más la generación de una realidad de principios filosóficos, que de una realidad en sí misma. Se trata en definitiva de un proceso creado por otra parte en pos de la consecución de unos logros tan grandes como remotos, pudiéndose dar la paradoja de que precisamente la excentricidad de cuantos lo conformaron, unido a la magnitud grandilocuente de lo perseguido, acabó por aportar los espacios suficientes que dieron como resultado la sorpresa que propios y extraños compartieron cuando observaron el resultado final.

Macro-esquemas. Ausencia de perspectiva temporal. Promoción hacia el infinito. Son términos tan difíciles de integrar por separado, que casi resulta adulador comprobar cómo por otro lado encajan sin esfuerzo a la hora de ubicarlos dentro de la realidad de La Transición como proyecto. Un proyecto que mirado con la perspectiva del tiempo, una perspectiva que por otro lado te libera del velo de la sumisión, te permite comprobar el alto precio no solo procedimental, sino sobre todo conceptual que muchos tuvieron que pagar para que esto funcionara.

Son los términos de La Transición unos términos absolutos, sujetos a norma y, curiosamente, alimentados desde la tradición del dogma.
Resulta por ello lógico que los tiempos de su primera creación, la Constitución, sean igualmente tiempos ligados a medidas ligadas a lo absoluto, a lo eterno.
Es así que, desde este nuevo prisma tanto La Transición como La Constitución dejan de ser los instrumentos configurados como herramientas a utilizar en pos de la consolidación de España, para por otro lado pasar a convertirse, hablamos siempre en la interpretación de la forma, no del fondo, en unas especie de realidades con conducta asintótica, que han entrado pues en una deriva de tendencia hacia el infinito imposible de definir, y que bien podría identificarse como el campo semántico en el que se amparan esas nuevas formas de entender la Política y su ejercicio, las cuales hoy  una vez más hemos denunciado, y cuyo único fin persigue la dilatación de los periodos no tanto de La Política, como sí de los políticos.

Podemos pues ir concluyendo que el proceso, además de por causas conceptuales muy específicas, está definitivamente condenado a fracasar toda vez que los méritos temporales de los que hace continuamente le arrojan en manos de los grandes principios que le son propios, convirtiendo en una tarea poco menos que inhóspita, el ejercicio diario de la Política que hoy, más que nunca necesitamos.
Un ejercicio que se convierte poco menos que una falacia al comprobar con desasosiego que se trata de matar moscas a cañonazos.

Y si el ejercicio propio de la Política, esto es el concebir políticas prácticas para sus administrados, resulta poco menos que imposible, ¿qué decir cuando añadimos el efecto de la ya visada variable tiempo? Es entonces, y solo entonces cuando tomamos medida real a la situación.

Es entonces cuando comprendemos que vivimos tiempos que han de ser medidos con perspectiva geológica ya que la última tecnología convierte en actuales lo que no son sino políticas procedentes de las cavernas, y permite a los babysaurios comunicarse por e-mails.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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