Dicen los buenos jugadores de mus que, como suele ocurrir
con la mayoría de las cosas importantes de la vida; y sin duda el mus lo es;
confiarlo todo a una determinada jugada o combinación no suele ser sino
ineludible síntoma de arrogancia, o en el peor de los casos reflejo de esa
grave enfermedad que este país presenta, y que se identifica por tener un gran
jugador de naipe y un gran conductor, en la persona de cada uno de sus
habitantes varones.
Dicen los mismos, los que saben, que semejante cerrazón solo
puede ser síntoma de dos cosas. O de una inefable incapacidad para comprender
la verdadera realidad en la que se desarrolla la partida o, de nuevo en el peor
de los casos, de la incapacidad para entender que el rival, aparte de jugar
también, puede no obstante hacerlo igual cuando no mejor que nosotros.
Por eso, cuando una vez más hemos de contrastar las
evidentes muestras de incapacidad que presenta no ya nuestro Presidente, sino
nuestro Gobierno a la hora de hacer cuando menos comprensible su política;
acabamos por entender que no se trata ya de una manera de hacer las cosas, se
trata verdaderamente de una manera de pensar.
Se trata pues, y definitivamente, de una manera de pensar.
Una manera de pensar que nos arroja, puede que definitivamente, al otro extremo de la realidad,
sometiéndonos con ello a una presión que se nos antoja definitivamente
insuperable, en tanto que cada vez son menos los aspectos con los que nos
sentimos identificados.
Así no es ya que no compartamos la manera mediante la que
este gobierno pretende sacarnos de la crisis (ciertamente, a algunos nos
parecen aterradores los objetivos que se persiguen, aumentando si cabe este
pesar a medida que atisbamos los resultados). Lo cierto es que verdaderamente, algunos
estamos comenzando a pensarnos seriamente si así estamos dispuestos a salir de la crisis. La cuestión es
si estamos dispuestos a salir de la crisis a cualquier precio.
Es por eso por lo que, de manera un tanto metafórica, hoy me presento ante ustedes
constatando la realidad que me circunda atacándola
desde un punto de vista diferente. Realmente como si de un juego se
tratara.
Porque si no fuera porque me parece un juego, me costaría
mucho esfuerzo constatar el grado de realidad desde el que algunos tratan de hacerme, por ejemplo el “caso
Bárcenas”. Porque solo pensando que es una broma, podría llegar a entender que
María Dolores de COSPEDAL sea capaz de escaquearse
de una rueda de prensa abusando de su
situación de poder, hecho que constata tirando
de unas cifras a las que solo puede acceder desde el gobierno, para, acto
seguido, justificar la destrucción de los
discos duros.
Y en medio de todo, el lamentable espectáculo de las 31.
Poniendo una vez más de relevancia lo importante que en Política resulta manejarse bien con el relativismo, lo cierto es que,
indiscutiblemente, el dato de “treinta y una personas menos apuntadas en el
INEM” conforma, efectivamente, el mejor dato de un mes de agosto en lo que
llevamos de siglo. Semejante hecho, en manos de un buen orador, o simplemente
de haber caído en manos de alguien que desde la prudencia se moviera bien en
dialéctica hubiera, sin duda, dado mucho
más juego.
Sin embargo, cuando el dato se maneja, o se manipula, por
personas altamente inoperantes a la hora de hacer los honores a este bello arte
que es el de la acción política termina, no solo por no brillar; sino que
abiertamente pasa a constituir otro nefasto
drama tan solo comparable al de los
despidos diferidos.
Y así es cuando, en definitiva, comprobamos que en política
las formas no es que sean importantes, es que son definitivas. De las mismas
depende que un hecho incluso positivo, pueda acabar pareciendo algo inefable; o
por el contrario que, un comportamiento simplón,
pueda por el contrario llegar a parecer una heroicidad.
Lo siento, sé que si lo analizamos puede parecer incluso
ruin. Pero lo cierto es que solo así, a través de la manipulación y uso de las
formas, podemos llegar a comprender que hechos positivos, como el que supone el
descenso en treinta y una personas de las listas del paro, acaben en realidad alineados como otra más de las ya incontables meteduras de pata que acumulan tanto
los miembros del Gobierno del Partido Popular, como aquéllos que sustentan tal
Gobierno.
Porque si lamentable resulta la forma mediante la que se han
comportado de COSPEDAL y compañía en relación al tratamiento de las cifras de
paro, qué podemos decir de la última salida
de pata de banco que ha protagonizado el por otro lado ya escarizado Sr. ALONSO, portavoz en el
Congreso de los Diputados, cuando el otro día en mitad de su comparecencia
llegó a afirmar más o menos que en ningún
sitio pone que el gobierno esté obligado a votar lo que diga la oposición.
Evidentemente no, Sr. ALONSO. La pena es que aquello que en esta ocasión el Gobierno no
está dispuesto “a votarle” a la oposición es la enésima petición de
comparecencia del Sr. Presidente ante la mencionada Cámara
con el fin de que se digne a dar explicaciones sobre el incontable grado de
incertidumbre que acompaña al futuro del Partido Popular a medida que
comprobamos cómo se ha comportado en lo concerniente a asuntos tan importantes
como la corrupción, o la manera de
gestionar cajas.
Y que todavía tengan la osadía de decir que Bárcenas no determina su política.
Recuerdo, ahora más que nunca, a la Sra. SÁENZ DE SANTAMARÍA
cuando, una vez esquilmado el rédito que les dio el asunto de la herencia, dijo, ni corta ni perezosa, que los españoles les habían otorgado una
mayoría absoluta para esto.
Continúo empecinado en la búsqueda del votante del Partido
Popular que me diga, y a la sazón me razone que, efectivamente, les votó para
esto.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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