O al menos semejante paradoja es la que se observa en caso
de dar un mínimo de verosimilitud a las palabras recientemente pronunciadas por
el Señor Presidente del Gobierno, no lo olvidemos, en sede parlamentaria; en
base a las cuales España dejaba atrás la crisis, entrando en un proceso de
clara, cuando no manifiesta, prosperidad.
Por eso, cuando organismos como la OCDE, dedicados a la “Cooperación
Internacional en Materia de Desarrollo”, y que no constituyen
en absoluto materia sujeta ni de lejos a la sospecha (así podemos referir que
entre las recomendaciones estrella fruto de sus últimos informes, destacan
peticiones tales como el retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años,
o abiertamente proceder a la inmediata subida del IVA); se erige a la vez
en el juez que te encausa en pos de denunciar que, efectivamente, y sin duda
por méritos propios, te has convertido en el país miembro en el que más
rápidamente crece la brecha de la desigualdad social; lo cierto es que, a
lo mejor, definitivamente ha llegado el momento de asumir que,
efectivamente, tenemos un grave
problema.
Mas retornando al espíritu que al menos hoy parecía fluir en
pos de mis reflexiones, lo cierto es que todo esto bien podría hallarse en el
terreno propiciatorio de lo expuesto en términos de lograr atravesar el Cabo
de Hornos; cuando en realidad yo hoy de lo que me había propuesto hablar
era de lo complicado que resulta ya tan siquiera cruzar la calle.
Porque ciertamente, a estas alturas, después de siete
años...¡Siete! De miserias, amilanamiento, apatía y abulia, lo cierto es que lo
verdaderamente sorprendente no es ya que sigamos, sino que lo hagamos sin
haber sentido verdadera necesidad de pintarlo todo de rojo.
Acudo una vez más, en la enésima ocasión, a la revisión del
esquema tantas veces citado; ya sabéis, aquél que refiere la lectura del todo
en pos del impacto analizado según el modo de recibir ese impacto en cuatro
terrenos fundamentales, a saber: Economía, Sociedad, Política y Religión; y una
vez más comprobaremos el grado de constatación de la realidad, al que podemos
llegar sometiendo una vez más a tamaño análisis las variables que componen
nuestro aquí, y en definitiva nuestro ahora.
Toma poco a poco cuerpo así nuestro esquema del mundo, y
es que debutamos con el Miura, a saber, La Economía.
Constituye la Economía en la actualidad, algo así como un
Vórtice, una suerte de realidad independiente, a la par que netamente alienante
(aunque a tal conclusión algunos hace años que llegamos), que se atribuye en
cualquier caso propiedades que otrora no le fueron propias, contribuyendo con
ello a la generación de un mundo irreal, alienado y por ende deshumanizado, en
el que de manera inexorable se consolida, bajo la patente de la normalidad, la
mayor de las depravaciones, a saber, la que se produce cuando aquello que jamás
debió de abandonar su condición de
medio, se convierte no ya solo en un fin, sino que lo hace en el fin
por excelencia.
Es entonces cuando la Sociedad, el sacrificado por
excelencia, comprende, demasiado tarde para desgracia del sistema, que todo ha
terminado.
La Sociedad, a saber mucho más que un mero conglomerado de
seres humanos; siguiendo los cánones cartesianos contendrá la Sociedad el
elemento ontológico destinado a configurar el aporte que nos permita
identificar que efectivamente, el todo es mayor que la suma de sus partes; pasa
en cualquier caso a convertirse y comportarse como un mero convidado de
piedra.
Protagoniza así pues la Sociedad, una especie de dejación
de funciones la cual se expresa de manera clara y evidente en el
perfil desde el que la misma lleva a cabo no ya la toma de decisiones, bastará sencillamente
con comprobar la manera mediante la que
se procede para con los propios análisis, para comprobar en todo caso el grado
de alienación al que la depauperación del sistema ha conducido.
Pero para ver el logro, para baremar el esfuerzo infringido
en pos de la superación de hitos, ¿qué decir a tenor de lo acontecido con la
tercera de las variables, a saber, la Política?
Víctima propiciatoria donde las haya, lo acontecido con la
Política merece no ya un exhaustivo análisis, cuando sí sin el menor género de
dudas, un capítulo destinado a integrar por sí solo el cúmulo de desvaríos,
procederes y pérdidas desde las que tratar de albergar de una manera todo lo
sólida posible, el estado real en el que se encuentra la que a la sazón se
convierte en la gran sacrificada.
En un país como el nuestro, en el que el gran teatro de
los sueños lleva a cabo representaciones diarias, con gran éxito por cierto
desde 1975, en cualquier caso, lo contumaz y engreído que a veces caracteriza
al comportamiento de la realidad histórica; nos obliga a tener que
reconocer, tanto en público como en privado, que definitivamente la tramoya de
cartón-piedra que no ya solo albergaba nuestro teatro, sino que constituía
nuestro único decorado; se ha derrumbado definitivamente a causa de la humedad
malsana, los peligrosos vientos y la carcoma que inexorablemente va ligada al
paso del tiempo, consolidando con ello un rigor de circunstancias que se han
traducido en la necesidad de suspender la obra, y quién sabe si incluso a
corto plazo, tener que cerrar todo el teatro.
Son de tales hechos suficiente ejemplo, al menos a mi
entender, realidades tales como las que se constata de un Gobierno que ejerce a
golpe de Decreto, que anula la vida parlamentaria dejando casi en suspenso la
vida en la Cámara Baja
o que, sencillamente, se niega a dar ruedas de prensa, o incluso a atender a
los periodistas...
Y por último, aunque no por supuesto albergando mi ánimo el
menor intento de inferir de tal posición ordinal, metáfora alguna de importancia, la Religión.
Ente nominal e ideológico por excelencia, lo que no es óbice
para que muchos le confieran aspecto de materialización, se deduce de su
ejercicio, la naturalidad que le es propia, la que por otra parte le
caracteriza.
Una Religión que, al menos en el caso particular de la
española, viene dando en los últimos tiempos ejemplos más que evidentes tanto
de su fuerza a título individual (adiós Rouco, adiós), como por supuesto lo
hace domingo tras domingo, e incluso con ocasión de algunas de las que se constituyen
en fiestas de guardar, como ejemplo válido a la hora de medir con
perspectiva la masa muscular de un púgil que una vez más se encuentra
dispuesto a retomar un casi olvidado combate que, por otra parte lleva siglos
disputando, y que le enfrenta nada menos que contra el Estado.
Venimos así pues a finalizar, discerniendo de nuevo, aunque
seguro que no será la última vez; un país en el que solo Benavente, cuando no
el propio Marquina, bien podrían ser los únicos capaces no digo ya de sentirse
a gusto, sino cuando menos los únicos capaces de ubicar de manera mínimamente
lícita, un escenario a partir del cual inferir la construcción de un principio
de aproximación.
Sería así que, la capacidad descriptiva de uno, ligada al
fino sentido del humor preconizado por el otro, bien podrían venir a configurar
un binomio a partir del cual atreverse a concluir decisiones y estados
propensos quién sabe si a albergar desde el rigor alguna posición
esperanzadora; o si por el contrario han de ser los cipreses y los chopos de
Machado, los más propicios a la hora de dirimir el lugar hacia el que tiende la
evolución de este, nuestro bendito país. Un país que, interesa no lo olvidemos,
se erige como el único que nos queda.
Mientras, en algún confín de la galaxia, impulsado por
vientos sin duda diferentes, un Capitán llamado Rajoy navega a bordo de un
bergantín aproado hacia lo desconocido...
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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