Tales palabras, una vez más arrebatadas a la historia, no
vienen sino a constatar lo presuntuoso que puede llegar a resultar todo aquél
que verdaderamente se crea capacitado para poner algo nuevo bajo el sol.
Atinentes las mismas a la transcripción de la respuesta que
el Primer Sufete de Cartago muestra para con las consideraciones que a
la sazón merecieran las interpelaciones llevadas a cabo por la legación
romana que en torno al 219 a .C
se personó en la ciudad que ya una vez fue enemiga convenientemente derrotada; lo
cierto es que la misma, presidida nada más, y nada menos que por Fabio
Máximo, auxiliado por el Cónsul Emilio Paulo, padre de la Emilia que
luego será esposa del Escipión que definitivamente derrote a Cartago,
que no a Aníbal; parece, como en principio trataremos de demostrar, consolidar
de manera bastante solvente la teoría de que la historia es contumaz, y que por
ende se repite.
A la par que tal reunión tenía lugar en los magníficos
escenarios que albergaban los Centros de Poder de una sociedad que ya
por entonces vestía trazas de verse recompuesta tras la que había
supuesto la antaño derrota ante la misma Roma , derrota de la que ahora se resarcían;
(Aníbal se encontraba en esos mismos momentos derribando las murallas de
Sagunto, contemplando para nada impasible, más bien con cierta admiración la
manera mediante la que muchos habitantes de la ciudad preferían sacrificar su
vida no ya porque vender cara su vida supusiera alguna diferencia respecto de
la muerte, cuan más sabe si la de saberse proporcionados del placer de morir
infligiendo al enemigo el mayo daño posible. Lo cierto es que otros mientras,
como tantas veces ha ocurrido, y sin duda volverá a ocurrir cuando menos otras
tantas, preferían proferir difíciles cuestiones retóricas, planteando la vida y
la muerte, por supuesto de otros, en
términos propios de partida de ajedrez.
Por situar un poco los escenarios, cuando no la historia,
uno de los principales acuerdos bajo los que se ratificó la paz que siguió al
primer enfrentamiento con los púnicos, aquél en el que de manera un tanto
inconexa falleciera el propio Almilcar, padre de Aníbal; pasaba por situar la
que denominaremos línea de transitoriedad, en el curso del Río Ebro.
A consecuencia de la política esgrimida por el propio
Aníbal, la cual tuvo su traducción más sistemática en su desembarco masivo en
las costas de la
Península Ibérica , dando lugar a una cabeza de puente que
acabaría siendo Cartago Nova, lo cierto es que no será hasta la invasión
de la mencionada
Sagunto , que los romanos no comiencen a ser testigos no ya de
las verdaderas intenciones, sino más bien del objetivo peligro que
supone, en tanto que tal, la presencia del propio ejército cartaginés en la Península Ibérica.
Será así pues Sagunto una mera excusa, que no un verdadero
motivo, a partir del cual esgrimir las justificaciones necesarias que llevarán
al siguiente Escipión, al que verdaderamente se acabe consolidando bajo
el nombre de Africanus, a derrotar a Cartago algunos años después, no
sin antes derramar la sangre de más de veinte mil hombres, que se desprenden de
la destrucción de más de dos legiones convenientemente reforzadas, a lo que
hay que sumar la caída en bochorno de una tercera, concretamente tras la
derrota en la I Batalla
de Zama.
Como en aquel momento, la línea del Ebro separaba lo
aceptable de aquello que no lo era. O lo que es lo mismo, el relativismo de
la Política, ése del que la guerra se haya afortunadamente exento, convirtió en
inaceptable aquello que hasta hace unos instantes no lo era, a saber el ataque
y puesta bajo asedio de una ciudad aliada de Roma, a pesar de hallarse más
allá de la marca; así, poco más o menos, es como algunos observamos hoy el
cruce de amenazas que a tenor del asunto ucraniano se está produciendo.
Salvando las distancias obvias, y no sin considerar la
asunción de ciertas licencias conceptuales, lo cierto es que no resulta
demasiado complicado ubicar en Ucrania el actual campo de discusión,
posicionando a los pro-europeos y a los rusos respectivamente enfrentados en el
otrora tablero de ajedrez, y simulando en esta ocasión en torno a Crimea, lo
que en el hasta este momento era la honorable batalla de Sagunto.
Bien es cierto que tales consideraciones pueden ser objeto
de rotunda, e incluso acertada crítica. Sin embargo, no es menos cierto que
ante la mera posibilidad de que semejante esquema pueda tener el menor viso de
aceptación, lo cierto es que me resisto a despreciarlo totalmente.
Así, aplicando de nuevo los imprescindibles coeficientes
correctores, lo cierto es que bien pudiera ser que el encargado de jugar el
papel de nuevo Fabio Máximo, es decir, aquél más interesado en la inexorable
marcha no tanto hacia la guerra, como sí más bien hacia el mantenimiento de la
incertidumbre, sea uno que duerme hoy por hoy en La Casa Blanca.
Bien pudiera ser igualmente, que las gargantas y fuentes de
agua que antaño corrían regando el territorio hispánico, en una de las
cuales, de manera desgraciada, tuvo lugar la muerte del propio Almílcar al
caerse del caballo quedando su rostro sumergido de manera casi tan dramática
como más bien humillante, tuvieran hoy por hoy su correlato real en esas nuevas
corrientes, las cuales como venas, o tal vez seria más acertado decir como
arterias, aciertan a recorrer Europa dotando de suministro en este caso de gas
a más de doscientos millones de europeos.
Siguiendo un esquema churriaguesco, quién sabe
igualmente si más cercano al Parnasianismo, cifrado en el caso que nos
ocupa no tanto en la visión de el Arte por el Arte, como sí de la Guerra
por mor de la Guerra; lo cierto es que si ponemos nuevamente a la Península de
Crimea en este caso en el foco de atención, y aún alejándonos, no sin
cierta imprudencia del hecho de constatar que la Armada de Rusia se
halla amarrada en la
propia Crimea ; bien podría llegar a considerarse la
posibilidad de poner fin al conflicto hacia el que inexorablemente estamos
abocados, poniendo sobre la mesa cuestiones serias, ya se sabe, de esas que
tienen algo más de medio recorrido, y que reducen a la consideración de bazofia
conceptual el burdo intento, canalizado en esta ocasión en forma de paquete
de medidas económicas, eufemismo no ya de que alguien quiera firmemente adjudicarse
un país, y desee hacerlo, obviamente por la fuerza; como sí más bien, y ahí
radica lo patético, de dar por hecho que todo esto se arregla con dinero, a
saber con 25,000 millones de Euros, suficientes al menos de momento.
Cierto que Rusia no es Cartago, ni que la OTAN pueda llegar
algún día a entender, por supuesto nunca a emular, el poder de organización del
que las Legiones Romanas daban muestra confrontación tras confrontación,
victoria tas victoria.
Pero no es menos cierto que, tras semejante baño de sangre,
algunos albergamos no ya la esperanza de no acabar como la Legión Maldita ,
como sí más bien de poder contemplar el fin de este drama conceptual
histórico, sin tener que acudir a las cifras de un virtual desmoronamiento de
Europa, todo ello para regocijo de los Estados Unidos que, muy atentamente,
observan.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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