miércoles, 5 de marzo de 2014

DEJAD YA DE HABLAR DE SAGUNTO, ¡Y PARID DE UNA VEZ LO QUE VUESTRA INTENCIÓN LLEVA LARGO TIEMPO GESTANDO! Literal de Tito Livio XXI,18,13

Tales palabras, una vez más arrebatadas a la historia, no vienen sino a constatar lo presuntuoso que puede llegar a resultar todo aquél que verdaderamente se crea capacitado para poner algo nuevo bajo el sol.

Atinentes las mismas a la transcripción de la respuesta que el Primer Sufete de Cartago muestra para con las consideraciones que a la sazón merecieran las interpelaciones llevadas a cabo por la legación romana que en torno al 219 a.C se personó en la ciudad que ya una vez fue enemiga convenientemente derrotada; lo cierto es que la misma, presidida nada más, y nada menos que por Fabio Máximo, auxiliado por el Cónsul Emilio Paulo, padre de la Emilia que luego será esposa del Escipión que definitivamente derrote a Cartago, que no a Aníbal; parece, como en principio trataremos de demostrar, consolidar de manera bastante solvente la teoría de que la historia es contumaz, y que por ende se repite.

A la par que tal reunión tenía lugar en los magníficos escenarios que albergaban los Centros de Poder de una sociedad que ya por entonces vestía trazas de verse recompuesta tras la que había supuesto la antaño derrota ante la misma Roma, derrota de la que ahora se resarcían; (Aníbal se encontraba en esos mismos momentos derribando las murallas de Sagunto, contemplando para nada impasible, más bien con cierta admiración la manera mediante la que muchos habitantes de la ciudad preferían sacrificar su vida no ya porque vender cara su vida supusiera alguna diferencia respecto de la muerte, cuan más sabe si la de saberse proporcionados del placer de morir infligiendo al enemigo el mayo daño posible. Lo cierto es que otros mientras, como tantas veces ha ocurrido, y sin duda volverá a ocurrir cuando menos otras tantas, preferían proferir difíciles cuestiones retóricas, planteando la vida y la muerte, por supuesto de otros,  en términos propios de partida de ajedrez.

Por situar un poco los escenarios, cuando no la historia, uno de los principales acuerdos bajo los que se ratificó la paz que siguió al primer enfrentamiento con los púnicos, aquél en el que de manera un tanto inconexa falleciera el propio Almilcar, padre de Aníbal; pasaba por situar la que denominaremos línea de transitoriedad, en el curso del Río Ebro.

A consecuencia de la política esgrimida por el propio Aníbal, la cual tuvo su traducción más sistemática en su desembarco masivo en las costas de la Península Ibérica, dando lugar a una cabeza de puente que acabaría siendo Cartago Nova, lo cierto es que no será hasta la invasión de la mencionada Sagunto, que los romanos no comiencen a ser testigos no ya de las verdaderas intenciones, sino más bien del objetivo peligro que supone, en tanto que tal, la presencia del propio ejército cartaginés en la Península Ibérica.

Será así pues Sagunto una mera excusa, que no un verdadero motivo, a partir del cual esgrimir las justificaciones necesarias que llevarán al siguiente Escipión, al que verdaderamente se acabe consolidando bajo el nombre de Africanus, a derrotar a Cartago algunos años después, no sin antes derramar la sangre de más de veinte mil hombres, que se desprenden de la destrucción de más de dos legiones convenientemente reforzadas, a lo que hay que sumar la caída en bochorno de una tercera, concretamente tras la derrota en la I Batalla de Zama.

Como en aquel momento, la línea del Ebro separaba lo aceptable de aquello que no lo era. O lo que es lo mismo, el relativismo de la Política, ése del que la guerra se haya afortunadamente exento, convirtió en inaceptable aquello que hasta hace unos instantes no lo era, a saber el ataque y puesta bajo asedio de una ciudad aliada de Roma, a pesar de hallarse más allá de la marca; así, poco más o menos, es como algunos observamos hoy el cruce de amenazas que a tenor del asunto ucraniano se está produciendo.

Salvando las distancias obvias, y no sin considerar la asunción de ciertas licencias conceptuales, lo cierto es que no resulta demasiado complicado ubicar en Ucrania el actual campo de discusión, posicionando a los pro-europeos y a los rusos respectivamente enfrentados en el otrora tablero de ajedrez, y simulando en esta ocasión en torno a Crimea, lo que en el hasta este momento era la honorable batalla de Sagunto.

Bien es cierto que tales consideraciones pueden ser objeto de rotunda, e incluso acertada crítica. Sin embargo, no es menos cierto que ante la mera posibilidad de que semejante esquema pueda tener el menor viso de aceptación, lo cierto es que me resisto a despreciarlo totalmente.

Así, aplicando de nuevo los imprescindibles coeficientes correctores, lo cierto es que bien pudiera ser que el encargado de jugar el papel de nuevo Fabio Máximo, es decir, aquél más interesado en la inexorable marcha no tanto hacia la guerra, como sí más bien hacia el mantenimiento de la incertidumbre, sea uno que duerme hoy por hoy en La Casa Blanca.
Bien pudiera ser igualmente, que las gargantas y fuentes de agua que antaño corrían regando el territorio hispánico, en una de las cuales, de manera desgraciada, tuvo lugar la muerte del propio Almílcar al caerse del caballo quedando su rostro sumergido de manera casi tan dramática como más bien humillante, tuvieran hoy por hoy su correlato real en esas nuevas corrientes, las cuales como venas, o tal vez seria más acertado decir como arterias, aciertan a recorrer Europa dotando de suministro en este caso de gas a más de doscientos millones de europeos.

Siguiendo un esquema churriaguesco, quién sabe igualmente si más cercano al Parnasianismo, cifrado en el caso que nos ocupa no tanto en la visión de el Arte por el Arte, como sí de la Guerra por mor de la Guerra; lo cierto es que si ponemos nuevamente a la Península de Crimea en este caso en el foco de atención, y aún alejándonos, no sin cierta imprudencia del hecho de constatar que la Armada de Rusia se halla amarrada en la propia Crimea; bien podría llegar a considerarse la posibilidad de poner fin al conflicto hacia el que inexorablemente estamos abocados, poniendo sobre la mesa cuestiones serias, ya se sabe, de esas que tienen algo más de medio recorrido, y que reducen a la consideración de bazofia conceptual el burdo intento, canalizado en esta ocasión en forma de paquete de medidas económicas, eufemismo no ya de que alguien quiera firmemente adjudicarse un país, y desee hacerlo, obviamente por la fuerza; como sí más bien, y ahí radica lo patético, de dar por hecho que todo esto se arregla con dinero, a saber con 25,000 millones de Euros, suficientes al menos de momento.

Cierto que Rusia no es Cartago, ni que la OTAN pueda llegar algún día a entender, por supuesto nunca a emular, el poder de organización del que las Legiones Romanas daban muestra confrontación tras confrontación, victoria tas victoria.
Pero no es menos cierto que, tras semejante baño de sangre, algunos albergamos no ya la esperanza de no acabar como la Legión Maldita, como sí más bien de poder contemplar el fin de este drama conceptual histórico, sin tener que acudir a las cifras de un virtual desmoronamiento de Europa, todo ello para regocijo de los Estados Unidos que, muy atentamente, observan.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.



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