miércoles, 6 de agosto de 2014

DE CUANDO UNA VEZ MÁS, NO SE TRATA DE LO QUE QUEREMOS DECIR, COMO SÍ MÁS BIEN DE LO QUE LOS DEMÁS DESEAN ESCUCHAR.

I
nmersos como estamos en un presente en el que el tiempo, más que nunca, constriñe al Hombre, lo cierto es que ahora, precisamente ahora, y con mayor fuerza tal vez que en ocasiones anteriores, sea precisamente cuando más falta hace clamar sencillamente en pos de encontrar unos instantes de calma.
Es el de la calma un bello concepto en sí mismo, pero como suele ocurrir en la mayoría de ocasiones, gana muchos enteros cuando se combina con otros, a la sazón pertenecientes a su misma familia conceptual. Resulta pues que tras practicar tan sano ejercicio, emergen ante nosotros de manera natural, y tal vez por ello aparentemente sencilla, construcciones semánticas del tipo de capacidad para tomarse el tiempo necesario, que alcanzan su clímax no en vano cuando se ven acompañadas de otro gran olvidado, cual es el Sentido Común.

Sea como fuere, unas veces como consecuencia, otras como detonante, lo cierto es que jugando un papel determinante dentro de esta acongojante sociedad en la que el mero viso de instantaneidad parece consolidar por sí solo un motivo de triunfo; lo cierto es que ahora quién sabe si más que nunca, es cuando con mayor solvencia tales conceptos deberían formar parte inexcusable de la batería de referencia con la que habría de contar cualquiera que, de una u otra manera, desde cualquiera posición, se hallara en condiciones de comprender la calidad no tanto de las formas, cuando sí abiertamente de la semántica, del momento que estamos atravesando.

De una u otra manera, lo que a estas alturas al menos a mi entender parece ya una realidad, es que definitivamente, nos la están jugando. Para ser no tanto más justos, como sí más exactos, lo cierto es que estoy seguro de que llegado este momento, muchos comienzan ya a celebrar con deleite el que, una vez más, nos la han jugado.
Es así que, profundizando en más que lo que podría no obstante llegar a aportar el análisis del tiempo verbal que los jerarcas emplean a la hora de emitir sus oficios diarios en relación al estado de su crisis, lo cierto es que profundizando un poco en lo que importa, o sea en la verdadera calidad de sus conclusiones, lo cierto es que cada vez está más claro no solo el que consideran todo un triunfo en términos estratégicos sus logros, como que se sorprenden y por ello felicitan a diario tanto por la intensidad de los cambios devengados, como por el poco tiempo, a la sazón que los escasos esfuerzos implementados que la maniobra se ha cobrado.

Reducir el actual estado de las cosas a una mera interpretación de cifras sería algo tan carente de sensibilidad, como absurdo sería venir hoy a plantearles el ejercicio de simpleza mental derivado de reducir tanto las consecuencias, como la categoría de la actual crisis, a un mero soliloquio económico. Por ende, y retrotrayéndonos a marco deparado de la aceptación de las conclusiones anteriormente reflejadas, hemos de consolidar la teoría según la cual lo éxitos reseñados, y que se han apuntado efectivamente los actores protagonistas del descalabro conocido, vienen escenificados en logros que van mucho más allá, sin ningunear de modo alguno por supuesto, lo mencionados aspectos económicos.
Reunido hoy mismo con unos amigos en la Plaza de Callao, nuestra conversación ha comenzado, ¡cómo no¡ vinculada al nuevo escenario que Podemos parece abrir; para terminar, de manera sorprendente, delimitando el análisis que el Profesor PUJALTES lleva a cabo en relación a las en su opinión funestas interpretaciones que en Castellano se hacen de la famosa frase “Ser o no ser, tal es la cuestión.”  Parafraseando al Profesor, lo cierto es que en Castellano siempre se hace una nefasta traducción del término “question”. Así, el mencionado responde, al menos en instante histórico contemporáneo a Hamlet, la acepción de posibilidad, de elección; acepción por otro lado, desactivada hoy en día.
Resulta así que, desde semejante perspectiva, el monólogo de Hamlet adopta si se desea tintes mucho más trágicos al introducir, de manera evidente, la posibilidad de añadir el suicidio a la lista de opciones.

Retornando pues a nuestra cita con el presente, el cual por otro lado nunca hemos abandonado, ni etimológica ni conceptualmente, lo cierto es que el nexo que vincula ambas realidades pasa por la comprensión del drama que se deriva en este caso de comprender la manera tan funesta mediante la que los antaño aludidos han logrado arrebatarnos la herramienta más útil que el individuo tiene a la hora de actuar con sentido de cara a ejecutar con lucidez las acciones que son exigibles dentro del periplo democrático como es la capacidad de decidir.

Comenzaron atribuyéndose primero la capacidad de decidir qué es y qué no es ciertamente la crisis. Siguieron luego perseverando a la hora de cubicar por sus propios medios, y por supuesto de espaldas siempre a aquéllos que la sufríamos, la magnitud real de la misma para, en un giro implacable, y fruto como es de esperar del estado de sobraos que les alienta; hacernos responsables a los demás de toda la coyunda.

Y para terminar de entenderlo todo, para acabar de consolidar el toque final que aporte rotundidad y sabor al plato, el ingrediente exclusivo a saber, la conducta flagrantemente maniqueísta que rodea cualquier acción, y por supuesto cualquier interpretación, que de la acción política llevamos a cabo en este país.

Como testigo de nuestra flagrante estulticia, como elemento imprescindible a la hora de certificar nuestra anomalía democrática, propia como es obvio de la cerrazón que se halla implícita en los avatares propios de un país que incapaz de asumir lo anodino de su conducta política, prefiere no obstante seguir mirándose el ombligo, lo cierto es que no ya tanto España, como sí más bien sus electores, parecen empeñados en perder una vez más el tren de la modernidad. Un tren que pasa en forma de lo que hoy por hoy llamaríamos anomalía democrática, y que tiene en Podemos su más interesante representación.

Mas la revisión del actual estado de las cosas nos presenta un escenario tan patético, anodino a la par que depravado, que no hacer nada, ciertamente parece lo peor que podemos hacer. De ahí que, efectivamente, el gran reto que hoy se nos presenta, y que en las próximas semanas debería de ocupar todo nuestro campo cognoscitivo, habría de pasar por ser capaces de conjugar en nuestro modo acción, la forma de actuar con la suficiente rapidez como para que nuestros actos tengan verdaderas consecuencias, todo ello siendo capaces además de conjugar la calma, el sentido común así como el resto de valores antes mencionados.

Una vez más, de nosotros depende. Y los resultados habrán de ser sin duda, apasionantes.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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