miércoles, 27 de agosto de 2014

DE SABER QUE LA FORTUNA DE ROMA NO ESTABA EN SUS MURALLAS, SINO EN EL PLENO CONOCIMIENTO DE LO QUE SU INTERIOR ALBERGABA.

Desde la plena certeza no ya de la inseguridad del presente, sino más bien desde la plena consciencia de lo insostenible que resulta no ya esta realidad, sino incluso el presente; es desde donde considero necesario arrancar hoy este instante de reflexión, en pos no ya de alcanzar el gozo propio del que alcanza la respuesta, cuando sí más bien de continuar disfrutando la belleza que proporciona el saberse capaz de seguir planteando dudas, que a veces llegan a resulta útiles, en tanto que acaban por albergar un instante de esperanza, al convertirse en cuestiones.

Desde esa perspectiva, afrontamos un día más el que ha pasado de ser un hábito para convertirse de una vez en toda una obligación, en pos de la cual no resulta ya suficientemente escatológico el que semana tras semana me crea capacitado para dar mi opinión sobre los temas de actualidad; sino que además, en una confesa y por ende manifiesta franca ausencia de humildad, llegue a barajar seriamente la posibilidad de que a alguien le importe lo que yo opino…
Lo cierto es que, dicho sea de paso, esta última consideración me quita bastante menos el sueño.

Inmersos pues en una realidad cuyo único denominador común bien pudiera pasar por asumir como plenamente vigente la que no es sino una consideración regresiva del tiempo y de su transcurrir, lo cierto es que, hoy por hoy, me cuesta llegar a imaginar, si puedo prescindir para ello de los componentes románticos, un futuro positivo, si para el tiempo que está por venir.

Alejado del optimismo bienaventurado, y no en menor medida del pesimismo malintencionado, amparado tal vez, o mejor dicho quién sabe, si en una suerte de realismo bien informado; lo cierto es que uno de los pocos análisis con los que comulgo, no tanto en sus condiciones, como sí más bien a la hora de bendecir sus virtudes procedimentales, es aquél que viene a decir que, una vez desnortado el barco, la decisión prudente bien podría pasar por retrotraer el rumbo de la nave hasta la que fuera el último rumbo conocido, convencidos de poder, desde allí, retomar el norte.

Maravillados ya tan solo ante la flagrante perspectiva que se nos ofrece para convertir el pasado en fuente de futuro, lo cierto es que no demoraré un solo instante más la posibilidad de hacer de la Historia fuente de conocimiento orientado, destinado en este caso, y como es obvio, a orientar en pos de localizar en el pasado situaciones, cuando no actitudes, que puedan sernos hoy de alguna utilidad.

Así, convencido de que solo el estudio de estructuras sociales con las cuales denotemos algún parecido cuando no similitud, puedan a la postre suministrarnos información que finalmente pueda resultarnos útil, es de donde extraigo la certeza de que La Roma de la Antigüedad puede darnos algunas pistas.

Colofón a priori donde se encumbran la práctica totalidad de las variables cuya neta consecución parece asegurar el triunfo de un modelo social, lo cierto es que lejos de ponernos aquí y ahora a discernir en pos de la supuesta conveniencia de adoptar unos u otros métodos, lo cierto es que solo en dos aseveraciones máximas nos detendremos hoy.

La primera, la que informa de la peligrosidad innata que existe en asumir como adecuado el permanecer fuera de la Muralla de Roma después de la hora sexta.
La segunda, la que sirve para poner de manifiesto lo poco certero que resulta seguir el consejo que puede hallarse implícito en el ladrido de un perro que habitualmente padece los rigores del apaleamiento.

Vivimos tiempo convulsos, La mera constatación del hecho sirve, en contra de lo que pueda llegar a parecer, para darnos otra pista del rigor con el que azotan los malos tiempos. Unos malos tiempos que, en el caso concreto de la necesidad de reorientar los ya exiguos modelos sociales, nos han servido para constatar no tanto que el sistema se ha acabado, como sí más bien que de lo que en realidad adolece es del pleno y absoluto dominio de la certeza de que ha colapsado.

De la constatación de tal colapso, como fundamentalmente del conocimiento de los riesgos implícitos que el mismo trae consigo, surge la constatación, por otro lado casi inevitable, de que hay que empezar a dotarse, cuando no a crear, de nuevos modelos destinados a liderar, más pronto que tarde, el inminente proceso de reconversión social al que indefectiblemente estamos ya abocados.

Sin embargo, casi tan importante como saber elegir los modelos que resulten interesantes, será el poder ser críticos con las fuentes de las que tales modelos procedan. Así, acudir al consejo procedente de quienes por una u otra razón han constituido siempre el estrato social más golpeado por el sistema, nos conduce inexorablemente hacia posiciones revanchistas, cuando no abiertamente traumatizadas, de cuyo mensaje poco más que miseria, horror y envidia podamos extraer, sea cual sea el método que para el mencionado análisis elijamos.

Ciertamente, sin dejar que de mis palabras pueda interpretarse nada que vaya más allá de lo que escrupulosamente digo con cada punto, y con cada coma, lo cierto es que acudiendo a PÉREZ GALDÓS, a los “Episodios Nacionales” ¿Cómo no? Cito literalmente:

“No nos entendemos…Yo tengo órdenes que he de cumplir estrictamente. Para lanzarte sin freno a la perdición, necesitas oro. Es natural: sin dinero no se puede realizar el bien…,ni el mal. Para el bien tendrás lo que quieras Fernando. Demuéstrame que quieres el bien, abandona tus locos devaneos, y partiendo los dos de Madrid esta noche…(…) Usted puede perder el tiempo, yo no . Es inútil. Si cierra la puerta, me descolgaré por el balcón. No intente seguirme…corro yo más que usted.”


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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