miércoles, 26 de agosto de 2015

DE LO CARO QUE PUEDE LLEGAR A RESULTAR EL QUE AGOSTO TENGA CINCO SEMANAS.

Anochece. La otrora deseada refrescante brisa enmascara todavía en un trasfondo elegante lo que no es sino el presagio de los vendavales que, más pronto que tarde, habrán de sacudir no tanto las conciencias como sí más bien las realidades de cada uno, habiéndonos de enfrentar con la terrible constatación de que una vez más, el invierno no es malo tanto por sí mismo, como sí más bien porque determina lo efímero del verano.

No es ya tanto que llegue el invierno, lo que causa dolor es que el verano se ha terminado. Como la fina arena que se desliza por las intransigentes paredes de cristal que, inasequibles al desaliento siguen negando a la arena del reloj la paradoja que supondría un instante de calma en la metáfora del infinito que constituye en sí misma su propia existencia, a la sazón necia en tanto que por otro lado necesaria; así parece describirse la Vida Parlamentaria en España. A título similar a la certeza descrita por la arena que se desliza en el reloj: muy a pesar de algunos, el que pretendan apresarla entre los dedos, resulta inaccesible al desaliento.

Se erige agosto en el mes por antonomasia. Mal o bien, mejor o peor, en agosto todo el mundo es feliz. Y todo porque ser infeliz en agosto, más que una cuestión sujeta a la valoración, se ha convertido en una suerte de desconsideración hacia el prójimo.
En agosto los dolores duelen menos, los miserables parecen menos cercanos a la miseria, los propensos a erigirse y conducirse como chusma parecen menos (en cantidad que no en intensidad, tal vez porque la vestimenta liviana ayuda a minimizar las diferencias), y hasta los sinvergüenzas quedan reducidos en su culpa, cuando no que son absolutamente disculpados. Tamaña consideración no es, como sabemos, exclusiva del verano; De hecho acontece también en Navidad. Pero llegados (si llegamos) a tales calendas, ya trataremos (siempre que se precie), tamaña consideración.

Se erige así pues el mes de agosto en la conclusión palmaria de ese experimento inconcluso por cuestiones éticas que no pragmáticas, en base a la cual durante  los meses de agosto se registran la mayoría de casos de reblandecimiento cerebral. Sí, ya sabéis, esa típica enfermedad que da como resultado que mayorías electorales absolutamente computables tomen decisiones cuyo impacto electoral se traduce en que como pasa a la mañana siguiente de una noche de fiesta, lo único que te quede es la resaca, y la incapacidad para recordar la plaza de aparcamiento en la que dejaste tu automóvil. Tranquilo, como no era totalmente de tu propiedad sencillamente porque su compra está vinculada a la hipoteca a treinta años que pediste para comprar esa casa que no te puedes permitir; seguro que antes que tú, lo han encontrado los de la financiera.

Como en toda enfermedad que se precie, los síntomas son lo primero, y a la sazón lo más importante. Demostrado queda que una buena relación de los mismos facilita mucho la labor del profesional. En el caso que nos ocupa la lista es larga: Recortes en Sanidad (comenzamos con la paradoja). Recortes en Educación. Recortes en Libertades. Aumento de la presión Fiscal… Constituyen por sí mismos elementos de un catálogo que ciertamente parece estar concebido para hacer saltar por los aires el modelo de estabilidad sobre el que se asentaba el aparente modelo de seguridad, bienestar y derecho en que supuestamente nos hallábamos instalados. Pero tranquilos, que nadie se alarme, estamos en agosto.

Acaba así por erigirse definitivamente agosto en el mes de la felicidad. Tal vez se deba a que en agosto los guapos son más guapos, a la par que los feos lo parecemos menos aunque ¿sirve tal consideración de algo más que de de mero consuelo?
Obviamente no. Y es seguro que desde la certeza que proporciona la concordancia semántica para con tamaña consideración, que nuestro querido presidente decide añadir una nueva variable a la ya de por sí complicada ecuación. ¡Sí hombre! ¡Ya sabéis, a esa que venia a decir que…en agosto los feos parecíamos menos feos! Pues aunque no se trate de nada científico, a la par que nada probado, imaginad que lo dejamos escapar. Así pues, que en agosto los señores Diputados trabajen. ¡A lo mejor así los señores Diputados dejan de parecer menos (…), e incluso comienzan a aparentar una dosis (aunque sea mínima) de empatía para con el ciudadano más allá de la que pasa por reconocer (eso sí siempre en “petit comité” que tanto su elección como por supuesto su sueldo, está en manos de éstos a los que ya sea en verano o en invierno, o incluso en fiestas de guardar, se siente tan cómodo ninguneando.

Pero como creer en las musas encierra cierto atisbo de romanticismo trasnochado, y esperar una mera muestra de connivencia para con en Sentido Común en algo que de cerca o de lejos huela a Partido Popular de España tiene los mismos visos de prosperar que una oferta de trabajo bien remunerado vinculado a la hostelería después de la Reforma Laboral; es por lo que nuestros sueños, una vez más, están condenados a hacerse pedazos, de forma parecida a como lo están los de los confiados preferentistas que creyeron ver en la alargada sombra de un Vice-Presidente del Gobierno un atisbo de rigor.

Sea como fuere que en respuesta no tanto a nuestras permanentes recriminaciones como sí más bien a las demandas que su fuero interno llevaban a cabo; que el aumento de las horas lectivas, y eso seguro que sí, sujetas al trámite del cobro, no viene equiparado al supuestamente paralelo incremento de lo que desde hace meses constituye la mayor de nuestras demandas a saber, la que pasa por la depuración de responsabilidades una vez el sagrado deber de la responsabilidad democrática se ha visto soliviantado una y otra vez a lo largo de la presente legislatura.

Es así cómo, protagonizando el que fervientemente deseamos sea su último desplante, que nuestro querido Presidente ha tenido la osadía (pues esto supera con mucho lo que hasta ahora eran puntuales apuntes de retranca gallega), de hacer pasar el Trámite Parlamentario en pleno mes de agosto a los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año 2016.

No seré yo el que pierda un solo segundo dedicando mi tiempo a hacer una sola consideración de carácter técnico a tamaño documento. No poseo ni los conocimientos suficientes ni las atribuciones para lograr el acceso a éstos en un periodo de tiempo armonizado con la realidad. Sin embargo de lo que no pienso privarme es de criticar la ingente dosis de soberbia que van incluida dentro de una acción de aprobación que además de un montón de cuestiones objetivas cuya paulatina comprensión sin duda levantará ampollas; lleva subjetivamente incluida lo que no puede sino verse considerado como la definitiva muestra de adanismo de la que desde hace meses este Gobierno viene haciendo gala, y que en este caso se materializa en una cuestión intocable: ¿Que un Gobierno del Partido Popular apruebe en, no lo olvidemos año electoral un presupuesto que los Técnicos no dudan en considerar ficticio e irrealizable responde a una convicción de que, efectivamente, van a volver a ganar; o por el contrario se trata de la última jugada a saber la que pasa por mostrar la certeza de que si no ganan ellos, estamos condenados?

Guardándome la consideración sobre la primera pregunta, o más concretamente pensando en que si el resultado de las elecciones de finales de año arrojan un resultado coherente con los deseos del actual ejecutivo será porque los efectos del calor en agosto sobre el cerebro habrán de ser extensibles al momento más incisivo del invierno; lo cierto es que no me resisto a comentar las consecuencias que del segundo acto se derivan.

Así, que un Ejecutivo que muy probablemente se encuentra escribiendo su epitafio político manifieste la osadía de emplear con tal fin nada más y nada menos que el espacio político que redunda de la que sin duda es la Ley de Leyes, debería de ser en sí mismo ejemplo más que suficiente para abrirnos los ojos (un poco a los que experimentan tal sensación por primera vez, del todo a los que hace tiempo que pasamos por ello), con el fin de enfocar nuestra mirada por primera vez en cosas realmente importantes tales como, por ejemplo, la actitud petulante, cínica y me atrevería a decir que un poco lasciva, que no ya solo nuestro querido Presidente sino últimamente también destacados miembros del Equipo de Gobierno adoptan no tanto para explicarnos sus motivos a la hora de hacer lo que hacen, como si más bien para revestir con un aire paternalista dogmático las disposiciones cuando no los ostentosos discursos tras los que esconden lo que por otro lado no es sino una raquítica vida parlamentaria.

Tienen secuestrada la Democracia y lo que es peor, el modelo democrático está a punto de morir de inanición. Constituye ésa una certeza tan grande que ni todos los meses de agosto dispuesto linealmente podrán llegar a configurar un disfraz lo suficientemente grande como para alejarnos de una única realidad. Nuestra cita con las urnas no puede demorarse mucho más. Del resultado de la misma dependerá que este país siga disfrutando de meses de agosto, o que por el contrario se suma en una terrible Era de Glaciación.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario