Ni por supuesto legisles. ¡Y mucho menos en caliente!
Cuando poco a poco el cada vez más rápido devenir del nuevo marco temporal al que la acción de
nuestro Gobierno nos traslada viernes tras viernes comenzaba a aclararse al
aplicarse denodadamente ese gran
traductor en el que por otro lado se convierte la especial naturaleza de
los tiempos cuando los mismos se ven afectados de manera no tanto superlativa,
sino sencillamente trascendental; es cuando la gran respuesta parece quedar no
tanto respondida, como sí más bien soslayada.
Intrínsecamente agotados no tanto por la cuantía objetiva
que los años de gobierno del PP suponen, como si más bien por los efectos que
el coeficiente de interpretación
subjetiva nos provoca a la vista de las acciones que el mismo nos regala y que
referidos en forma de Real Decreto Ley conforman
su especial interpretación de lo que hasta hace algunos años se consideraba una forma democrática de gobernar. No ya
llegados a un momento cuando sí definitivamente alcanzado el instante en el que
definitivamente hay que restregarse los ojos y pellizcarse en el muslo para
constatar que, ciertamente no estamos soñando; es cuando Mariano RAJOY y sus secuaces deciden quitarse la máscara, y dar el paso definitivo que les conduce no
tanto a ellos hacia el buen camino, como sí más bien a nosotros hacia la
constatación inefable de lo que solo la prudencia se empecinaba en mantener
velado.
¡Tranquilos! ¡Los cuatro años de desazón, desavenencias y
disgustos con los que la Derecha lleva años despachándose
a gusto no se identifican con un momento de locura transitoria! Más bien al contrario, tal y como en las
últimas horas sus propios protagonistas se empeñan en demostrar; forman parte de un plan perfectamente pergeñado
y de cuyas premisas, y quién sabe si de sus consecuencias, seremos informados
cuando corresponda. Y ese plazo, o más bien esa conclusión se considerará
alcanzada precisamente cuando los mismos que causan la infección decidan sobre
el tipo de medicación que habremos de ingerir en pos de lograr nuestra
recuperación.
Sin embargo, tal y como viene ocurriendo con todo lo que
tiene que ver con los hechos vinculados a la gran tesis en la que se ha convertido el descifrar la pregunta capital a saber: ¿Qué pasa por
la cabeza de un electorado formado en su mayoría por Clase Media Trabajadora (hace algunos años), para que hoy por hoy
gobierne “La Derecha”? Viene a constituir una pregunta un tanto compleja en
lo concerniente a tratar de buscar una respuesta, siempre que para ello sigas
convencido en emplear y lo hagas de manera exclusiva, métodos objetivos o
incluso competentes a la hora de pasar
con éxito las pruebas que podrían incluso dotar de verosimilitud científica
semejante protocolo.
Por ello, y respondiendo conforme a la conocida disposición
paternalista con la que este Gobierno, y en especial nuestro querido Presidente
acostumbran a dirigirse a su Pueblo cuando
la especial relevancia o la supuesta dificultad de lo analizado así lo merece
siempre según sus criterios; será como la
verdad, o al menos su verdad, habrá
de abrirse camino a través de algo más que de la habitual farfulla
obstruccionista al haber alcanzado en el caso que nos ocupa el calibre de la
maniobra tintes cuando no insospechados, sí verdaderamente preocupantes.
Porque no se trata ya de que el Gobierno se haya planteado
modificar “ad hoc” una disposición
legislativa, como por otro lado es cierto. No se trata de que acudiendo a
métodos que ciertamente creíamos olvidados desde los tiempos en los que las
hogueras iluminaban la noche en nuestros pueblos, el Gobierno se crea en
disposición de plantear una reforma legislativa destinada a convertir en delito
un hecho perfectamente identificado, estando dispuesto para ello a poner
nombres y apellidos de forma previa a aquéllos que ¿por Lógica? Habrán de personalizar la comisión del mencionado
delito.
Lo que verdaderamente resulta sangrante es que una vez más
se disponga a llevar a cabo semejante tropelía, ¡cómo no! sin parar en barras esto es, sin medir las
consecuencias que de cara a la Historia o incluso a futuras interpretaciones,
sus actos puedan evolucionar en forma de consecuencias
inesperadas.
Porque hablando claro, y por supuesto sin entrar si quiera
de refilón en el sin duda poblado universo de matices técnicos desde los que la
propuesta carece de cualquier fundamentación; lo que en mi humilde opinión
debería preocupar al españolito de a píe habría
de ser una cuestión que bien podría quedar de la siguiente manera formulada:
¿Qué hemos hecho tan mal como país para que un Gobierno de Derechas que se ha
alzado con el poder estafando mediante la defensa de un Programa Electoral que
inmediatamente después de auparles en el poder ha sido necesariamente soslayado intuya que puede ahora, a días de la
disolución de Las Cámaras Legislativas; poner
en marcha por procedimiento de urgencia la
reforma de uno de los Organismos Oficiales destinados fundamentalmente a fiscalizar la acción del propio Gobierno?
La pregunta, que habría de ser considerada de traca, habría de degenerar en una
cuestión ciertamente de chiste forzada
por ende a perderse en el transcurso de su propia tramitación parlamentaria de
no ser por dos pequeños detalles: El primero, dotado de un marcado carácter
técnico pasa por la asunción de que el propio procedimiento con el que el
Gobierno ha ungido el procedimiento en
sí mismo, adolece de múltiples fallos en especial de forma y cómo no, de fondo. El segundo, más conceptual y a
la postre más sustentado en las minucias subjetivas, pasa por constatar
cómo nuestro Gobierno pretende ningunear hasta el final la acción de Las
Cámaras hurtando con ello a nuestro país lo que otrora fue una intensa
actividad parlamentaria. Mas como la realidad se empeña en poner de manifiesto,
la Actividad
Parlamentaria se convierte en la mejor manera de medir la
salud política de un país. Y dejando a
un lado las necedades, lo que este Gobierno necesita, y desde tales premisas
dirige sus condicionantes, es un Pueblo enfermo.
Aunque si bien a estas horas deberíamos estar
suficientemente alarmados a partir de las noticias que tan solo del análisis
técnico de la jugada se derivan; no es menos cierto siempre según mi entender
que igualmente ricas en preocupaciones habrán de ser las derivadas que el
asunto nos proporciona atendiendo en este caso a la vertiente más conceptual o
dicho de otra manera, a las múltiples interpretaciones que pueden devengarse en
el caso de constatarse, tal y como la urgencia del procedimiento desatado
parece indicar, que en realidad la sospecha de que efectivamente vivimos en un país de cartón piedra sujeto
con chicles en las juntas viene a describir con bastante precisión, en
contra de lo que pueda parecer, la que según algunos interesados viene a ser el
actual estado de la Estructura del Estado.
Es entonces cuando si bien dándole un viso de probabilidad
que por supuesto no de certeza al hecho de la tan temida desarticulación del
propio Estado, es desde donde he de dirigir la que a mi entender evoluciona
hacia cuestión clave: ¿Podría derivarse de alguna de las actuaciones de nuestro
actual Gobierno sospecha que ni tan siquiera duda según la cual son tales u
semejantes prácticas las que han conducido al propio Estado al presente momento
no rocambolesco, cuando sí más bien por primera vez verdaderamente peligroso
para la sostenibilidad del propio Estado? De ser así: ¿Quién quedará para
erigirse en garante del nada liviano ejercicio que constituye el defender
tamañas causas cuando, por ejemplo, sea el propio Estado quien con su tremenda
inercia pueda llegar a poner en peligro la naturaleza de alguna minoría? Tal
vez convenga aquí recordar que la justificación de la existencia del Tribunal
Constitucional reside en la aceptación de la posibilidad de que la naturaleza o
el devenir del propio Estado pueda poner en peligro ya sea en un determinado
momento, los derechos de una minoría la cual, como es sobradamente conocido
merece ser protegida con mayor fuerza si cabe de los envites que la propia
maquinaria estatal puede llevar a cabo en el desarrollo de sus reales o
supuestas competencias.
Como dice Hobbes: “las verdaderas competencias del Estado
pasan por limitarse a sí mismo por medio de la promulgación razonada de leyes
encaminadas a engrandecer la acción del Estado sobre aquéllos en los que
redunda su acción (…) perdiendo por otro lado toda su tesitura moral si de la
promulgación o revocación de las mismas surgen extralimitaciones encaminadas a
influir consciente o inconscientemente en el bienestar de los legislados”.
¿Queda claro o adjuntamos un croquis a modo de explicación?
En cualquier caso, y haciendo concretamente caso tan solo a
la escenificación en sí misma, me decanto definitivamente por adjuntar un dibujito rico en anotaciones y
acotado. Máxime después de escuchar al Candidato del PP Sr. Albiol afirmar
con la conducta tajante propia del pedante conservador que efectivamente, se
acabó la broma.
¿Significa ello que los actuales esfuerzos por reducir
España a una chanza están siendo llevados a cabo de manera descontextualizada?
De existir alguna sospecha en tal dirección, me remito a la
cuestión de si verdaderamente nos hallamos en un vehículo del que el conductor
efectivamente no tiene la llave.
Luis Jonas VEGAS VELASCO.
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