…O del efecto que produce constatar hasta qué punto, la
miseria en sí misma se ha implantado, más que hacer acto de presencia, en
nuestra realidad.
Abrumados como no puede ser de otra manera no tanto por el
dramático giro que la realidad está tomando, como sí más bien por el relato que
de la misma se está llevando a cabo; y aceptando como prerrogativa el hecho de
que así como cada animal come aquello
para lo que su aparato digestivo está preparado, nosotros recibimos la
información bajo la forma y desde los fondos para los que estamos preparados;
lo cierto es que sinceramente, y sin entrar, al menos de momento, en la
intensidad de las formas mediante las que se nos agrede, que sinceramente hemos
llegado a un punto en el que resulta difícil
respirar.
En un mundo de falacias en el que lo virtual, lo desnaturalizado y por qué no decirlo, lo carente del
nostálgico peso de la verdad, ha acabado por imponerse, lo cierto es que
cualquier aspiración de humanidad, esto
es, cualquier esperanza de encontrar en el medio que nos envuelve, un
comportamiento en el que verdaderamente podamos identificar muchos, por
supuesto que no necesitamos que sean todos, de los elementos en los que antaño
podríamos haber aspirados a identificar a un ser humano; acaba por resultar no
ya una dura complicada tarea, cuando sí más bien por revelarse como un
verdadero imposible.
Lejos de mostrar visos de palidez en el caso de ceder a la
que se revelaría como hipócrita tentación manifestada en el caso de que la
presente continuara en torno a las conocidas afirmaciones que pasan por el “no
entendemos qué le está pasando al mundo” o “ciertamente esto tiene que
cambiar”, lo único cierto es que el único estándar por el que está dispuesto a
pasar éste que humildemente a ustedes un día más se dirige; es aquél que
transita por la inexorable línea que bordea el espacio sugerido a los elementos
que comparten campo semántico con la
expresión “todo lo que estamos observando era perfectamente previsible.”
Sin embargo una vez más, y adoptando, ¿cómo no? una de esas
actitudes tan previsibles, el
ciudadano español ha decidido, tal y como demuestra la actitud que al respecto
ha mostrado en multitud de ocasiones, renunciar si no a todas, sí a la práctica
totalidad de las funciones cuando no obligaciones a las que precisamente desde
su condición de ciudadano, merecía respeto.
Hemos entrado así, poco a poco, en una suerte que
evolucionando hacia vorágine, ha terminado por invadirlo cuando no por
contaminarlo todo sin excepción, consolidándose de manera rauda en las primeras
posiciones del listado que conformado a partir de las disposiciones de obligado
cumplimento, vendría a denotar las consideraciones adecuadas, o cuando menos
exigibles.
Si bien duchos en la materia, no resulta imprescindible en
este caso ni tan siquiera mostrarse raudos en la labor de prospección para
toparnos rápidamente, a la sazón casi sin querer, con la comprensión de las
consecuencias deparada por la primera contingencia la cual no es otra que la de
entender hasta qué punto el proceso
político se ha inmolado en aras de mantener una ficción basada en la falsa
creencia que la conducta representativa parece aportar.
Dicho de otra manera, o si se prefiere acudiendo a elementos
de carácter menos abstracto aunque en el
caso que nos ocupa no por ello menos acordes; lo cierto es que si de verdad
resulta una postura coherente la que procede de seguir afirmando que
efectivamente la talla ya sea ésta política o moral de nuestros dirigentes
resulta verdaderamente útil a la hora de extrapolar la valía en parecidos
órdenes de magnitud de aquéllos sobre los que ejercen su dominio; es cuando
definitivamente he de citar a MARX, (tranquilos, a Groucho), cuando dando una vez más de lleno en el clavo dice
aquello de “Si de verdad este es el mundo que nos espera que se pare, yo
prefiero bajarme”.
Es así que una vez puesta de manifiesto la absoluta ausencia
de talla en la mayoría cuando no en todos de los a la postre cada vez más
importantes asuntos a los que se ven enfrentados quienes han sido y por ende se
conducen como nuestros representantes, es cuando me veo en la obligación de
poner de manifiesto la preocupación que me embarga y que puede expresarse
fácilmente en forma de una pregunta corta: ¿De verdad es a esto a lo máximo a
lo que podemos aspirar?
El incremento en magnitudes exponenciales de la intensidad conceptual de los problemas a
los que hoy por hoy ha de hacer frente cualquier político ya sea del orden que
sea, es decir, tanto si se mueve en términos de municipio o diputación, como si
lo hace en otros superiores, representación de los cuales puede hallarse en
comunidades autónomas y entidades de parecido privilegio es hoy, tan grande,
que sin duda ni podemos ni debemos permitirnos el lujo de que nuestro poder de representación mengüe un
ápice a colación de la estulticia o de la mera falta de capacitación de la que
puede dar muestra cualquiera de los que componen las mencionadas estructuras.
De esta manera, la absoluta falta de nivel desde el que se
están tratando asuntos tan a priori dispares como pueden ser la
Cuestión Catalana o
el Qué hacemos con los inmigrantes adquieren
visos de certeza paralela a partir del momento en el que ambos pueden verse
azotados por el látigo de la crítica que llega a ello de manera homogénea y
coherente porque: ¿Acaso no ver la evolución de las cuestiones cuantitativas
que a efectos marcaban el problema en ambos casos no viene a explicitar cómo,
efectivamente, menos es más?
De no ser así, o de no participar de la exposición cuando no
del fondo de la cuestión, respondan conmigo y con la debida sinceridad a una
única cuestión: Vista la evolución de la cifra correspondiente al total de
refugiados que el Estado Español estaba dispuestos a acoger…¿No resulta
evidente el permanente retroceso al que este Gobierno ha tenido que someter las
que en principio parecían posiciones
inamovibles?
Y en lo concerniente a la Cuestión de Cataluña: ¿Alguien en su sano juicio podría haber
imaginado el éxito que para los independentistas catalanes supone el haberos
traído a este aquí y a este ahora, antes siquiera de someter la cuestión a
plebiscito?
En definitiva Señor Presidente, de su manera de afrontar las
cuestiones extraigo yo su lema de campaña: MENOS ES MÁS.
Luis Jonás VEGAS.
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