jueves, 7 de enero de 2016

DE CONSTATAR QUE “EL VÍNCULO QUE UNE TODAS LAS COSAS SE HA ROTO POR VOLUNTAD DE DIOS. A ESO SE LE LLAMA EFECTIVAMENTE, CAER EN DESGRACIA”. Doménico María de NOVARA

Porque si bien podemos llamarlo de múltiples maneras y formas, si podemos incluso erigir castillos de eufemismos en pos de ocultar tras el atisbo de penumbra que los mismos acierten a proporcionarnos, lo que no es sino la carga eterna de un dogmático tabú; lo cierto es que al final habremos de enfrentarnos al que todos sabemos compone la esencia del dilema en sí mismo, un dilema que pasa no por saber, a lo sumo por aceptar, que las cosas, inexorablemente, han cambiado.

Porque de manera parecida a como lo hiciera precisamente en tiempos de Novara, tiempos en los que la realidad de Europa se tambaleaba precisamente a raíz de los descubrimientos de un joven Koppernigk, así hoy parece de nuevo volver a hacerlo.
Como entonces, estructuras a la sazón esenciales, no solo para comprender la sostenibilidad del continente, sino para entender y explicar la existencia del propio Hombre, en tanto que tal; eran no ya puestas en duda, sino incluso arrojadas al baúl de los detritos toda vez que para la demostración de las unas, resultaba necesario no tanto la superación, más bien la eliminación de las otras.
Se trataba pues, sin duda, de tiempos duros. Tiempos, si se quiere, carentes de piedad, de una piedad que no se pedía pues, de hacerlo, demostraba en el hecho la condición de no merecida.

Como entonces hoy, ni el joven polaco, ni por supuesto el presuntuoso Maestro de Bolonia estaban solos. Como siempre una corte confeccionada por aduladores en unos casos, por serviles en otras, venía a tejer el tétrico contexto social sin el cual ninguna conspiración que se precie puede esperar no tanto sobrevivir, como sí más bien pasar a la historia. ¿O no es en definitiva de eso de lo que se trata?

Si bien los tiempos han cambiado, el juego es el mismo, porque lo son sus peligros. Si Copérnico luchó para desbancar, según él creía, por justicia, lo que afirmaba no suponían sino errores inexpresables solo argumentables desde la exactitud de las matemáticas, así hoy los nuevos conspiradores centran su actividad en la inhóspita labor de desbancar actos y en definitiva teorías que como todas, siempre, partían de un consideración de esencia en tanto que se sabían eternas.

Como entonces, hoy, los nuevos conspiradores se ponen en marcha al constatar en su derredor el efecto causado por el mayor de los males, la decadencia. No es la decadencia sino la transcripción de la nada, a  lenguaje humano. Como toda suerte de contingencia, necesita arrastrarse día tras día para ofrecer su tributo a su ente superior, que le proporciona la dosis justa de energía que le servirá, a lo sumo, para sobrevivir un día más. Algunos dirán, hoy como entonces, que cuál es el problema: Copérnico se buscó él solito sus problemas, ¿por qué habría nadie de complicarse? Entonces puede que hasta hubiera un ápice de sentido en la afirmación, el problema se presenta en toda su magnitud una vez constatado que el tributo somos nosotros, en sí mismo.

Discutida por entonces la cuestión primordial de la posición del Hombre respecto del resto de las cosas, hoy fundamos la naturaleza del debate en cuestiones que, al menos en apariencia resultan menos, cómo decirlo…absolutas. Mas si nos detenemos un instante a analizar que no a comprender, la naturaleza de la que está constituido el debate en sí mismo, nos bastará en apariencia un segundo para constatar hasta qué punto el contraste existente entre los elementos participantes en la discusión es exactamente igual de absoluto.

Al igual que entonces, hoy pretendemos utilizar fundamentos dotados de naturaleza absoluta, para solventar cuestione cuyo dominio está perfectamente referido al mundo de lo material. Así, a la vista del reciente caos derivado de la extrapolación de resultados emanados del ejercicio democrático (a la sazón el tenido hasta hoy como el más perfecto en tanto que el mismo siempre ha resultado en verdades fácilmente extrapolables), nos enfrenta hoy con un resultado que no sabemos si nos desagrada más por haberse dado, o tal vez por no saber cuánto tiempo hace que llevábamos esperándolo.

Hoy, como entonces, hay y habrá cobardes. Fueron entonces traidores los que como Jacob ZIEGLER abandonaron el barco cuando éste aún no había finalizado la travesía. Lo hicieron por miedo, pero ¿miedo a qué? Seguramente a ellos mismos, la clase de miedo que se identifica no con el pánico que trasmite lo desconocido. Más bien esa clase de miedo que ante  nosotros se manifiesta una vez somos conscientes de que todo, en especial lo que creíamos desconocido, en realidad siempre estuvo dentro de nosotros mismos, formando parte de nuestra absoluta intimidad.

Como entonces, hoy, habrá advenedizos. Los que como el poeta NONO aprovecharán a lo sumo para intuir, nunca llegar a interpretar, las verdades de lo que en las reuniones de Bolonia se decía.

Se discutía entonces la posición del Hombre respecto del resto de las cosas. Tal vez sea eso lo único que hoy no ha cambiado. Porque entonces, como hoy, es la posición del Hombre, manifestada en este caso a través del efecto que sus decisiones traen asociadas, el hecho en definitiva discutido.

Cuestionó Copérnico el Corpus Hermeticum que sostenía lo que se aceptaba como el mundo y sus postrimerías. Atacó con ello al dios europeo, desenterrando con ello amenazas de Libertad, a la sazón el otro concepto que indirectamente ligado al de la decadencia venían a justificar, cuando no a volver imprescindible, el ejercicio de una revolución.
Así cuestionan hoy otros el spiritus mundi que aparentemente mantiene unido el universo. Porque al menos en apariencia, de tales fuerzas parece que igualmente hablamos hoy.

Constituye hoy el bipartidismo tanto dios como la fuerza que aparentemente mantiene unido este a la sazón cambiante universo compuesto por todos los elementos llamados a conformar la democracia española. Desde tamaña perspectiva, el conflicto que Copérnico planteó, y que resolvió con las matemáticas, tiene  hoy su referencia en otro conflicto mucho menos atractivo toda vez que su derivada primordial, a saber la de la Ideología, se mueve por derroteros neta y absolutamente subjetivos, lo que se traduce en que desde luego del todo menos matemáticos habrán de ser los argumentos destinados a componer cualquier suerte de proceder que ose atisbar la respuesta.

Así como Copérnico hubo de romper para después unir, conformando un universo nuevo; así es como al menos en principio se atisba si no la solución, sí el estado que compondrá el a priori del ente resultante. Y como es de suponer, aquél o aquello que esté llamado a la destrucción, salvo que se sienta llamado por la condición de mártir, sin duda venderá cara su piel.

Formas, modos, procedimientos…En definitiva, todo, habrá de cambiar. Y no porque estuvieran equivocados. Habrá de hacerlo sencillamente porque no ya el contenido de las respuestas, sino la esencia de las preguntas, ha cambiado para siempre.

Y si queréis una respuesta a la pregunta de por qué nada de esto ha de ser necesariamente malo. Recordad precisamente la vieja máxima que reza: Cuando creíamos tener las respuestas, vinieron y nos cambiaron las preguntas. Por primera vez constatar tal hecho no solo no nos frustra, sino que nos llena de ilusión.

Ilusión, el sentimiento que siempre ha inspirado los viajes de los grandes hombres.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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