miércoles, 8 de febrero de 2017

DE LO MODERNO A LO CHIC. TODA UNA SUERTE DE MATICES

Ocurre que a menudo, a base de ocultar lo inevitable, o de dar por hecho lo evidente, la Sociedad, en ese extraño gesto en el que acaba convirtiéndose el librar a las generaciones posteriores de los miedos que a ellos les fueron propios, no consiguen sino el contradictorio efecto de privar a éstas del que sin duda es uno de los medios de aprendizaje más útiles de cuantos existen, a saber, el de aprender a base de reconocer los efectos que el error, ya sea propio o ajeno, tiene en la propia Sociedad.

Este pernicioso ejercicio, que gráficamente puede ubicarse en la metáfora de hacerse trampas al “solitario”, bien puede estar detrás de muchas de esas circunstancias que, hoy por hoy, no solo convierten en impracticable el deseo de comprender la actualidad, sino que tornan en controvertido cualquier atisbo en relación a pronosticar lo que el destino habrá de depararnos.

Reducida así pues casi a cero toda posibilidad de albergar esperanzas en el futuro, más allá del que se aproxima a corto plazo, habrá de ser objeto de supervivencia que no de paradoja el buscar en el pasado las respuestas que el futuro nos niega; y todo, no lo olvidemos, para hacernos una mera idea del presente que, lo creamos o no, más que envolvernos nos arrastra.

Ponemos así pues nuestra vista en el pasado, concretamente en un pasado no demasiado remoto, pues del instante surgido al que habrá de surgir dista a menudo más el trazo de un deseo, que la realidad de un instante; y es poco a poco que aflora frente a nosotros todo ese procedimiento por otro lado tan poco complicado al que hemos de confiar la certeza de alumbrar el mundo en el que vivimos, o por ser más precisos el mundo en el que creemos vivir.
Porque dicho con el mayor de los respetos, la tranquilidad con la que afrontamos nuestro día a día, una tranquilidad que solo resulta plausible desde la asunción de una serie de certezas realmente enfermizas (las cuales sirven para definir a título individual la abulia con la que la mayoría se toma la actual situación política); sirven a la larga y tan solo para dar por sentado el alcance o la repercusión de esa suerte de neurosis colectiva en la que, ahora sí, la mayoría parece haberse instalado cada vez que aceptamos, o a lo sumo damos por bien empleado, cada uno de los sacrificios, en la mayoría de los casos no tanto económicos como sí más bien de carácter moral, o incluso de condición humana, a los que todos los días hemos de hacer frente; y todo ello para poder decir que vivimos en La Sociedad del Primer Mundo.

Solo intuyendo el escenario al que estamos abocados a medida que la aceptación del drama descrito va ganando no tanto posiciones como sí más bien adeptos, podemos comenzar a intuir la magnitud de ese otro drama, el llamado a desarrollarse en el interior ya sea primero de los individuos (que acaba por llevarles a renegar de sus principios), o de las sociedades (que implica renegar de los principios morales, a saber último reducto llamado a sostener los protocolos que dan cohesión a una sociedad como los pilares aportan solidez a un puente); el cual en cualquier caso parece abocarnos a una Nueva Realidad.

Dicho así, el a priori al que estamos acostumbrados nos lleva a apreciar un atisbo de esperanza en torno a la aparición del concepto nuevo. No en vano, una concepción superficial del término nuevo nos ha llevado a dar siempre por sentado que su presencia, ya sea como adjetivo o como sustantivo, garantiza la bondad ya sea del ente al que acompaña y califica, o del ente desde él mismo. Estamos una vez más ante la paradoja una y mil veces denunciada en base a la cual la concepción de que el mero paso del tiempo constituye en sí mismo una muestra o siquiera una esperanza de progreso, se erige en sí mismo como una de las mayores trampas a las que el Hombre Postmoderno ha de enfrentarse.

Pero que nadie se confunda. Si hasta ahora la traslación que se daba entre lo nuevo y lo viejo se fundaba en un proceso de superación, en el que lo sustituido pasaba tan solo a un segundo plano (era, digamos, guardado), la nueva propuesta no es tan condescendiente, ni mucho menos. De hecho, el éxito de la maniobra con la que nos envuelve la Nueva Realidad depende implícitamente de la desaparición de cualquier referencia previa, de todo vestigio de lo anterior, puesto que cualquiera de esos digamos recuerdos, puede acabar por erigirse en un marco de comparación que con el tiempo puede servir para poner de manifiesto las miserias de la eterna promesa que es a lo que en definitiva se reduce (una vez hemos puesto de manifiesto su carencia de base y fundamento moral), esa certeza con la que más que presagiarnos nos asaltan.

En el caso que nos ocupa, la trampa es netamente semántica. Así, la correlación entre mero paso del tiempo y progreso viene a establecerse a través de la insidiosa certeza que establecemos cuando damos por sentado que el conocimiento experimental que procede por ejemplo de la constatación en el pasado de los efectos de ciertas conductas, sirve para garantizar en el presente lo acertado de las decisiones que se tomarán por parte de los llamados en este caso a elegir.

Muchos son los ejemplos a los que cada uno de nosotros podría sin duda referirse a la hora de aplicar este marco procedimental a, digamos, su propia zona de confort. Pero lógicamente, aunque sin que sea necesario desviarse mucho en lo que concierne a lo estrictamente procedimental, sin duda que podremos llevar a cabo una suerte de ampliación de campo, (algo así como hacer un zoom), posibilitando con ello la apreciación de una gran gama de paralelismo al respecto del devenir social.

La elección del nuevo Presidente de los Estados Unidos de América, sin ir más lejos. Al principio de su campaña electoral, pocos eran los que ni siquiera formando parte de sus filas llegaban a apostas un céntimo no ya por su éxito, ni siquiera por su continuidad. Quién podía en aquel momento (amparados por supuesto en el sentido común), haber pensado otra cosa…
Tengo más ejemplos (afortunadamente no tan dramáticos): En la Premier League, el sorprendente resultado de la apuesta basada en pronosticar qué equipo de la mencionada liga de fútbol se alzaría con el triunfo al final de la competición, llevó a una prestigiosa casa de apuestas a ver cómo su solvencia presagiaba seriamente.  ¿EL motivo? Habían aceptado una apuesta que de manifestarse se traduciría en resultados estratosféricos para un aficionado cuya pasión le llevó a hacer una apuesta escandalosa en pro del que era el equipo de sus amores, a la sazón un recién ascendido.

Pero también en un plano más cercano tenemos ejemplos en los que se pone de manifiesto cómo el dar por sentado las cosas acaba materializando auténticos esperpentos. Ahí tenéis el caso de la Nueva Izquierda Española. Una Izquierda que a base de reinventarse, ha terminado por ser resultar irreconocible incluso para si misma. La prueba: Sin su maravillosa aportación resultaría imposible concebir en esta Nueva Realidad que precisamente lo más rancio y reaccionario, representado ¡por supuesto! por el PP, siga gobernando nuestro país.

Ahí reside precisamente el peligro de dar por sentado que todo lo nuevo lo es, en sí mismo y sin más: En ver como lo viejo se alimenta de nuestra desidia y teje, con hilos viejos, una manta que, por más que parezca nueva, no hace sino cambiar los agujeros de sitio.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario