miércoles, 14 de marzo de 2012

DE CUANDO LAS EXCEPCIONES ESTRUCTURALES PERMITEN PONERSE EL MUNDO POR MONTERA, Y ENCIMA, SI CABE, PEDIR LA OREJA.


Y, en el caso de que el Sr. Presidente no la conceda, será, sin duda alguna porque se trate de uno de esos socialistas, de los que se pone detrás de una pancarta llamando a la revuelta social para tratar de conseguir en la calle lo que no consiguió en las urnas.

Estas palabras, extractadas a vuelapluma, y con la consiguiente licencia de rectificación, son las que ha pronunciado en un medio nacional, concretamente en RNE, en la mañana de hoy, el Sr Candidato a la Presidencia del Parlamento de Asturias por las siglas de FORO ASTURIAS, D. Francisco ÁLVAREZ CASCOS.

Sin entrar a valorar lo excepcional de las declaraciones, y aceptando como aplicable la regla no escrita de que en periodo electoral, la distancia para con la querella se amplia, o lo que es lo mismo, las licencias verbales con tendencia al exabrupto se ven notoriamente incrementadas. Lo que me lleva a llamar la atención sobre la conversación, es concretamente lo tendencioso de la afirmación según la cual los políticos parecen haber reducido directamente el campo de acción de las responsabilidades que los administrados podemos llevar a cabo de cara a solventar nuestras obligaciones políticas, exclusivamente al desarrollo de ese cada vez más inoperante acto en el que se ha convertido la emisión del sufragio.

En cualquier otro país, asumir como correcto el principio que bien puede constituir la base del argumentarlo que dé pie al título, que en principio y puede que hoy más que nunca, constituya un verdadero resumen de lo que vamos a tratar; no haga sino poner de manifiesto una vez más ese hecho según el cual este país nuestro suele andarse a la zaga de las metodologías de gobierno imperantes no ya sólo en Europa, sino en el mundo, cuando no abiertamente constituyen una forma de interpretación libre de las mismas.

Dicho lo cual, podríamos retomar el principio constituyente del discurso para, a partir del mismo, las circunstancia incidentes en la actual Política, o mejor dicho en la actual manera de entender la Política, no hagan sino poner de manifiesto que en este país estamos no ya recuperando, porque como ha ocurrido con otros muchos conceptos de gobierno, aquí no han llegado a darse nunca de manera real; sino tal vez por ello redefiniendo, una nueva manera de comprender principios que en otros lares, tal vez más iluminados, bien pudieran constituir aprobación cercana al Despotismo Ilustrado.

Al grito de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, Francia fue una vez más el lugar en el que se habría de desencadenar una de las revoluciones conceptuales de mayor transcendencia de la historia. Una revolución que no alcanza semejante catalogación tanto por el nivel de cambio que implica la consecución de sus expectativas, tanto como por el hecho de examinar cualitativamente los procedimientos de los que se sirvieron para alcanzarlos. Así, a grandes rasgos, el procedimiento gubernamental sobre el que se asienta el Despotismo Ilustrado no es sino lo que hoy llamaríamos un golpe de estado inducido por los propios gobernantes, en pos de reforzar no ya su poder, sino su autoridad, buscando reforzar en las clases inferiores el sentimiento, que por otro lado se estaba debilitando, de que el bienestar general dependía ahora, más que nunca, de la confianza que el pueblo llano fuera capaz de aportar respecto de las acciones de esa Clase Dirigente. ¿A alguien le suena lo dicho?

Si ya en aquel entonces, lo dicho es verdaderamente ofensivo, cierto es que intentar aplicar las mismas respuestas a las mismas preguntas, o dicho de otra manera, esperar que los mismos principios conlleven una vez más la generación de las mismas consecuencias, es, verdaderamente, todo un sinsentido. Por eso, el nuevo despotismo adopta formas diferentes, si se quiere más sutiles. La serpiente repta de otra manera, pero siempre es una serpiente. Tiene claro no sólo cual es su objetivo, sino que el tiempo en forma de experiencia, le ha dotado de todo cuanto necesita para alcanzar sus metas.

Uno de esos territorios sin explorar, lo constituyen las nuevas técnicas de disociación de la masa. Su objetivo es claro, apartar al la plebe de la toma de decisiones, no se trata de que el Pueblo no tenga acceso al Poder, o a sus consecuencias más directas, esto es, a la acción de la Administración, la cual ejerce sus actos sobre el propio Administrado; se trata de asegurar que el Pueblo no vuelva a sentir necesidad nunca más de acceder a esos, los resortes del Poder, cediendo definitivamente el control de todos los procedimientos al respecto, a esa caterva disoluta, surgida al abrigo de la propia acción de Poder, que ahora se llama acción de gobierno, y que por ello se convierte en más perversa si cabe, en tanto que diluye el concepto primigenio en sí mismo.

Y para ello, no dudan un solo segundo en boicotear de base el principio fundamental que se hallaba en la base no ya de la revolución que ha dado pie a esta reflexión, sino de todas las que han venido después. Me refiero al hecho de consagrar la tenencia del poder, a los condicionantes que el Pueblo en tanto que de sí mismo, dictamine. El principio, por definición imperante, ha sido conceptualmente suplantado por una serie de interpretaciones, rocambolescas en la mayoría de ocasiones, que ha convertido el ejercicio de la Política en un acto de prestidigitación en base al cual la capacidad de distracción se ha convertido en un recurso muy aplaudido, tanto que ha permitido incluso la reforma de intocables tales como nuestra propia Carta Magna, sin que en contra de lo que pudiéramos pensar, prácticamente nadie haya sentido la más mínima necesidad de moverse o decir nada al respecto.

Y todo, porque ha surgido una nueva manera no ya de hacer Política, sino de gobernar. Una nueva forma que, recuperando los principios del XVII. Considera abiertamente que el Pueblo, a priori último receptor de la acción de gobierno, es tan estúpido que no es ya que esté inhabilitado para tomar las decisiones que más le convengan, es que la estulticia que le envuelve es tal, que le incapacita abiertamente ni tan siquiera para ser capaz de saber qué es aquello que más le conviene.

Nos tratan como a imbéciles, lo edulcoran haciéndonos sentir niños, y luego nos separan de la fuente de peligro, a saber del acceso a los resortes del poder, consolidando una especie de nueva nobleza cuyo aparente poder descansa en el dudoso principio de hacernos creer que son los únicos que parecen encontrarse en posesión de una supuesta verdad inaccesible. En términos cristianos Moisés habrá de volver a descender de la montaña para encontrar a la cúpula de su pueblo adorando a un nuevo ídolo, en este caso, abiertamente, el que representa el poder en sí mismo.

La forma de hacerlo, no es ya que sea clara, es que ya es insultante incluso en sus términos procedimentales. En tanto que el método de elevar al gobernante literalmente por encima del administrado, mediante la aportación de algún tipo de recurso distintivo, tal como podía ser su condición de elegido divino o cualquier otra de las múltiples manifestaciones de las que la historia nos guarda ejemplos, se antoja hoy por hoy de dudoso resultado; la forma que se les ha antojado más efectiva, pasa por separar metódicamente a la Administración de los Administrados. Asistimos impávidos a la regeneración de una nueva casta de burócratas cuya función pasa, a la par que por adoptar las medidas que en principio redunden en el bien común, por adoptar otras cuya consecuencia directa sea la consecución de privilegios que pasan no tanto por el logro de medios materiales, sino conceptuales tales como la consecución de garantías que se traduzcan en su permanencia en el propio Poder, esto es, al frente del propio Gobierno.

De esta manera, la distancia entre Administración y Administrado se acrecienta en términos directamente proporcionales a la necesidad que en cada caso exista de alejar al vulgo de ese principio constitucional según el cual el Poder reside, abiertamente en el Pueblo. Por el contrario, se procede con una burda manipulación que tiene por objeto reforzar la impresión de que los políticos son imprescindibles. Así, el principio según el cual la existencia del principio según el cual la clase política sólo existe en tanto que se convierte en la depositaria procedimental de las voluntades del propio Pueblo, queda dramáticamente superada en tanto que asistimos a la regeneración de una nueva clase política que ha pasado a ser “necesaria”, filosóficamente aquélla que tiene en sí misma la justificación de su existencia.

Y si duro resulta toparnos con la realidad, vil y lamentable resulta analizar los procedimientos argüidos en pos de la consecución.

Todo lo especificado hasta el momento, tiene aparejado una consecuencia dramática, a saber, la absoluta pérdida de respeto al acto político, que tiene su materialización en la pérdida de respeto a la clase política en tanto que tal. Esto tiene un resultado directo, a saber la continua pérdida de esa savia rejuvenecedora que, si es fundamental en cualquier faceta de la vida, se convierte en imprescindible de cara a la acción política. De esta manera, la falta de relevo generacional no es ya algo que afecte a la conformación de los Partidos Políticos. Es algo mucho más grave en tanto que afecta a la incapacidad de éstos para elaborar programas políticos con una mínima dosis de atractivo. Los Partidos Políticos no se renuevan, la esfera política se pudre.

Y este fenómeno tiene en España uno de los lugares donde más impacta, si bien la falta de perspectiva nos impide comprobarlo. A la falta de savia, se une lo polarizado de nuestro espectro parlamentario. Por ello, a alguien debería llamarle la atención el hecho de que el único partido que ha irrumpido en el Parlamento con verdadera fuerza representativa en los últimos años haya sido UPyD, a la cabeza de la cual se encuentra una rebotada en este caso del PSOE; a la par que el Asturias el único grupo que le ha plantado al PP, llegando a ganar en la que allí resultó parodia de formación de gobierno en las elecciones del 22 de mayo pasado fuera FORO ASTURIAS, como sabéis, liderado por ÁLVAREZ CASCOS, de cuyos méritos y orígenes políticos no hace falta hablar.

De verdad, creo que motivos para la preocupación no nos faltan.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


1 comentario:

  1. Motivos para la preocupación no nos faltan, no, y cada día tenemos más motivos para preocuparnos.

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