miércoles, 21 de marzo de 2012

DEFINITIVAMENTE, CORREN MALOS TIEMPOS.


Y la prueba es evidente, desde el momento en el que la mayor fuente de imágenes de nuestros políticos procede, no tanto del Congreso de los Diputados, como sede del Poder Ejecutivo, sino de otros Edificios, a la sazón sede del Poder Judicial.

El Caso Matas, La Operación Campeón, el propio Caso Urdangarín, el cual merece un análisis independiente por todas y cada una de las circunstancias que lleva aparejado; junto a otros aparentemente ya olvidados como la Trama Gürtell, les recuerdo, ese manual de operaciones propiciatoria de desmanes de todos los calibres, y en todos los terrenos; no hacen sino poner de manifiesto no ya la existencia de otra crisis, alejada en la medida de lo conceptual de la por todos conocida, y, afortunadamente exclusivamente afecta de asuntos económicos. Más bien se podría decir que ésta otra, la verdadera crisis, la conceptual, es propiciatoria de la otra, que, a modo de constatación, alcanza la condición de imprescindible.

La Crisis Económica no es, la única crisis. Es más, podríamos decir que ésta, en tanto que meramente material, resultante de los desmanes procedimentales de unos pocos, no hace sino poner francamente de manifiesto la existencia de otra, mucho más profunda, que afecta a planos mucho más transcendentales del Hombre, y que se pone de manifiesto de manera mucho más evidente, no ya sólo porque sean muchos más los agentes activos, sino porque la falta de acción propiciatoria que se observa en la práctica totalidad de la población, en forma de apatía, nos convierte si no a todos, si a muchos en cómplices.

En el día de hoy, en el que se cumplen setecientos años de la publicación de la Encíclica por la cual el Papa Clemente V disuelve la Orden de los Templarios, devolviendo a Felipe de Francia los favores que, precisamente le llevaron a ocupar la silla de Pedro; todos asistimos, como en aquella ocasión de manera silenciosa, a la disolución de otra estructura a todas luces más imprescindible que esa otra. Vemos sumidos en la apatía como los mercados, imagen del Liberalismo a ultranza, disuelven el Estado del Bienestar ante el silencio cómplice de unas estructuras de Gobierno que, olvidando de forma consciente su función, así como las responsabilidades que asumieron con los que les llevaron al Poder, participan de forma activa en esa voladura. ¿Devolviendo favores?

El que fuera Concejal de Urbanismo de la Ciudad de Barcelona, y responsable del Proyecto Olímpico de 1992, dice, en una magnífica entrevista concedida a El Diario El Mundo, que Los Estados han vendido al Liberalismo el Estado del Bienestar. Los Ciudadanos hemos regalado la Democracia. Será ésta la constatación manifiesta de los tantas veces traídos a colación efectos de la responsabilidad. ¿Estamos ante la demostración pragmática de los argumentos esgrimidos por E. FROMM en la magnífica y atemporal obra El Miedo a la Libertad?

La verdad, no sé que da más miedo, si el hecho de que la pregunta tenga lugar, o la ausencia de una respuesta clara e inequívoca en contra.

Como ingrediente añadido, no es menos cierto que la actitud general de nuestros políticos, precisamente no ayuda. Esos consabidos paseos hasta Sede Judicial, convenientemente acompañados por la cohorte de cámaras de todos los medios del Cuarto Poder, reducen la condición de los afectos hasta unos estados verdaderamente muy lamentables y deprimentes, no tanto para ellos, que han perdido abiertamente todo contacto con la Realidad; como para los ciudadanos que exigimos todavía de manera más o menos activa saber de las acciones de los que, a pesar de que parecen haberlo olvidado, ostentan la responsabilidad de nuestra representación.

Porque de nuevo de eso, y de nada más se trata en realidad, de Responsabilidad.

La Responsabilidad que no ha demostrado el Sr. MATAS, a estas horas ya condenado a más de seis años de cárcel por abusos de poder. La Responsabilidad que no han demostrado los imputados por el Caso Campeón, la que no conocen los imputados en la Trama Gürtell, o, si me apuran, la Responsabilidad que ha llevado hace escasas fechas a algunos políticos a tener que utilizar los actos de conmemoración de los doscientos años de la Constitución de Cádiz de 1812. en unos actos de ensalzamiento de la Institución Regia, precisamente tal vez por encontrarse ésta sumida en una Crisis sólo comparable a la que era sobrevenida en tiempos remotos cuando la sucesión peligraba, bien por falta de herederos capaces, bien por exceso de pretendientes ansiosos.

En cualquier caso, creo firmemente sobran argumentos para comprobar sin lugar a dudas, que el mundo tal y como lo conocíamos, toca a su fin. Que el catálogo que contenía el manual de instrucciones que nos permitía averiguar el orden moral de las cosas que se convertían en Principios, se ha perdido. Que ya nada es lo que era, y, lo que es peor, quedan pocas por no decir ninguna posibilidad de que pueda volver a ser.

En resumidas cuentas. ¿Hace falta alguna prueba más de que, efectivamente, estamos en Crisis?

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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