miércoles, 11 de abril de 2012

DE CUANDO CONVIENE SABER QUE SE ACABÓ LA FIESTA. PARA SABER AL MENOS “POR DÓNDE VAN LOS TIROS.”


Dicen las crónicas formales de la Historia, que los periodos verdaderamente preocupantes comienzan justamente a renglón seguido de que el político de turno afirme conocer aquello que debe hacerse. Y si esas palabras van acompañadas del quitamultas “aunque lo que hay que hacer va a ser doloroso”; pues entonces, llegados a ese momento, ya ni temblar resulta prudente. Juzguen ustedes mismos.

Señores, llevamos ya demasiado tiempo discutiendo no ya si estamos o no en crisis. Primero dejamos que perdieran nuestro precioso tiempo, un tiempo que no teníamos, en verificar el grado de la crisis. Luego se dedicaron a buscar culpables, luego esos culpables no les sirvieron, supuestamente porque no fueron capaces de integrar de manera coherente algo que, como toda buena crisis, no se lleva bien con la coherencia, en unos modelos estadísticos que, como todo lo que tiene que ver con la estadística, no entiende de episodios aislados, ni, mucho menos, con cosas como la aquí planteada que, una vez aceptado por todos, parece tratarse de la madre de todas las crisis. Y, ahora, una vez que definitivamente parece que todo parece cuadrar, lo único que tenemos claro es la absoluta certeza de que, ya nada volverá a ser igual.

Salvando las distancias, y lejos de que nadie piense que la desesperación me ha echado en brazos de la astrología en pos de las ansiadas respuestas, pasando claro está primero por la necesaria reformulación de las correctas preguntas; cierto es que llevamos todo lo que va de año refunfuñado en torno a los dimes y diretes que proporciona la extraña manera que tiene de concluir, en el más literal y absoluto sentido de la palabra, ese Calendario Pre-Colombino, según el cual una nueva era comenzará con posterioridad al año en curso.

Y vaya si es cierto que una nueva era va a comenzar. Incluso, sin ser muy avispado, yo me atrevería a decir que una nueva era ya ha comenzado. Una nueva era en la que la Izquierda ha sido borrada del ejercicio de Gobierno. En la que acciones y procedimientos hasta hace poco impensables, se convierten ahora en justificados. Una nueva era en la que asuntos y cuestiones hasta hace poco básicos cuando no fundamentales, se ven ahora sometidos si no abiertamente puestos en tela de juicio. En definitiva una nueva era en la que Pilares Fundamentales del ya casi denostado “Estado del Bienestar”, tales como LA SANIDAD, LA EDUCACIÓN Y LAS POLÍTICAS SOCIALES, no sólo se ponen en discusión, sino que definitivamente esas discusiones se llevan al terreno de lo lógico, cuando no abiertamente de lo evidente.

Permítanme por favor que insista: “UN DERECHO NO ES ALGO QUE DEBAN DARTE, SINO AQUELLO QUE NADIE DEBE OSAR QUITARTE.”

Una vez llagados a este extremo, bien podemos vernos sumergidos en las fervorosas, cuando no abiertamente ingrávidas aguas de la sinrazón, cuando no en los vientos de la ya casi ni recordada libertad que los mismos pueden regalarnos, y continuar de manera abiertamente beligerante, que no hostil, en la búsqueda no ya de respuestas, lo cual bien podría ser constitutivo del delito de soberbia, sino del a la sazón más complicado ejercicio de enfrentarnos con nuestras propias preguntas, y rozar así el pecaminoso estado de la ingenuidad.

Así y sólo así podríamos incurrir en el imprescindible estado de calma necesario para comprobar cómo la crisis, esa que aparentemente no tiene responsables, al no tener vencedores, aunque si vencidos, se ha llevado por delante a toda la Izquierda europea. Ha dejado yermos los campos de la inteligencia. Ha barrido los terrenos de la ilusión y, lo que es más grave aún, nos ha dejado a todos clavado en el alma la inquebrantable sensación del miedo propio del que sabe que, probablemente, lo peor no ha llegado todavía.

Así, de un plumazo, se ha cargado en apenas tres años, logros sociales cuya consecución necesitó de treinta años. Ha abocado al terreno de la utopía, término éste que por otro lado se ha encargado de denostar, principios y sueños que otrosí no hace mucho, constituían el horizonte hacia el que se dirigía nuestra Sociedad. Una Sociedad no lo olvidemos modélica, y sobre la que aparentemente descansaban los fundamentos de la mejor generación de la que se tenía constancia.

Pero hoy, todo eso ha sido rehuido, cuando no forma parte del terreno casi mitológico en el que sólo los poetas, o los locos, se sienten a gusto. Como en los casos en los que el desierto se vuelve loco, y la aparente ausencia de movimiento que le es propia, da paso a bravías tormentas de viento y arena; así la crisis ha removido todo. Como en ese caso, la arena ha destruido los pozos de agua que, como diría A.S Exphury, dotaban de belleza al desierto. Con ello, los oasis, refugio de nuestra esperanza, han sido definitivamente destruidos. Hemos despertado de nuestro sueño, nuestra travesía del desierto ha sido baldía, en tanto que las ideas que la sustentaban se han revelado como sutiles espejismos, inducidos por los mismos que hoy se han erigido en guardianes justicieros.

Y, a modo de resultado, el triunfo, una vez más, de los de siempre. La Clase Dirigente, encarnada en esta ocasión más que nunca en una Derecha Cavernaria que sustituye los argumentos bélicos del pasado, por otros más limpios, aunque igual de amenazadores que los de entonces. Ya no habla de guerras, sin embargo el ambiente casi prebélico es una realidad. Ya no se disparan tiros, si bien sigue dejando cadáveres en las cunetas. Aparentemente ya no hay columnas de prisioneros, aunque cientos o miles son los que se hallan encadenados a un Préstamo Hipotecario.

Una Derecha que, una vez juzgados, como no podía ser de otra manera, los pros y los contras, ha tomado las medidas oportunas encaminadas no sólo a colocar los hilos de la parca en disposición de combate, sino que lo ha hecho de manera que ha logrado convencer a las víctimas de que en realidad, son los culpables. Y si no, que alguien me convenza de cómo es posible que la clase trabajadora, dominante como siempre si nos atenemos al criterio cuantitativo, asuma sin rechistar la cadena de medidas que, una por una o en conjunto, no van sino a arrojarnos de nuevo al desolladero.

El Estado, aparente garante de las libertades, ha abdicado de todas sus capacidades, a la par que, poco a poco, está siendo despojado de sus atribuciones. La larga caterva de misioneros y corsarios que secundan las anteriores escuadras de los derrotados capitalistas, seguidores del liberalismo a ultranza, esos que preconizan el comercio sin restricciones; se han cepillado las capacidades del Estado. Una nube de sutil amenaza, cuando no de abierto mal olor a Comunismo, planea sobre cualquier atisbo de mención a “participación de lo común”, o a “defensa de lo Público”. Y eso que de “intervencionismo”, ni tan siquiera hemos llegado a hablar. En cualquier caso, lo han conseguido, nos han arrebatado incluso la capacidad para concebir que algo distinto a lo que ellos dicen, sea no ya mejor, sino tan siquiera posible.

Por todo ello, y porque demasiado es ya el espacio ocupado en la exposición, así como el tiempo necesario para acceder a la misma, podemos ir concluyendo, cómo no, con preguntas.

¿Alguien duda seriamente todavía de que la Crisis ha sido convenientemente provocada? No se trata sino de la materialización del perverso deleite de aquéllos que, asentados cómodamente en sus sillones, observaban con gran preocupación que la distancia que separa a ricos de pobres, a la sazón la gestora del gradiente que garantiza el flujo de capitales: se reducía de manera preocupante para ellos.

¿Alguien duda de quién es el beneficiario conceptual de ésta crisis? Pues evidentemente la Derecha Cavernaria, recalcitrante y reaccionaria de principio a fin, y que ha visto resarcida su última esperanza de retornar al poder, convirtiéndose en el brazo ejecutor de un poder que, una vez más, hace gala del verdadero poder, manteniéndose en la sombra, en tanto que otros bailan al son que ellos tocan, sin saber siquiera que hay música.

La verdad es que esto es propio de aquél que sale de caza, no coge nada, y, encima, vuelve con un tiro en el pie.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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