miércoles, 4 de abril de 2012

DE LO DURO QUE RESULTA VOLVER A LA REALIDAD, DE CUANDO EN REALIDAD SÓLO UN MITO ERES.


Terrible es la realidad, cuando se revela como el único de los vestigios que queda tras el efímero paso del presente, que se convierte en tierno recuerdo de un pasado siempre por nuestra mente mejorado.

Y más terrible es en Política esa realidad, una vez que el paso de las citas electorales pasa a engrosar las cifras de ese llamado pasado, dejándote en definitiva, enfrentado a los que nunca dejaron de ser tus fantasmas.

Así, una vez más, dejar correr el tiempo, y hacerlo de la mano del sentido común, se convierte en la mejor manera de acceder a la realidad política de éste, nuestro maltrecho país.

No se trata de buscar culpables, eso ya ni tan siquiera nos satisface, y lo que es peor, no es útil ni tan siquiera para el fuero de los que una vez se contaban en las filas de nuestros rivales. Se trata, hoy por hoy, de intentar comprender que así no, que si seguimos no ya haciendo, sino tan siquiera planteando las cosas como hasta ahora lo estamos haciendo, el miedo no será tanto que tengamos que hipotecar diez años más de nuestro futuro, para intentar organizar no ya otro presente, sino que habremos perdido incluso otro pasado; el miedo estribará en que si nos empecinamos en salvar el Sistema, lo único que podremos garantizar será que las piezas no saldrán para nada indemnes. Entonces, ¿Tiene sentido salvar esto, aunque sea a cualquier precio?

La pregunta tiene en su propia forma su esencia. No a cualquier precio, y desde luego así no.

Cuando llegados al momento actual, el nivel de perversión es tal que lo único que parece ya incuestionable es que el marco conceptual que se esconde tras el ingente paraguas de la Crisis no es sino un procedimiento perfectamente establecido, que ha tenido al mando a los Estados mientras éstos han podido, reservando para la segunda fase de la operación, aquélla que requiere de más aporte especializado, a los bancos, empezamos a comprender por qué no sólo no entendemos el problema, sino tan siquiera las soluciones que aparentemente a éste se le dan.

Una más que interesante conversación, mantenida en la mañana de hoy, servía aunque fuera de forma prácticamente accidental, a extraer de nuevo el corolario que parece mantener encerrado en un bucle la mente de la mayoría de la población. Y de nuevo una pregunta encerraba al esencia no ya sólo del desencanto que obra entre Administración y Administrados, sino que de nuevo revelaba lo mucho que nos cuesta entender las cosas. La pregunta seguro que la entienden de carrerilla ¿Por qué el Gobierno pretende arreglar esto, dando el dinero a los bancos?

La solución al enigma, aunque parezca un poco desalentadora, la ha proporcionado en el día de hoy, el mismísimo Sr. Presidente del Gobierno: “todos nuestros esfuerzos estarán encaminados a reducir el Déficit Público. Cualquier otra medida no se contempla. Cualquier otro que no esté de acuerdo con ésta Política, no sólo tiene un problema, sino que se convierte en un problema a la hora de planteas las soluciones que sacarán a España de la crisis.”

Estas reveladoras palabras, encierran de manera axiológica el cúmulo de principios no ya que nos han llevado a la crisis sino, lo que es peor, el principio fundamental que garantiza cómo, en el caso de perseverar en éste como procedimiento destinado a sacarnos de la misma; no conseguiremos sino hundirnos si cabe, cada día un poco más profundamente, en una espiral trágica que se cerrará no sin antes haber devorado de manera intencionada y profesional cualquier vestigio de lo que una vez consideramos nuestro justamente llamado Estado del Bienestar.

El Estado del Bienestar es un concepto justamente acuñado, y que por definición se integra dentro de los modelos de concepción de las relaciones entre público y privado, más cercanas a los considerandos sociales propios de la Izquierda. En base a esto, la relación existente entre Deuda Pública y Deuda Privada, se mantenía en unos cánones aparentemente comprensibles en tanto que transparentes, basados en el hecho de que si bien ambas deudas podían practicar la teoría de los vasos comunicantes, ambas lo hacían respetando la salvedad de que sus respectivos circulantes nunca se mezclaban.

Sin embargo, esta teoría aparentemente asentada sobre los pilares de la lógica que aporta la Justicia del Capital, aquélla según la cual los beneficios que proceden del Capital son lícitos en tanto que el riesgo lo corre el propio Capital; comienza a derrumbarse en el momento en el que las garantías de cobro que ofrece la mencionada Deuda Privada, dejan de ser no ya sólo certeras, sino que más bien ponen de manifiesto serias dudas.

Y es precisamente en ese momento, cuando los gurús del tinglado, dan con la mejor de las soluciones, la que no podía ser soñada ni por el más avezado de los líderes capitalistas. Y lo que es peor, una solución que no podía ser llevada a cabo sin la participación de aquéllos cuyo poder derivaba precisamente del Pueblo. Había que averiguar la forma de convertir en Deuda Pública lo que no había sido sino Deuda Privada.

En ese momento, el torrente de dinero procedente de las arcas del Estado, comienza a llenar las arcas de los grandes, utilizando a la Banca como agente catalizador. La masiva compra de Deuda a cargo de los Estados, hace buena la consideración según la cual “El Estado se ha vendido a la Banca, y los ciudadanos hemos regalado la Democracia.” Los Estados se convierten en avalistas de la deuda generada por aquéllos que hicieron propios los principios de avaricia que preconiza la sociedad actual, y convierten a los propios Estados así como a su futuro en los garantes de unos compromisos que ellos han asumido no ya como representantes de los ciudadanos, sino como representantes de esa nueva corriente que está imbuida de razón hasta el punto de pensar que ellos y sólo ellos se hayan en condiciones de proporcionarnos la salvación.

Así, verdades como las expuestas hoy mismo por D. Mariano RAJOY, alcanzan niveles de certeza propios casi de la iluminación. España habrá de destinar sólo al pago de los intereses de la Deuda ya generados, casi treinta mil millones de Euros. A título de comparación, los recortes que han justificado medidas tan duras como las conocidas hasta el día de hoy, redundarán en la obtención de unos resultados que se hayan en torno a los treinta y ocho mil millones. ¿Podéis imaginaros en qué coyuntura nos dejaría eso? Tal vez en una que no necesitara hacer desaparecer la Ley de Dependencia, que no rebajase en un 23% el total de partidas destinadas a la generación activa de empleo, que no cerrara laboratorios de investigación, y que por ejemplo no dejara en manos de las Comunidades Autónomas la decisión de si vuestros hijos van a seguir o no disponiendo de un ordenador en la Escuela.

Aunque claro, llegados a éste punto, uno entiende la totalidad de las palabras de Rajoy: “el que no ayude activamente en la consecución de éstas políticas, pone en un peligro a España.”

Resulta curioso qué, igualmente, esas mismas palabras sirvan para recordar a su antecesor en el cargo. Una de las últimas cosas respetables que D. José Luis RODRÍGUEZ ZAPATERO dijo antes de abandonar La Moncloa, era que había dos formas de conducirse en las políticas destinadas a salvar la crisis, las que abogaban por las soluciones de izquierdas, y las que aprovecharían para reinstaurar una Derecha más recalcitrante si cabe, dispuesta a obtener réditos de donde fuera.

Así, ya todo está perfectamente claro.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario