miércoles, 9 de enero de 2013

DEL RETORNO DE “CUÉNTAME”, A LAS CONSECUENCIAS DE LA MERA MENCIÓN DE LA “CUESTIÓN MILITAR”.


Desgrana el Tiempo, poco a poco sus cuentas, sumergiéndonos de nuevo en la inquietante sinrazón de la lujuria propia de los que atribuyen a la rutina dotes cercanas a la sensualidad; para comprobar una vez más, aunque no por ello sin la expectación propia del momento, que sólo el cinismo puede a veces recubrir con el último matiz del brillo, lo que hace tiempo que, de existir verdaderamente el respeto, habría de estar no ya cubierto por la mugre, sino que debería haber constituido expresamente pasto para los lobos.

El Cinismo, o lo que por otro lado no viene sino a constituir una más de las múltiples paradojas a las que hemos reducido, o peor aún, hemos consentido que otros reduzcan, lo que hasta hace relativamente poco conformaba el teatro de operaciones del mundo de la Política. Una Política con la que algunos nos sentíamos a gusto, no necesariamente satisfechos, pero si a gusto.
Y es tal vez por eso, por conformar un mundo en el que la paradoja encierra en realidad el último conato de mera posibilidad, por lo que una vez más habremos de clamar en el desierto, para acudir a nuestra cita convencidos no ya de que pocos son los que leerán estas palabras, y seguramente menos los que escuchen mañana su correlato hablado radiofónico.
Sin embargo, en contra de lo que realmente es de suponer, casi mejor así. Porque ignorar ciertas cosas puede ser de nuevo, no ya mejor, en tanto que te ahorra disgustos, sino de nuevo, otra vez, bastante más seguro.

Actúa de nuevo el Tiempo en su especial obra, llamada la vida. Se encuentran en un Acto maravilloso, el que representa nuestro aquí, y nuestro ahora. Un aquí y un ahora curioso, peculiar; sobre todo porque donde antes había deseos, futuro, sueños y evolución, no hay ahora más que reminiscencias del pasado. Incluso de aquél que la mayoría creíamos haber alcanzado el acuerdo tácito de proceder a guardarlo en el rincón de las cosas malas, aquéllas que sólo guardamos para aprender la manera de no repetirlas jamás.

Y de nuevo la paradoja. Porque puede que precisamente del triunfo del olvido, hayamos dado lugar a un estado de amnesia consentida, del que como siempre algunos, a vuelapluma me acuerdo de los que Rosa DÍEZ definió en su momento como hijos de la oscuridad; puedan de nuevo aprovecharse una vez más.

Que a nadie le quepa la menor duda. Son estos hijos de la oscuridad, los mismos que, hoy por hoy, una vez que han dado por finalizado el proceso de refundación ideológica al que procedió José María AZNAR allá por 1996 toda vez que su triunfo electoral, el mismo que permitió el retorno de la Derecha al gobierno de España no fue suficiente para ellos, fue inmediatamente reforzado con la puesta en marcha de un más que cuidado protocolo con múltiples funciones y objetivos, uno de los fundamentales y obvios, devolver a la Derecha y a sus miembros, lo que siempre, por derecho, les correspondió, a saber, el mando absoluto sobre los designios de esta, su España.

Y es así que, en danza macabra, los velos van siendo arrojados, dando luz no ya a una virgen, sino más bien a un ente atroz, versado en la perfidia, dotado para la atrocidad. La amenaza le insufla la fuerza, una fuerza que dirige unos músculos que hacen del recorte su acción, la cual a su vez viene presidida por el triunfo de un pensamiento tan atroz como único, el eterno pensamiento del miedo.
El miedo, elemento universal a la par que eterno, y que tal vez por ello se convierte en el mejor de a cuantos catalizadores esta Derecha, ahora en el poder, podía aspirar a la hora no ya tanto de hacer comprensibles sus políticas, sino sencillamente de tratar de justificarlas.
Aquí es donde entra en juego el último elemento, aquél que por otro lado aún no ha sido suficientemente valorado. El elemento que procede de constatar la borrachera de poder que confiere una mayoría absoluta. Porque el mismo ánimo de espíritu que sin duda presidía la voluntad de todo un Rey de España cuando estuvo durante más de cinco horas negándose a pedir disculpas porque él era el Rey, y un Rey no tiene ante quién disculparse, de parecida manera un Rajoy dotado de una mayoría absoluta, no tiene a nadie a quien pedir réditos ni cuentas.

Así, y sólo así, podemos comenzar a hacernos una idea del nivel de sonambulismo y abstracción de la realidad en el que se hallan sumidos los que supuestamente se encuentran al frente de nuestro país. Un país que en términos objetivos, tiene su actividad industrial sumida en términos objetivos comparables con los de la España de principios de los 80`. Una España que se conduce a golpe de dato de la DGT próximo a los que se barajaban a mediados de los 70`. Un país que en definitiva, vuelve a oler a rancio, precisamente ahora, que acabamos de tirar a la basura las últimas bolas de naftalina, toda vez que habíamos vuelto a creer que esto a nosotros no podría volvernos a pasar.

Porque alcanzado este punto, es cuando muy a nuestro pesar hemos de decir que lo malo no es en realidad que haya pasado. Lo que de verdad resulta lamentable es el poco tiempo y menos esfuerzo que les ha resultado necesario emplear para conseguirlo. Es como si ahí, agazapado, esperando, en el imaginario de todo el mundo se hubiera encontrado firmemente afianzada la convicción, aunque en algunos casos se trataba sencillamente de la esperanza, de que esto volviera a cambiar.
Reside ahí, o al menos así a mi se me antoja, el motivo gracias al cual ésta nueva camarilla, y sus correspondientes allegados, han sido capaces, en apenas cinco años, de infundir en nuestro país el mismo o parecido ambiente en el que tenían sumido al país en los tiempos en los que el miedo ya observado, y el hambre nunca olvidado, campeaban a su discreción.

Pero por supuesto, no me voy a desdecir un ápice de ninguna de mis consideraciones previas. Ni tan siquiera, o por supuesto mucho menos, de aquéllas en las que llevo tiempo afirmando que la culpa de la actual situación no la tienen tan sólo los agentes inductores. Al menos tan responsable resultará a ojos del análisis de la Historia aquél que teniendo medios, cuando no conocimientos, o tal vez ambas cosas; permaneció impasible, viendo como una vez más, los últimos retazos caían.

Responsabilidad. Por enésima vez, la que nos lleva a clamar en el desierto por el desmoronamiento del Estado del Bienestar. Por la puesta en cuestión del Estado de Derecho. Por la privatización de la Sanidad Pública, antaño uno de los pilares insalvables. O peor aún si cabe, por la puesta en marcha masiva de un renacer de las consignas opresivas, dogmáticas y por definición fascistas, que sólo en la incursión educativa a través de las reformas puestas en práctica por un energúmeno de la talla del Ministro WERT pueden tener algún atisbo no de triunfo, sino de implantación.

Ellos lo tienen claro. Allí donde no llega el brazo ejecutor, ha de llegar el poder de la amenaza. Así y sólo así, en semejante contexto, pueden entenderse las palabras del Ministro de Defensa pronunciadas en el Solemne Acto de la Pascua Militar, arguyendo sobre el estado de tranquilidad que presenta nuestro ejército. ¿Acaso es de recibo ningún otro estado? ¿Ha de sorprendernos esa tranquilidad acaso menos que el hecho de que las piedras de las iglesias no se muevan de su sitio? Aunque de nuevo vuelva a ser observable el fenómeno por el que algunos curas confunden su reclinatorio, con el atril de una plataforma política.

Y para colmo, se acaba de hacer público el dato según el cual los españoles somos cada vez, objetivamente, más pobres, y no sólo de espíritu.

Ellos lo tienen claro. La estabilidad durante el presente año no dependerá de la evolución de las cifras de paro. No vendrá ligada a la evolución de la Prima de Riesgo, ni tan siquiera estará relacionado con el miedo a la Deuda Pública.
La estabilidad durante el presente año dependerá de la habilidad que el Gobierno muestre de cara al control de la calle.

¿Les ayudamos? Yo, sinceramente, no pienso perder ni una sola de las ocasiones que se me brinden.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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