miércoles, 13 de febrero de 2013

ESPAÑA, PAÍS DE SOBRE-ENTENDIDOS.


Porque así, y solamente así, podemos entender que a estas alturas no es ya que nadie se haya planteado dimitir. Es más, se permiten la licencia de recomendar categoría moral, exigiendo en este caso su aplicación a quienes, al menos todavía, no son objeto real de sospechas firmemente aceptadas.

De todos modos, saber que nuestro país es ya no de traca, sino marcadamente de chirigota, era algo que realmente no necesitaba nada más que una acertada constatación oficial. Más que nada, por revestirlo de cierto rigor. Y si de paso podemos obtener algún tipo de inauguración, a la cual invitar a algún miembro de postín que nos cobre, cuando menos quince mil euros por su presencia, pues  mejor que mejor porque…¿acaso no es cierto que el Sr. RIVERA declara como “bolos” lo que no es en realidad sino su presencia en fiestas de la trasnochada Marbella?

Dicho esto, ocultando en vano mi indignación tras un insufrible manto de ironía, el cual no es suficiente en realidad para que cubra por completo mi indignación; me veo una vez más obligado a reservar el último atisbo de lucidez que puede quedarle al día, para promover activamente la puesta en marcha de los resortes que algún lugar puedan quedar, y cuya misión no sea sino reactivar de la manera que sea las conciencias y las voluntades de todos los que, de una manera u otra, integramos esta Sociedad, por otro lado, la única beneficiaria, a la par que portadora, de los parabienes constitucionales, o lo que es lo mismo, última tenedora del Poder, del verdadero Poder.

Llegados, aunque sea tan pronto, a tales extremos, en un momento en el que la excesivamente mesurada acción elegida por el Sr. Pérez Rubalcaba para exigir la dimisión del Sr Presidente, no despertaba en éste sino una bochornosa sonrisa de ¿incredulidad? Dando paso más tarde a una abominable consideración en torno a los terrenos de la Moral. En el mismo día en el que la Sr. Mato, ¿cómo es posible que todavía? Ministra del Gobierno Rajoy, llevaba a cabo en su propio beneficio defensivo;  la que no ha supuesto sino una blasfemia ética al apropiarse, una vez más como hace la Derecha Cavernaria, de logros que no les son propios porque, evidentemente no encuentran identificación en el Código que les conforma. Precisamente el mismo día en el que su exmarido, Sr. Sepúlveda, ése mismo que hace algunos días  no podía ser despedido del Partido Popular porque, tal y como dice el Sr Alonso, Portavoz en el Congreso, “La actual Ley no permite despedir de manera procedente a alguien por el “mero hecho” de estar imputado”, se negaba a declarar ante el Juez. El procedimiento elegido, aducir que no había llegado el momento.
Pues de lo que yo sí estoy seguro ha llegado el momento, es de decir ¡Basta ya! Pero de decirlo de manera alta, y mejor si es clara. Sobre todo para que no puedan luego aducir desconocimiento.

Desconocimiento, Como el que una vez más parece adueñarse de la persona y con ello de las palabras de alguien como María Dolores de Cospedal la cual, en las últimas horas, y con un talante avieso, superado tan sólo por el cinismo torero, nos ha venido de nuevo a advertir que España es un país necesariamente bipartidista. Un país en el que las cosas no sólo están bien políticamente, sino que es imprescindible abogar porque se mantengan así en el futuro porque, de promover los partidos políticos, el voto se “atomizará”, permitiendo el surgimiento, como ya está pasando en otros países, de estructuras marcadamente populistas, o lo que es peor, de algún general.

Ante semejante tesitura, dos consideraciones. Primero por favor dediquen unos instantes a volver a leer otra vez el párrafo anterior. Hecho lo cual, díganme si es o no ¡la caña de España!

Porque es llegados a este punto, incluso sin advertir que tales palabras no proceden sino de la misma persona que ya esta semana clamó, (afortunadamente en el desierto) para que se castigara a quienes, con mayor o peor acierto se manifestaron en este caso abiertamente en contra de lo que no son sino claros y manifiestos símbolos patrios, la misma que hoy se atreve, no sé si conscientemente, poco menos que promover el resurgimiento de la ya olvidada cuestión militar.
Señora de Cospedal, ruego no me considere demasiado osado si le digo que el exceso, en todo, es  malo. Y si además se produce en boca de alguien como usted que, no lo olvidemos, tiene verdaderas responsabilidades, se convierte abiertamente en una imprudencia.

Imprudencia, vacuidad, en definitiva, no son sino los términos cuyo afloramiento en nuestra realidad no se produce sino de manera abiertamente natural, como símbolo tal vez del manifiesto colapso de los elementos básicos que han soportado la que a todas luces no es ya sino una de las mayores muestras de ilusionismo a las que se ha enfrentado el mundo. Una muestra que en este caso ha tenido a España como protagonista, y que ha consistido en hacernos pasar durante casi cuarenta años por un país no ya sólo democrático, sino casi escaparate de la Democracia.

El método elegido, uno en boga, y realmente fructífero. El del empacho de realidad creada, para que se me entienda, el utilizado por las empresas con modelo piramidal, esto es, los intereses generados por los socios viejos, servían para pagar los crecientes beneficios exigidos por los nuevos integrantes.
Atendiendo a tal esquema, la gran cantidad de lo que denominaremos intereses morales que exigían cubrir comportamientos cuando menos sorprendentes en términos democráticos tales como la Transición, o la imposición de la Restauración Monárquica, se obtenían a base de de la ingesta masiva de estupefacientes tales como la Constitución, alcanzándose la cota máxima de los mismos al tener que permitir los promotores del proyecto, el ascenso de la Izquierda a la Presidencia del Gobierno.

Desde semejante tesitura puedo atreverme a decir que aquellos que aún no hayan dimitido, ¡perdón! Quiero decir quienes no hayan dejado de leer, tan sólo pueden contarse como integrantes de dos únicas realidades, la integrada por quienes me honran por denostar todo lo que escribo, por considerarlo altamente pernicioso; y la otra, la de los que me honran aún más al considerar mis opiniones como dignas de ser tomadas en consideración.

Así, buscando algo que permita aglutinar ambas facciones, me esfuerzo en rebuscar algo que, sin constituir verdaderamente un tópico, bien pueda por otra parte ayudar a atisbar un vano por el que buscar la luz, un bien por otro lado tan necesario hoy por hoy.

En consecuencia, me retrotraigo hacia merindades más acuciadas en otros tiempos, que por otra parte a su vez parecen realmente lejanas, para trazar un rumbo no nuevo, sino en realidad casi olvidado, a partir de certezas que proceden de la gestión, que no de la manipulación, de pilares que ahora se vuelven más necesarios que nunca. A saber, la comprensión en su justo y merecido calibre de los usos y las consecuencias de entes tales como La Economía, la Sociedad, La Política y cómo no, La Religión.

Es suficiente un ligero vistazo, para poner de manifiesto el hecho según el cual, la transformación sufrida por la Economía, antaño medio, y hoy abierto fin, sistematiza la catarsis regresiva que en realidad ha experimentado nuestra Sociedad, que no hace por otro lado sino referir el grado de perversión extrema en el que nos hayamos inmersos.
La Política, bien último y por ende excelso. Uno de los grandes tributos que rinde el Hombre a la Razón, y por ende uno de los más zarandeados en este momento en el que los reyes se rebozan en la inmundicia, y los cerdos son propuestos para la gobernación de los reinos.
Todo ello como presagio del fin de una Sociedad que ha renunciado a sus privilegios en tanto que ha renunciado al orgullo de merecerlos en tanto que no es capaz de hacerse responsable de su propia gestión, de su propia supervivencia la cual permanece inexorablemente ligada a su capacidad para mantenerse erguida en este mar de miseria.
¿Qué nos queda? ¿La Religión? El último resquicio de quietud, simbolizada ahora más que nunca en la certeza que proporciona un dogma incuestionable, se resquebraja de manera increíble, obligando a los que la comparten a comulgar con ruedas de  molino haciendo suyos principios morales no hace tanto tiempo denostados en tanto que la observancia de los contrarios en la persona en este caso de Juan Pablo II así lo hacían necesario.

A propósito, tal día como hoy de 1633, la misma Iglesia Católica ordenaba la detención de Galileo.

Sin duda, y ahora más que nunca, en realidad…se mueve.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.



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