Enfrentados un día más con la terrible a la par que empecinada realidad, tratamos de
permanecer indemnes a la misma, sumidos en un cada vez más imposible juego de
equilibrios, en el que el contacto permanente con la verdad a la que cada
instante nos enfrenta, nos lleva a hacer bueno el dicho coránico según el cual
“imposible es andar cerca del demonio, sin que éste acabe por clavar sus garras
en la carne fresca del alma inocente. Aunque sólo sea porque dispone de la
paciencia que le otorga el saber que dispone de todo el tiempo del mundo.
Además, la mala conciencia del pecador siempre proporciona al demonio una nueva
oportunidad.”
De semejante guisa no ha de sorprender, que uno comience
ciertamente a cansarse, tanto de ser el
mensajero del miedo, como de hallarse permanentemente tan cerca del demonio. Máxime cuando en el caso que nos atañe, los
riesgos que sin duda se corren, no responden a ninguna esperanza de compensación
porque, dado el grado de la batalla en la que nos encontramos, sea cual sea su
resultado, en realidad no dejará, como en otros anteriores casos ha pasado, a
nadie indiferente.
A pesar de todo, uno de los pocos, por no decir el único de
los resarcimientos que nos proporcionan hoy por hoy, pasa irrefutablemente por
comprobar cómo las categóricas afirmaciones con las que venimos salpicando ya
desde hace casi cuatro años nuestro derredor, no sólo se cumplen, sino que lo
hacen en una secuencia y a un ritmo tan coherente, que verdaderamente nuestro
papel parece estar más cerca del de compositores orgullosos del éxito alcanzado
por su Sinfonía el día del estreno; que del de analistas comprobando las
repercusiones no ya del acierto de sus conclusiones, sino deprimidos por
asistir, una vez más, al repulsivo espectáculo que ofrecen nuestros dirigentes
toda vez que su absoluta falta de responsabilidad se muestra una vez más en el
desastre que supone el ver cómo el desastre prevenido se adueña de la realidad,
porque nuestros queridos dirigentes han preferido no tomar medidas que
redujeran o atenuaran el impacto de la realidad. Y todo ello a menudo porque el grado de
insatisfacción que lleva aparejada cualquiera de ésas previsiones es de tal
magnitud, que sencillamente resulta mucho menos deprimente ignorarlo.
Como prueba, la maravillosa Ley contra los Desahucios ha mostrado hoy
nuevamente su valía, cobrándose otro suicidio. ¡Y todo ello después de haber
sido ya modificada!
Y no se trata sólo de la Ley en materia de desahucios. Se
trata también de la Reforma Laboral.
De la
maravillosa Ley de Educación. De la amnistía fiscal. Y en
definitiva de todas las disposiciones gubernamentales que han de ser en
justicia atribuibles al gobierno del Partido Popular el cual, en menos de 20
meses, ha logrado superar con creces
cualquiera de las previsiones que a efectos hacíamos todos aquellos que
definitivamente no comulgamos al
respecto de los programas y protocolos de gobierno a partir de los cuales
argumentar la supuesta acción de gobierno.
Porque llegados a este extremo, tal vez no vendía de más
recordar tanto a extraños, como sin duda a propios, que con tal fin se le votó,
en resumen para que gobernara.
No para que diera la callada por respuesta huyendo
literalmente de los periodistas. No para que tuviéramos que esperar a ruedas de
prensa impuestas por los medios extranjeros en tierras extranjeras, para poder
enterarnos, sin duda después que ellos, de cual era en realidad el alcance de
nuestra miseria. Si bien en cualquier caso, el esperpento sublime que se
alcanzó con la rueda de prensa a través de la pantalla de plasma, sin duda
supera todo lo anterior.
En definitiva, resulta no ya bochornoso sino abiertamente
repugnante, el que la absoluta negligencia nos traiga a comprobar como un día
más, se nos expropia de la acción
parlamentaria mediante la enajenación en la que el Gobierno parece caer los
miércoles, cuando le toca Sesión de Control en la Cámara. Aunque como
en todos los casos logra superarse cuando logra enajenarnos una vez más uno de
los derechos democráticamente más sano de los que disponemos, me refiero al
Debate sobre el Estado de la Nación el cual, en su más reciente sesión, fue
pervertido al introducirse con calzador en
el mismo la obligatoriedad de presentar las conclusiones y medidas
recientemente aprobadas con motivo de las últimas aportaciones de Bruselas.
¡Aunque realmente deberíamos congratularnos! El del año pasado directamente nos
lo birló.
Pero revisadas una por una todas las causas hasta el momento
presentadas, no es menos cierta que la acción de todas ellas no habría de ser
tan preocupante, de no ser porque ya la imposibilidad de explicarlo todo por el
azar, o por la mera acumulación de circunstancias, nos lleva abiertamente a
procurarnos la posibilidad de que, realmente, obedezcan a la constatación de un
plan hábilmente trazado, y que no responde sino a la supuesta necesidad,
impulsada por algunos, según la cual se hace imprescindible la implantación de
un nuevo Sistema para lo cual, inexorablemente, hay que desmantelar el que a
día de hoy existe.
Así, y sólo así, puede adquirir un mínimo de sentido la
labor de destrucción a la que con tanto empeño se ha lanzado la caterva de
inútiles, descerebrados, incompetentes y, en una palabra, irresponsables, que sin
el menor lugar a dudas conforman a estas alturas, el equipo titular de ésta, la Derecha Cavernaria
Española.
Una Derecha que por española, responde sin el menor género
de dudas a toda una serie de apelativos la mayoría de los cuales resulta
impronunciable incluso para un impío como yo toda vez que, como he dicho al
comienzo, no resulta divertido ser el Abogado
del Diablo. Apelativos todos ellos que, además de calificar tanto al
estamento como a los miembros del mismo, sirven a su vez para diferenciarlos
respecto de esa otra Derecha no sé si más moderada, sin duda eso sí más
elegante que, una vez desarrollado el perfecto plan que llevan implementando
desde el fracaso de los acuerdos de Brian-Kellog’s,
ha terminado por encumbrarse total y absolutamente en todos y cada uno de
los puestos de responsabilidad que significan algo en el proyecto que, hoy por
hoy, significa Europa.
Aplicando un paralelismo no exento de alguna cabriola en
forma de licencia nada poética, habremos
de decir que el mismo principio se rige por la certeza de que en España un
gobierno de la Derecha pasa inexorablemente por una mayoría absoluta; podemos decir que en Europa los gobiernos de la
Derecha vienen igual de inexorablemente precedidos de algún estrepitoso fracaso protagonizado por un
antecesor de la
Izquierda. En la actualidad, el estrépito de una medida
política, está indefectiblemente ligado al impacto económico que la mencionada,
o sus correspondientes derivadas, pueda originar, o llegar a originar y…¿quién
tiene en realidad el control de los medios económicos?
De esta manera, podemos ir concluyendo que, la falsa desamortización en la que se ha
convertido la Crisis Económica , no es en realidad sino un medio
encaminado a debilitar, disminuir, atacar, y finalmente eliminar muchas si no
la mayoría de las concepciones que a efectos del Estado, y de la relación que
el individuo tiene para con el mismo, han logrado ser implantados por las
tendencias modernas que dirigen las pautas de concepción del mundo desde el
periodo de entreguerras.
En consecuencia, la fase de desafección hacia el gobierno, y
el absoluto desprecio que se desprende hacia todo lo que pueda representar
desde su posición, obedece en realidad a un plan perfectamente urdido, y las
pruebas demuestran que no menos bien ejecutado, en base al cual resulta
imprescindible alienar al individuo de su relación para con el Estado,
procediendo después a la sustitución de los valores que hasta el momento
guarecían tal relación, en un intento de que el individuo primero, y la masa después,
no sólo transija sino que apoye con fervor, la sustitución de unos parámetros
por los que hasta hace poco, había incluso ido a la guerra.
Y a modo de prueba
rápida de lo expuesto, una noticia con la que nos hemos cenado esta misma noche. “La corrupción se coloca en el
segundo puesto de los problemas que más
acucian a los españoles, desplazando a otros como la crisis económica, o la clase
política.”
Tanto la crisis económica, como la corrupción, y por
supuesto la propia clase política, son
realidades cuyo control depende exhaustivamente del gobierno, y sin embargo,
constituyen a todas luces la mayor fuente de problemas a la que el ciudadano ha
de hacer frente.
¿De verdad he de explicar mucho más el origen de mi
frustración?
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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