Acudo una vez más a la lectura atenta de la Realidad, para en este caso reponerme de las
elevadas dosis de satisfacción y esperanza que desgraciadamente, hoy por hoy,
tan solo la Literatura de Ciencia Ficción me proporciona.
Pero inevitablemente hemos de retornar a la dura
realidad, por duro que nos resulte.
Complejo es
sin duda el estado de una sociedad, si necesita apelar a los vínculos de la
responsabilidad, como tal vez últimos recursos de cara a mantener inalterables
los últimos vestigios de su más que deteriorada realidad.
Porque es a todas luces la realidad, sin necesitar
acudir a sus interpretaciones, en pos de evitar que algunos, los más puristas
eso sí, como por ejemplo esos alumnos o activistas
de Nuevas Generaciones del Partido Popular de Valencia, vean en la interpretación subsiguiente, un
vestigio por el que seguir inoculando su
veneno en forma de consignas unas veces, y de silencio otras.
Porque sí, llegados hoy, todo hay que reconocerlo,
pronto a este extremo; me sorprendo nuevamente habiendo de reconocer al PP la
virtud de ser capaz de llevar al extremo
(¿cómo no?), la que sin duda era medio propiciatorio del Relativismo, en
base al cual y a modo de lección magistral, no ya un Partido Político, sino un
individuo en particular, es capaz de defender una consigna, y la siguiente. Tan solo
hace falta para ello, como decía mi abuelo referido al vino darle su tiempo.
Al que necesite contexto al respecto, que busque el
vídeo de González Pons en el que en plena
campaña electoral de las últimas elecciones nacionales, llamaba abiertamente a
la más que evidente justificación de la
revuelta pública contra (…) dirigentes como Zapatero.
Triunfan los miserables. Tal hecho, como ocurre con
las epidemias, o con las grandes catástrofes, se comprueba siempre a posteriori. Se comprueba con las
listas de muertos, de desaparecidos. Con los balances de daños, o con el
recuento de pérdidas.
La Historia, tal y como ocurre con la mayoría de las
cosas importantes de la vida, se muestra ante nosotros llena de ejemplos de
cuya observación sin duda podríamos extraer cientos de enseñanzas las cuales,
correctamente ordenadas en base a los esquemas procedentes de la otra gran
virtud, la experiencia, sin duda podrían minorar las pérdidas.
Pero no, el Hombre, degenerado una vez más en
Individuo, prefiere ceder a la tensión de su mal entendido orgullo, y pagar la
tasa que supone el porqué, antes que
correr con los gastos, sin duda menos gravosos de un por si acaso.
Tan solo desde esa filosofía, podemos tratar, aunque
nada garantiza que lo logremos, de comprender la evolución de un proceso que no
es que deba su éxito al largo tiempo que lleva cimentándose; aunque
efectivamente tal apunte muestra una gran parte de verdad. Pero eso no debe
despistarnos ni por un instante del elemento fundamental que nos ha traído hoy
aquí. La miserable amnesia en la
que España parece hallarse inmersa, desde 1982.
¿Quién es más loco? ¿El loco, o aquél que está
dispuesto a seguirle?
Pero al menos la locura, sea ésta definitiva o
transitoria, constituye un factor atenuante a la hora de dictar sentencia o
juicio propiamente dicho contra alguien presuntamente culpable. En España, tal
justificación no solo no es aplicable, sino que tratar de hacerlo, lograría tan
solo pervertir aún más el delito.
Aplicados al caso de Europa, hace años que los
síntomas son evidentes. Marcada tendencia economicista agravada por un evidente
apunte liberal. Demolición ficticia de muros con el único propósito
de adelantar fusiones económicas. Desaparición forzada de estructuras morales
enteras destinadas a poder diferenciarnos del
otro sin el menor género de dudas; han constituido realidades que sin duda
alguna, son perfectamente identificables, como lo son tanbien sus consecuencias
más directas.
Pero si tales hechos son propensos de análisis, al
menos en el terreno europeo, lo son si cabe mediante atributos marcadamente más gruesos, si ceñimos el corsé al busto de España.
¡No se dice este
país! ¡Se dice España! Tamaña afirmación, atribuida al emérito y nunca suficientemente valorado ex presidente D. José Mª
AZNAR bien puede referir esencialmente lo que hoy y aquí tratamos de denunciar.
Algo que se simboliza, y que tal vez se sistematiza, en la conformación de un
modelo para nada nuevo, sino que tal y como vemos en el comportamiento de los cachorros del PP ya arriba mencionado,
pasa por la indefectible puesta en marcha de labores y acciones abiertamente encaminadas a recuperar logros
y ejercicios vinculados a otros tiempos, y puede que casi a otros mundos.
Una vez que las
viejas guardias son ya inútiles, el mensaje ha de buscar nuevos horizontes.
No puede tratarse de un mensaje nuevo, pues por definición perdería su esencia.
Así, en base a un proceso de
recombinación, como si de bases nitrogenadas
se tratase (no en vano hablamos de un asunto que parece hallarse implantado
en el código genético de algunos), el mensaje y sus correspondientes adaptaciones evolutivas, va calando, y
calando.
Se han cuidado mucho igualmente de depurarlo. Lastres
morales, como los otrora principios fundamentales asociados a máximas cercanas
al Nacional Catolicismo, y lindezas
por el estilo, han sido convenientemente reabsorbidas, dando por en contrario
lugar al nacimiento de nuevos monstruos.
Y es así como poco a poco, protegidos por una
excesiva transigencia, reforzada de nuevo en el trauma propiciatorio de la
intransigencia de la que ellos hicieron gala en su momento. Alimentados por la
miseria que todavía anida en el corazón de muchos, han ido poco a poco escalando
posiciones en un sistema que, a modo de organismo excesivamente convencido de
su inmunidad, ha sido víctima de la falsa
seguridad que proporcionan las vacunas caducadas.
Y es así como hoy hemos de almorzarnos con
declaraciones proferidas por lo más cavernario de una casta política que procede del semillero
que antaño representaban aquéllos que
madrugaban para pegar en campaña carteles de la por entonces Alianza Popular. A
propósito, hoy se ha certificado la llamada
a capítulo del que por entonces era ya Tesorero de los que hoy son éstos.
Declaraciones en definitiva, que proceden de una
larga lista proclive a la caterva cuyo
máximo logro político responde por similitud al que convierte a los bivalvos en
un manjar tan exquisito, el de ser capaces de aferrarse a las rocas, afrontar los temporales, y salvar las corrientes
pase lo que pasa, aunque para ello hayan de alimentarse muchas veces de
auténtica mierda.
Contaminación, toxina, detritos en general, que poco
a poco van haciendo el que parece es cumplir con su cometido. Cometido que en
el caso de un país parece ser el de preparar
el terreno y esperar la vuelta del libertador. Aquél que por otro lado a
modo de Mesías habrá de impartir
Justicia. Una Justicia que a título inexorable pasará por reconocer de entre
los gentiles como propios a los que
siempre le sirvieron, preparando para ellos, el gran banquete de los elegidos.
Y es aquí, o más bien ahora, cuando nos vemos en la
obligación de retomar el discurso del Tiempo. Un discurso que se escenifica en ese
largo proceso a través del cual la habilidad de unos, y otras veces la
indolencia de los más, nos ha traído a la que sin duda supone la reedición de
hechos que para España no son nuevos.
Sin embargo, la inapelable acción liberadora que el
Tiempo lleva implícita, ha eliminado cualquier vestigio, los humanos por
naturaleza, que de eliminar los materiales ya se encargaron ellos; que nos
permitiera identificar como tales, a título de previsión, tales
comportamientos.
Porque así, y solo así, podemos llegar a intentar
entender ciertos comportamientos, o en otros casos la ausencia de tales.
Las declaraciones de la Sra. Cifuentes.
Basagoiti enloqueciendo. El Partido Popular pidiendo la
adjudicación de jueces. Tesoreros que se descojonan.
O dietas mediterráneas que triunfan en Suiza a base de chorizo español, constituyen el acervo que tan solo a vuelapluma se me antoja aquí y ahora.
Sin embargo, acudiendo a Tolstoi, no es la existencia de cien malvados lo que hace vulgar a una
Sociedad, eso se logra tras el silencio manifiesto de miles.
Y es así que, llegado ya el final de mi exposición de
hoy, procedo a desentrañar la duda que arrastramos desde el encabezado.
¿Quiénes somos los miserables? Pues si efectivamente. Todos los que merecemos
ser juzgados por estos jueces, confesados por estos Curas, o dirigidos por
estos monaguillos.
No en vano, Cada
Pueblo hace honor del gobernante que se merece.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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