Larga se está haciendo, qué duda cabe. Ni tan siquiera la pausa invertida, en la que este año
parece haberse convertido la celebración
del Día Internacional del Trabajo, puede en realidad aportar nada no
destinado a alegrarnos, sino sencillamente a quitarnos algo de la desazón que
nos reconcome, que nos emponzoña.
Salvada ya la paradoja en la que hoy por hoy se convierte
tal celebración, y acunados por el conato de calma que supone el saber que hoy
las cifras de paro no se habrán
elevado, sencillamente porque la
Sra BÁÑEZ sin duda se habrá ido a disfrutar del sin duda
merecido descanso; es cuando nos disponemos no ya a presuponer aquello que
posiblemente habrá de conformar nuestra actualidad en el transcurso de los
próximos días, sino más bien que consideramos hoy más acertado, llevar a cabo
un pequeño lapso destinado a tomar nota de los todavía incipientes, pero ya
certeros, acontecimientos que conforman la nuestra realidad.
Es así que, indudablemente, habemos de iniciar nuestro
ingente paseo por las calendas enunciadas, celebrando obligada parada en la nueva manera no ya de hacer Política, sino
más bien de anticipar una Campaña Electoral, que ha inaugurado el Sr.
Presidente. “Las cosas verdaderamente no
están tan mal. Es en realidad que nosotros, al contrario que otros, no
acostumbramos a hacer previsiones echando las campanas al vuelo. Preferimos
frustrar a unos pocos, para que luego sea la realidad la que mejore nuestras
premisas.”
Por favor, léanlo otra vez, y luego sinceramente díganme si
no apetece dar un par de patadas en el sálvese la parte. Luego que un
poco de ibuprofeno que mejore la situación.
Grafismos a parte, y salvada la diligencia mental, hemos de
acudir con sosiego a la revisión de la prolífica muestra de opinión variada a la que esta semana
están dando tanto las declaraciones, como los silencios, del Sr. Presidente.
Así, acudiendo a la producción
propia que al respecto manifestamos, vemos que si antesdeayer era el escapismo, y ayer el parnasianismo, lo
que servía para descifrar el entramado que nuestro versado Presidente nos
regalaba; hoy, como suma de todo lo
anterior, nos vemos en la obligación de aglutinar en torno al fin del Realismo
del XIX, la totalidad de las señales de cuya conjugación, sin duda seremos
capaces de hallar respuestas a nuestras delicadas pero ya inconmensurables
preguntas.
Porque ya poca duda puede cabernos de que, como en aquél
preciso momento, la constatación expresa no ya de una crisis, sino de un Desastre, por particular más severo si cabe,
había hecho presa firme en las constataciones de los que en ese instante,
conformaban la realidad de este nuestro país.
Como en aquel momento, la Cultura y el Arte, y en especial
la Literatura; se convirtieron en fieles testigos a la par que justos
cronistas, de la realidad que conformaba un país que se desangraba preso de la
certeza de que valía más morir de píe,
que vivir de rodillas.
Buscando un poco de semántica
a partir de los protocolos
adquiridos, hemos hecho en este caso un ejercicio destinado a desandar el
camino, de manera que hemos preferido buscar en la Literatura, los vicios de
producción que en este caso, sirvan para revelar la influencia de la sin duda
manifiesta influencia que existe entre la producción artística, y el medio en
el que la misma resulta contextualizada.
Reconocemos así, como en el caso del siglo XIX, una vuelta a
los escapismos, como respuesta a la
incapacidad no solo para comprender la realidad, sino para cambiar el mundo. Y
es fruto de esta incapacidad, de la que surgen las dos vertientes que le son
propias al Hombre Despistado que
Emile ZOLA describiera tan maravillosamente. Un Hombre que hace de su
frustración no la fuente dialéctica de la que parten sus hazañas; sino la mera
frustración por la frustración, mala e inoperante consejera, en tanto que tal.
Fruto de la misma, la
renuncia del Hombre que tal consideración lleva inexorablemente aparejada,
se hace fuerte en la necesidad de reconocer la manifiesta incapacidad de cara a
restablecer el orden establecido. Una
vez perdidos los cánones, resulta imposible proceder con un retorno basado en
una mera ilusión de orden.
Solo nos queda pues, inventarnos una nueva realidad la cual,
lejos de reconocer la miseria que la alimenta, preferirá como es obvio, lavar
en las aguas de la amnesia, los trapos sucios de la sangre que secundó su
alumbramiento.
Y en el colmo del paroxismo, cuando no del despropósito, el
nuevo amago del parnasianismo.
Superada la contingencia que rodea a todo acto político, su
fuerza hay que buscarla inexorablemente en los fines que persigue, a saber la
mejora de la vida de los hombres; es la falsa ilusión de la necesidad con
tintes filosóficos la que aparenta apoderarse del ejercicio político.
El parnasianismo es el
Arte por el Arte. Su supervivencia hubiese supuesto la muerte inexorable
del Arte. La necesidad aplicada a pelo
sobre el acto político, sin duda supondrá la muerte de la Política, al
menos según los cánones que aún hoy definen tales aspectos.
Y plantado en mitad del escenario, como maestro de
ceremonias, o llegando tarde como el
conejo de Alicia, La Derecha Cavernaria.
Tradicionalista , reaccionaria. Taciturna y engreída,
representa por sí misma, la consagración de todos los males que algunos
llevamos cierto tiempo presagiando si bien, hemos aquí y ahora de confesar,
alejados de la mínima certeza de que tal grado de maldad, más cercano en este
caso a los de brujas y madrastras más
propias de los creadores escandinavos, pudiera
ser verdad.
Lleva la Derecha, como suele ocurrir con las malas
películas, anunciándose desde tiempo ignoto bajo la tranquilidad que
proporciona el cartel de próximamente en
sus pantallas.
Ya en 1996, los amagos de producción dieron lugar a una sin
duda mala película. Rodada con dinero
ajeno, y haciendo uso de material que no le era ni propio, el productor ejecutivo de aquel momento, logró
terminar la filmación vendiendo lo que por entonces comprendía la única fuente
de recursos de la productora.
Algunos años después, con el mismo guión entre las manos,
que a su vez es ya un remake de una vieja película
protagonizada por gellegos y alemanes; se presentan ante nosotros convencidos
no solo de que habremos de dejarles rodar, sino que también habremos de
abrirles nuestras puertas, darles nuestra comida, y de paso abrirles la cama.
Y si por el contrario osas plantarte, decir que hasta aquí
hemos llegado, que no juegas más, es cuando se ponen la venda, se hacen los
heridos, o peor aún te llaman nazi, y de
paso sueltan a los perros.
Y mientras, se colapsa el sistema, el cine se colapsa,
cierra; y como en los viejos tiempos hemos de ir más allá de los Pirineos a ver
películas, sin necesidad de que sean de dos rombos.
Cabe ya a estas alturas, tan solo una pregunta: ¿De verdad
hemos de creernos que esto es casualidad, o podemos por el contrario albergar
la esperanza de que aún siendo una canallada, alguien sabe lo que está
haciendo?
Insisto, la solución, Próximamente
en sus pantallas. (Si son de plasma mejor porque el protagonista se encuentra más relajado.)
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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