Convencido
como estoy, de que uno de los mayores triunfos, si no el mayor de todos de los
que podemos acomodar a la hora de hablar de nuestra época de crisis, pasa por descubrirnos la casi absoluta incapacidad
para poner nada nuevo bajo el sol, es
por lo que hoy, una vez más, me he refugiado en la Historia.
Anonadado me hallo, todavía hoy, de encontrarme frente a frente con mi Presidente del Gobierno. Compruebo que, para
satisfacción de una mayoría, si bien formada ya por bastantes menos de los que
comenzaron esta cruzada; no nos
encontramos aún ante el escenario dibujado por el genial KÚBRITCH, aquél en el
que una computadora, HALL 9000 decidía, atendiendo para ello a parámetros
estrictamente matemáticos, sobre la vida de los tripulantes de aquella hermosas
nave.
Definitivamente,
Mariano RAJOY es todavía más que un ente
de plasma.
Superado
con ello el grado de tremendo impacto que para muchos de nosotros supusieron
las muestras de Política Esperpéntica, única
posición desde la que podemos intuir vagamente los procederes del Gobierno en
los últimos tiempos, hemos de aceptar no obstante que si bien D. Ramón María
del Valle Inclán consiguió con sus figuras alegóricas, los esperpentos, posicionar algo de la Cultura española del XIX en los preceptos de movimientos europeos de
las Vanguardias, lo cierto es que nuestro ingente y seguramente nunca suficientemente bien valorado presidente, lo
único que logra colocar con cierto sosiego en Europa, en el caso que nos ocupa
en Berlín, es la lista de recortes institucionales, económicos y en última
medida sociales, que tendrá que llevar a cabo una vez que lo que parece haber
quedado claro es que no hay titi que se
enfrente a la Hërr
Director.
Emancipada
ya cualquier situación que pueda generar duda o desconcierto, fruto de la
redacción del presente, es cuando comenzamos a esbozar la línea cuya
consolidación de perfiles nos permitirán intuir el grado de la nueva realidad a
la que con aparente tranquilidad, y en absoluto silencio, nos dirigimos.
Superados
los reductos estéticos a los que el parnasianismo,
y su culto mitológico al propio concepto, parecían habernos reducido; es
por lo que siguiendo la senda casi natural que la Historia traza, hemos ahora
sin más dilación de buscar refugio en el Regeneracionismo.
Objeto
directo no ya de las políticas del XIX, sino más bien de la comprensión
manifiesta de los efectos que el fracaso de las mismas origina; el Regeneracionismo parte en este caso
también de una premisa muy sencilla, la que pasa por entender que el grado de fracaso al que nos han conducido
ciertas políticas es tan severo, que ya no cabe, al menos siguiendo los
actuales parangones, la conceptualización de un modelo mínimamente integrable que
nos permita a medio una vez anulado el corto plazo; superar las condiciones de
miseria a las que hemos sido indefectiblemente conducidos.
De la
lectura detenida de lo anterior, se puede extractar una tesis que en el caso
que se hace hoy actualidad, choca de plano con el rocambolesco escenario de
mejoras pintado desde el Congreso. Tesis que pasa por comprender de una vez que
mientras el Gobierno siga sin atender como se merece el riesgo mortal de
hemorragia que para España constituye hoy la lista de personas que no tienen
lugar para desarrollar una labor profesional; están en realidad alucinando.
Volviendo
al Regeneracionismo, y enmarcando
dentro del mismo los símiles con los que el actual Gobierno se retrata, bien
podríamos decir que los burdos aspavientos
tras los que el Sr. Presidente trata de ocultar la falacia de su miseria,
no sirven sino para interpretar que las absolutas y permanentes concesiones no
ya a la política de Bruselas, sino a las exigencias de Berlín, constituyen
definitivamente la asunción activa de su nefasta incapacidad, la cual se
manifiesta en la defensa a ultranza de que ahí
reside el último atisbo de solución para nuestros problemas.
Hasta
aquí hemos llegado, la hora larga de discurso con la que hoy ha destapado el
tarro de las esencias, sirve en realidad para constatar que como buenos gestores que son, sirven para
diagnosticar problemas, pero definitivamente son inoperantes para resolverlos.
Embarcados
como estamos ya en el franco aunque a la par somero análisis de conceptos propiciados
por otras épocas pasadas; y cediendo con ello al empuje que sin duda nos
proporciona la defensa ordenada de uno de los principales argumentos que nos ha
traído hasta aquí hoy, habremos de decir que uno de los elementos que más
fuertemente ha contribuido a la concepción de la Democracia, y con ello sin
duda a la correcta conceptualización del Estado y sus obligaciones es, sin
lugar a dudas, la generalización del trabajo, y su conceptualización como
trabajo.
Así, uno
de los elementos preceptivos, si no el de valor capital que nos lleva a poder
hablar de la superación definitiva del Antiguo
Régimen, se encuentra habilitado precisamente en el carácter social que la
disposición de un empleo tiene para todos los integrantes de un sistema social
moderno.
Entendido
desde la perspectiva que el sistema cerrado en el que se habían consolidado las
relaciones de dominio se mueven, tenemos que el esquema dialéctico se muestra
inútil en tanto que la distancia que separa a la minoría dominante, de la masa
aplastada es en realidad tan grande que hace del todo imposible el mero
surgimiento del menor punto de atracción a partir del cual cimentar un mero
conato de implantación. Será pues la labor equilibradota del empleo, la que
promueva el nacimiento, desarrollo y posterior puesta en valor de una original clase media, destinada final
aunque no por ello preceptivamente, a la conformación de un nuevo escenario a
partir del cual entender, y por qué no desarrollar, la incipiente lucha de clases que inevitablemente se
nos viene encima.
Y si
desde el punto de vista de los administrados, el efecto del empleo es tan
sobrecogedor, la verdad es que si lo analizamos desde la perspectiva de la
Administración, o desde el Gobierno si se prefiere, la verdad es que los
resultados son igualmente espectaculares.
Haciendo
un guiño a las estrafalarias motivaciones que justificaron las políticas de los
trienios liberales y conservadores, lo mismo da uno que otro; lo cierto
seguramente es que una de las cosas con las que la Historia está de acuerdo, es
con la de constatar que la función inexcusable que atalantó y justificó la inexorable existencia del Gobierno, fue
realmente la de administrar con el mayor rigor posible los recursos sociales al frente de cuya salvaguarda se le puso, en
tanto que fue al único al que se le concedió competencias objetivas para,
precisamente llevar a cabo un arbitraje justo de los ingresos que se le
otorgaron vía impositiva.
Por eso,
cuando nuestro Presidente dice hoy que definitivamente, las cosas empiezan a funcionar, a mí en realidad de lo que me
entran ganas es de echarme a temblar.
Y lo hago
porque definitivamente, y para algunos de manera clara y evidente, lo que ha
hecho hoy D, Mariano no es más que quitarse la careta.
Quitarse
la careta, y decirnos que ya definitivamente se lanza a dedicar el tiempo que
le queda, a desarrollar el que desde un primer momento fue el mandato
preceptivo de aquéllos que facilitaron sus sucesivos nombramientos, los cuales
han promovido el ascenso de un ser gris al
poder. Unos mandatos que no pasan sino por la destrucción definitiva del Estado
del Bienestar.
Margaret THATCHER llegó a decir que el Estado es el Problema. Espero
sinceramente que el alumno aventajado, no
saque Matrícula de Honor.
Luis
Jonás VEGAS VELASCO.
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