miércoles, 5 de junio de 2013

DE LA CERTEZA DE SABER QUE EN EL GOBIERNO DE ESPAÑA, EPICURO NO HABRÍA HECHO CARRERA.

Tomándonos ciertas licencias, amparadas no obstante en la acción creativa, y en la constatación manifiesta de que afortunadamente no contribuyen a una excesiva desnaturalización del hecho referido; lo cierto es que podemos atrevernos aquí y ahora, a constatar la naturaleza de la corriente filosófica del epicureismo a partir de las acciones encaminadas a comprobar que, la vida placentera y virtuosa no será aquélla vinculada a la satisfacción de las pasiones, sino que por el contrario la vida realmente virtuosa estará tan solo al alcance de quienes, en el ejercicio de la prudencia extrema, renuncien si quiera al conocimiento de los placeres, consumando su felicidad a la constatación en el tiempo de que el no conocimiento de los placeres, nos librará por siempre de la insatisfacción que emponzoñará para siempre nuestro corazón con tan solo una vez éstas no se vean resarcidas.

Es entonces que, comprobado no tanto la veracidad de la proposición expresada, como sí por otra parte su innata escrupulosidad en lo concerniente a formulación técnica; que procedemos así a poner de manifiesto que la salida en tromba del Gobierno a colación de las últimas cifras de desempleo, lo colocan, indudablemente al menos en materia de organización, como diametralmente emplazados respecto de las tesis de Epicuro.

Reviso con el cuidado que sin duda merecen, el continuo flujo de declaraciones que con el motivo aludido se han producido, en lo que va de semana. Desde esas insólitas declaraciones del Sr. Presidente la pasada semana, en las que se adelantaba misteriosamente a los datos oficiales, hasta las no menos sorprendentes declaraciones de la Sra. Báñez, se trasponen una tras otra, una legión de bienhechores, o quién sabe si de meros cuando no vulgares oportunistas, que corren como alma que lleva el diablo, en un impulso final que busca, sencillamente, poder apuntarse algún tanto, hecho que adquiere mayor trascendencia si cabe en un momento como el que estamos atravesando, en el que tan escasos son los momentos remotamente propensos a la tranquilidad, cuando no a la esperanza.

Pero poco dura la alegría en la casa del pobre.

Dejo aquí constancia expresa de lo poco, por no decir absolutamente nada, que me importa me carguen con el apelativo de Abogado del Diablo. Lo cierto es que resulta casi apetecible, por no decir de obligado cumplimiento, el que alguien se dedique, aunque lo haga claro está desde el prisma de la opinión, a poner de manifiesto, para pleno dominio, y conocimiento del Común, la larga y angosta lista de tropelías en las que se apoya la acción de gobierno de los nuestros, excelsos representantes.

Es así que para aquellos que sazonan sus críticas hacía mí, aduciendo el manido comentario de que disfruto haciendo leña del árbol caído, les diré que ciertamente considero menos problemático a todos los niveles semejante comportamiento expresado por el que no es sino el más tonto de la canasta, que el tener que comprobar día sí, día también cómo nos gobierna un poder basado en el sometimiento, cuando no abiertamente asentado en la ignominia política que subyace a la estafa electoral que se deriva de hacerte con una presidencia, a partir de la enumeración enfática y por ello si cabe más lamentable, de una difícilmente constatable lista de irresponsabilidades, y mentiras.

Surtidos así de la guisa necesaria para proceder con nuestra labor, constato una vez más la apabullante muestra de irresponsabilidad que subyace a las efusivas muestras de satisfacción que en público no han aminorado ni por un instante, algunos por no decir la mayoría de miembros del Gobierno, y aquí incluyo por supuesto al Sr. Presidente, cómo no a la ministra del ramo (ha logrado crear empleo en esta ocasión sin estar de vacaciones), y por extensión a los pregoneros, medios de comunicación en especial prensa escrita, que tan denodado esfuerzo llevan a cabo no tanto de comunicar, sino de hacernos comprensible el mensaje, que nos manda nuestro Gobierno.

Es así que me sonrojo de ira, cuando compruebo sus celebraciones, asociadas no  lo olvidemos a que poco menos de cien mil personas han abandonado las listas del INEM. Lanzan las campanas al vuelo, y me sorprendo recordando la vez aquella en la que enfurecido por las celebraciones cristianas, Al-Mansur se dio un paseo hasta Santiago de Compostela, se hizo bajar las campanas de la catedral a lomos de cristianos viejos, para luego fundir su bronce, y emplearlo sin recato alguno contra sus oponentes propios, y extraños.

Digo con esto que, por favor, estoy convencido de que la normalidad se instalará de nuevo pronto en la conciencia de los que ejercen funciones representativas, toda vez que entre los mencionados representantes se sitúan multitud de esos más de siete millones de parados reales que según la Encuesta de Población Activa acumula ya España, un importante porcentaje de los cuales no cobra ya subsidio alguno, lo que significa que son parados de larga duración, lo que en otros términos se traduce en que forman parte del denominado paro estructural, a saber no ya un problema cuyo carácter se enfatice de hoy para hoy, sino que más bien redunda por antonomasia en la que constituye la otra pata del banco del drama, a saber el paro juvenil.

Pero qué decir, de todo esto, cuando la única certeza de que al menos unos y otros parecen comprender la gravedad del asunto, pasa por constatar que, precisamente a la vista de las últimas encuestas, unos y otros se lanzan raudos a poner en práctica cuantos ardides se les ocurren volcados tan solo en mantener a flote el maltrecho barco del bipartidismo en España.

Los unos y los otros, el que más y el que menos, es a estas alturas totalmente consciente de que nada, absolutamente nada, volverá a ser igual. Nada ni nadie permanecerá intacto una vez todo esto haya pasado.
Así, no se tratará tanto de constatar que, efectivamente, quedará vida después de la crisis, se tratará más bien de saber el estado real en el que esa vida habrá de desarrollarse.

Y como prueba manifiesta del nuevo escenario en el que se desarrollarán las mencionadas maniobras, qué mejor que el amago de pacto con el que hoy mismo se han desmarcado Partido Popular y Partido Socialista.
Un pacto vacuo, carente de todo sentido y aplicación…salvo si se mira desde el punto de vista estrictamente político.

Superados los ardores que a algunos les suscitó la remota posibilidad del Gobierno de Concentración, y presas otros del pánico que les producía el poder ver cómo les arrancaban el juguetito de entre las manos, lo cierto es que la burbuja ficticia con la que hoy se han descolgado los dos principales partidos de nuestro país, no viene sino a constatar el grado de alienación en el que aparentemente viven, de cara a la comprensión real de nuestros verdaderos problema, hecho éste a mi entender imprescindible para acometer la mencionada reforma, de manera mínimamente satisfactoria.

Queda así demostrado que solo en España, o mejor dicho, solo en el ejercicio de la Política Española, es posible convertir en desastrosamente lamentable, una conducta que en cualquier otra situación o contexto podría incluso haber resultado brillante.
Pero cuando aquí la enmarcas dentro de un contexto en el que los hoy integrantes de la pareja de moda, se han pasado quince meses enfrascados en una reyerta cuyo máximo resultado ha sido la más absoluta de las pérdidas de tiempo, que se materializaban segundo tras segundo en la caída por inanición de empresas, empleados y autónomos, es cuando se empieza a vislumbrar el motivo contextual por el cual esta comedia no tiene, hoy por hoy, la menor gracia.

Y si para el caso del Gobierno, lo dicho es malo, ¿qué decir del sentido que esto adquiere si le dedicamos un vistazo a la Oposición?

De verdad, ¿tan mal estamos que resulta imprescindible ganar tiempo a cualquier precio, aunque sea rebasando una vez más los límites de frenada indicados por el fabricante de los neumáticos, exponiéndose con ello a un accidente quién sabe si definitivo.

Resulta gráfico, definitivo tal vez llegaría yo a decir, de la calidad de la Política Española, el hecho de que una única realidad, a saber conformada por el incipiente pacto, pueda en realidad satisfacer tanto a dos estructuras tan aparentemente distanciadas.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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