Acontecen en mi derredor situaciones
límite, de cuyo rigor, a la par que de cuye certeza me doy cuenta tan solo
al constatar que cada vez resulta más difícil expresar con un mínimo de rigor
aquello que en torno a las mismas acontece. Y no se trata tan solo de constatar
de manera más o menos evidente que día a día resulta cada vez más
imprescindible ampliar casi hasta el infinito en campo semántico desde el que aproximarnos a la funesta realidad,
sino que más bien la constatación se hace expresa a partir del momento en el
que comprobamos, por supuesto sin rubor alguno, la manera mediante la que poco
a poco asistimos a lo que bien podríamos denominar superación de la realidad.
Comprometidos firmemente y a la sazón una vez más con lo que
supone la enésima constatación práctica de la teoría de la superación ficticia, en resumidas cuentas aquélla que
viene a hacer bueno el dicho en base al cual la perspectiva, o más bien la
ausencia de ésta, constituye para muchos la única excusa a la hora no ya de
sobrevivir, sino de evitar pasarse a modo de defensa propia a lo que habría de constituir un acto en pro del nihilismo activo; lo cierto es que cada
uno a su nivel esto es, la infanta de España afirmando que no sabe por qué se
ha montado tanto revuelo con su caso; y el pueblo español consintiendo no ya
hoy el que tengan lugar estas declaraciones, sino el seguir tragando quina desde el año 2010: lo
cierto es que, sin necesidad de acudir a relevos astronómicos, no necesitamos
mirar a las estrellas para entender que efectivamente, la Justicia no es igual
para todos. De manera imperecedera cierto es que unos nacen con estrella y
otros, pues ya se sabe.
Y de la conjunción de
semejantes extremos, es que viene a conformarse en torno a las concesiones que
un día más hago a mis diatribas la constatación fascinante de que
verdaderamente, existen substancias que son, física e incluso químicamente
inabordables. Es así que, al igual que el agua y el aceite se revelan para
cualquier observador como realidades cuya fusión en un mismo tiempo y espacio,
viene a constituir tema para poco menos que una paradoja; no es menos cierto
que en otros campos en apariencia un tanto alejados, entre los que podemos
encontrar los propios de La Política, La Moral, e incluso La Justicia;
asistimos en silencio, y con creciente expectación a fenómenos igualmente
sometidos a los principios no de la constatación pragmática, sino de la más
rotunda de las paradojas.
Sin embargo y en este caso, el mundo de lo pragmático, al
que en definitiva se ciñen entre otras de manera inexorable los principios que
rigen las certezas y por ende sus constataciones; atribuye su supervivencia al
rigor que procede de tener mecanismos inviolables que convierten a la acción
empírica en único juez verdaderamente competente a la hora de estableces, si no
de abordar, los regímenes propios a la hora de considerar bajo qué parámetros
se han definido por ejemplos los parámetros de un experimento en el que,
siguiendo el ejemplo, el agua y el aceite hubieran resultado fielmente ligados,
sin que hubiera sido necesario para ello vencer a priori una gran resistencia.
De no ser así, sin duda que podríamos llegar a considerar
ciertamente la posibilidad de que, efectivamente, nos hubieran cambiado el
mundo en el que vivimos.
Pero si nos detenemos unos segundos, si abandonamos por un
instante la vorágine en la que nos encontramos instalados, comprobaremos sin
demasiados esfuerzos cómo a eso es, precisamente, a lo que una serie de grupos
interesados nos han traído.
Constituye una micela, la realidad física constituida
en torno a la imposición física mediante la cual creamos una gota de aceite, rodeada de un entorno de
agua. Lejos de una disertación al respecto, diremos a efectos ilustrativos que
la supervivencia del mencionado ente, depende inexorablemente del juego, para
nada accidental, de una serie de consideraciones entre las que destacan, por
ejemplo, la existencia de substancia que ponen en juego factores tales como la hidrofilia, y por supuesto la hidrofobia.
Huyendo por supuesto de cualquier forma de complicación
innecesaria, constataremos no obstante como la propia naturaleza ya arbitra, en
un ejercicio de predisposición inexorable, argumentos de cara no solo a la
supervivencia, sino al flagrante desarrollo, de realidades cuya mera
supervivencia, y por ende posterior desarrollo, resultaban poco menos que
impensables si nos ceñíamos estricta y escrupulosamente a las leyes marco.
Así y solo así, estableciendo por supuesto los puentes que
resulten necesarios a la hora de salvar las múltiples y evidentes diferencias
que existen entre los medios condicionados, que podremos establecer un
paralelismo real que nos sirva no ya
para entender el actual estado de las cosas, sino que más bien nos acerque un
poco a la perspectiva desde la que podamos responder a una de las cuestiones
base, la que pasa por entender cómo hemos llegado hasta aquí.
Al igual que lograr el entendimiento entre dos personas que
no comparten idioma o contexto, puede resultar un ejercicio aterrador; es así
que muy posiblemente plantear hoy estas mismas cuestiones pueda verdaderamente
constituir un ejercicio neta y absolutamente abocado al fracaso. Y la causa se
encuentra ceñida neta y estructuralmente a esa misma consideración, la que pasa
por constatar las inherentes, a la par que insalvables diferencias que existen
entre el contexto que conforma nuestra realidad, y el que era propio a las dos
décadas previas al estallido de la actual crisis.
Con el fin de facilitar la encomienda, acudiremos a un sencillo a la par que gráfico ejemplo.
Cuando hace algunos años tratábamos de consolidar el contexto dentro del que se
desarrollaban por ejemplo la vida de los hombres y mujeres que condicionaban la Edad Media , constituía
para todos un verdadero ejercicio de complicación el acudir al diseño de un
marco ético, moral o tan siquiera de conducta, dentro del cual ser capaces de
dar cabida, de manera comprensible, a la multitud de variables, en apariencia
aberrantes, que venían a conformar la en apariencia insufrible vida a la que
estaba condenado todo habitante de este periodo.
Así, de manera más o menos complaciente, pero a la sazón
siempre concesiva, terminábamos por elaborar una teoría más o menos
rimbombante, pero eso sí siempre muy rica en detalles, destinados a comprender
cómo, o cuando menos por qué, todos y cada uno de los paisanos que componían tal o cual realidad, no se rebelaban contra
todos y cada uno de los en principio
usos abiertamente manipulativas que componían la siempre dura relación de los vasallos, con el Señor Feudal.
Y sin embargo nosotros, los mismos que hace unos instantes
nos declaramos sin palabras a la hora de ratificar los abusos mediante los
que se disponían ante tal o cual cuestión señores y vasallos, permanecemos en
absoluto e inconsciente silencio a la hora de someter al más mínimo análisis
crítico una realidad cuyo presente nos acucia, y que nos permite constatar
cosas como aquéllas en base a las cuales el detrimento en logros sociales ha
alcanzado en los últimos cinco años, concentrados eso sí en los últimos dos, un
grado no solo insultante, sino peligroso al mostrarse como franca y
absolutamente competente de cara a dar al traste con rigores tan aparentemente
cimentados como pueden ser el Estado del
Bienestar, y por supuesto la clase
social que le era propia, a saber la clase media.
Es así que si ahondando en el debate de la santa paciencia que parecía albergarse en los corazones de todos
y cada uno de los habitantes de la Edad Media , y cuya máxima constatación se esgrime
en el escaso número de rebeliones que se dieron a pesar de lo flagrante de los
múltiples abusos que se dieron; no es menos cierto que hoy en día, a la vista
de los datos reales y de constatación que rodean nuestro mundo, y que conforman
nuestro tiempo, algunos, francamente, volvamos a hacernos la pregunta en pos
del cómo es posible que la gente no solo aguante, sino que ni se echa
definitivamente a la calle, ni vende sus destinos al primer populista que
subido a una caja de sardinas arenque vende soluciones a cuatro pesetas.
Es así que una vez más, un país con más de seis millones de
parados, con una tasa de desempleo juvenil que hoy ya supera el 60%. Un
país que en el último año, y no lo
olvidemos como resultado específico de la Reforma Laboral
del Gobierno que preside el sr. RAJOY ha destruido de manera flagrante más de
1.000.000 de puestos de trabajo. Un país que ha vuelto en términos de macroeconomía a cifras de los años 90, sea
en realidad, un país que no solo no puede contar con sus políticos, sino que
deliberadamente ha de defenderse de ellos.
Es así que, en un dramático juego, las palabras, en términos
conceptuales entiéndese siempre, se han visto definitivamente superadas. Los Mundos de Yupi en los que algunos se
empeñan todavía hoy en vivir, se ponen de manifiesto como esas auténticas micelas a las que líneas arriba hacía
mención. Micelas, mundos imaginarios o lo que es peor, empeños baldíos desde
los que promover un emporio de conjeturas la mayoría de las cuales están condenadas
al fracaso, condenándonos el resto a un largo cuasi eterno periodo de
ostracismo para cuya implantación resultará inevitable, como resultaba propio
en el resto de ejemplos esgrimidos hoy, poner en práctica una serie de
procedimientos más o menos rebuscados cuyo objetivo final sea el de volver
imbéciles, tanto en el sentido aristotélico, como en el psicológico del
concepto, a todos y cada uno de los sencillos habitantes de este presente la
mayoría de los cuales seguimos discutiendo si será o no posible juntar el
aceite con el agua.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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