miércoles, 29 de enero de 2014

CRÓNICA DE ESPAÑA, DE LA DISPLASIA DE ENRIQUE IV, A LAS CONDUCTAS EUNUCOIDES COMO REMEDIO GENERALIZADO.

Sumidos una vez más en el inapelable respeto que en principio ha de rodear todo ejercicio que desde una perspectiva seria pretenda cuando no dar respuesta, sí al menos abordar algunas de las cuestiones que, hoy por  hoy, se nos antojan más importantes; lo cierto es que ya parece del todo inabordable semejante práctica, sin acudir para ello al siempre seguro puerto en el que se convierte la Historia, en sus más diversas facetas.

Alcanzados estos momentos, en los que haber llegado al epílogo del día intacto, al menos en lo que concierne a los presupuestos morales con los que uno arrancó la jornada; lo cierto es que lo que se convierte no ya en una odisea, sino en un ejercicio de auténtico valor es el saber con absoluta certeza que los previos desde los que habrá que afrontar el nuevo día no serán, de ninguna manera, mucho más prometedores que aquéllos que ya la constatación de la verdad que hoy se escapa ha terminado por elevar al rango de certezas.

Desde semejante tesitura, y toda vez que gracias entre otros quehaceres al triunfo de las una tras otras desalentadoras Reformas Educativas las cuales han terminado por fraguar de todas, todas una generación famélica e inoperante que practica su estulticia a base de no ser capaz ni de expresar una protesta de forma no ya semánticamente válida, sino gramaticalmente coherente; lo cierto es que una de las cosas que ampara el permanente ejercicio de miseria al que se ha lanzado este Gobierno no es sino la certeza de que en contra de lo que le pasó a su antecesor en términos de conducta, a saber Enrique IV de Castilla; a Rajoy, al menos en principio, nadie le va a escribir una “Danza de la Dulce Muerte”, como a aquél si se lo hiciera Hernando DEL PULGAR.

Porque si definitivamente narrar la Historia de la España Moderna, la que va de “Cena con Varones de Castilla” de Hernán DE LAS TORRES, a “El Asedio” de PÉREZ-REVERTE entiéndase bien; requiere de cierta sorna torera, lo cierto es que en ausencia de tragicómicos de postín, lo cierto es que yo me atrevería a decir que el nunca suficientemente valorado D. Enrique JARDIEL PONCELA, con su insigne obra “¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes?”, bien podría servirnos, humildemente por supuesto, de parapeto discrecional.

Dicho lo cual, habremos de asentir sin malicia alguna, faltaría más, cuando una vez más hemos de constatar cómo en España hacemos las cosas sencillamente a nuestra manera.
Así, mientras en cualquier país civilizado, acepten por favor como tales aquéllos en los que unos no han provocado una guerra para llevarse por delante a otros, aunque en la mala medida hayan terminado por llevarse por delante a su propio hermano; en definitiva lo cierto es que en ésos, en  los civilizados, primero se crean partidos políticos, y luego se generan las fuentes de manipulación destinadas no tanto a atraer adeptos, como sí más bien a ensalzar las bonanzas propias. Pero aquí, en España, es al revés. Primero gestamos toda una red de palmeros, abraza-farolas y estómagos agradecidos (muchos de los cuales aspiran a tener La Razón), y luego nos vemos obligados a generar la estructura política necesaria para dar cabida a tamaño amasijo, por no decir engendro, a la vista de que ya ni los espacios más profundos de los sótanos olvidados existentes en estructuras previas, resultan suficientemente adecuados como para mantener aislada a la Bestia.

Se supera entonces el que ya denominamos “Asunto Frankenstein”. De “El Caso Hyde” ni hablamos. Y todo porque una serie de inauditos, de insensatos, en una palabra de irreverentes, han decidido rescatar los planes a los que a la vista de sus inefables resultados, incluso SHELLEY y el propio SCOTTH ya renunciaron en su momento. Y lo que es peor, reconociendo una vez más en su conducta el peor de los males de cuantos pueden atenazar al Hombre. Aquél que pasa por la osadía de pensar que hoy somos mejores de lo que fuimos ayer.

Así, cuando la ignorancia no solo deja de ser una excusa, sino que francamente la vemos convertirse en el definitivo de los agravios; lo cierto es que detrás de los paupérrimos movimientos estratégicos que algunos comienzan a desarrollar, y de cuyas últimas consecuencias aún no somos elevados conocedores, lo cierto es que bien podría ocultarse, como en el caso de la bestia creada con pedazos de carne procedente de cadáveres, un espectro de la muerte el cual, ahora sí, bien pueda arrastras tras de su  miseria a muchos de cuantos una vez integraron una vetusta estructura que, empeñada en la prestidigitación, embelesada en el ilusionismo, se empeñó en acaudillar bajo un mismo pendón, banderas cuya disparidad hacía imposible la mera reconciliación.

Es desde semejante perspectiva, desde la que muy a nuestro penar hemos de exponer de una vez, públicamente, la que supone conciencia real en base a la cual como digo algunos estamos convencidos de lo imposible de que ciertos protocolos, ya sean de paz, o de ausencia de guerra, lleguen a  prosperar.
Así, cuando no solo ya las declaraciones de ciertos líderes del Partido Popular están no ya cerca de la neurosis, sino que lisa y llanamente nos abocan a la eneuresis; lo cierto es que nos vemos obligados a rescatar, solo que elevados al rango de certezas, discursos que en su momento constituían poco menos que el vertido, más o menos obsceno, de meras opiniones entre las que se encontraban aquéllas en base a las cuales la supervivencia política de ciertas líneas de acción, así como de las personas que las representaban; dependían inexorablemente de la no superación del estado de conflicto que la preeminencia de la banda terrorista ETA suponía.

Desde tales consideraciones, y una vez que los quehaceres de unos y de otros no solo no han contribuido a restar un ápice de validez a las mencionadas conclusiones, sino que más bien al contrario las cargan de razón; lo cierto es que casi nos vemos obligados a saludar con atención la llegada de ese nuevo partido que representa no ya un giro, sino abiertamente un verdadero derrape, dentro del cual por fin podrán sentirse no ya identificados, más bien ungidos, aquéllos que volverían a superar con actos lo que hoy suponen tan solo declaraciones.

Mas en cualquier caso, los efectos colaterales que están generándose a partir de la descomposición de todos cadáveres tanto políticos como conceptuales que dejó atrás la política del Sr. AZNAR; muchos de los cuales vienen ahora a cobrarse su precio, precio que se paga de las más diversas maneras, como puede ser devorándose a uno mismo a la vista por ejemplo de las medidas que el Partido Popular de Génova ha de tomar contra su corolario, el Partido Popular de El País Vasco; nos lleva de nuevo a plantearnos o, ¡qué demonios!, a afirmar tajantemente que esto no es sino la consecuencia “lógica” de unos tiempos en los que acuerdos como LIZARRA, o acceso de desvergüenza como el de asumir la política antiterrorista como un instrumento más de cara a la acción destinada a conquistar Moncloa, pasaba por cualquier sitio, incluyendo por ejemplo por entregar la Política Antiterrorista como rehén a asociaciones tales como la AVT, siempre en pos de mantener contento a Dios y al Diablo.

Y ya se sabe, a menudo el Demonio no es sino Dios con el traje de los domingos.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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