Me retrotraigo nuevamente ante la realidad, en este caso no ad
infinitum, sino más bien y tan solo hasta finales de los noventa;
concretamente a los tiempos que conciernen al correr de las calendas que
compusieron con su fluir los estertores de la ya pasada centuria. En aquel
preciso momento, en el que el libre discernir nos abocaba a juicios no por ello
más certeros, sino evidentemente más arrogantes toda vez que las circunstancias
económicas eran otras, sin duda más boyantes en tanto que no tanto el país,
como sí el Partido del por entonces D. José María AZNAR tenía realmente dinero
(acababa de acaudillar el expolio de España), sí, efectivamente, en España ya
no se fumaba en pipa ya que Tabacalera era ahora de un grupo
de señores, y para llamar por teléfono ya no tenías que esperar a que Encarna
de Noche tuviese a bien conectar la clavija, en tanto que también ésta
había sido vendida. Desde tal instante ahora las presuntas Encarnas se encuentran
a cientos de kilómetros, y dado el desfase contextual evidente, resulta del
todo imposible que comprendan el presente desarrollo y el chiste resulta
imposible, cuando no del todo hasta de mal gusto. Sin embargo, lo que algunos
sí que entendimos ya en aquel momento, lo cual no quita para que traten no ya
de explicárnoslo de nuevo, sino más bien
para ver si de una vez lo comprendemos; pasa inexorablemente por hacer viable
la insisto, al menos para mí complicada concepción vinculada al hecho de que
todos aquellos metros de cable tendidos con los impuestos pagados por todos los
españoles, y todos aquellos centenares cuando no sin duda miles de postes
colocados por, y con el esfuerzo de muchos de ésos mismos españoles, acabaron
finalmente por tener que ser nuevamente
pagados por esos mismos españoles.
¡Ah! ¡Cuán gran gestión fue la que se hizo allá por el 96!
Acude así presta a mi memoria, la constatación para nada
efímera del grado de certeza que con el tiempo ha alcanzado un artículo que por
aquél entonces ya publiqué. De cuando el Giro se convierte en Derrape, se
titulaba el mismo. Y en medio de titubeos y consideraciones varias, las que por
entonces conformaban mi ya clara disposición ideológica, lo cierto es que en el
mencionado se llevaban a cabo una serie de disposiciones ideológicas, a la par
que conceptuales, la mayoría de las cuales, para desgracia propia, y por ende
de todos, se han ido cumpliendo todas, una por una, siguiendo un esquema casi
pormenorizado.
Y la causa es evidente. Acude a nosotros conforme a un
esquema cristalino, que diría nada menos que DESCARTES. La causa pasa por
entender que los principios que en la actualidad alimentan al espíritu
netamente reaccionario que inexorablemente se halla ligado a la Derecha, no
solo son los mismos, sino que más bien se han visto incrementados por la acción
conjunta que ejerce el paso del tiempo, conjugado con la posesión de poder.
Así, cuando el mismo que hoy se reúne de nuevo con la
realidad, con parecido poco talento a como lo hacía por aquél 1999, constatando
solo que sigue siendo el más tonto de la canasta; lo único que realmente
se pregunta no es tanto el por qué del elevado grado de cumplimiento de
aquellas por entonces presunciones, Lo que verdaderamente colapsa sus sentidos,
y por ende colabora en quitarle horas de sueño día tras día, es el ser
consciente en ésa misma proporción de que, con toda seguridad, algo grave hay
que no nos cuentan.
Una vez comprobado que el tiempo no solo no pasa, sino que
más bien transita, a lo que subyace la incuestionable cita con la
responsabilidad a la que cada uno de nosotros ha de acudir siempre en consabida
proporción no con la virtud, sino en
base a la garantía de los hechos perpetrados, lo cierto es que desde la
perspectiva que siempre proporciona el distanciamiento propugnado en este caso
por ese mismo paso del tiempo; creo sinceramente poder afirmar el elevado grado
de acierto sufragado por muchas de las por aquel entonces predicciones, hoy
lamentables certezas que por entonces se hicieron.
Y por encima de todas, una, de la que hoy confieso más
satisfecho me siento. La que pasa por constatar de manera expresa que en
España, no solo no es que la Derecha no gane, se trata más bien de que la
Izquierda pierde. Pero es que en realidad la Derecha no sabe ganar.
Y no sabe ganar sencillamente porque ella en tanto que estructural,
así como sus militantes en tanto que individuos ideológicamente
legitimados, faltaría más, necesitan un periodo de tiempo destinado no
tanto a adaptarse a la nueva situación, tal y como por otro lado sería lícito.
En España la realidad es que cuando los de derechas ganan, necesitan un
tiempo para creerlo.
Un tiempo que discurre de manera paralela, y que se
cuantifica de forma parecida, por no decir idéntica, al que necesitamos los
integrantes de la Izquierda, a la hora de diseñar no tanto esquemas, como sí
respuestas a la consabida pregunta de ¿por qué hemos vuelto a perder?
Retrotrayéndonos nuevamente, y de nuevo no demasiado en el
tiempo, podemos traer a colación la maravillosa cita de SCHILLER: “¿Qué es
la mayoría, la mayoría es a menudo poco más que la expresión de un absurdo que
pasa por negar la comprensión inequívoca de que la inteligencia ha sido siempre
patrimonio de unos pocos.”
Enlazando de manera para nada efímera, y sin duda me atrevo
a decir que dependiendo de la misma, podemos pues entonces ubicar a SCHILLER
dentro del espectro de pensamiento que llevó a ARISTÓTELES a afirmar, dentro de
sus maravillosas aportaciones a la Teoría Social en general, y a la
correcta composición de las ciudades en particular, hablamos pues del Libro IV
de La Política: “...que así como es bien sabido que la actitud
verdaderamente virtuosa del individuo pasa por elegir no lo que es bueno para
sí, sino lo que beneficia al común; lo cierto es que no podemos esperar ni que
todos sean virtuosos, ni, por supuesto, que todos los que lo sean se encuentren
en lícita consideración para ser escuchados. Es por ello que resulta
imprescindible la confección de un orden (…) y así como será correcta la POLIS
cuyas murallas puedan ser dominadas en su absoluta totalidad por un individuo
postrado en el edificio más alto de la misma, será así una POLIS correctamente
gobernada cuando contenga entre sus elegidos a los más virtuosos de la misma.”
Ahora entiendo pues, las más que correctas, sabias palabras
de Soraya SÁENZ DE SANTAMARÍA: “Los españoles nos han dotado de una amplia
mayoría absoluta para que gobernemos en pos de restablecer el orden dentro del
caos que otros nos dejaron.”
¡Cómo no, la consabida herencia
Y es así como, retomando el que venía a suponer el hilo
argumental desde el que hemos
trazado nuestras disquisiciones de hoy, que venimos nuevamente a consolidar,
casi de manera inconsciente en este caso, no ya solo la certeza tantas y tantas
veces consolidada en base a la cual las mayorías absolutas son las
dictaduras de las democracias, a lo que ya añado “con más intensidad si cabe cuando las ostenta la Derecha Cavernaria.”
Una Derecha que evoluciona, sí, pero que lo hace de manera
similar a como lo hacen las manadas de lobos una vez han comprobado que la
ausencia de comida en los territorios que constituyen sus comederos naturales,
los obliga inexorablemente a abandonar sus dominios, descendiendo con ello
hasta parajes en los que corre el peligro de encontrarse con el Hombre. Es
entonces, al albor de tales y novedosas expectativas, que el grupo pasa de tal
a manada, y de ahí a caterva. Con todas las consecuencias que semejante hecho
puede sin duda llevar aparejados.
No me resisto a citar a SÓFOCLES, no tanto para dejar
constancia de mi falta de originalidad, como sí más bien para darme el serio
gustazo de dejar muestra palmaria a todos aquéllos que sienten la tentación de
pensar que efectivamente están haciendo algo nuevo, en realidad tal sensación no
procede sino de otra nueva e ilusoria muestra de su ingenuidad.
“Y ahora, sin comer ni beber, ese hombre está sentado
inmóvil entre las reses muertas por su espada. Es evidente que algo maligno
maquina.”
Ayanté; SÓFOCLES.
Hacer algo nuevo, ser capaz de poner algo nuevo bajo el
sol, requiere de unas consideraciones éticas y morales que no es que no sean
propias, es que les son totalmente inalcanzables.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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