miércoles, 19 de febrero de 2014

DE LA CONSTATACIÓN DE QUE HOY SER DE CENTRO ES LO RADICAL

Porque en un tiempo como el que nos ha tocado vivir, el no posicionarse es, sencillamente, hacerlo de una manera si cabe no solo más adusta, sino incluso y para qué negarlo, bastante vulgar.

Constituye hoy por hoy la ambigüedad que pese a quien pese siempre subyace a las posiciones centristas, en realidad no solo una posición incómoda, sino que abiertamente, encierra toda una declaración de intenciones invocada en este caso desde la paradoja de lo que podríamos considerar manifiesto apoyo a los gritos del silencio.
Vivimos, qué duda cabe, tiempos destinados a conformar una época histórica. La gran concentración de acontecimientos a la que asistimos nos arrastra, tal y como siempre ha ocurrido en la Historia, solo que en este caso de manera exponencial, a concitar en torno de nosotros la burda concepción según la cual nuestro aquí y nuestro ahora son, en realidad, el mejor momento, y por supuesto el mejor momento posible.
Mas en este caso, las circunstancias concurrentes vienen a conformar un escenario en el que ni todas las paradojas, ni por supuesto todos los silogismos, pueden ni por un instante alejarnos de lo que en realidad no debería de dejar de conformar nuestro único acto a saber, poner en marcha los protocolos destinados a lograr la consolidación de un escenario a partir del cual, y por supuesto en el menor tiempo posible, seamos capaces de salir de la tremenda situación en la que la abierta acción de unos, y la manifiesta inoperancia de nosotros, nos han conducido.

Sin embargo, y llegados a este punto en el que sin duda la mayoría, por no decir todos estamos de acuerdo, de no ser así tendríamos sin lugar a dudas un problema; hemos de conciliar sin ningún tipo de resquemor las certezas en base a las cuales, ni todas las maneras de salir de la crisis son igual de prácticas, ni por supuesto, en todas ellas Principios y Valores éticos y morales salen igual de bien parados es más, según algunas de las consideraciones presentadas, ni tan siquiera se reserva un mínimo espacio para tales consideraciones. Sencillamente son consideradas como vulgares subproductos, propensos por ello a la generación de distracciones, cuando no abiertamente de males mayores en sí mismos.

Es por ello que, en vista del claro escenario que comienza a ponerse de manifiesto para todo aquél que tenga el tiempo y las ganas de dedicarle un instante, lo cierto es que precisamente ahora más que nunca, resulta no ya necesario, sino abiertamente imprescindible, el posicionamiento.

Llegan tiempos modernos. En consecuencia la gran crisis, a la sazón la verdadera crisis, está por llegar. No se trata de la crisis mutante, de la que por otro lado tanto hablan algunos, tampoco por supuesto de una especie de reedición de la crisis del 2007. Se trata lisa y llanamente de la consolidación del espectáculo circense en torno del cual se comienza a consolidar la nueva moral. Una moral destinada a convertir en dudoso lo patente, y en verdad lo que antaño constituyó sin el menor género de dudas, mera y palpable falacia.
Y es sin duda desde tales consideraciones, desde donde poco a poco se van consolidando no solo las nuevas realidades, sino con mucho las interpretaciones que de las mismas se hace. Es en definitiva donde se logra hacer ver lo blanco negro, o donde incluso se llegan a anunciar constataciones prácticas de un supuesto logro de la cuadratura del círculo.

Y es así que una vez creado semejante escenario, porque que nadie dude ni por un instante de que todo lo que está ocurriendo, así como lo que está por venir, forman parte en realidad de un plan perfectamente concebido incluso en lo atinente a sus más ínfimos detalles; que los contendientes comienzan a desplegar sus piezas no para seguir jugando, sino más bien para comenzar su verdadera partida. Una partida en la que el objetivo no pasa, en contra de lo que pueda parecer por conquistar el lateral del oponente. Una partida que ni siquiera pasa por hacer Dama. Una  realidad cuyo verdadero objetivo pasa, de manera indefectible, por la toma, aunque sea por las armas; y posterior defensa del centro.

Pero que nadie se llame a engaño, pues no se trata de la consolidación de un proyecto mínimamente serio. No se trata siquiera de un ejercicio activo esto es de algo necesario quiero decir, de algo que tenga en sí mismo el motivo de su existencia. Se trata única y sinceramente de la toma no por las armas, sino más bien mediante el despliegue de técnicas de asedio, de un destino consolidado no en pos de consolidar una nueva teoría. En realidad el objetivo se suscita en pos de renunciar, de manera práctica y evidente, al menos de cara a la galería, de cuantos Principios y Parámetros sean necesarios a la hora de insuflar en la persona, visto ya como un mero elector, la certeza de que Izquierdas y Derecha no solo ya no son buenas ni malas sino que, sencillamente ya no son ni necesarias.

En un nuevo territorio político, el así definido, en el que nada de lo perteneciente a la Vieja Escuela parece tener no solo ni sitio, sino por supuesto el más mínimo valor, lo cierto es que lo único que parece quedar claro es que tras el aparente ejercicio de renuncia, se esconde un plan tan retorcido, tan abrumador y tan impensable, que solo desde la acumulación de las mayores aberraciones políticas podemos comenzar a intuir su verdadero alcance. Un plan que pasa no ya por la destitución de presidentes, como ha pasado ya en Grecia, y se va a repetir hoy en Italia. Un plan que pasa no ya por la virtual eliminación de la Actividad Parlamentaria, hecho éste por otra parte que ya acontece en España, donde no lo olvidemos el Parlamento ha concatenado hasta 72 días sin celebrar sesiones. Un plan que pasa por inducir en cada uno de nosotros, en nuestras mentes, la certeza inescrutable de que la Actividad Política, al menos tal y como algunos la conocíamos, carece de total y absoluto sentido.

Una estrategia que conduce no ya a la Anarquía, sino manifiestamente hacia la Acracia, dentro de un proceso jalonado entre otros de quehaceres destinados a desprender de todo acto de dignidad no tanto a los políticos, como sí a la acción política en sí misma; con el firme propósito de desnaturalizar todo cuanto no pueden desnaturalizar.
Una estrategia que pasa por convertir la posibilidad de que en España se vuelva a hacer Política con mayúsculas, en el origen de todos los males, quién sabe si por que con ello se pondría de manifiesto, por ejemplo, la absoluta ausencia que en la primera línea de la Política Española tenemos hoy no ya de eruditos, nos bastaría con tener buenos oradores.

Pero una estrategia que se constata, de manera evidente a la par que definitiva, en el uso casi amenazador del término confección de un Parlamento “a la griega”, como manifestación evidente no del miedo, abiertamente del pánico que subyace en muchos de nuestros compromisario cada vez que se van a la cama pensando que tal vez mañana, se vean obligados a hacer verdadera Política, a la hora de demostrar tal o cual concepto habiendo para ello de emplear no ya conceptos, sino simples procedimientos con los que no están para nada familiarizados simplemente porque no son buenos políticos.

Es entonces cuando la Hidra saca todas sus cabezas. Es entonces cuando ataca con su absoluto a la par que virulento poder. Pero en este caso se trata de una especie de Hidra inversa toda vez que si a la clásica del cuello cercenado le resurgían dos cabezas; a ésta lo único que le preocupa es mantener intactas las dos cabezas que hoy por hoy mantiene, las cuales no son sino síntoma de la absoluta decadencia en la que se ha instalado la Política en España. Decadencia que se pone de relevancia en el miedo que existe tan siquiera a la hora de plantear propuestas serias de cara a superar el bipartidismo.

La respuesta es, una vez más, manifiesta y sinceramente clara. Si volvemos a dejar que hagan lo que quieran, seremos otra vez cómplices, volviéndonos proclives a aceptar la acusación de complicidad que como una espada de Damocles pende sobre el cuello de todos y cada uno de nosotros.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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