Porque en un tiempo como el que nos ha tocado vivir, el no
posicionarse es, sencillamente, hacerlo de una manera si cabe no solo más
adusta, sino incluso y para qué negarlo, bastante vulgar.
Constituye hoy por hoy la ambigüedad que pese a quien pese
siempre subyace a las posiciones centristas, en realidad no solo una posición
incómoda, sino que abiertamente, encierra toda una declaración de intenciones
invocada en este caso desde la paradoja de lo que podríamos considerar
manifiesto apoyo a los gritos del silencio.
Vivimos, qué duda cabe, tiempos destinados a conformar una
época histórica. La gran concentración de acontecimientos a la que
asistimos nos arrastra, tal y como siempre ha ocurrido en la Historia, solo que
en este caso de manera exponencial, a concitar en torno de nosotros la burda
concepción según la cual nuestro aquí y nuestro ahora son, en realidad, el
mejor momento, y por supuesto el mejor momento posible.
Mas en este caso, las circunstancias concurrentes vienen a
conformar un escenario en el que ni todas las paradojas, ni por supuesto todos
los silogismos, pueden ni por un instante alejarnos de lo que en realidad no
debería de dejar de conformar nuestro único acto a saber, poner en marcha los
protocolos destinados a lograr la consolidación de un escenario a partir del
cual, y por supuesto en el menor tiempo posible, seamos capaces de salir de la
tremenda situación en la que la abierta acción de unos, y la manifiesta
inoperancia de nosotros, nos han conducido.
Sin embargo, y llegados a este punto en el que sin duda la
mayoría, por no decir todos estamos de acuerdo, de no ser así tendríamos sin
lugar a dudas un problema; hemos de conciliar sin ningún tipo de resquemor las
certezas en base a las cuales, ni todas las maneras de salir de la crisis son
igual de prácticas, ni por supuesto, en todas ellas Principios y Valores éticos
y morales salen igual de bien parados es más, según algunas de las
consideraciones presentadas, ni tan siquiera se reserva un mínimo espacio para
tales consideraciones. Sencillamente son consideradas como vulgares subproductos,
propensos por ello a la generación de distracciones, cuando no abiertamente
de males mayores en sí mismos.
Es por ello que, en vista del claro escenario que comienza a
ponerse de manifiesto para todo aquél que tenga el tiempo y las ganas de
dedicarle un instante, lo cierto es que precisamente ahora más que nunca,
resulta no ya necesario, sino abiertamente imprescindible, el posicionamiento.
Llegan tiempos modernos. En consecuencia la gran
crisis, a la sazón la verdadera crisis, está por llegar. No se trata de la crisis
mutante, de la que por otro lado tanto hablan algunos, tampoco por supuesto
de una especie de reedición de la crisis del 2007. Se trata lisa y
llanamente de la consolidación del espectáculo circense en torno del cual se
comienza a consolidar la nueva moral. Una moral destinada a convertir en
dudoso lo patente, y en verdad lo que antaño constituyó sin el menor género de
dudas, mera y palpable falacia.
Y es sin duda desde tales consideraciones, desde donde poco
a poco se van consolidando no solo las nuevas realidades, sino con mucho las
interpretaciones que de las mismas se hace. Es en definitiva donde se logra
hacer ver lo blanco negro, o donde incluso se llegan a anunciar constataciones
prácticas de un supuesto logro de la cuadratura del círculo.
Y es así que una vez creado semejante escenario, porque que
nadie dude ni por un instante de que todo lo que está ocurriendo, así como lo
que está por venir, forman parte en realidad de un plan perfectamente concebido
incluso en lo atinente a sus más ínfimos detalles; que los contendientes
comienzan a desplegar sus piezas no para seguir jugando, sino más bien
para comenzar su verdadera partida. Una partida en la que el objetivo no pasa,
en contra de lo que pueda parecer por conquistar el lateral del oponente. Una
partida que ni siquiera pasa por hacer Dama. Una realidad cuyo verdadero objetivo pasa, de
manera indefectible, por la toma, aunque sea por las armas; y posterior defensa
del centro.
Pero que nadie se llame a engaño, pues no se trata de la
consolidación de un proyecto mínimamente serio. No se trata siquiera de un ejercicio
activo esto es de algo necesario quiero decir, de algo que tenga en sí mismo el
motivo de su existencia. Se trata única y sinceramente de la toma no por
las armas, sino más bien mediante el despliegue de técnicas de asedio, de
un destino consolidado no en pos de consolidar una nueva teoría. En realidad el
objetivo se suscita en pos de renunciar, de manera práctica y evidente, al
menos de cara a la galería, de cuantos Principios y Parámetros sean necesarios
a la hora de insuflar en la persona, visto ya como un mero elector, la certeza
de que Izquierdas y Derecha no solo ya no son buenas ni malas sino que,
sencillamente ya no son ni necesarias.
En un nuevo territorio político, el así definido, en el que
nada de lo perteneciente a la
Vieja Escuela parece tener no solo ni sitio,
sino por supuesto el más mínimo valor, lo cierto es que lo único que parece
quedar claro es que tras el aparente ejercicio de renuncia, se esconde un plan
tan retorcido, tan abrumador y tan impensable, que solo desde la acumulación de
las mayores aberraciones políticas podemos comenzar a intuir su verdadero
alcance. Un plan que pasa no ya por la destitución de presidentes, como ha
pasado ya en Grecia, y se va a repetir hoy en Italia. Un plan que pasa no ya
por la virtual eliminación de la Actividad Parlamentaria ,
hecho éste por otra parte que ya acontece en España, donde no lo olvidemos
el Parlamento ha concatenado hasta 72 días sin celebrar sesiones. Un
plan que pasa por inducir en cada uno de nosotros, en nuestras mentes, la
certeza inescrutable de que la Actividad Política , al menos tal y
como algunos la conocíamos, carece de total y absoluto sentido.
Una estrategia que conduce no ya a la Anarquía, sino
manifiestamente hacia la Acracia, dentro de un proceso jalonado entre otros de
quehaceres destinados a desprender de todo acto de dignidad no tanto a los
políticos, como sí a la acción política en sí misma; con el firme propósito de
desnaturalizar todo cuanto no pueden desnaturalizar.
Una estrategia que pasa por convertir la posibilidad de que
en España se vuelva a hacer Política con mayúsculas, en el origen de todos los
males, quién sabe si por que con ello se pondría de manifiesto, por ejemplo, la
absoluta ausencia que en la primera línea de la Política Española
tenemos hoy no ya de eruditos, nos bastaría con tener buenos oradores.
Pero una estrategia que se constata, de manera evidente a la
par que definitiva, en el uso casi amenazador del término confección de un
Parlamento “a la griega”, como manifestación evidente no del miedo,
abiertamente del pánico que subyace en muchos de nuestros compromisario cada
vez que se van a la cama pensando que tal vez mañana, se vean obligados a hacer
verdadera Política, a la hora de demostrar tal o cual concepto habiendo para
ello de emplear no ya conceptos, sino simples procedimientos con los que no
están para nada familiarizados simplemente porque no son buenos políticos.
Es entonces cuando la Hidra saca todas sus cabezas.
Es entonces cuando ataca con su absoluto a la par que virulento poder. Pero en
este caso se trata de una especie de Hidra inversa toda vez que si a la clásica
del cuello cercenado le resurgían dos cabezas; a ésta lo único que le
preocupa es mantener intactas las dos cabezas que hoy por hoy mantiene, las
cuales no son sino síntoma de la absoluta decadencia en la que se ha instalado
la Política en España. Decadencia que se pone de relevancia en el miedo que
existe tan siquiera a la hora de plantear propuestas serias de cara a superar
el bipartidismo.
La respuesta es, una vez más, manifiesta y sinceramente
clara. Si volvemos a dejar que hagan lo que quieran, seremos otra vez
cómplices, volviéndonos proclives a aceptar la acusación de complicidad que
como una espada de Damocles pende sobre el cuello de todos y cada uno de
nosotros.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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