Cierto es, y no seré yo quien lo ponga en duda, que
efectivamente la rueda supuso uno de
los mayores avances de cuantos en mucho tiempo se mostró capaz el Ser Humano de
llevar a cabo.
Máximo exponente durante siglos de cuanto supone el mayor
avance en materia de tecnología, la
rueda monopolizó de manera flamante los
espacios en virtud de los cuales se consideraban las potencialidades humanas en
éste, y en otros ámbitos.
Sin embargo, ocurre en éste, como desgraciadamente en otros
campos, que la incapacidad para proceder con la debida perspectiva, priva al
protagonista, en este caso al Hombre, del debido y sin duda merecido triunfo,
en tanto que la Humanidad, en última
instancia la verdadera beneficiaria del avance, parece quedar postergada, toda
vez que los posicionamientos desde los que se llevan a cabo las aproximaciones
a los verdaderos logros tanto presentes como futuros que promete el invento,
precipitan una vez más la vorágine habitual, fruto de la cual el caos pasa a
adueñarse de la situación, robándonos con ello no ya solo el momento de gloria,
sino que además pervierte la esencia del mismo.
Es así como que, de parecida manera, el análisis que a día
de hoy podemos hacer, ya sea de la actualidad en general, como de hechos
específicos y por ende concretos, parecen hallarse igualmente impregnados, me
atrevo a decir que a nivel estructural, de una falta de perspectiva que, en este caso, no es ya que se confabule
en contra de la correcta interpretación de los datos que de una u otra manera
resulten preceptivos; sino que más bien esa carencia ha dejado de ser algo
anecdótico, para pasar a ser algo subrepticio, un ingrediente sin el cual la receta de la realidad no es ya que no
esté completa, es que sencillamente no sería digerible.
Nos sumergimos así en la
marea hacia la que hoy por hoy tiende todo lo que tiene viso de certeza, y
nos encontramos con el caso específico que nos proporcionan, por ejemplo, los
datos de la última Encuesta de Población Activa. Poniendo por
anticipado sobre la mesa nuestra satisfacción por lo que a priori supone un
aparente adelanto en lo concerniente a la salida
de la crisis, lo cierto es que una vez hemos superado el éxtasis hacia el
que las interpretaciones promovidas por determinados medios afines al Gobierno,
inexorablemente nos conducen, una vez que somos capaces de poner en marcha el medio analítico en pos no tanto de la verdad, que mucho menos de la razón, lo cierto es que tal y como
suele pasar siempre con estas cosas, al
hábito no suela hacer al monje.
Lejos de proferir a continuación retahíla alguna en relación
a los datos vertidos por esa, o por cualquiera otra fuente estadística; lo que
viene a despertar el interés de este humilde opinador no son tanto los datos, como sí más bien el efecto que los
mismos causa, o incluso los que supuestamente
han de ser causados, entre todos los que sufrimos o más bien padecemos, sus
temibles efectos.
Es así que, esta misma mañana, en una interesante
conversación, soy testigo directo del procedo por el cual alguien se empeña en
convencerme de que “tal y como están las
cosas, amigo Jonás, se trata de trabajar, sea al precio que sea. ¡Incluso
aunque te cueste dinero! ¡Se trata de estar en la rueda, cuando ésta gira!
Me sumerjo entonces yo en esa terrible fuente de réplicas, a
la cual más furibunda, a la que mi cabeza tiende cuando me veo abocado a
experiencias como la descrita, y es entonces cuando incluso para mi sorpresa,
es el silencio más respetuoso el que por mi parte pasa a ocupar el espacio que habitualmente hubiera pasado
a estar suplido por una réplica no ya cortante, sino casi lasciva.
Mas el hecho de que aprecie mucho la amistad de aquél que
vertió semejante argumento, no supone obviamente óbice ni soslayo para que yo,
en silencio y para conmigo mismo, lleve
a cabo cuantas revisiones y matizaciones sean necesarias en pos no ya de
comprender lo expresado, como sí más bien de ponerlo en su justo lugar, tratando así no sé si de comprenderlo, cuando sí
sencillamente de valorarlo en su justa medida.
Es entonces cuando una vez llevadas a cabo las debidas
pesquisas subjetivas y objetivas en relación al calibre del argumento, llego a
la conclusión de que bien podríamos hallarnos ante la más sublime muestra de
esa nueva corriente de pensamiento dictada en pos de tratar de dar no ya
respuestas, cuando sí cabida a las enormes preguntas, que la actual situación
nos plantea. Estoy hablando del Vamostirandismo.
Es el vamostirandismo,
el resultado de las prácticas, más que de los estudios, llevados a cabo a
nivel mundial durante un largo periodo de tiempo; a saber en algunos sitios más
de siete años; y en virtud de los cuales se pretende llegar, de manera lo más
científica posible, a conclusiones en pos de cómo afecta en realidad la crisis
a las personas.
Como todo conocimiento que se precie, el vamostirandismo cuenta con una semántica, una ontología e
incluso con una semiótica, propias. Sin embargo, lo que más destaca, lo que más
caracteriza a la nueva Filosofía de
Vida que se esconde tras el vamostirandismo, es sin duda su moral la cual, en
este caso de manera igualmente original, termina por gestar un ética (cuando
en realidad lo habitual es que el sentido temporal sea el inverso.)
Viene conformada la
moral del Vamostirandismo, por innumerables muestras de amor patrio, cuando menos las
imprescindibles para lograr que un padre de familia que ha perdido ya todo
derecho a cualquier tipo de prestación porque por ejemplo lleve más de tres
años en paro, sea capaz de contestar “vamos tirando” cuando alguien le
consigna al respecto de su estado.
Semejante conducta, preñada de conducta ética cuando se
refiere desde lo más profundo del ser, a saber, desde el lugar donde descansan
las convicciones; adquiere no obstante un viso más bien moral cuando semejante
afirmación ha de llevarse a cabo desde la perspectiva de tratar de convencer a
los que escuchan, sea por las cuestiones que sean, atentamente la conversación.
Despejadas de la ecuación moral que se nos plantea,
cualquier consideración al respecto de encontrar una variable lógica, objetiva,
al respecto; es a partir de entonces cuando hemos de buscar en otros afluentes la corriente de la que parte
el ingrediente que viene a confeccionar el estado que justifica el estado
mostrado por nuestro interlocutor.
Es así, una vez analizadas con tiempo las circunstancias
incidentes, cuando comprendemos que las mismas han de estar motivadas por
cuestiones cuyo rango de prevalencia viene aportado por un componente
subjetivo, a la par que fuertemente pasional, que parece dotar a los
mencionados de una fuerza, por otro lado desconocida hasta ahora, capaz de
salvar aparentemente sin esfuerzos, toda la batería de contra argumentos que la
realidad, ceñuda y contumaz, parece dispuesta a poner en pos de reventar los fastos que por otro lado
algunos llevan años, a saber poco más de dos, que muchos desean ya montar.
Es así que para hacer frente a la dosis de verdad que la realidad se empeña en poner ante nosotros, y
que se muestra en forma de hechos tales como los procedentes de entender que en
España hay hoy una tasa de paro juvenil cercana al 50%, que la tasa general
ronda el 29%, y que la cifra real de parados ronda los siete millones de
personas; es cuando definitivamente te ves obligado a asumir que muy
probablemente sean otros los baluartes que convierten en inexpugnables los
fortines en los que se cobijan las nuevas estructuras alienantes.
Lejos de ceder a la tentación de hacer de la realidad
alienante la fuente de todos los males, no es menos cierto que no vamos a
contenernos a la hora de fijar nuestra atención en el que se muestra como el
gran elemento diferenciador.
El ente válido para dotar de coherencia a este gran
entramado que hemos comenzado a intuir, es decir, la ideología, se materializa de forma paradójica ante nosotros
esgrimiendo de manera casi pornográfica excesos propios de aquél que se ve no
ya fuerte, sino más bien carente de cualquier sensación de miedo.
Esta nueva situación, identificada por otro lado netamente
con la que circunda nuestra realidad, da paso a un nuevo estado de las cosas
fruto del cual la realidad que le es propia adolece de una nueva indolencia,
proclive en todo caso a ser identificada con una nueva versión de la alienación. Una
versión que decimos nueva, no original, toda vez que se trata de un nuevo dialecto esto es, sus semejanzas con el
origen son fácilmente perceptibles, sin que ello le permita no obstante
alcanzar un grado de normalización suficiente como para independizarse de
manera total.
Así, la alienación se muestra en una nueva extensión, en
tanto que al contrario de lo que venía ocurriendo con su matriz, no afecta tanto a la masa, al proletariado si se desea; como sí y más bien, se muestra entre
las clases dirigentes, generando con ello una suerte de desgracia que pasa
primero por una desmitificación de los gobernantes, la cual acaba por ende
degenerando en la constatación de una manifiesta impunidad de éstos, que se
muestra tanto en su incapacidad para gobernar, y que se acrecienta al ser por
otro lado el Pueblo incapaz de exigirles responsabilidades.
Surge así el gobernante
tapón esto es, una forma de gobernante que, consciente de su incompetencia,
borra de su derredor toda muestra de competencia, convencido de que así sus
carencias serán menos evidentes.
En definitiva, que mirándolo bien, sorprende el que podamos
seguir diciendo aquello de…¡Vamos tirando!
LUIS JONAS VEGAS VELASCO.
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