Me despierto sobrecogido, ante los sin duda malos presagios
desde los que se ha arbitrado el proceso de entronización
del que a estas alturas es ya Felipe VI…Y no me estoy refiriendo al
disgusto que ayer nos dio Chile.
Tal y como suele ocurrir en estos casos, el despertar del
sueño, de la ficción, vienen a ser tan terrible, como sin duda sobrecogedor. La
intensidad del trenzado desde el que se ha llevado a cabo la elaboración de
esta alfombra mágica con la que sin
duda podemos comparar el proceso que ha venido a consolidar no tanto una forma de gobierno, como sí más bien una manera de sobrevivir a la propia Idea de España,
ha acabado dando lugar a una realidad por
sí misma tan compleja, que lejos de suponer respuesta por sí misma, ha
terminado dando lugar a su propio catálogo de preguntas.
Y por otro lado, como componente, que no como instrumento
específico de la aberración, el tiempo.
El tiempo catalizador. El tiempo ladrón. El tiempo
anestesista…En definitiva el tiempo como quién sabe si última advocación de un
proceso, el destinado a consolidar la propia España , que se muestra pernicioso para
consigo mismo, dando paso a aberraciones tales como las que se observan cuando
su mero transcurrir parece servir para consolidar la trascendencia de algunos
de los episodios a los que, al menos en apariencia, debería de acotar.
El tiempo catalizador. O al menos estabilizador, encaminado
no obstante a hacer más digeribles
píldoras como las que se hacen patentes cuando escuchas hasta el final, si no
te la cortan, la fórmula desde la que su padre, el ya abdicado, y a pesar
de todo parece que sigue siendo Rey; juró la Constitución. (…) y mostrarme fiel
a las consideraciones del Movimiento Nacional.
El tiempo ladrón. Ladrón de muchas verdades, a la paz que
creador activo o en pasiva de muchas medias verdades. Algunas de las cuales han
llevado a muchos de los integrantes de la generación
que no pudo votar la Constitución, a creer con mayor o menor firmeza que,
efectivamente, Libertad, España y Democracia son un compendio a todas luces
Incomprensible si no le atribuimos un papel primordial al Monarca saliente.
Y por último, aunque no por ello menos importante, el tiempo
como anestesista. Un anestesista que en este caso muestra su indudable
profesionalidad en la medida en que dirige sus artes no contra la generación ni-ni; sino que más bien lo
hace contra esa otra generación que entrado 1975 ya sabía bien lo que se hacía. Una generación que tal vez por ello,
necesita verdaderamente de ayudas
externas, toda vez que el fervor
patrio bien puede resultar insuficiente a la hora de hacer digerible algunas de las píldoras que insisto, muchos
hubieron de tragarse a la hora de
hacer comprensible el juramento de lealtad al Movimiento, con los ardides que
sin duda hubieron de desarrollarse de cara a hacer primero creíble, y luego
soportable, la idea de una España nuevamente regida no tanto por un Caudillo,
como sí por un Monarca.
Recupero en el centenario a Julián Marías, para traer a
colación una de sus grandes génesis a la
hora no de entender, cuando si de presagiar a España. Y acudo pues a
aquélla que afirma que una Nación tan grande, es difícil o casi imposible de
comprender, por ello ha de bastar con intuirla.
Aplicando tal desarrollo, podemos fácilmente amachambrar el
pensamiento por el cual España, y por ende los españolitos, somos un país que, en el colmo de la complejidad,
hemos de acudir a los esquemas como forma de comprensión.
Es así España un país de símbolos y…¿Qué mejor símbolo que
un Rey?
Para cualquiera que me discuta lo de los símbolos, vaya por
delante la constatación de una certeza. ¿A alguien se le puede ocurrir mayor
apuesta por el simbolismo que aquélla que pasa por la consolidación de una
Monarquía Parlamentaria? Si lo miramos con detenimiento, parece el resultado de
una broma macabra. ¿Qué cara se le quedó al BORBÓN cuando, una vez asumidos
tanto el sacrificio como las responsabilidades sin duda a éste coaligadas, le
dicen que de ejercer a lo Fernando VII..nada de nada?
La frase que mejor resume tal consideración nos suena, en su
versión directa, a todos: “El Rey reina,
pero no gobierna.”
Sinceramente, me resulta casi comprensible que, en mitad de
un arrebato propio de tal consideración, bien pudiera pasar por su regia cabeza alguna idea propia de un absolutista.
Pero lejos de seguir elucubrando, me resulta más apetecible,
y a la sazón más constructivo, traer a colación la constatación del hecho que
sinceramente, más me ha cabreado. El
que pasa por asumir de manera incuestionable la cadena de acontecimientos que
vienen a decir que sin Monarca, el actual estado
de las cosas, vendría a ser poco menos que imposible de entender.
Tal es el grado de enajenación al que hay que acudir para
configurar de manera exitosa los aspectos que den lugar al espacio ansiado para
ello; que lejos de confrontar las tesis manifestadas, acabamos más bien no solo
por asumirlas, sino que incluso las reforzamos.
Así España, lejos de ser un país simbólicamente Monárquico,
acaba por convertirse en algo sencillamente Juancarlista.
Así, y solo así, el tupido entramado que en los últimos días
unos y otros se han empeñado en consolidar, en pos de urgir unas realidades, y
con serios esfuerzos para tapar otras; se complica hasta límites poco menos que
insospechados al dotar al Rey que abandona de unos poderes cuasi mágicos, en base a los cuales, condiciones imponderables
tales como el logro de una Transición, o incluso la constatación del que ha
sido sin duda uno de los periodos de
ausencia de guerra más largos de cuantos ha logrado España, pasan a
constituirse como parte del legado no de la propia España , como
sí más bien del Monarca, en tanto que
tal.
De esta manera, tendemos a consolidar el que a todas luces
es un peligroso escenario toda vez que por una parte monopoliza en una sola
persona todas las atribuciones de aquello que en los últimos años ha
caracterizado el acervo que nos permite sentirnos orgullosos de ser españoles, a la vez que pone al país
en la a todas luces difícil posición de asumir que todo, tanto lo bueno como lo
malo, ha dependido del albedrío de una sola persona.
Venenosa es entonces la manzana que en forma de Corona Heredada recibe Felipe VI.
¿Habremos pues de empezar a contar hoy hacia atrás, en vez
de hacia delante?
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario