jueves, 5 de junio de 2014

DEL SANEDRÍN, A BLADE RUNNER, PASANDO POR LOS BABYSAURIOS.

Resulta de gran interés, tanto a nivel ético, como por supuesto moral, aprovechar las escasas ocasiones que la vida te da para vivir acontecimientos de los denominados históricos, y comprobar así el porqué de tal caracterización.
Inmersos como estamos en un devenir en el que tumultuoso es sin duda uno de los escasos apelativos capaces no tanto de describir con precisión el ambiente, cuando sí más bien de aproximarnos al mismo de la manera menos chocante; lo cierto es que una vez que la excusa del permanente transitar ha quedado desasistida, algunos habíamos pecado de ingenuos una vez más, al cubrir con alfombras de esperanza el camino que ante nosotros escenificaba la que se nos antojaba como más que evidente nueva Transición.

Y ha tenido que ser entonces, de una manera grotesca, cuando las palabras pronunciadas por la Srta. TALEGÓN han venido no ya a adquirir plena vigencia, sino más bien a ilustrar el proceso mediante el cual, podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos que, efectivamente, no solo nos están usurpando el derecho a un referéndum, nos están escamoteando el derecho a celebrar nuestro encuentro con la Historia.

A través de mensajes impresos con la tinta más rancia de cuantas les es posible atesorar, este nuevo Sanedrín, erigido a partir no ya de sabios y doctos, sino más bien de cantamañanas (aunque solo sea porque madrugan para participar en tertulias de incontable pelaje), se desgañitan a su manera, es decir siempre mediante el desarrollo de una impronta formal incuestionable, buscando quién sabe si el apoyo del viejo lema sofista: “No tiene ni idea de lo que dice, pero ¡hay que ver cómo habla¡
Y es así que, a través de tan miserable proceder y trastienda, que estos nuevos Sacerdotes, carentes de la ni tan siquiera capacidad de amedrentar que promovía el docto Caifás; se apropian la por si adulante capacidad de dictar, como aquél, lo que está bien, y lo que no, acudiendo de nuevo al supuesto Texto de la Ley.
“Que nadie pueda reprocharos mala conducta por no obedecer con diligencia los preceptos de las leyes terrenales” Así se manifiesta Jesús según Marcos en su Evangelio. ¿Cabe así pues pensar que el deber del Hombre pasa por actuar también de manera coherente para con los momentos que le son contemporáneos?

En el caso de acceder de manera afirmativa a tamaña consideración, extraeremos sin demasiada confusión la inexorable necesidad de actuar para con los asuntos terrenales que en cada caso sean propios de cada tiempo.
Desde semejante tesitura, parece pues inaudito no ya que los nuevos fariseos se apropien de la verdad, sino que aquello que resulta si cabe más incomprensible pasa por que, verdaderamente piensen que el resurgir de argumentaciones fosilizadas, y a la sazón lacónicas, hayan de resultar efectivas a la hora de reforzar un discurso obsoleto, por manido.

En esencia, y por no aburrir, podemos decir que en este caso la Prueba de las Aguas Amargas ha resultado negativa. La Razón, disolución demasiado cáustica.
Una vez circunscrito el rango de acción a partir del cual las actuaciones del Nuevo Sanedrín resultan del todo estériles, nos vemos en la imperiosa necesidad de analizar siquiera someramente los procederes y logros a los que El Pueblo ha tenido acceso una vez la polvareda levantada por la revolución de acontecimientos, se ha disipado.

Desde la convicción de saber que Democracia ha de ser mucho más que un concepto, lo que a la sazón se traduce en asumir que su uso no la desgasta, como por el contrario parece deducirse del uso y costumbre que gastan los que se empeñan en consolidar la tesis de que ahora no es el momento; es por lo que de manera directamente proporcional crece la certeza según la cual no solo ahora es el momento, sino que mañana bien pudiera ser tarde.
Inmersos como estamos en la vorágine brutal propia de un momento histórico, pocos son los que se manifiestan activamente contra esta nueva muestra de política basada en los hechos consumados desde la que nos están pilotando un proceso que, si de verdad estuviera tan “atado y bien atado”, no tendría tan desquiciado a unos, y a otros.
La cuestión es, no obstante, bastante simple: Si todo está tan claro al respecto de conductas y procesos para con la Sucesión, ¿A qué se debe el que, por ejemplo, haya que reunir de urgencia al Consejo de Ministros para redactar la Ley que regule ése mismo proceso.

No se trata obviamente de perdernos en melindres. Se trata más bien, de dejar claro que precisamente hay multitud de cosas que no están claras y, como todos sabemos, el demonio descansa en los detalles.

Es así que, una vez comprobamos la presencia de tales demonios no tanto en algunas de las personas que ejercen, o en el peor de los casos aspiran a ejercer, el poder terrenal; que tales ansias convergen en pos del sometimiento a la falacia de cuestiones que otrora resultasen cuando no estructurales, sí al menos incontestables.
“El PSOE es republicano en su esencia, si bien el pacto del 78 me lleva a abogar firmemente por el mantenimiento del Sistema que nos dimos en la Transición.”
Esta declaración, proferida que no inferida, por D, Alfredo PÉREZ RUBALCABA, no como en otras ocasiones a título personal, sino en pleno dominio de su consideración como Sec. Gral, del PSOE (eso sí, saliente), ilustran sobradamente no ya el hastío y la abulia desde la que se puede inferir sin ánimo ni sonrojo el estado en el que se encuentra no ya la voluntad popular, como sí incluso aquélla que habría de ser determinante en este momento, en tanto que venir integrada por las denominadas fuerzas vivas, esto es, las que de manera ordenada, y perfectamente identificada, quedan conformadas en tanto que militantes, dentro de las líneas hermenéuticas que a priori habrían de consolidarse como las responsables de desarrollar en forma de políticas activas, los conceptos que hasta este momento forman parte tan solo de teorías que hasta ayer no hacían sino engrosar dietarios y viejos libros de Historia, muchos de los cuales eran considerados y por ende tratados como propios de locos revolucionarios.

Pero señores, el momento ha llegado. Lejos de manifestar aquí ninguna voluntad destinada a inflamar los ánimos mediante soflamas, lo cierto es que entre llamar a la revolución, y promover la apatía, existe sin lugar a dudas un término medio. La virtud, elemento catecúmeno destinado sin duda a transitar por ese camino, nos lleva de manera franca e inexorable a poner sobre la mesa la cuestión inigualable en base a la cual tan solo una exigencia puede hacérseles a los que se identifican como agentes activos en esta ocasión histórica. Han de ser personas valientes, dispuestas a asumir los riesgos, y convencidas a todos los niveles de hallarse en una disposición ética lo suficientemente arraigada como para poder pedir al resto de actuantes una responsabilidad que bien pueda resumirse en el poder exigir al resto de integrantes cuando menos la puesta en práctica de un debate encaminado en contra de lo que algunos dicen no tanto a empezar la casa por el tejado, como sí más bien a enfrentar a todo el mundo con la nueva realidad, una realidad que pasa por el hecho de que muchos, cada vez más, somos los que pensamos que no podemos seguir siendo convidados de piedra en una obra de teatro cuyo guión se escribió en una época en la que más del 65% de nosotros teníamos nuestras facultades limitadas a poco más que respirar y comer.

Por todo ello, y convencidos de que el Sanedrín seguirá erre que erre con su arenga basada en poco más que la farfulla; no es menos cierto que igualmente reprochable habrá de ser la acción, o por ser más preciso la ausencia de acción de aquéllos que, teniendo esto claro, hagan del silencio su impronta.

No podemos pues y a la sazón en definitiva, permitir que la ilusión que prometen estos sin duda tiempos de crisis, se vea salpicada por las pavesas procedentes (no como en 1931 de la quema de Madrid), cuando sí más bien de la por otro lado potencial amenaza que construye el discurso de los que de verdad se creen capacitados para hurtarnos, una vez más, nuestro derecho.

Que la resignación no suponga el alimento de la frustración.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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