miércoles, 14 de enero de 2015

UNA SOCIEDAD QUE ACCEDE A PERDER LIBERTAD A CAMBIO DE GANAR EN SEGURIDAD, NO ES DIGNA NI DE LO UNO, NI DE LO OTRO.

                                               A. Lincoln

La frase, atribuida al decimosexto Presidente del Gobierno de los Estados Unidos, a la sazón el primero en ostentar tal cargo como activo de las consignas de los Republicanos, parece, al menos como pocas responder a la vieja cuestión por otro lado tantas y tantas veces defendida desde estas mismas líneas, en base a la cual pocas son las cuestiones que realmente son dignas de lucir la etiqueta de novedosas, por más que el periodo en el que ejercen su control pueda estar, efectivamente vinculado a la realidad que nos es propia.

Sin embargo, basta un ligero repaso a esa misma actualidad, cuando no a la realidad en general, para comprender hasta qué punto la mediocridad, denominador común bajo cuya consigna se instauran no ya personalidades políticas concretas, sino más bien regímenes políticos enteros los cuales parecen competir en una alocada carrera sin sentido en la que la última sinrazón parece erigirse en la pionera en una suerte de Olimpiada del sin tino, en la que los primeros puestos de esa malograda clasificación, parecen estar todavía vacantes. Pero lo creamos o no, hay auténticas bofetadas por las medallas.

La situación, digna por si sola de acaparar no solo la portada de actualidad de cualquier semanario de humor de cualquier país de Europa; parece conducirnos hacia el perfil más propio de la ironía, de no ser por que sencillamente, es trágica. Así, en un ejercicio descabellado, en el que, repito, no podemos establecer con plena sensación de dominio qué es lo que verdaderamente responde a lo propio de la realidad, y qué lo por el contrario se ubica en los perfiles propios de lo rocambolesco; no hace sino aproximarnos de manera un tanto baga a la intensidad del surrealismo en cuyo seno se debate no ya la realidad, en tanto que tal, cuando sí más bien, y ahí subyace precisamente el peligro, la integridad de los individuos sobre cuya existencia, no lo olvidemos, recae la responsabilidad de mantener vivo este proyecto denominado Sueño Europeo.

Aparece así pues una vez más, y si cabe con mayores bríos, la sensación tantas y tantas veces rememorada en base a la cual será nuestra y solo nuestra la responsabilidad de que el mencionado sueño sobreviva. Cualquier intento de excusa plañidera a posteriori, vincula ¡cómo  no! a la acusación de incompetencia vinculada a la dejación de funciones desarrollada por nuestros políticos, que no ya gobernantes (de cuya encomienda hace ya tiempo que dimitieron) no solo no será atendida, sino que más bien dará lugar al bochorno generalizado en forma de chufla castellana toda vez que del mismo se extraerá además la firme conclusión de la negligencia desde la que a su vez se habrá conducido el ciudadano, otrora o de nuevo demasiado confiado en ceder a otros sus responsabilidades que se muestra incompetente hasta para reconocer tales conductas una vez éstas ya se han producido, pudiéndose así mismo reconocer sus consecuencias sin demasiado esfuerzo.

Así, entre comentarios propios de memos, como los atribuidos hoy mismo al Primer Ministro Británico vinculados a su voluntad de cierre sobre cierta red social, o las incongruencias morales pronunciadas por un Mariano RAJOY que hoy se ha empeñado en mostrar coherencia conductual para con lo que hasta ahora era solo incoherencia semántica; viajando como alma que lleva el diablo a Grecia no tanto a apoyar a los Socialdemócratas, como si más bien a apagar el incendio que se prevé masivo en toda Europa en forma de subimiento de Partidos cuya semántica de triunfo hay que buscarla en la ira crecida de la apatía de los ciudadanos. Curiosa la sensación que ha despertado el escuchar sus palabras en Rueda de Prensa. No se trataba solo de que no haya necesitado plasma. ¡Por un momento hasta me he hecho a la idea de que nuestro Presidente sabia hablar en público! Al final los hechos han catalogado tal afirmación como carente de razón a la vista de la realidad. Pero lo cierto es que ver a Mariano desenvolverse en un feudo en el que las cosas van todavía peor que en el suyo, que por cierto es también el nuestro, ¡me ha dado qué pensar!

Pero lo cierto es que una vez recuperada la compostura, lo único que nos queda es el drama que subyace a comprobar cómo todo, absolutamente todo se desenvuelve de acuerdo a una semántica por otro lado del todo estructurada.
Así y solo así podemos llegar a entender cómo en el momento adecuado, en el instante preciso, una sucesión de acontecimientos, a cada cual más lamentable en tanto que dramático, acude en su magnitud en ayuda no tanto de unas exiguas instituciones, cuando sí de unos desvencijados gobernantes los cuales han mostrado por otro lado de manera expeditivas sus carencias en pos de diseñar el modelo no ya para el que recibieron su encomienda, como sí más bien el que hoy resulta imprescindible para Europa.

De esta manera, la obsolescencia generalizada parece haber hecho presa generalizada no tanto en Europa, como sí más bien en el mundo entero justificando, cuando no promoviendo una abulia generalizada que llega a los ciudadanos en forma de apatía la cual se vuelve caldo de cultivo inmejorable para converger en un contexto a partir del cual considerar como viable la generación de cualquier escenario, de cualquier realidad.

Así, desde el instante del ya, introduciendo la variable tiempo, la que nos faltaba para completar este cóctel contextual, unos y otros se las ingenian para, mediante la barrabasada de la legislación en caliente, lograr meternos goles, cuando no abiertamente comulgar con ruedas de  molino, a la hora de hacer justificables condicionantes que de haber sido sometidos a la cuestión pública hace tan solo unos pocos días, hubieran sin duda recogido su premio en medio de merecidos pitos y chanzas.

Pero como decíamos, la situación tiene de todo, menos gracias. Así, situaciones propias de instituciones totalitarias, cuando no abiertamente fascistas, se habren hoy por hoy paso de manera no solo desvergonzada, sino francamente cargadas de absoluta autoridad. Y todo ello desde el vergonzante silencio de la mayoría. Un silencio espeso, agotador en tanto que agobiante, en tanto que se extiende como solo el toque a difunto sabe hacerlo por las calles de nuestros pueblos.

La pregunta es obvia: ¿Quién ha muerto? La respuesta es obvia, pues todos nosotros morimos un poco. Y lo peor es que lo hacemos de manera vergonzante, pues morimos como traidores al ser incapaces de plantar cara a un enemigo que en realidad nos resulta desconocido, aunque para defendernos de su potencial ataque hipotecamos de manera absolutamente real derechos y libertades que tal vez por ser del todo nuestros, en tanto que nos han sido dados, no estamos preparados para defender.

Hace ahora setenta años necesitaron de una Guerra para ponernos en nuestro sitio. Ahora, con trece minutos de disparos y setenta y dos horas de drama, les ha bastado para quebrar un modelo, el de las libertades, que si bien no era perfecto, sí que se asemejaba a lo mejor que podíamos imaginar.

Ahora que vengan a convencerme de que el mero paso del tiempo implica siempre, progreso.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario