miércoles, 28 de enero de 2015

AHORA QUE YA CONOCÉIS MI PALABRA ID, Y PREDICADLA POR EL MUNDO.

La afirmación, cuya autoría dada nuestra evidente connotación occidental es perfectamente reconocible sobre todo a partir en este caso de las intoxicaciones  que inexorablemente han acompañado el proceso de conformación de la realidad que reconocemos como propia, viene en este caso a cuenta de las emociones tan enfrentadas que en mí ha provocado el discurso con el que el Sr. Presidente de, no lo olvidemos, todos los españoles, decidió hace apenas unas jornadas clausurar la denominada Convención Política Nacional. O sea, una suerte de arenga destinada como ninguna otra a poner las pilas a los suyos, tal vez para asegurarse de que no dejan de serlo, una vez que parece evidente la cada vez más clara imposibilidad de sumar si quiera por medio de métodos ultraortodoxos, savia nueva al Partido.

En mitad pues de un proceso que a todas luces obedece más a lo pasional que a lo estrictamente racional, que a lo estrictamente político, la suerte de interpretación que del más que estresante año quince algunos hacen sobre todo en materia evidentemente electoral (o quién sabe si electoralista) nos lanza, desgraciadamente a todos a una suerte de vorágine de la cual nadie, absolutamente nadie, puede aspirar a salir ileso. La carrera de autos locos en la que parecen incurrir todos y cada uno sin excepción de cuantos de alguna manera podían verse implicados en el proceso, no hace sino poner de manifiesto el cada vez más claro y por ello si cabe más preocupante, ambiente de camaradería en el que la identificación del enemigo común parece haber sumido a los que a la sazón tienen la sagrada obligación de seguir siendo los abanderados de la acción política, que una vez fue sin duda democrática, por medio de la cual se sostiene, no lo olvidemos, esta ficción que llamamos Democracia.

Pero a la Democracia le ocurre como a la Física que acompaña al movimiento asociado al movimiento de una bicicleta, a saber, que su estabilidad, imprescindible por otro lado, depende de un equilibrio por definición inestable. En consecuencia, la supervivencia de tal movimiento está inexorablemente ligada a la aparición de dos variables que pueden darse o no en concurrencia. Por un lado, la propia de la habilidad que en términos de aptitud demuestre el que pedalea. La otra, mucho más recurrente, en tanto que menos exigente en todos los términos, pasa por sustituir el equilibrio por el mero efecto de la fuerza, resumido el proceso en el lacónico tú mira hacia delante y no pares por ningún motivo.

Dicho así, parece más que evidente que disponer de un Miguel INDRAIN, que tener a mano a un Pedro DELGADO, bien podrían convertirse en circunstancias dignas de envidia toda vez que, al menos a priori, contar con un buen profesional dedicado a la consecución de aquello que constituye el objetivo, ya sea éste individual o colectivo, se pone rápidamente de manifiesto como una de las mejores opciones.

Sin embargo, resumiendo en un hecho la derivada del paradigma castellano hermosamente esbozado en el “con estos bueyes hemos de arar”, incurrimos en el baño de realidad que supone levantarse cada mañana con la constatación de que efectivamente, Mariano RAJOY sigue siendo Presidente del Gobierno de España.
Asumida semejante premisa, constatada pues la larga sucesión de procesos hipotético-deductivos que de la misma estamos obligados a sacar; es desde donde uno ha de inferir las connotaciones que desde un carácter que yo me atrevería a describir como propensas a lo psicosomáticos; pueden impulsar a las denominadas personas integrantes del Común, a votar de manera consciente las propuestas encabezadas por el Partido Popular. Reduzco de forma voluntaria el espectro a la connotación física, al propio del que muestra connotaciones pragmáticas toda vez que sigo creyendo, quién sabe si por estulticia, que con el componente ideológico, con el que forma parte del Programa Oculto, jamás llegarían a tragar, aunque solo sea si no por dignidad, sí al menos por salud.

Pero si el contexto electoralista puede traducirse en un ambiente tan pernicioso que lleve a algunos a alimentar aunque sea vagamente, la idea de que hoy por hoy  de verdad existe gente a quien la interpretación de las políticas desarrolladas por el Partido Popular le permiten asegurar que han influido positivamente en su vida, devengándose de tal hecho la coherencia evidente en forma de voto activo para tales consignas; de lo que creo no cabe la menor duda es de que pocos son los que habiendo votado de manera digamos dubitativa al Partido Popular, o sea los que condicionaron su voto a la verdadera y sincera interpretación de un Programa Electoral puedan, hoy en día, renovar de forma activa su confianza en el partido que indefectiblemente se ha reído de ellos una y otra vez bajo el paraguas extenso que les proporcionaba el argumento de la herencia recibida.

Es por ello que, a título literal de corolario, podemos extraer sin excesiva enjundia que pocos son o serán los que activamente estén dispuesto a renovar su confianza para con las consignas que, no lo olvidemos, a título de adelanto de los protocolos que luego habrán de conformarse en las formas de gobierno, constituyen previamente el Programa con el que se concurre a cada una de las citas electorales. Y es aquí donde estamos casi seguros que hasta el Sr. Presidente, a pesar del sin duda desgaste que los muchos quehaceres propios de la acción de gobierno puedan traer aparejados, le lleva sin duda a la evidente conclusión de que malo es que te engañen una vez, pero si dejas que te lo hagan dos veces no consigues sino que alguien acabe por espetarte el grado de merecimiento que semejante conducta tiene para con quien la lleva a cabo. Y la corriente de calor que te sube por el cuerpo a título de catalizador de la mala leche española que semejante descubrimiento infunde, es algo que estoy seguro no le gusta a nadie, incluyendo por supuesto a los electores confesos del Partido Popular.

Por eso, Sr. Presidente, aún lejos de encontrarse en mi ánimo el dar consejos, no resulta menos evidente que la interpretación efectuada por figuras de la talla del Sr. Arriola, en base a la cual todos y cada uno de los males pasados, presentes y futuros que asolan el más que furibundo panorama que sirve para describir el escenario de presagio electoral en el que se mueve el Partido Popular, están exclusivamente vinculado a una mala elección en lo concerniente a la política de comunicación; no obedece sino a la constatación evidente del último acto de enajenación mental transitoria al que resulta imprescindible recurrir para inferir un día después al de cada una de las citas electorales que están por venir en el que el Partido Popular pueda renovar ni una sola de las posiciones con las que parte.

Es por ello que, sin acritud. ¡Viva el vino!

Con todo y con ello, no me resisto a determinar que espero sinceramente que no quede ni un solo resquicio por el que puedan osar colarse las consabidas lavadas de cara, propias de los periodos pre y electorales. Que nadie sienta la menor tentación de sentir lástima de quienes no han dolido en prenda a la hora de traducir sus políticas en acciones tan conocidas como específicas, algunas de las cuales han tenido su interpretación específica en el sufrimiento de por ejemplo esos padres que hasta ayer mismo tuvieron que estar padeciendo para que les devolvieran los servicios del profesional sanitario que les habían recortado bajo el inhumano argumento de que como su hijo no alberga esperanzas de sanación, los servicios de un fisioterapeuta son innecesarios.

Obras son amores, y no buenas razones. El aforismo, netamente traído a cuenta, parece subyacer a la constatación evidente de que una vez que les hemos visto gobernar, una vez que han metido la patita por debajo de la puerta, a nadie puede caberle la menor duda al respecto de quiénes son, y lo más importante, para qué han venido.
Por ello Sr. Rajoy, una vez que el confeti ha sido barrido, como lo han sido la mayoría de las ilusiones de los integrantes de la generación en la que me integro. Una vez que el olor del autobombo ha sido sustituido por el olor de la angustia de ese padre que no sabe a ciencia cierta si sus hijos van o no a comer hoy; lo único cierto es que considero poco menos que ofensivo el que usted achaque todo, incluyendo lo que a mi entender es hoy por hoy un compromiso de responsabilidad, a una mera cuestión de incomunicación inducida por una mala elección de la estrategia comunicativa.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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