jueves, 5 de febrero de 2015

DE NUEVO GRECIA. DE NUEVO EL PASO DEL MITO AL LOGOS.

Vivimos permanente sumidos en la suerte de tranquilidad que nos proporciona el escenario que, conformado a partir de la sutil mezcla  de los elementos materiales que nos proporcionan seguridad, combinados con el cúmulo de sensaciones que se confabulan para traer a nuestra memoria los recuerdos otrora felices; logran componer una suerte de memoria retórica capaz de hacer retornar a nosotros el anhelo de los tiempos versados en la certeza de que cualquier tiempo pasado fue mejor, logrando sumirnos en la postración lacónica a partir de la cual los que todo lo saben, se sienten capaces de seguir con sus añagazas, capaces de triunfar con sus mentiras.

Es entonces cuando, tal y como la Historia ha demostrado ya en incontables ocasiones, precisamente en el momento en el que el Hombre, como resultado del devenir propio de su condición de ente social, empieza a considerar con rigor la posibilidad de que ciertamente, bien podría ser el suyo el mejor momento posible; precisamente el momento elegido por los que coordinan las superestructuras para poner fin a la fiesta, el momento elegido para despertar al Hombre de su sueño, sumiéndole de nuevo en la pesadilla en la que entonces puede llegar a convertirse la realidad.

Porque si una vez haya llegado ese momento será inexorablemente tarde, lo cierto es que con la mayor naturalidad del mundo, con la mayor responsabilidad si se prefiere, que habremos de asumir la importancia de los momentos previos, esto es, de esos instantes a partir de los cuales la ordenación de los elementos nos llevan a intuir que efectivamente algo pasa, como los certeros para poner en conocimiento del común que efectivamente, algo pasa. Y esperar entonces que pueda quedar tiempo para reaccionar.

Fue Grecia probablemente el lugar donde empezó todo. Por ello resulta casi romántico que sea allí donde definitivamente todo termine. Porque si a estas alturas una de las pocas cosas de las que no existe duda pasa por asumir que la Cultura Helena se encuentra en la base de todo lo que nos hace europeos, incluyendo por supuesto la génesis del sueño europeos, parece casi de Justicia Poética que sea en Grecia donde de una manera u otra se ciernan definitivamente las sombras que hoy por hoy parecen amenazar como pocas veces nada lo ha hecho antes precisamente al sueño europeo.

Desde la Leyenda de Europa, hasta por supuesto la constatación eficaz de que vivimos sumidos en Ídolos que no tienen sino los pies de barro, pasando por supuesto por la comprensión, asunción más bien de que todo, absolutamente todo ha de terminar cediendo ante la presión inaguantable de una farsa económica que maquilla en este caso su peste hedionda por medio del perfume que proporciona la ficción del denominado Proyecto de Europa de los Pueblos; lo cierto es que siempre, o en mayor o menor medida supimos que esto, como tantas otras aventuras desarrolladas con anterioridad, tenía también que llegar a su fin.

Porque mirado fríamente desde fuera, con la perspectiva que te proporciona la ausencia de pasión fruto de la defección inducida, lo único de lo que a estas alturas podemos estar seguros de manara más o menos plena es de que nos encontramos en los ciernes del colapso de otro de los múltiples fracasos en los que el denominado Proyecto Europeo lleva insistiendo desde digamos, aproximadamente los últimos quinientos años.

Sea unas veces por la manifiesta incapacidad de los gobernantes del momento para digerir de manera adecuada los poderes que les han sido otorgados; sea por lo impropio de los recursos con los que en otras ocasiones son dotados las nuevas estructuras surgentes, tal y como puede ser notable ejemplo la Burguesía del Renacimiento; lo cierto es que la distancia conceptual que siempre ha parecido superar a las fuerzas imprescindibles para la dinamización del proyecto nos llevan a tener que considerar con visos de cierta prestancia la posibilidad real de que probablemente, no estamos preparados para degustar los manjares que ante nosotros nos son presentados porque ¿cómo considerar de otra manera la constatación inequívoca de la que es reflejo la actual crisis o sea, la comprensión certera de que hemos vuelto a fracasar?

Y de nuevo tiene que ser Grecia. O por decirlo mejor, de nuevo tiene que ser en Grecia. Porque de nuevo ha sido en Grecia donde primero se han confabulado los paradigmas para constatar que otras formas son posibles. De nuevo ha tenido que ser en Grecia donde se den las condiciones que permitan la alquimia que dé como resultado la poción mágica que faculte a un hombre para enfrentarse a la Valkiria.
Y lo más importante, de nuevo ha sido en Grecia donde se originen las preguntas. Porque tal y como demostraron los Griegos Clásicos, tener preguntas no es síntoma de ignorancia; la verdadera ignorancia se encuentra entre los que creen no tenerlas, por ser ellos víctimas del dogma.

El nuevo dogma, o si se prefiere, la nueva religión. Una nueva religión que lejos de aportar nada nuevo, profundiza una vez más en el cisma que para con el Hombre la concesión religiosa significa, sumiéndole en la falsa idolatría propia de pensar que es en la búsqueda de la nueva verdad absoluta, hacia donde ha de configurar todas sus aspiraciones.

Porque tal y como pasó hace más de dos mil seiscientos años, ¿podría alguien imaginar el impacto que tendría comprobar que, como entonces, otra forma de gobernar es posible?
Tal y como ocurrió entonces, habría que encomendarse a la labor encomiable de volver a constituir una nueva realidad. Pero por supuesto habría que hacerlo poniendo mucha pericia la cual habría de desarrollarse en el extremo cuidado de no sustituir a unos dioses por otros.

Imbuidos pues en tamaña metodología, y por mantener los paralelismos, lo que tratamos de decir es que muy probablemente lo que más miedo le produce al europeo moderno no sea el comprender lo equivocado que estaba al ofrecer sus sacrificios ante el altar de la religión de la austeridad, de la que son santos patronos el racionalismo extremo, y el déficit público.

Por eso, y ya solo por eso que resulta casi justo elegir a la paradójica nueva Grecia como modelo incipiente de la que una vez más partirán las ideas que una vez más, y de forma tan inexorable como entonces, volverán a incendiar Europa.
Que nadie piense que será sencillo. Como ya ocurriera entonces, extendiéndose después a lo largo de siglos, brujas  y herejes, precursores en una palabra, ardieron en hogueras destinadas no tanto a satisfacer la sed de justicia, como sí más bien la mera sensación instintiva sin más.

Con todo, o quién sabe si a pesar de todo, somos hijos de nuestra Historia, conformada sobre todo a partir de nuestros errores.

Y todo ello albergando la esperanza de que, ahora sí, el Hombre esté realmente preparado, ya que de no ser así, tan solo conseguiríamos reproducir dilemas y conformaciones que se han demostrado tan inútiles como agotadores. Y de lo único de  lo que podemos estar seguros, es de que tanto el tiempo como el espacio para los experimentos van siendo cada vez más reducidos.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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