Incapaz todavía de recuperarme del impacto que, confieso,
han tenido sobre mí algunas de las exposiciones así como de las consecuencias
ciertamente circenses a las que las mismas dieron pie en la espeluznante reunión con la que nos ha regalado la sorprendentemente
todavía estable Ejecutiva General del
Partido Popular; lo cierto es que una vez más he de echar mano del acervo en pos de hallar, quién sabe si
dentro de lo mejor de la antología de las
debacles castellanas, un espacio, cuando no una guía adecuada, a partir de
la cual proceder a ubicar, espero que con alguna solvencia, la multitud de especímenes conceptuales a la que la
mencionada dio lugar; la mayoría de los cuales no son accesibles, todo hay que
decirlo, si para ello no cuentas con el recurso adecuado como es el estar convenientemente vacunado, como le
ocurre a nuestro nunca lo suficientemente ponderado Presidente del Gobierno,
contra todo lo que tenga visos de estar mínimamente conectado con la ¿Realidad ? En cualquier caso siempre nos queda
otra opción, la que pasa por ir lo
suficientemente puesto de digamos, Albariño. Sea como fuere, una forma como
cualquier otra de ir hasta arriba, eso
sí, mucho más elegante. ¿Dónde va a parar?
Superadas pues las banalidades, y en un claro intento de
poner coto a las “jilipolleces”, las cuales a menudo se convierten en último
recurso de los que se muestran del todo inútiles a la hora tanto de denunciar
las mamandurrias, como por otro lado
de proponer alguna solución, lo cierto es que cuando como ya hemos dicho, aún
no se han apagado del todo los ecos de
la que debería haber sido la más importante reunión que en lo concerniente a Política Orgánica podía haber afectado
al que todavía es partido en el Gobierno;
lo único que discutimos es la calidad
en lo concerniente a intensidad de los aplausos con la que D. Mariano vio premiado su
¿discurso?
Si no fuera por… que este país se cae a trozos. Si no fuera
por… que cada vez nos resulta más difícil reconocernos con ninguna de las
descripciones a las que ese mismo Gobierno nos obliga a ceñirnos. Si no fuera
por…que cada vez resulta más evidente que hay que estar fuera de España para comprender las fuerzas que operan dentro
de la propia España. Si
no fuera por todo eso, y sin lugar a dudas por muchas cosas más, sería por lo
que ahora mismo confesaría, y digo no sin cierto morbo que con alguna dosis de
excitación (la cual supongo he de atribuir que a la falta de costumbre) que
estaría de acuerdo con algunas de las decisiones tomadas no solo por el Sr.
Presidente del Gobierno, sino incluso por algunos de sus Presidentes de
Comunidades Autónomas.
Es así que felicito a D. Mariano RAJOY por la elección del
mobiliario dispuesto para la celebración de tan sonado evento. A la Sra. Luisa Fernanda
RUDI, Presidenta de Aragón, en esta ocasión por partida doble. En un primer
lugar he de reseñar lo acertado que me pareció la elección del Fular elegido para la ocasión. Por otro
lado me veo en la obligación de mencionar lo mucho que me impresionó su
capacidad para improvisar un nuevo tipo de aplauso: comienza con un giro
propenso a ser tomado como una forma de distracción, para acabar luego en
marcada ovación.
Sencillamente sublime.
Aunque certificado ahora ya sí el fin del tiempo e incluso
del espacio dedicado hoy a las jilipolleces, no es menos cierto que solo desde
el estómago que te deja semejante
perspectiva es desde donde podemos albergar la esperanza de enfrentarnos a la
actual realidad sin que por el camino, cuando no a corto plazo, te entren ganas
de vomitar.
Desde la consciencia de un escenario en el que no hace falta
ni tan siquiera recurrir a las disposiciones subjetivas, propensas por ello a
la opinión, terreno sembrado para que los editorialistas
hagan su agosto, o pongan su pica en Flandes; sino más bien estupefacto
ante la comprensión de que hoy por hoy bastaría
un tratamiento llevado a cabo bajo la forma de una crónica deportiva, en forma de una mera retransmisión de sucesos;
lo cierto es que solo la disposición en forma de salmodia monocorde a la que este Gobierno nos ha acostumbrado,
impregnada no de un tufillo, cuando
sí más bien de altas dosis de miedo
escénico, es lo mantiene hoy en alto la ilusión no de que algo tenga
solución, cuando sí de que todavía quede alguien con la capacidad no de convencernos
de ello, sino más bien de querer creérselo.
Analizar desde la perspectiva saludable que te proporciona
la noción del tiempo transcurrido, no tanto los componentes, como sí más bien
los ingredientes a partir de los cuales se maceran los discursos de RAJOY, pueden a lo sumo proporcionarte una vaga idea
no tanto de sus aspiraciones como Presidente que desea ser reelegido, cuando sí
más bien de la autocomplacencia que redunda en su alma cándida cada vez que se
detiene a pensar durante unos instantes en lo mucho y bueno que a lo largo de
estos casi ya cuatro años, ha hecho.
Incapaz a estas alturas de descubrir entre sus envites una
circunstancia diferente a las que postula aquél que está encantado de haberse conocido, solo la conducta propia del imbécil incapaz por genética para
reconocer en su derredor el drama al que es propensa la realidad que contumaz,
todo lo envuelve; he de buscar en el sadismo del que es incapaz de mostrar un
poco de empatía, las causas propias de una conducta alienada, aunque no por
ello menos desdeñosa, de cuya comprensión se deriva no solo la aceptación de
sus premisas, sino incluso la obviedad de que solo tales resultan evidentes.
Se consolida así pues una atmósfera propensa a la
enajenación, un proceso destinado claramente a posicionar al nihilismo no como una opción, sino más
bien como una conducta casi recomendable,
de cuyo triunfo, que acabará por producirse más pronto que tarde,
extraeremos la conclusión de que hoy solo los imbéciles triunfan.
Son los imbéciles, en uno u otro sentido, los que desdeñando
primero sus obligaciones, y luego su responsabilidad, se abstienen de
participar del que es un derecho, a la vez que una obligación, cual es el de tomar partido del gobierno de su Polis.
De lo que otrora fuera una condena, a saber el ostracismo,
extraen hoy algunos una suerte de virtud, cual es la de poder pasar satisfactoriamente desapercibidos en pos de ver
cómo corre el turno a la hora de hacer frente a esa ahora más que nunca obligatoria necesidad de tomar decisiones, de asumir
responsabilidades (dicho sea de paso el mejor resumen al que puedes aspirar si
deseas te expliquen lo que es gobernar.)
Mas al contrario de lo que obrando en forma coherente para
con la buena conducta cabría hacernos de esperar, a saber un denodado retroceso
en forma de humilde reconocimiento de nuestros errores; lo cierto es que lo
único que como respuesta recibimos a la hora de poner de manifiesto el dolor
que nos produce constatar todo lo hasta este momento referenciado no es otra
cosa que el ruido metabolizado en este
caso en forma de aplausos. Aplausos que acaban por convertirse en ovación,
convencidos quién sabe si de la necesidad de hacer nuevamente bueno el dicho de
que sarna con gusto no pica, si bien no
es menos cierto que mortifica.
Mortificarse ¿Acaso la única opción válida que según los
términos moralmente válidos, le
quedan al Sr. Presidente?
No seré yo quien elija hoy este aquí para erigir un
panegírico al reconocimiento de los supuestos beneficios proporcionados por la flagelación. Sin embargo,
creo que a tal respecto Aristóteles, y como él todos los que consideramos que
efectivamente la virtud se halla
bastante cerca del, consideremos, término
medio, nos rasgamos hoy las vestiduras cuando reconocemos en la conducta
propensa a lo monolítico del Sr. RAJOY, los procedimientos tantas y tantas
veces repetidas por los que incapaces de gobernar, habían de regirse por la
conocida como conducta propensa a ser
utilizada cuando te ataca un oso: a saber, hazte el muerto y alberga la
esperanza de que pierda todo interés por tu persona.
Citando a Sebastian HAFFNER: (…) no queremos juzgar, queremos aprender, aprender por fin de una
experiencia dura y difícil, por la que
se pagó un alto precio. Quien esté dispuesto a hacerlo no deberá vacilar ante
el argumento de que todo es más fácil a toro pasado. ¡Ojalá fuera así! Puede
que el conocimiento a posteriori sea algo demasiado simple pero, en todo caso,
vale más que el aferrarse a un error. Lo más tonto que se puede hacer es,
seguramente, olvidar aposta todo lo que uno ha vivido para luego continuar
sabiendo tan poco como antes.”
Si bien parecen duras aunque proféticas palabras, están
extractadas del prólogo de una de las mejores obras que en pos de explicar las
causas que llevaron a Alemania a desestabilizar el continente dos veces, se han
podido escribir. Una vez cuestionado lo de proféticas,
lo cierto es que lo alejado en el tiempo de los acontecimientos que las
promovieron, lejos de suponer un obstáculo para el criterio de certeza de las
mismas, no viene en realidad sino a añadir al escenario unos visos de substancia los cuales nos obligan
definitivamente a tomar en consideración la posibilidad de que, efectivamente,
los tiempos que nos ha tocado vivir no estén sino preñados de una suerte de
variable estructural, a saber una vez más, la responsabilidad, que se erige
como juez y parte a la hora no ya de entender, cuando sí más bien de tratar de
hacer comprensibles cuestiones tales como las que nos asaltan al comprobar la
soltura, ¿o habría más bien que considerarlo propensión a la conducta sandia?
desde la que nuestro Sr. Presidente osa tacharnos de tristes, a los que desde hoy conformamos El Club de los veinticinco. Tal y como él mismo dijo, aquéllos que hoy por hoy son incapaces de
disfrutar de las bondades del futuro económico de España (…) empeñados en ver
solo lo malo.
¿Os apuntáis al Club de los veinticinco, o preferís seguir
con las jilipolleces?
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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