miércoles, 8 de abril de 2015

DE EL CLUB DE LOS VEINTICINCO.

Incapaz todavía de recuperarme del impacto que, confieso, han tenido sobre mí algunas de las exposiciones así como de las consecuencias ciertamente circenses a las que las mismas dieron pie en la espeluznante reunión con la que nos ha regalado la sorprendentemente todavía estable Ejecutiva General del Partido Popular; lo cierto es que una vez más he de echar mano del acervo en pos de hallar, quién sabe si dentro de lo mejor de la antología de las debacles castellanas, un espacio, cuando no una guía adecuada, a partir de la cual proceder a ubicar, espero que con alguna solvencia, la multitud de especímenes conceptuales a la que la mencionada dio lugar; la mayoría de los cuales no son accesibles, todo hay que decirlo, si para ello no cuentas con el recurso adecuado como es el estar convenientemente vacunado, como le ocurre a nuestro nunca lo suficientemente ponderado Presidente del Gobierno, contra todo lo que tenga visos de estar mínimamente conectado con la ¿Realidad? En cualquier caso siempre nos queda otra opción, la que pasa por ir lo suficientemente puesto de digamos, Albariño. Sea como fuere, una forma como cualquier otra de ir hasta arriba, eso sí, mucho más elegante. ¿Dónde va a parar?
Superadas pues las banalidades, y en un claro intento de poner coto a las “jilipolleces”, las cuales a menudo se convierten en último recurso de los que se muestran del todo inútiles a la hora tanto de denunciar las mamandurrias, como por otro lado de proponer alguna solución, lo cierto es que cuando como ya hemos dicho, aún no se han apagado del todo los ecos de la que debería haber sido la más importante reunión que en lo concerniente a Política Orgánica podía haber afectado al que todavía es partido en el Gobierno; lo único que discutimos es la calidad en lo concerniente a intensidad de los aplausos con la que D. Mariano vio premiado su ¿discurso?
Si no fuera por… que este país se cae a trozos. Si no fuera por… que cada vez nos resulta más difícil reconocernos con ninguna de las descripciones a las que ese mismo Gobierno nos obliga a ceñirnos. Si no fuera por…que cada vez resulta más evidente que hay que estar fuera de España para comprender las fuerzas que operan dentro de la propia España. Si no fuera por todo eso, y sin lugar a dudas por muchas cosas más, sería por lo que ahora mismo confesaría, y digo no sin cierto morbo que con alguna dosis de excitación (la cual supongo he de atribuir que a la falta de costumbre) que estaría de acuerdo con algunas de las decisiones tomadas no solo por el Sr. Presidente del Gobierno, sino incluso por algunos de sus Presidentes de Comunidades Autónomas.
Es así que felicito a D. Mariano RAJOY por la elección del mobiliario dispuesto para la celebración de tan sonado evento. A la Sra. Luisa Fernanda RUDI, Presidenta de Aragón, en esta ocasión por partida doble. En un primer lugar he de reseñar lo acertado que me pareció la elección del Fular elegido para la ocasión. Por otro lado me veo en la obligación de mencionar lo mucho que me impresionó su capacidad para improvisar un nuevo tipo de aplauso: comienza con un giro propenso a ser tomado como una forma de distracción, para acabar luego en marcada ovación.
Sencillamente sublime.
Aunque certificado ahora ya sí el fin del tiempo e incluso del espacio dedicado hoy a las jilipolleces, no es menos cierto que solo desde el estómago que te deja semejante perspectiva es desde donde podemos albergar la esperanza de enfrentarnos a la actual realidad sin que por el camino, cuando no a corto plazo, te entren ganas de vomitar.
Desde la consciencia de un escenario en el que no hace falta ni tan siquiera recurrir a las disposiciones subjetivas, propensas por ello a la opinión, terreno sembrado para que los editorialistas hagan su agosto, o pongan su pica en Flandes; sino más bien estupefacto ante la comprensión de que hoy por hoy bastaría un tratamiento llevado a cabo bajo la forma de una crónica deportiva, en forma de una mera retransmisión de sucesos; lo cierto es que solo la disposición en forma de salmodia monocorde a la que este Gobierno nos ha acostumbrado, impregnada no de un tufillo, cuando sí más bien de altas dosis de miedo escénico, es lo mantiene hoy en alto la ilusión no de que algo tenga solución, cuando sí de que todavía quede alguien con la capacidad no de convencernos de ello, sino más bien de querer creérselo.
Analizar desde la perspectiva saludable que te proporciona la noción del tiempo transcurrido, no tanto los componentes, como sí más bien los ingredientes a partir de los cuales se maceran los discursos de RAJOY, pueden a lo sumo proporcionarte una vaga idea no tanto de sus aspiraciones como Presidente que desea ser reelegido, cuando sí más bien de la autocomplacencia que redunda en su alma cándida cada vez que se detiene a pensar durante unos instantes en lo mucho y bueno que a lo largo de estos casi ya cuatro años, ha hecho.
Incapaz a estas alturas de descubrir entre sus envites una circunstancia diferente a las que postula aquél que está encantado de haberse conocido, solo la conducta propia del imbécil incapaz por genética para reconocer en su derredor el drama al que es propensa la realidad que contumaz, todo lo envuelve; he de buscar en el sadismo del que es incapaz de mostrar un poco de empatía, las causas propias de una conducta alienada, aunque no por ello menos desdeñosa, de cuya comprensión se deriva no solo la aceptación de sus premisas, sino incluso la obviedad de que solo tales resultan evidentes.
Se consolida así pues una atmósfera propensa a la enajenación, un proceso destinado claramente a posicionar al nihilismo no como una opción, sino más bien como una conducta casi recomendable, de cuyo triunfo, que acabará por producirse más pronto que tarde, extraeremos la conclusión de que hoy solo los imbéciles triunfan.
Son los imbéciles, en uno u otro sentido, los que desdeñando primero sus obligaciones, y luego su responsabilidad, se abstienen de participar del que es un derecho, a la vez que una obligación, cual es el de tomar partido del gobierno de su Polis.
De lo que otrora fuera una condena, a saber el ostracismo, extraen hoy algunos una suerte de virtud, cual es la de poder pasar satisfactoriamente desapercibidos  en pos de ver cómo corre el turno a la hora de hacer frente a esa ahora más que nunca obligatoria necesidad de tomar decisiones, de asumir responsabilidades (dicho sea de paso el mejor resumen al que puedes aspirar si deseas te expliquen lo que es gobernar.)
Mas al contrario de lo que obrando en forma coherente para con la buena conducta cabría hacernos de esperar, a saber un denodado retroceso en forma de humilde reconocimiento de nuestros errores; lo cierto es que lo único que como respuesta recibimos a la hora de poner de manifiesto el dolor que nos produce constatar todo lo hasta este momento referenciado no es otra cosa que el ruido metabolizado en este caso en forma de aplausos. Aplausos que acaban por convertirse en ovación, convencidos quién sabe si de la necesidad de hacer nuevamente bueno el dicho de que sarna con gusto no pica, si bien no es menos cierto que mortifica.
Mortificarse ¿Acaso la única opción válida que según los términos moralmente válidos, le quedan al Sr. Presidente?
No seré yo quien elija hoy este aquí para erigir un panegírico al reconocimiento de los supuestos beneficios proporcionados por la flagelación. Sin embargo, creo que a tal respecto Aristóteles, y como él todos los que consideramos que efectivamente la virtud se halla bastante cerca del, consideremos, término medio, nos rasgamos hoy las vestiduras cuando reconocemos en la conducta propensa a lo monolítico del Sr. RAJOY, los procedimientos tantas y tantas veces repetidas por los que incapaces de gobernar, habían de regirse por la conocida como conducta propensa a ser utilizada cuando te ataca un oso: a saber, hazte el muerto y alberga la esperanza de que pierda todo interés por tu persona.
Citando a Sebastian HAFFNER: (…) no queremos juzgar, queremos aprender, aprender por fin de una experiencia dura y difícil,  por la que se pagó un alto precio. Quien esté dispuesto a hacerlo no deberá vacilar ante el argumento de que todo es más fácil a toro pasado. ¡Ojalá fuera así! Puede que el conocimiento a posteriori sea algo demasiado simple pero, en todo caso, vale más que el aferrarse a un error. Lo más tonto que se puede hacer es, seguramente, olvidar aposta todo lo que uno ha vivido para luego continuar sabiendo tan poco como antes.”
Si bien parecen duras aunque proféticas palabras, están extractadas del prólogo de una de las mejores obras que en pos de explicar las causas que llevaron a Alemania a desestabilizar el continente dos veces, se han podido escribir. Una vez cuestionado lo de proféticas, lo cierto es que lo alejado en el tiempo de los acontecimientos que las promovieron, lejos de suponer un obstáculo para el criterio de certeza de las mismas, no viene en realidad sino a añadir al escenario unos visos de substancia los cuales nos obligan definitivamente a tomar en consideración la posibilidad de que, efectivamente, los tiempos que nos ha tocado vivir no estén sino preñados de una suerte de variable estructural, a saber una vez más, la responsabilidad, que se erige como juez y parte a la hora no ya de entender, cuando sí más bien de tratar de hacer comprensibles cuestiones tales como las que nos asaltan al comprobar la soltura, ¿o habría más bien que considerarlo propensión a la conducta sandia? desde la que nuestro Sr. Presidente osa tacharnos de tristes, a los que desde hoy conformamos El Club de los veinticinco. Tal y como él mismo dijo, aquéllos que hoy por hoy son incapaces de disfrutar de las bondades del futuro económico de España (…) empeñados en ver solo lo malo.

¿Os apuntáis al Club de los veinticinco, o preferís seguir con las jilipolleces?


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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