miércoles, 22 de abril de 2015

DE LAS PERAS PATATERAS…

…Y de otras vicisitudes, como las que se pueden originar, cuando no simplemente poner de manifiesto, si pones a un futbolista a tomar decisiones propias de un boxeador.

Porque de esto fundamentalmente, aunque no por ello solo de tal, es de lo que con mayor grandilocuencia adolece no la Historia, ni siquiera el presente, por ser más preciso el instante, momento vital sobre el que recae sin el menor recato y por ende sin disimulo el total de la carga tanto emotiva como funcional a la que con mayor o menor medida se encomienda cada españolito cuando en un alarde no sabemos si de imprudencia, o a la sazón de esa valentía aducida más que desplegad en este caso por las anteriores generaciones que transcurrieron entre Las Novelas Ejemplares y Los Episodios Nacionales, se decide a emprender el viaje sin destino, y sin dudarlo sin retorno, de atreverse a ver, si es posible a solas, una edición del noticiario que corresponda, lo que en el caso de ocurrir bajo los designios pétreos que impone la estética de La Primera, incluirán además un viaje de vuelta no a los cánones del pasado, cuando sí más bien al pasado en sí mismo. En cualquier caso, el mucho o el poco esfuerzo que según cada cual haya de ser requerido a tal efecto, que lejos de retratar en realidad la Realidad de España; (puesto que tal nunca fue su cometido, y mucho menos su encomienda) no vendrán sino a desdibujarnos el presente, ayudándonos a fabular sobre el futuro olvidando previamente, como condición imprescindible, el pasado. Porque lejos por supuesto de permitir que la atención se tergiverse un solo segundo moviendo su foco desde lo que realmente importa, aquello que por otro la do ocupa el centro de la imagen, para pasar a centrarse misteriosamente en aspectos hasta el momento circunstanciales, cuando no manifiestamente coyunturales, lo único cierto es que más allá de reír la gracia que alguno me ha planteado al ponerme de manifiesto que “ha de ser uno de Ciencias el que inaugura expresiones nuevas” lo cierto es que España está para algo más que para expresiones. Por más que como pasa en el caso en el que lo suscitado es un chiste malo, éste además solo resulte adecuado para el que lo cuenta, reduciendo a los escuchantes, siempre según la convicción del autor, a un grupo de descerebrados, cuando no de impíos, incapaces en este caso de disfrutar con el brillo que emana del artífice de la Graciela. ¿O a estas alturas ya nadie se acuerda de lo de “El Club de los veinticinco? Ya sabéis, eso de que según RAJOY, “Los incapaces de ver la franca recuperación de España son, a lo sumo, veinticinco.”

Sea como fuere, lo cierto es que si bien la salida de pata de banco protagonizada por el Sr. Secretario de Estado en su, no lo olvidemos, comparecencia forzada en el Órgano correspondiente de Las Cortes; puede ser traído, o a lo sumo llevado, dentro del emolumento moral propio del chascarrillo; lo cierto es que otras salidas, como la protagonizada en este caso por la Sra. Secretaria de Estado de Educación, Sr. GOMENDIO, encierran en este caso mucha más carga conceptual, que la que la manera mediante la que más que informar, se ha tratado de esconder cuando no de manipular el hecho, parecen enseñar.
Porque más allá de que GOMENDIO se disponga a calentar asiento en la OCDE, a la sazón y por más que propios y extraños lo nieguen, el lugar destinado a colocar en agradecimiento por los “servicios prestados” a los que siguiendo las Tradiciones Jesuitas saben un poco más que la mayoría, siendo por ello poco propensos a dejarse deslumbrar por sillones de Diputaciones Provinciales por más que éstas pertenezcan a CCAA uniprovinciales; y por supuesto no cedan a lo casi esotérico del que es por antonomasia el cargo esotérico en este país, nada más y nada menos que el de Delegado del Gobierno.

Es así pues que ejerciendo de mala persona, cuando no y a lo sumo en el satisfactorio ejercicio de rascar un poco más allá de lo que la mera y superficial capa de barniz recubre, dejamos al descubierto los poros que en este caso redundan en los agujeros que los anteriores moradores dejaron.
Porque así como donde otros ven un hermoso baúl donde guardaron los antiguos sus legajos, a la espera quién sabe si de que otros tiempos digamos más propicios permitieran reintegrar su leyenda a los que otros consideran legendarios; lo cierto es que en lo que a mí concierne, soy tan solo capaz de vislumbrar en sus perfiles a la par que me regodeo en lo escatológico de su silueta, el porte fino, y a lo sumo melancólico, de lo que no es en realidad sino un féretro.

Porque GOMENDIO se va, ¿causaría inconveniente añadir “a Dios gracias”? Lo cierto es que una vez superado no el impacto, más bien casi el susto, el susto de imaginarse que al menos durante unos instantes el perro de presa permanecerá solo y sin bozal, propenso con ello no a blasfemar, sino más bien a morder cualquier mano, incluso la que le da de comer; no podemos sino terminar por caer en la razón de comprobar cómo todo, absolutamente todo, se aproxima cada vez más, incluso con paso firme y decidido, a la constatación de que todo, absolutamente todo, ha colapsado. ¿Habrá llegado pues el momento de seguir a las ratas una vez que éstas han emprendido el camino hacia cubierta?

Porque el barco, irremisiblemente, se hunde. Y las pruebas, superando por supuesto incluso las que nos aportan las pequeñas alimañas que por otro lado forman parte de la impedimenta declarada por los que viajan en primera clase, y que como digo, incapaces de seguir los protocolos que al contrario sí han sido implementados en el genoma de los que se revelan como alumnos aventajados, emprenden el camino de huida haciendo, más que de plañideras, de pregoneros que canean a voz en cuello la suerte de este Titanic del que al contrario de lo ocurrido en el primigenio, nada honroso podrá se declarado.

Porque sí señores sí. España está hundida. Lo está hasta tal extremo, que ya incluso su Presidente lo sabe, y lo que es peor, lo reconoce. O al menos algo así ha de ocurrir cuando de sus gestos, conscientes unos, inconscientes otros pero ninguno excesivo (ya lo sabemos, lo único seguro es que es gallego) es la interpretación llevada a cabo por sus delfines,  por sus allegados políticos como el desencadenante del  inicio del proceso de ¿renovación?

Pero no es éste el momento del XVIII, aunque como en aquel momento si nos hallamos inmersos en una crisis económica ingente. Mariano no es por supuesto Carlos II, aunque como a aquél, algunos gestos le delaten, y algunos silencios le contemporicen. Pero lo que es cierto es que Europa no está como entonces por la labor, y no nos va a proporcionar otra salida honrosa como lo fue Utrecht. Y por supuesto, parafraseando una y mil veces a Julián MARÍAS, “en este caso nadie reconocerá al español ajeno a los tiempos que se reconoce en el compatriota al ver refulgir el acero fuera de la vaina retando a duelo al bellaco, bien por amenazar una Plaza, o por haber faltado de palabra el honor de una dama.”
Será así que se nos privará una vez más del honor, y una leal confrontación como lo fue la Guerra de Sucesión, nos será escamoteada como tantas otras y en otras ocasiones lo han sido, enjugando en este caso la miseria en el falso jubón que preconiza la falsa coherencia que afirma que la falacia, a base de ser repetida, adolece menos de falacia.
Porque así como al menos en teoría fue la ausencia de un heredero lo que desencadenó la tragedia del XVIII, lo cierto es que a Mariano descendencia le ha salido. Desde el Fraga del Siglo XXI, hasta el Viajero de Extremadura, pasando, cómo no, por la fiel recaudadora no de impuestos cuando sí de tributos morales de Castilla; lo cierto es que todos los ingredientes están, definitivamente en su sitio.

Solo falta encender el fuego, o a lo sumo, esperar a la chispa. Porque en contra de lo que pueda parecer, o tal vez en consonancia con lo que en realidad haya de ser, lo cierto es que una de las virtudes que a estas alturas ha sido sobradamente constatada en el ánimo de las incipientes fuerzas políticas que han venido a sazonar el ambiente, es la que se ha desplegado de manera consciente o inconsciente, pero que en cualquier caso ha servido para que el común, una vez ha sido consciente de la magnitud de la estafa a la que ha estado sometido en los últimos decenios, canalice de manera ordenada su ira, sustituyendo el fragor de la batalla por la intensidad de las Asambleas Populares, en las que lejos de blandir escandalosos sablones que vuelven del todo imposibles los esfuerzos en pos de celebrar una garatusa con los nueve movimientos que le son de rigor, se contentan o satisfacen con la unanimidad cordialmente expresada en el arrogante aplauso silencioso.

Pero bien sea con el silencio propio de las ratas, o con el sonido desde el que identificamos la terquedad quién sabe si romántica del violinista que hasta el último instante tocó; lo cierto es que cada vez resulta más evidente que el barco se hunde. Y como ya sucediera en aquella ocasión, cuando el Ingeniero Jefe dijo “el barco es de acero, tenga usted la plena certeza de que se hundirá.” Es como las andanzas del nuevo ingeniero, el en este caso identificable con la Ingeniería Financiera, nos permite certificar que inexorablemente, nos vamos a pique. Y como ya ha ocurrido en otros casos en este país, por escorarnos hacia estribor.

Formulo ya la cuestión que muchos hace rato tienen en mente: ¿Habremos aprendido la lección, o por el contrario hemos vuelto a subirnos en el Barco de los Ricos sin comprobar el número y la disposición de los botes salvavidas?


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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