Observamos como no puede ser de otra manera todo lo que
ocurre a nuestro alrededor, y lo cierto es que lejos de creer que ni tan
siquiera por aproximación podemos llegar a hacernos una idea de lo que
realmente está ocurriendo, no es menos cierto que en lo referible al menos al
proceder, al protocolo que el devenir depara, sí podemos no obstante establecer
cuando no semejanzas, sí al menos referencias que conceptualmente no parecen
muy dispares a lo que otrora la Historia ha referido.
Lejos de abandonarnos a lo que seguro algunos identifican
como un proceso melancólico, lo
cierto es que una vez más, y espero no sea la última, que hemos de romper una lanza en pos de requerir la
debida atención no tanto sobre el estudio de la Historia como Ciencia, cuando
sí más bien en pos de requerir la debida atención sobre ésta en aras de
considerarla algo más que un proceder destinado a resucitar cadáveres.
Probablemente, si prestáramos más atención tanto a los cadáveres que jalonan
nuestro presente, como fundamentalmente a los modos y maneras que promovieron
cuando no directamente causaron esas muertes, probablemente estaríamos en una
buena disposición para ahorrarnos muchos si no de esos mismos, probablemente de
otros muy parecidos, cadáveres.
Todo porque una vez más, la Historia se repite. Asumido tal
concepto, como fundamentalmente los procederes que al mismo le son propios por
asunción, es que hemos de comprender la más que presumible repetición que para
el contexto histórico puede representar realmente nuestro presente. Así nuestra
actualidad, para nosotros obviamente lo más importante, a la sazón aquello que
ha de atraer de manera absoluta nuestra atención, puede en realidad suponer muy
poco, al menos en lo concerniente al devenir de los procesos propiamente
dichos.
Si bien nada de lo expuesto hasta el momento supone
competencia alguna para restar un punto mi mucho menos añadir coma alguna a los
procesos y las consecuencias que éstos tienen sobre esa misma realidad, más
real precisamente por actual, es por lo que se ven dotados de mayor privilegios
cuestiones tales como las que han de redundar en pos de explicar situaciones
genéricas o concretas las cuales, lejos de aparentar contradicción, no hacen
sino presentar precisamente por referir tal grado de deslocalización y falta de
contexto, una magnífica muestra para apreciar desde ella tanto la intensidad
como la naturaleza del presente que nos ha tocado vivir, el cual a todas luces
ha visto diluido cualquier intento de aproximación, qué decir de cualquier
intento de comprensión; dentro de ese gran maremoto
en el que se ha convertido la crisis.
Acudiendo pues al Ente Ciudadano en su doble versión de resultado de la Historia en tanto que
evolución, y de víctima de la
Historia en tanto que víctima del presente, estamos en unas condiciones más
que adecuadas para, por primera vez, comprender tanto los motivos que facultan
los procesos, como la naturaleza de éstos en sí misma. Por primera vez, un gran
Fenómeno Social, de esos que alcanzan
Magnitudes colosales, va a ocurrir o
incluso está ocurriendo en un instante
histórico en el que la perspectiva del Hombre es tan amplia y dispone de
tantos referentes, que es capaz no solo de identificarlo en el presente del natural devenir, se atreve a presentar
una disposición dirigida a su neta comprensión.
La idea, vacía y hueca para los que no sin motivos tienen en
sí mismos preocupaciones más que suficientes de cara a perder un solo instante
en seguir y mucho menos en protagonizar discusiones como ésta; trae más bien a
primera línea de análisis un hecho que, de ser debidamente revisado, podrá sin
duda aportar mucha luz sobre los desarrollos que aún hoy, están sin duda
pendientes.
No estamos hablando como es de suponer de arreglar la crisis, sobre todo porque
somos de la convicción de que ésta, como tantas otras cosas en apariencia
estructurales, no responde en realidad sino a procederes coyunturales. La
derivada lógica, pasa por comprender, cuando no asumir, que las verdaderas
esencias, las que mueven o en su defecto detienen el mundo (no en vano frenar
es aplicar una aceleración negativa) quedan aún lejos no tanto de nuestra
comprensión, cuando sí más bien de las explicaciones que pueden tener lugar en
un mundo, en un aquí, en un ahora, como el que desgraciadamente compone, matiza
y contextualiza nuestro devenir.
Por ceñir un poco el discurso, y amparada no tanto la verdad
cuando sí más bien la credibilidad del mismo en el análisis más o menos
exhaustivo de lo que por asentimiento reconocemos y nombramos como realidad, podemos concluir que a la
vista de las actuales situaciones que se han generalizado, y para las cuales
exigir un grado de concreción mayor en pos de conocer un caso específico lejos
de ayudar, no hace sino intimidar; diremos que efectivamente, y no lo olvidemos
una vez llegados a este aquí, a este
ahora; lo que verdaderamente preocupa no es que empecemos a arrancar adoquines, como sí más bien que
comencemos a hacerlo cuando todavía nos queda el raciocinio suficiente para
hacernos cargo de la inaceptable verdad, la que pasa por conciliar la
posibilidad de que la nada, ha
sustituido a la ficción de firme que
algunos pensaban sustentaba su presente, su contexto, en una palabra…su vida.
Porque solo hay una cosa más terrible que vivir hostigados
por el contexto que proporciona un mundo
en crisis: vivir sin el menor tipo de hostigamiento. Solo hay una cosa más
desdeñable que vivir bajo las condiciones procedentes de una estructura
corrupta: la de tender hacia un futuro carente de estructuras. Solo hay una
cosa más denigrante que vivir una conciencia
en la que no hay lugar para los políticos:
hacerlo en un momento que preconiza el triunfo de los idiotas.
Fruto de una mala interpretación, cuando no de una ligereza constructiva, lo cierto es que a
Solón se le ha investido, nada más y
nada menos, que con la intocable toga de
ser el Primer Demócrata. Lejos de haber trenzado el presente discurso para
denigrar al insigne Solón, lo cierto es que nuestro interés se centra más bien
en la descripción tanto de las medidas que siendo por él tomadas le llevaron a
ser digno acreedor de la mención expresada, como por supuesto de las
consecuencias que éstas tuvieron tanto para sus contemporáneos, como por
supuesto para los que después tuvieron a bien venir.
Porque si bien Solón no eliminó las desigualdades sociales,
lo cierto es que sí fue el primero interesado en considerar la posibilidad de
que un individuo tuviera en realidad derecho moral para ascender en la escala de las cosas. Lejos de quedarse
en el tramo del concepto, de la idea (lo que hubiese supuesto quedarse en filósofo) decidió cabalgar
manifiestamente hasta el Olimpo en este caso reservado a los grandes jerarcas,
para lo cual habilitó los desarrollos legislativos necesarios para lograr lo
que insistimos estaba destinado a dejar de ser una idea, para acabar
conciliando su lugar en la Realidad.
Consejo de los Cuatrocientos, Arcontes… y así hasta una
difícilmente cuantificable cadena de decisiones atribuibles ante todo a alguien
dotado con un elevado grado de apego a la justicia. Una
justicia que asociada a cierto grado de meritocracia,
se ve desarrollado en pos de conciliar el ascenso social concebido en este caso a la relación que se guardaba
para con la posesión de cierta medida de
grano.
Bien podríamos inferir de tal hecho la irrupción de la
economía en la que desde entonces será la permanente injerencia para con los
desarrollos de la política, mas en realidad nos encontramos en los previos de
lo que vendría a ser la primera decepción
democrática, que inexorablemente pasa por comprender que el ciudadano en
contadas ocasiones se ve en condiciones de reportar a la Democracia lo que ésta
le ha proporcionado a él.
Por eso cuando Solón retorna de su voluntario exilio de diez
años, se encuentra no solo con toda su obra destruida por el tirano Pisistrato,
sino que lo de de verdad le remuerde pasa por comprender los métodos que éste
ha usado.
Así, lejos de la opresión o de la amenaza, aquello de lo que
Solón advirtió; el nuevo Tirano ha ejercido el control de la chusma iluminando en ocasiones sus grandezas,
prefiriendo en otros casos constatar su capacidad para cumplir en realidad lo
que para otros no es sino proferir horribles
amenazas.
Sucumbe así pues la Democracia como no puede ser de otra
manera, al imparable binomio que supone por un lado el desprecio que solo un
Pueblo desagradecido puede proferir; asociado a la capacidad para el canto de sirenas que algunos
individuos muestran como su única aunque no por ello menos inefable habilidad.
Y mientras la chusma, aborrecible en tanto que precursora de
los populistas, cambia a los filósofos por sofistas, a los estrategas por
comerciantes; hipotecando su futuro a los réditos poco fiables de los mitos,
alimentando de nuevo éste gran dispendio que es la Vida, en sus más diversos
términos.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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