jueves, 18 de junio de 2015

RECUERDA CÉSAR, ERES MORTAL.

La frase, aunque muchas veces manida y en ocasiones francamente malinterpretada, acude una vez más a nuestra disposición en pos no tanto de devolvernos ocasiones otrora desperdiciadas, y por ello inevitablemente perdidas, cuando sí más bien de referirnos la extravagancia en la que a menudo es propenso a caer el hombre moderno no tanto por creerse más sabio que el que procede del pasado, como sí más bien por considerarse exento de reproducir en carne propia los continuos devaneos que con el error, cuando no directamente con la memez en términos genéricos, éste se empeña en referir, en lo que ya empieza a tornarse en un idilio ciertamente sospechoso.

Una vez que hemos dejado transcurrir, ciertamente como es de rigor, el tiempo necesario no tanto para suturar la herida, a lo sumo para ser consciente de la magnitud de la misma; que precisamente a la sazón de los acontecimientos devengados precisamente de la valoración de los resultados no tanto del 20 de mayo, como sí más bien de los pactos que indefectiblemente de los mismos se han devengado, que muchas son sin dudas las conclusiones que pueden ser dócil y justamente alcanzadas.
Sin embargo, antes de entrar si ello fuera preciso, cuando no posible a la vista del efecto que sobre el que humildemente escribe producen tanto la limitación del espacio, como no en menor medida la propensión para perderse por las ramas; que más llamativos que los efectos pragmáticos, esto es, aquellos que tienen como resultado una constatación por definición tangible; he de confesar que lo que más impresión me ha causado ha sido la lectura en diferido de los efectos metafísicos esto es, aquellos de los que solo se puede tomar consideración una vez somos conscientes no tanto de su propia valoración, cuando sí más bien de las consecuencias que sobre la realidad, o sobre la interpretación que de la misma hacemos, pueden llegar a extender sus capacidades.

Puede parecer mentira pero, si nos detenemos unos instantes para comprobar los efectos que algo estrictamente cuantitativo cual es el resultado de un recuento de sufragios, algo físico por naturaleza; puede llegar a desencadenar sobre el inconsciente de aquellos sobre los que dicho resultado puede tener algún tipo de consecuencia, llegaremos fácilmente a la conclusión de que en contra de lo que pueda parecer, pocas veces como las transitables a lo largo de una noche electoral, una cuestión tangible puede tener consecuencias tan evidentes y prácticas sobre algo per sé ligado al sentimiento, como es la ideología que redunda en la responsabilidad de actuar conforme a lo denotado por aquéllos que han depositado en ti su confianza, al estar la misma consagrada al cumplimiento de una promesa, que es a lo que en cierto modo se reduce la lista de bravatas que a menudo conforman lo que hasta el momento del jaleado triunfo, o del olvidado fracaso, era un Programa Electoral.

Por ello que no tanto a colación de los resultados de las pasadas Elecciones Autonómicas y Municipales, como sí más bien a la vista del catastrófico cúmulo de barrabasadas cuando no manifiestas aberraciones a las que éstos han dado pie; que nos vemos en la obligación de proceder con la enumeración, ciertamente con una finalidad estrictamente vinculada al recordatorio de precisamente eso, recordar algunas cuestiones que por básicas, cuando no por dadas por sabidas, nos han traído hasta este aquí, proporcionándonos este ahora en el que, francamente, algunos sentimos mucha vergüenza ajena.

Y para comenzar, una cuestión que bien podría no ser tácita, aunque no obstante el análisis histórico propenso a la revisión de acontecimientos en los que la misma se ha visto envuelta, nos lleva a no considerar ni siquiera descabellado la formulación de un principio, cuando no  de una ley: Los resultados de una cita con las urnas no han de analizarse desde el punto de vista del que gana si éste parte de una posición de desventaja, como hasta ahora podía suponerse de proceder de la oposición; sino que obviamente resulta más certero proceder con los mismos desde la perspectiva que  proporciona comprender que la derrota es, obviamente, patrimonio del que gobernaba”.

Porque señoras y señores integrantes de la cada vez más difuminada galaxia de simpatizantes y votantes del Partido Popular. Efectivamente, el Partido Socialista no ha ganado. Sencillamente, ustedes han perdido.
Pero no han perdido ustedes. Ha perdido su Ideología. Una Ideología que se conduraba en un Programa Electoral permanente incumplido. Un Programa Electoral que en lo poco que ha logrado materializarse, ha logrado conducir a este país a la debacle propia de la neurosis. Una neurosis que como no puede ser de otra manera, se ha traducido en la incapacidad manifiesta para reconocernos a  nosotros mismos.
Porque digan lo que digan, lo cierto es que no nos reconocemos en la España en la que las Políticas de Empleo se rigen por los patrones de una Reforma Laboral que a día de hoy sigue malversando el presente, a la par que compromete el futuro. No nos reconocemos en una España en la que más allá de comprobar hasta qué punto ha crecido el número de ricos objetivos esto es, la de aquellos que tienen más de un millón de dólares en activos, lo que resulta absolutamente desquiciante pasa por comprobar cómo el hecho de que el que seamos el segundo país de Europa en desigualdad objetiva, lejos de ser un hecho residual, pasa en realidad por ser una de las múltiples consecuencias objetivas de toda esa serie de Políticas de Gobierno que lejos de ser una derivada de contingencia, constituyen en realidad el núcleo carolingio del devenir al que la derecha más retrógrada y reaccionaria de Europa, siempre quiso traernos.

Pobre el que todavía piense que el presente que le ha tocado vivir no es sino el resultado azaroso de un innumerable cúmulo de contingencias. Lejos de perder un solo instante en pos de expresar la tesis en base a la cual podemos poner en duda la mera formulación de las tesis vinculadas al azar; lo cierto es que el resultado de aplicar el sentido común a la ya a estas alturas larga cadena que forman los desarrollos de los que ha sido capaz el actual Gobierno presidido por el D. Mariano Rajoy, nos lleva a tener que considerar de manera absolutamente desapasionada la posibilidad de que, efectivamente, y aunque resulte difícil de descifrar, todo responde a algo más que a lo que se puede esperar de una mera e infantil elucubración derivada de una sucesión de farfullas, improvisaciones y juegos.

Y ahí es donde puede comenzar a entenderse el porqué no tanto de la victoria del PSOE, como sí más bien de la derrota del PP. Una derrota dura en sus contingencias, pero absolutamente imprescindible en sus necesidades. Porque si de necesarios han de ser tildados los conceptos que la han regido, no de menor calado son los procedimientos desde los que la misma se ha regido.

Los derrotados se alían en pos de arrebatar su triunfo a los vencedores. De tal cariz se denota la farfulla desde la que un grupo cada vez más identificado arenga a los suyos empecinado en hacerles partícipes de las causas de su derrota, una vez que antaño se libró muy mucho de hacerles partícipes de su victoria (en previsión, tal vez, de qué hay de lo mío).

Sea como fuere yo les interrogo: ¿De qué se sorprenden? ¿De verdad se esperaban pétalos de flores y un paseo en cuadriga a la vista de cómo han dejado el patio? Ajeno a los problemas que hoy por hoy puede causar el dejar opiniones por escrito, me atrevo a decir que agradecidos pueden estar de que las hogueras que arden y en siguientes arderán, lo hagan solo disponiendo del combustible en el que se están convirtiendo facturas, recibos, y por qué no, expedientes enteros.

De la necesidad de confeccionar un cinturón higiénico, he tildado en anteriores ocasiones la posibilidad que se resume en el desarrollo y puesta en práctica de cuantas medidas sean necesarias en pos de un único objetivo, alejarles a ustedes no tanto del poder, como sí del ejercicio del mismo. Pero lo cierto es que a estas alturas, a la vista tanto de los acontecimientos como de las consecuencias que los mismos traen aparejados, lo cierto es que más que un cinturón higiénico, lo que en España se ha vuelto una necesidad de primer orden es la construcción de una verdadera muralla destinada a fortificar todos y cada uno de los templos en los que de una u otra manera se encuentran albergados todos y cada uno de esos grandes conceptos que vienen a configurar la esencia de lo que somos como Sociedad Democrática. Conceptos que, a la vista de las reacciones de las que hemos sido testigos en los últimos días, bien podríamos considerar se hallan bajo amenaza toda vez que personajes para nada desautorizados, ni por supuesto propensos a la farfulla, como pueden ser el Ministro Portavoz del Gobierno, o en un acto de irresponsabilidad supina, el propio Presidente del Gobierno en Sede Parlamentaria; se han atrevido a considerar como propensos al error en tanto que las conclusiones que los respectivos desarrollos proporcionaban ciertamente, no eran de su entera satisfacción…

Para otro día dejamos las cuestiones de Álgebra, resumidas en que nueve no son más que cuatro si los cuatro son mis (representantes), o la propia semántica de las cosas, cuando desde Nuevas Generaciones del Partido Popular han tenido a bien ilustrarme vinculadas al principio de que La Soberanía Popular reside en el Pueblo. ¡Lástima que se les ha olvidado mencionar que el Pueblo está también integrado por los que efectivamente, no pensamos como ellos!

En fin. Nos queda la paz que proporciona saber que aún hay mucho que hacer, que escribir, y que reflexionar.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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