La frase, aunque muchas veces manida y en ocasiones
francamente malinterpretada, acude una vez más a nuestra disposición en pos no
tanto de devolvernos ocasiones otrora desperdiciadas, y por ello
inevitablemente perdidas, cuando sí más bien de referirnos la extravagancia en
la que a menudo es propenso a caer el hombre
moderno no tanto por creerse más sabio que el que procede del pasado, como
sí más bien por considerarse exento de reproducir en carne propia los continuos devaneos que con el error, cuando no
directamente con la memez en términos genéricos, éste se empeña en referir, en
lo que ya empieza a tornarse en un idilio ciertamente sospechoso.
Una vez que hemos dejado transcurrir, ciertamente como es de
rigor, el tiempo necesario no tanto para suturar la herida, a lo sumo para ser
consciente de la magnitud de la misma; que precisamente a la sazón de los
acontecimientos devengados precisamente de la valoración de los resultados no
tanto del 20 de mayo, como sí más bien de los pactos que indefectiblemente de
los mismos se han devengado, que muchas son sin dudas las conclusiones que
pueden ser dócil y justamente alcanzadas.
Sin embargo, antes de entrar si ello fuera preciso, cuando
no posible a la vista del efecto que sobre el que humildemente escribe producen
tanto la limitación del espacio, como no en menor medida la propensión para perderse por las ramas; que más
llamativos que los efectos pragmáticos, esto
es, aquellos que tienen como resultado una constatación por definición
tangible; he de confesar que lo que más impresión me ha causado ha sido la lectura en diferido de los efectos
metafísicos esto es, aquellos de los que solo se puede tomar consideración
una vez somos conscientes no tanto de su propia valoración, cuando sí más bien
de las consecuencias que sobre la realidad, o sobre la interpretación que de la
misma hacemos, pueden llegar a extender sus capacidades.
Puede parecer mentira pero, si nos detenemos unos instantes
para comprobar los efectos que algo estrictamente cuantitativo cual es el resultado de un recuento de sufragios, algo
físico por naturaleza; puede llegar a
desencadenar sobre el inconsciente de aquellos sobre los que dicho resultado
puede tener algún tipo de consecuencia, llegaremos fácilmente a la conclusión
de que en contra de lo que pueda parecer, pocas veces como las transitables a
lo largo de una noche electoral, una
cuestión tangible puede tener consecuencias tan evidentes y prácticas sobre
algo per sé ligado al sentimiento,
como es la ideología que redunda en la responsabilidad de actuar conforme a lo
denotado por aquéllos que han depositado en ti su confianza, al estar la misma
consagrada al cumplimiento de una promesa, que es a lo que en cierto modo se
reduce la lista de bravatas que a menudo conforman lo que hasta el momento del
jaleado triunfo, o del olvidado fracaso, era un Programa Electoral.
Por ello que no tanto a colación de los resultados de las
pasadas Elecciones Autonómicas y Municipales, como sí más bien a la vista del
catastrófico cúmulo de barrabasadas
cuando no manifiestas aberraciones a las que éstos han dado pie; que nos
vemos en la obligación de proceder con la enumeración, ciertamente con una
finalidad estrictamente vinculada al recordatorio
de precisamente eso, recordar algunas cuestiones que por básicas, cuando no por dadas por sabidas, nos
han traído hasta este aquí, proporcionándonos este ahora en el que,
francamente, algunos sentimos mucha vergüenza ajena.
Y para comenzar, una cuestión que bien podría no ser tácita,
aunque no obstante el análisis histórico propenso a la revisión de
acontecimientos en los que la misma se ha visto envuelta, nos lleva a no
considerar ni siquiera descabellado la formulación de un principio, cuando no de una ley:
“Los resultados de una cita con las
urnas no han de analizarse desde el punto de vista del que gana si éste parte
de una posición de desventaja, como hasta ahora podía suponerse de proceder de la oposición; sino que
obviamente resulta más certero proceder con los mismos desde la perspectiva
que proporciona comprender que la
derrota es, obviamente, patrimonio del que gobernaba”.
Porque señoras y señores integrantes de la cada vez más
difuminada galaxia de simpatizantes y
votantes del Partido Popular. Efectivamente, el Partido Socialista no ha
ganado. Sencillamente, ustedes han perdido.
Pero no han perdido ustedes. Ha perdido su Ideología. Una
Ideología que se conduraba en un Programa Electoral permanente incumplido. Un
Programa Electoral que en lo poco que ha logrado materializarse, ha logrado
conducir a este país a la debacle propia de la neurosis. Una
neurosis que como no puede ser de otra manera, se ha traducido en la
incapacidad manifiesta para reconocernos a
nosotros mismos.
Porque digan lo que digan, lo cierto es que no nos reconocemos
en la España en la que las Políticas de
Empleo se rigen por los patrones de una Reforma Laboral que a día de hoy
sigue malversando el presente, a la par que compromete el futuro. No nos
reconocemos en una España en la que más allá de comprobar hasta qué punto ha
crecido el número de ricos objetivos esto
es, la de aquellos que tienen más de un millón de dólares en activos, lo que
resulta absolutamente desquiciante pasa por comprobar cómo el hecho de que el
que seamos el segundo país de Europa en desigualdad
objetiva, lejos de ser un hecho residual, pasa en realidad por ser una de
las múltiples consecuencias objetivas de toda esa serie de Políticas de Gobierno que
lejos de ser una derivada de
contingencia, constituyen en realidad el núcleo carolingio del devenir al que la derecha más retrógrada y
reaccionaria de Europa, siempre quiso traernos.
Pobre el que todavía piense que el presente que le ha tocado
vivir no es sino el resultado azaroso de un innumerable cúmulo de
contingencias. Lejos de perder un solo instante en pos de expresar la tesis en
base a la cual podemos poner en duda la mera formulación de las tesis
vinculadas al azar; lo cierto es que el resultado de aplicar el sentido común a
la ya a estas alturas larga cadena que forman los desarrollos de los que ha
sido capaz el actual Gobierno presidido por el D. Mariano Rajoy, nos lleva a
tener que considerar de manera absolutamente desapasionada la posibilidad de
que, efectivamente, y aunque resulte difícil de descifrar, todo responde a algo
más que a lo que se puede esperar de una mera e infantil elucubración derivada
de una sucesión de farfullas, improvisaciones y juegos.
Y ahí es donde puede comenzar a entenderse el porqué no
tanto de la victoria del PSOE, como sí más bien de la derrota del PP. Una derrota
dura en sus contingencias, pero absolutamente imprescindible en sus
necesidades. Porque si de necesarios han
de ser tildados los conceptos que la han regido, no de menor calado son los
procedimientos desde los que la misma se ha regido.
Los derrotados se
alían en pos de arrebatar su triunfo a los vencedores. De tal cariz se denota la farfulla
desde la que un grupo cada vez más identificado arenga a los suyos empecinado en hacerles partícipes de las causas
de su derrota, una vez que antaño se libró muy mucho de hacerles partícipes de
su victoria (en previsión, tal vez, de qué hay de lo mío).
Sea como fuere yo les interrogo: ¿De qué se sorprenden? ¿De
verdad se esperaban pétalos de flores y un paseo en cuadriga a la vista de cómo han dejado el patio? Ajeno a los
problemas que hoy por hoy puede causar el dejar opiniones por escrito, me
atrevo a decir que agradecidos pueden estar de que las hogueras que arden y en
siguientes arderán, lo hagan solo disponiendo del combustible en el que se
están convirtiendo facturas, recibos, y por qué no, expedientes enteros.
De la necesidad de confeccionar un cinturón higiénico, he tildado en anteriores ocasiones la
posibilidad que se resume en el desarrollo y puesta en práctica de cuantas
medidas sean necesarias en pos de un único objetivo, alejarles a ustedes no
tanto del poder, como sí del ejercicio del mismo. Pero lo cierto es que a estas
alturas, a la vista tanto de los acontecimientos como de las consecuencias que
los mismos traen aparejados, lo cierto es que más que un cinturón higiénico, lo
que en España se ha vuelto una necesidad de primer orden es la construcción de
una verdadera muralla destinada a fortificar todos y cada uno de los templos en los que de una u otra manera
se encuentran albergados todos y cada
uno de esos grandes conceptos que
vienen a configurar la esencia de lo que somos como Sociedad Democrática. Conceptos que, a la vista de las reacciones
de las que hemos sido testigos en los últimos días, bien podríamos considerar
se hallan bajo amenaza toda vez que personajes para nada desautorizados, ni por
supuesto propensos a la farfulla, como pueden ser el Ministro Portavoz del
Gobierno, o en un acto de irresponsabilidad supina, el propio Presidente del
Gobierno en Sede Parlamentaria; se han atrevido a considerar como propensos al error en tanto que las
conclusiones que los respectivos desarrollos proporcionaban ciertamente, no
eran de su entera satisfacción…
Para otro día dejamos las cuestiones de Álgebra, resumidas en que nueve
no son más que cuatro si los cuatro son mis (representantes), o la propia
semántica de las cosas, cuando desde Nuevas
Generaciones del Partido Popular han tenido a bien ilustrarme vinculadas al
principio de que La Soberanía Popular reside en el Pueblo. ¡Lástima que se
les ha olvidado mencionar que el Pueblo está también integrado por los que
efectivamente, no pensamos como ellos!
En fin. Nos queda la paz que proporciona saber que aún hay
mucho que hacer, que escribir, y que reflexionar.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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