miércoles, 3 de junio de 2015

DE LO COYUNTURAL A LO ESTRUCTURAL, PASANDO, ¡CÓMO NO! POR LOS VERSOS SUELTOS.

Es precisamente en jornadas como la que a estas horas ya afortunadamente decae, en la que vemos cómo algunos se regodean ante cifras de paro que por el volumen cuantitativo que encierran, y por la tragedia cualitativa que suponen parecen conducir más bien a escenarios propios de una verdadera Tragedia Griega que por el contrario a convertirse en los referentes incontestables que refrendan lo ya indiscutible del “Milagro Español”; cuando uno ha de acudir con más fuerza en la búsqueda de los que siempre han constituido sus principios y, haciendo acopio de paciencia, clamar por medios racionales contra los que no dudan en tributar sacrificios a las deidades que de una u otra manera les sustentan, cuando no les encumbran.

Es así pues que en este nuevo mundo fruto de la regeneración es decir, de ese extraño proceso en base al cual algunos se creen competentes para edificar edificios nuevos y a la sazón libres de toda culpa, aunque para ello dispongan tan solo de los escombros que proceden de la demolición; viene a parecer especialmente sintomática la convicción paradójica que parece rodear todos y cada uno de los procederes que son de encomienda recomendable.

Se convierte así la conducta paradójica en lo que vendríamos a llamar la virtud del pobre. Encomendada a cierta suerte similar al proceder del bufón que durante el Medievo gozaba del extraño privilegio de poder jactarse de ser el único atribuido para poner de manifiesto incluso el desnudo del Rey, sin tener que temer con ello por la integridad de su espíritu, ni por supuesto de la de su alma; lo cierto es que un escenario parecido es el que a estas alturas se está recreando en virtud de los recientes resultados electorales. Un escenario a la postre revolucionario no tanto por estar destinado a dar cabida a nuevas fuerzas políticas, como sí más bien por verse en la tesitura de tener que hacer creer que el espacio ha sido pensado verdaderamente desde la intención de ser reconfortante y acogedor precisamente para todas ellas, incluso, o como en este caso debería de exigirse, si fuera posible incluso más precisamente para aquéllas que, literalmente, están todavía aterrizando.

Pero que nadie se despiste a ser posible ni durante un solo minuto. Una vez superada la fase protocolaria, aquélla que podríamos resumir en el proceso por el que a las damas se las agasaja poniendo la lupa en el buen gusto que han demostrado eligiendo el color de los zapatos; y a los caballeros se les festeja atribuyendo la victoria de su equipo de fútbol al efecto que sin duda tienen los ánimos que infundían desde el palco en la jornada del pasado domingo. Lo cierto es que finalizada esa jornada la tregua non suscrita finaliza, y todo comienza.

Así, de los que abogan por la concreción de un cinturón higiénico que impida el gobierno del Partido Popular en el mayor número de lugares posible; hasta los que claman por una nueva conformación del Pacto Nacional, vinculado en este caso a lograr la confabulación del mayor número de fuerzas políticas encaminadas en este caso a impedir que Podemos ostente el poder que los ciudadanos le han otorgado, lo único que a estas alturas parece estar claro es lo incuestionable del hecho en función del cual constatamos que efectivamente, todo lo que ocurre a nuestro alrededor es sin duda nuevo, original y por ello o tal vez a pesar de ello, sencillamente genial.

Comienzan así pues a acudir raudos a la reunión las variables que han sido invocadas de cara a la redacción del presente texto precisamente desde su título, cuando poco a poco pero de manera inexorables podemos comenzar a intuir el nuevo escenario con el que no lo dudemos, habremos de enfrentarnos una vez que los velos de la apariencia con los que unos y otros se cubren sean desprendidos así como los jirones de la niebla son arrastrados por el viento, dejando paso a la esclarecedora luz que muy probablemente en este caso guarde constancia de más sombras que desgraciadamente de luces.

Porque abandonados primero la esperanza, y después la ilusión, solo el terreno propio de la ingenuidad se mostrará aún competente para albergar en su seno a los que llegados a estas alturas todavía no sean capaces de entender la magnitud del problema con el cual nos enfrentamos.

Alcanzado el estado previo a los pronunciamientos, y convencido de que si éstos no se han producido no es por falta de ganas, sino más bien por la habilidad de aquellos que deben su existencia, reducida ésta a su mamandurria, al pergeño, desarrollo y ejecución de conductas manipuladoras propias de otras épocas (aunque visto que el Pueblo ha dejado si no de ser, sí al menos de obrar mostrando propensión a la conducta estúpida ¿verdad Sr. Buruaga?), se convierte en conducta no solo respetable, yo diría que incluso recomendable, el aconsejar la relectura, o en su caso el descubrimiento de algunos Clásicos.

Porque llegado el momento crucial, el que yo identifico con el presente que nos ha tocado vivir, mi afirmación ha de pasar cuando menos por no escandalosa toda vez que basta un ligero vistazo en nuestro derredor para comprobar hasta qué punto algunos desean sustituir la Polis por la Acrópolis, restituyendo con ello al mito en su antigua y casi olvidada misión de sugerir la verdad, obstruyendo en todo caso la libre circulación de un logos cada vez más viejo y cansado, que ve no sin cierto temor cómo en este caso es perseguido como una alimaña hasta su cubil.

Que nadie se llame a engaño, es la Democracia, nada  más, y nada menos, lo que está en juego. Si a alguien le cabe verdaderamente duda, que preste atención.
Como no puede ser de otra manera, su asedio primero, y colapso después, se ha llevado a cabo mediante la reproducción milimétrica de procesos visados por la Antigüedad en sí misma. Así, bien no es menos cierto que la visión del héroe conquistador resulta más reconfortante a la hora de entonar las odas y cantos que procedan, no es menos cierto que la verdad de cuanto ha acontecido en la batalla de las puertas que defendían la ciudad hay que buscarla en la acción de ese nuevo Efialtes que, como en el caso de Jerjes contra Leónidas, acabe por arrebatar todo vestigio de legendario al acto por proceder éste de una nunca mera traición.

Porque en este caso lejos de resultar extraño es por más, obvio, que sea precisamente como en aquél entonces, por medio de rodeos entre escabrosos barrancos, como finalmente sea alcanzada la retaguardia de nuestros bravos, que la estabilidad de nuestra Polis, de nuestra Democracia en una palabra, se ve ofendida.

Y de nuevo, como entonces, será el vicio de subestimar al otro, cuando no el privilegio de contarse unívocamente orgulloso de la fuerza propia, lo que acabe por desencadenar la tragedia. Es así como de manera complementaria a lo acontecido en Las Termópilas, que el exceso de confianza de los digamos, grandes, juega de manera inexorable contra éstos, consolidando una suerte de batalla cuya resolución, sorprendente tanto para unos como para otros, no hace sino poner de manifiesto el grado de envenenamiento que subyace a la realidad en sí misma.

Es entonces que una vez la batalla no solo ha comenzado, sino que ha visto desarrollarse algunos de los que sin duda convendrán como los más épicos de cuantos momentos la misma dispense; que tiene lugar el reagrupamiento de las fuerzas.
Incapaces de traducir a teoría lo que en este caso la realidad ha mostrado, que los ejércitos poseedores incluso de paquidermos, no dudan en lanzarlos contra las nuevas fuerzas, quizá por ello y suficientemente por ello declaradas como insurgentes, incapaces de ver en su ceguera que lo desmedido de la maniobra emprendida favorece, una vez más los intereses de aquél contra el que parecía ir dirigida.

Sabemos que la égloga es falsa, sin que tal hecho reste un ápice a su belleza: Glorioso es vuestro destino. Vuestro monumento fúnebre es un altar.

Ahora que quien quiera me cuestione si efectivamente o no estamos ante el paso de lo coyuntural, a lo estructural.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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