miércoles, 21 de octubre de 2015

DE CUANDO COMO CON LA FIEBRE, LO MEJOR QUE SE PUEDE DECIR ES QUE DEFINITIVAMENTE, YA PASASTE.

“Por comisión y mandado de los señores del Consejo he hecho ver que el libro contenido con este memorial;: no contiene cosa contra la Fe ni buenas costumbres; antes es libro de mucho entretenimiento lícito, mezclado de mucha filosofía moral…”

“(…) Por lo que se tasare a cuatro maravedís cada pliego, que al respeto suma y monta doscientos y noventa y dos maravedís), y mandaron que esa tasa se ponga al principio de cada volumen del dicho libro, para que se sepa y entienda, lo que por él se ha de pedir y llevar, sin que se exceda de ello de manera alguna…”

Dicho respectivamente por los señores Hernando de Vallejo y el Doctor Gutierre de Cetina; escribano de la Cámara del Rey y Censor del Reino respectivamente; las citas corresponden concretamente a las dispuestas formalmente en la primera edición de “Don Quijote de la Mancha Parte Segunda”.
Ambas anotaciones, del todo imprescindibles para lograr la promoción del libro, y a la sazón causa suficiente para hacer que la obra vea la luz, rezan por fecha y datación tal día como hoy, a saber y rezando formalmente: “A veinte y uno de otubre, mil seiscientos y quince.”

Tan bien un veintiuno de octubre, de justo doscientos años después, sufrirá España el lacerante suceso de Trafalgar, del cual sin duda aún no nos hemos recuperado del todo. Y justo doscientos añoso después es testigo España de otro suceso trágico, el fin de la legislatura del Partido Popular. Hecho éste del que sin duda tardaremos en recuperarnos, y que guarda otro elemento en común con lo expuesto hasta el momento a saber: tras su paso y suceso, nada volverá a ser igual.

Conmocionado que no conmovido (pues no tanto el hecho como sí más bien sus protagonistas no merecen ni una pizca de humanidad en el tratamiento), amanecer hoy con la sensación de tener el sol en la espalda, marcando con ello de forma definitiva cuál ha de ser el camino a segur; se traduce en una suma de sensaciones tan intensa y a la par tan agotadora, que verdaderamente hace sentir próximo el colapso.

Definitivamente, se han ido. Destructivos como la plaga de langostas que refiere el Génesis. Mortal y apocalíptica como la epidemia pestilente que diezmó Europa; la presencia cuando no el ejercicio asociado a ésta manifestado en forma de gobierno llevada a cabo por este a lo largo de los últimos cuatro años, ha terminado por inducir en todos nosotros un estado de desazón que, acudiendo una vez más a la suma sapiencia atesorada en el Refranero Castellano, solo mediante el empleo de una de sus acepciones más destacadas podemos osar integrar de manera semánticamente correcta la sin duda multitudinaria corriente destinada a promover una definición sincera a tal respecto: “Que seas capaz de llevarte cuando menos la mitad de la paz que dejas.”

Porque en una realidad solo reconocible tras definir el contexto descrito por las condenas definidas en Cantar de Mío Cid; hacer memoria a tenor de lo que ha sido no tanto el ejercicio de gobierno del Partido Popular, como sí el hecho de tener que enfrentarse abiertamente a sus consecuencias; constituyen realidades muy próximas a lo que se entiende como conducta atribuible a episodios de masoquismo. En cualquiera de los casos, una teoría de comportamiento poco adecuada, cuando no manifiestamente desalentadora.

Porque si la acción de gobierno del Partido Popular no se ha experimentado, a lo sumo se ha sufrido, ha sido porque sencillamente tal acción de gobierno sencillamente no ha existido. Está históricamente demostrado que la acción de gobernar se encuentra inexorablemente vinculada a la existencia de una suerte de plan que, más que responder a un modelo de conclusiones, encierra realmente una forma de cúmulo de las que una vez constituyeron las ensoñaciones de quienes una vez se sintieron capaces de identificar todas aquellas cosas que consideraron inadecuadas o insatisfactorias; procediendo posteriormente a desarrollar las conductas necesarias para cambiar las facetas del mundo que de manera razonada les parecían erróneas. De la carencia o deuda surgida de no responder a la existencia de semejante documento, lo que dicho en una palabra se traduce en no tener Programa, se extrae la única razón lógica desde la que podemos contemplar la manera de gobernar implementada por el Partido Popular a lo largo de toda la legislatura que, insistimos, hoy se acaba.

Montones de mentiras, toneladas de medias verdades. En definitiva, la suerte y constatación de la instauración de la falacia como medio adecuado para el total proceder se han consolidado no ya como el resultado de una forma de guiar el proceder, sino más bien como el elemento que se erige en común denominador que unifica la práctica totalidad de los medios de proceder que se han vuelto generalizados en los últimos cuatro años.

Cuatro años que como en el caso de la Peste Negra solo se han hecho superables acudiendo a la frase que el de Hipona acuñó: “Esto también pasará.”
Cuatro años de los que como en el caso de los padecidos con la Peste, tan solo las medidas adoptadas en pos de su superación, así como las pocas que se pueden tomar en aras de que no vuelvan a darse, constituyen el máximo bagaje al cual podemos someter nuestro incierto designio.

Cuatro años a lo largo de los cuales en vez de conjugarse el verbo gobernar, se ha optado por poner en práctica las veleidades del verbo sufrir. Y todo porque la incapacidad para llevar a cabo un uso lícito de las acciones destinadas al buen gobierno, han quedado supeditadas a la inefable acción destinada a promover la implementación de una Ideología.

Porque al desarrollo de tal arte es al que han dedicado todo su tiempo tanto Rejoy como sus secuaces. Secuaces, que no Gobierno, porque los desaires, desplantes y sobre todo, manifiestos desprecios con los que el uno y los otros se han manejado permanentemente, convertirá en francamente bochornoso el uso del apelativo, habiendo de ser necesariamente los que hayan de venir quienes con más fuerzas sufran la miseria en la que puede degenerar el uso de la acepción manifestada en relación a los hechos vinculados a este aquí, a este ahora.

Mariano Rajoy. Señor Presidente del Gobierno, a la sazón elemento abiertamente congestivo, testigo y causa de la mayor muestra de polución con la que un gobernante ha tenido a bien intoxicar la otrora sacrosanta propia como de Gobierno, destinada a la búsqueda del bien común.
Mariano Rajoy, pequeño Sátrapa. Incompetente como ellos para mantener unidas las satrapías. Indolente como ellos para hacerse valedor de la comprensión de un sufrimiento que unas veces no has sabido evitar, y que en la mayoría de los casos has causado, todo ello a partir de la comprensión de la acción y efecto del único verbo que has sabido conjugar por ti solo. A saber el verbo recortar.

Recorte, acción y efecto de recortar. Aunque hoy en España tiene otras acepciones, todas ellas por cierto vinculadas a la incompetencia cuando ésta afecta al hecho implícito de gobernar. Un hecho, digamos mejor una acción, que requiere de partida de la tenencia en grandes cantidades de dos acepciones que al Sr. Presidente le son totalmente desconocidas a saber: humildad para identificar sus carencias y perspicacia para subsanarlas.

Dice un viejo proverbio árabe que la diferencia entre un Gran Hombre y un Hombre mediocre radica en la capacidad que uno y otro tienen para rodearse de quienes son mejores que ellos mismos. Mas cómo esperar cosas grandes de quien sinceramente cree haber alcanzado el máximo de sus posibilidades. Qué decir de quien verdaderamente cree que detrás de mí, el Diluvio.

Sea como fuere, ya pasó. La buba ha supurado y su contenido, pestilente donde los haya, ha sido expulsado. La fiebre, con la misma velocidad con la que vino, se marchará. Ahora hay que recuperarse recordando que solo interpelarse por el largo tiempo está prohibido. Y todo porque hacerlo supone añadir más tiempo al ya perdido.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

1 comentario:

  1. Y si no les cantamos aquello de "Anda y que te ondulen con la permanén"

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