miércoles, 7 de octubre de 2015

Y LUEGO, ESTÁ LO DE SORAYA.

Sorprendido no ya por los acontecimientos, como sí más bien por el discurrir que a los mismos se permite, constato y no sé si debo hacerlo con soltura o más bien con franca preocupación, el estado no tanto de las cosas como sí más bien de las personas que en definitiva detrás de las mismas se encuentran, a la hora de valorar hasta qué punto nos encontramos en verdaderas condiciones de entender que definitivamente, tenemos un gran problema.

Hecha la dispensa definitiva en aras de promover una suerte de relativismo encaminada no tanto a reconocer la derrota como sí más bien a perseguir una especie de política destinada quién sabe si a salvar los muebles; lo cierto es que de la atenta lectura de lo que los últimos acontecimientos nos proporcionan, solo un claro cambio de paradigma es lo que parece no tanto avecinarse, como sí más bien presentarse en forma de hechos consumados en una realidad en la que ya no tratamos de bandearnos con los nuevos protocolos; llegados a este punto, alcanzado este momento o te apuntas, o te apartas.

Porque cuando de lo que se trata no es ya de decidir si incumpliremos los límites de déficit impuestos por las autoridades supranacionales, sino de ver a cuánto ascenderá el montante en el que cifraremos precisamente tamaño incumplimiento. Cuando de lo que se trata no es tanto de sopesar si para afrontar la tremenda debacle que de tal hecho se deriva habremos o no de subir la presión fiscal; sino de sopesar de cuándo habrá de ser el nuevo tijeretazo a las prestaciones esenciales a las que ha de hacer frente el Estado. Cuando el tema de debate no pasa ya por defenderse de la acusación de la existencia o no de corruptos en las filas del Partido Político que ostenta el Gobierno, sino más bien de cuantificar la cantidad relativa que de esto y aquello, se han apropiado. Después de esto, y de otros varios casos parecidos en mayor o menor medida a este, lo que me preocupa no es ya si la supervivencia del  Modelo de Estado depende en gran medida de la capacidad de ceder que tiene el ciudadano español, sino que más bien depende de la intensidad de la cesión que esté dispuesto a hacer.

Lo único de lo que una vez más no me cabe duda, llegados a estas alturas, es de la identidad conceptual del grupo al que pertenecen quienes habrán de hacer frente de una u otra manera a la mayor parte del pago. Sinceramente, estoy seguro de que a vosotros tampoco.

Para aquellos que una vez más me acusen de hacer uso partidista de los datos, para quienes a estas alturas todavía escuden no ya sus opiniones, como sí más bien el sentido de la disposición de aquéllos en defensa de los cuales han de llevar a cabo precisamente tales disposiciones (asumiendo que tal comportamiento debería resultar ya en sí mismo, cuando menos sospechoso), diré que un dato objetivo es el proporcionado hoy mismo por la Organización Internacional del Trabajo en base al cual, y tal vez como conclusión principal del estudio que de la misma redunda; ¡En España el hecho de tener trabajo no es garantía suficiente para poder decir con total seguridad que no se es pobre!

Analizado con mayor detenimiento, el estudio resulta sumamente revelador al aportar desarrollos que permiten al analista alcanzar por sus propios medios conclusiones que ya de por sí deberían resultar reveladoras, a la vez que estructuralmente lapidarias si el que lleva a cabo el análisis pertenece al Gobierno, o a ese séquito de palmeros que a lo largo y ancho del tremendo escenario dentro del que se constituye la actual multidisciplinar sección de opinión del mundo, han decidido apoyar llegados a este punto podemos decir que a cualquier precio, a un Gobierno que necesita no ya creerse sus mentiras, cuando sí más bien jugar a un nuevo juego cuyo resumen pasa por conocer que uno gana cuando consigue que un ente ajeno al propio Gobierno, preferiblemente extranjero, repita la abyecta y en la mayoría de los casos torticera salmodia del conocido “Estamos saliendo de la crisis”.

Volviendo a los datos, o quién sabe si sin haber salido ni por un solo instante de los mismos; lo único cierto es que uno de cada cinco españoles que disfruta de un empleo ¡no se encuentra en disposición de afirmar que está fuera del riesgo que supone la pobreza!

Sin salir de lo que sin duda podríamos llamar la cuestión laboral, toda vez que sin duda se encuentra intrínsecamente ligada a la misma, otro de los elementos a tomar en consideración, prestando para ello la debida atención ha de ser, sin el menor género de dudas, la propia Cuestión Económica.
Dentro de un modelo como el actual, en el que pasado y presente convergen casi exclusivamente en el hecho de que ayer y hoy comparten la certidumbre según la cual la Economía no solo determina sino que en la mayoría de los casos desdibuja a la Política; es cuando podemos comprender ajenos a la posibilidad de que su certeza se discrimine la importancia de un hecho tal como el que procede de constatar cómo por primera vez en la historia, un Gobierno virtualmente saliente se empecine en dejar aprobada la Ley de Presupuestos Generales del Estado. Y lo peor es que la oposición no mueve un dedo para impedirlo.

De esta manera, la única posición que resulta cuando no solvente, sí tal vez más creíble, es la que pasa por asumir que muy probablemente lo que unos y otros parecen haber asumido es que en base a un sistema de buscar el mal menor, en enero será mejor modificar cuestiones ya existentes por ser descabelladas (absolutamente inalcanzables), que partir completamente de cero…

Porque de cero parten, o al menos así lo parecen, cuestiones tan obvias o a peor decir elementales tales como la imagen de inexistencia que la izquierda no tanto en su formato de ideología, como sí más bien en el de opción está dando.
Así, cuando todavía resuenan o al menos deberían hacerlo los estertores que provoca el mensaje de texto que remitido por el Sr. Iglesias ha puesto a los píes de los caballos no tanto al Sr. Garzón como sí más bien, insisto, a toda la izquierda; lo único que superaba al concepto de absoluto desquiciamiento que uno y otro representan es la intensidad de las carcajadas que desde Ferraz y Génova respectivamente celebraban el desencuentro.

Porque una de las cuestiones de cuya comprensión aún nuestra joven Democracia adolece pasa por entender el paradigma que a mi entender queda perfectamente reflejado en la constatación del hecho en base al cual tu verdadera medida te la proporciona la fuerza de aquél con el que te mides.
 En un momento como este en el que lo mejor que podrían hacer tanto Gobierno como Oposición, o más concretamente quienes conforman sus respectivas filas, es comprender hasta qué punto el hastío de la gente ha alcanzado tamaño punto que más que tenerles por sus representantes, tanto a unos como a los otros hemos empezado  a considerarles no tanto incapaces para resolver nuestros problemas, como sí más bien parte del problema en sí mismo.

Dicho todo lo cual, a estas alturas, ¿sinceramente seguís pensando que el hecho de que la Señora Vicepresidenta del Gobierno se marque un bailoteo, de verdad ha de resultar preocupante?


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

Sorprendido no ya por los acontecimientos, como sí más bien por el discurrir que a los mismos se permite, constato y no sé si debo hacerlo con soltura o más bien con franca preocupación, el estado no tanto de las cosas como sí más bien de las personas que en definitiva detrás de las mismas se encuentran, a la hora de valorar hasta qué punto nos encontramos en verdaderas condiciones de entender que definitivamente, tenemos un gran problema.

Hecha la dispensa definitiva en aras de promover una suerte de relativismo encaminada no tanto a reconocer la derrota como sí más bien a perseguir una especie de política destinada quién sabe si a salvar los muebles; lo cierto es que de la atenta lectura de lo que los últimos acontecimientos nos proporcionan, solo un claro cambio de paradigma es lo que parece no tanto avecinarse, como sí más bien presentarse en forma de hechos consumados en una realidad en la que ya no tratamos de bandearnos con los nuevos protocolos; llegados a este punto, alcanzado este momento o te apuntas, o te apartas.

Porque cuando de lo que se trata no es ya de decidir si incumpliremos los límites de déficit impuestos por las autoridades supranacionales, sino de ver a cuánto ascenderá el montante en el que cifraremos precisamente tamaño incumplimiento. Cuando de lo que se trata no es tanto de sopesar si para afrontar la tremenda debacle que de tal hecho se deriva habremos o no de subir la presión fiscal; sino de sopesar de cuándo habrá de ser el nuevo tijeretazo a las prestaciones esenciales a las que ha de hacer frente el Estado. Cuando el tema de debate no pasa ya por defenderse de la acusación de la existencia o no de corruptos en las filas del Partido Político que ostenta el Gobierno, sino más bien de cuantificar la cantidad relativa que de esto y aquello, se han apropiado. Después de esto, y de otros varios casos parecidos en mayor o menor medida a este, lo que me preocupa no es ya si la supervivencia del  Modelo de Estado depende en gran medida de la capacidad de ceder que tiene el ciudadano español, sino que más bien depende de la intensidad de la cesión que esté dispuesto a hacer.

Lo único de lo que una vez más no me cabe duda, llegados a estas alturas, es de la identidad conceptual del grupo al que pertenecen quienes habrán de hacer frente de una u otra manera a la mayor parte del pago. Sinceramente, estoy seguro de que a vosotros tampoco.

Para aquellos que una vez más me acusen de hacer uso partidista de los datos, para quienes a estas alturas todavía escuden no ya sus opiniones, como sí más bien el sentido de la disposición de aquéllos en defensa de los cuales han de llevar a cabo precisamente tales disposiciones (asumiendo que tal comportamiento debería resultar ya en sí mismo, cuando menos sospechoso), diré que un dato objetivo es el proporcionado hoy mismo por la Organización Internacional del Trabajo en base al cual, y tal vez como conclusión principal del estudio que de la misma redunda; ¡En España el hecho de tener trabajo no es garantía suficiente para poder decir con total seguridad que no se es pobre!

Analizado con mayor detenimiento, el estudio resulta sumamente revelador al aportar desarrollos que permiten al analista alcanzar por sus propios medios conclusiones que ya de por sí deberían resultar reveladoras, a la vez que estructuralmente lapidarias si el que lleva a cabo el análisis pertenece al Gobierno, o a ese séquito de palmeros que a lo largo y ancho del tremendo escenario dentro del que se constituye la actual multidisciplinar sección de opinión del mundo, han decidido apoyar llegados a este punto podemos decir que a cualquier precio, a un Gobierno que necesita no ya creerse sus mentiras, cuando sí más bien jugar a un nuevo juego cuyo resumen pasa por conocer que uno gana cuando consigue que un ente ajeno al propio Gobierno, preferiblemente extranjero, repita la abyecta y en la mayoría de los casos torticera salmodia del conocido “Estamos saliendo de la crisis”.

Volviendo a los datos, o quién sabe si sin haber salido ni por un solo instante de los mismos; lo único cierto es que uno de cada cinco españoles que disfruta de un empleo ¡no se encuentra en disposición de afirmar que está fuera del riesgo que supone la pobreza!

Sin salir de lo que sin duda podríamos llamar la cuestión laboral, toda vez que sin duda se encuentra intrínsecamente ligada a la misma, otro de los elementos a tomar en consideración, prestando para ello la debida atención ha de ser, sin el menor género de dudas, la propia Cuestión Económica.
Dentro de un modelo como el actual, en el que pasado y presente convergen casi exclusivamente en el hecho de que ayer y hoy comparten la certidumbre según la cual la Economía no solo determina sino que en la mayoría de los casos desdibuja a la Política; es cuando podemos comprender ajenos a la posibilidad de que su certeza se discrimine la importancia de un hecho tal como el que procede de constatar cómo por primera vez en la historia, un Gobierno virtualmente saliente se empecine en dejar aprobada la Ley de Presupuestos Generales del Estado. Y lo peor es que la oposición no mueve un dedo para impedirlo.

De esta manera, la única posición que resulta cuando no solvente, sí tal vez más creíble, es la que pasa por asumir que muy probablemente lo que unos y otros parecen haber asumido es que en base a un sistema de buscar el mal menor, en enero será mejor modificar cuestiones ya existentes por ser descabelladas (absolutamente inalcanzables), que partir completamente de cero…

Porque de cero parten, o al menos así lo parecen, cuestiones tan obvias o a peor decir elementales tales como la imagen de inexistencia que la izquierda no tanto en su formato de ideología, como sí más bien en el de opción está dando.
Así, cuando todavía resuenan o al menos deberían hacerlo los estertores que provoca el mensaje de texto que remitido por el Sr. Iglesias ha puesto a los píes de los caballos no tanto al Sr. Garzón como sí más bien, insisto, a toda la izquierda; lo único que superaba al concepto de absoluto desquiciamiento que uno y otro representan es la intensidad de las carcajadas que desde Ferraz y Génova respectivamente celebraban el desencuentro.

Porque una de las cuestiones de cuya comprensión aún nuestra joven Democracia adolece pasa por entender el paradigma que a mi entender queda perfectamente reflejado en la constatación del hecho en base al cual tu verdadera medida te la proporciona la fuerza de aquél con el que te mides.
 En un momento como este en el que lo mejor que podrían hacer tanto Gobierno como Oposición, o más concretamente quienes conforman sus respectivas filas, es comprender hasta qué punto el hastío de la gente ha alcanzado tamaño punto que más que tenerles por sus representantes, tanto a unos como a los otros hemos empezado  a considerarles no tanto incapaces para resolver nuestros problemas, como sí más bien parte del problema en sí mismo.

Dicho todo lo cual, a estas alturas, ¿sinceramente seguís pensando que el hecho de que la Señora Vicepresidenta del Gobierno se marque un bailoteo, de verdad ha de resultar preocupante?

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


Sorprendido no ya por los acontecimientos, como sí más bien por el discurrir que a los mismos se permite, constato y no sé si debo hacerlo con soltura o más bien con franca preocupación, el estado no tanto de las cosas como sí más bien de las personas que en definitiva detrás de las mismas se encuentran, a la hora de valorar hasta qué punto nos encontramos en verdaderas condiciones de entender que definitivamente, tenemos un gran problema.

Hecha la dispensa definitiva en aras de promover una suerte de relativismo encaminada no tanto a reconocer la derrota como sí más bien a perseguir una especie de política destinada quién sabe si a salvar los muebles; lo cierto es que de la atenta lectura de lo que los últimos acontecimientos nos proporcionan, solo un claro cambio de paradigma es lo que parece no tanto avecinarse, como sí más bien presentarse en forma de hechos consumados en una realidad en la que ya no tratamos de bandearnos con los nuevos protocolos; llegados a este punto, alcanzado este momento o te apuntas, o te apartas.

Porque cuando de lo que se trata no es ya de decidir si incumpliremos los límites de déficit impuestos por las autoridades supranacionales, sino de ver a cuánto ascenderá el montante en el que cifraremos precisamente tamaño incumplimiento. Cuando de lo que se trata no es tanto de sopesar si para afrontar la tremenda debacle que de tal hecho se deriva habremos o no de subir la presión fiscal; sino de sopesar de cuándo habrá de ser el nuevo tijeretazo a las prestaciones esenciales a las que ha de hacer frente el Estado. Cuando el tema de debate no pasa ya por defenderse de la acusación de la existencia o no de corruptos en las filas del Partido Político que ostenta el Gobierno, sino más bien de cuantificar la cantidad relativa que de esto y aquello, se han apropiado. Después de esto, y de otros varios casos parecidos en mayor o menor medida a este, lo que me preocupa no es ya si la supervivencia del  Modelo de Estado depende en gran medida de la capacidad de ceder que tiene el ciudadano español, sino que más bien depende de la intensidad de la cesión que esté dispuesto a hacer.

Lo único de lo que una vez más no me cabe duda, llegados a estas alturas, es de la identidad conceptual del grupo al que pertenecen quienes habrán de hacer frente de una u otra manera a la mayor parte del pago. Sinceramente, estoy seguro de que a vosotros tampoco.

Para aquellos que una vez más me acusen de hacer uso partidista de los datos, para quienes a estas alturas todavía escuden no ya sus opiniones, como sí más bien el sentido de la disposición de aquéllos en defensa de los cuales han de llevar a cabo precisamente tales disposiciones (asumiendo que tal comportamiento debería resultar ya en sí mismo, cuando menos sospechoso), diré que un dato objetivo es el proporcionado hoy mismo por la Organización Internacional del Trabajo en base al cual, y tal vez como conclusión principal del estudio que de la misma redunda; ¡En España el hecho de tener trabajo no es garantía suficiente para poder decir con total seguridad que no se es pobre!

Analizado con mayor detenimiento, el estudio resulta sumamente revelador al aportar desarrollos que permiten al analista alcanzar por sus propios medios conclusiones que ya de por sí deberían resultar reveladoras, a la vez que estructuralmente lapidarias si el que lleva a cabo el análisis pertenece al Gobierno, o a ese séquito de palmeros que a lo largo y ancho del tremendo escenario dentro del que se constituye la actual multidisciplinar sección de opinión del mundo, han decidido apoyar llegados a este punto podemos decir que a cualquier precio, a un Gobierno que necesita no ya creerse sus mentiras, cuando sí más bien jugar a un nuevo juego cuyo resumen pasa por conocer que uno gana cuando consigue que un ente ajeno al propio Gobierno, preferiblemente extranjero, repita la abyecta y en la mayoría de los casos torticera salmodia del conocido “Estamos saliendo de la crisis”.

Volviendo a los datos, o quién sabe si sin haber salido ni por un solo instante de los mismos; lo único cierto es que uno de cada cinco españoles que disfruta de un empleo ¡no se encuentra en disposición de afirmar que está fuera del riesgo que supone la pobreza!

Sin salir de lo que sin duda podríamos llamar la cuestión laboral, toda vez que sin duda se encuentra intrínsecamente ligada a la misma, otro de los elementos a tomar en consideración, prestando para ello la debida atención ha de ser, sin el menor género de dudas, la propia Cuestión Económica.
Dentro de un modelo como el actual, en el que pasado y presente convergen casi exclusivamente en el hecho de que ayer y hoy comparten la certidumbre según la cual la Economía no solo determina sino que en la mayoría de los casos desdibuja a la Política; es cuando podemos comprender ajenos a la posibilidad de que su certeza se discrimine la importancia de un hecho tal como el que procede de constatar cómo por primera vez en la historia, un Gobierno virtualmente saliente se empecine en dejar aprobada la Ley de Presupuestos Generales del Estado. Y lo peor es que la oposición no mueve un dedo para impedirlo.

De esta manera, la única posición que resulta cuando no solvente, sí tal vez más creíble, es la que pasa por asumir que muy probablemente lo que unos y otros parecen haber asumido es que en base a un sistema de buscar el mal menor, en enero será mejor modificar cuestiones ya existentes por ser descabelladas (absolutamente inalcanzables), que partir completamente de cero…

Porque de cero parten, o al menos así lo parecen, cuestiones tan obvias o a peor decir elementales tales como la imagen de inexistencia que la izquierda no tanto en su formato de ideología, como sí más bien en el de opción está dando.
Así, cuando todavía resuenan o al menos deberían hacerlo los estertores que provoca el mensaje de texto que remitido por el Sr. Iglesias ha puesto a los píes de los caballos no tanto al Sr. Garzón como sí más bien, insisto, a toda la izquierda; lo único que superaba al concepto de absoluto desquiciamiento que uno y otro representan es la intensidad de las carcajadas que desde Ferraz y Génova respectivamente celebraban el desencuentro.

Porque una de las cuestiones de cuya comprensión aún nuestra joven Democracia adolece pasa por entender el paradigma que a mi entender queda perfectamente reflejado en la constatación del hecho en base al cual tu verdadera medida te la proporciona la fuerza de aquél con el que te mides.
 En un momento como este en el que lo mejor que podrían hacer tanto Gobierno como Oposición, o más concretamente quienes conforman sus respectivas filas, es comprender hasta qué punto el hastío de la gente ha alcanzado tamaño punto que más que tenerles por sus representantes, tanto a unos como a los otros hemos empezado  a considerarles no tanto incapaces para resolver nuestros problemas, como sí más bien parte del problema en sí mismo.

Dicho todo lo cual, a estas alturas, ¿sinceramente seguís pensando que el hecho de que la Señora Vicepresidenta del Gobierno se marque un bailoteo, de verdad ha de resultar preocupante?

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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