miércoles, 10 de febrero de 2016

DE SER UN PAÍS DE TÍTERES. PERDÓN, DE panderETA.

Y será entonces cuando no contentos con la sensación de triunfo que en el extraño despierta la desgracia del propio, que así será como este país despierte una mañana con el extraño sabor que el recuerdo de una larga noche de jarana deja en el cuerpo. Será entonces cuando comprendamos que hemos dejado de ser un país de sainETE, para pasar a ser, ahora ya sí definitivamente, un país de guitarra y panderETA.

Será entonces cuando habremos de asumir que sería jocoso, si no fuera por que es trágico.

El tiempo ha pasado,  el mismo viento que antaño tensaba los orgullosos pendones que hendían con su vuelo los henchidos corazones de los jóvenes guerreros que conquistaron Europa (no olvidemos que la Sra. De COSPEDAL afirmó oficialmente el pasado lunes que no en vano somos la primera nación legítimamente constituida de Europa). El mismo viento que tensaba el trapo de los navíos que estaban destinados a conquistar El Nuevo Mundo; es un viento que hoy por hoy solo sirve para apartar de nuestra mirada el humo que ejerce de testigo del clamoroso incendio en el que algunos, en este caso perfectamente identificables, han decidido quemar la decencia verdaderamente histórica que hasta hace poco constituía de manera absolutamente indiscutible, la dignidad de este país.

Perdidos así pues en la suerte de sarcasmo a la que parece estar condenado cualquier intento de discurso crítico, ajenos por supuesto a cualquier tentación de sucumbir a las pretensiones del mal llamado discurso patrio, bien podría deducirse por otro lado de manera no menos satisfactoria que, a la vista no solo de los procederes, cuando sí más bien de la desazón causada tras la valoración de las consecuencias; que este país necesita verdaderamente una reorganización que habrá de afectar fundamentalmente al canon a priori destinado a sintetizar nuestra mal llamada escala de valores. Y digo sí, mal llamada, porque tal y como se ha puesto de manifiesto en lo que llevamos de semana ni es escala (toda vez que no ser aprecia una suerte de gradiente o de proporcionalidad que separe, a la vez que relaciona a los distintos integrantes de la misma); ni es de valores ya que como ha quedado puesto de manifiesto tras observar el proceder de unos y de otros, el proceder objetivo y coherente, a saber imprescindible en cualquier protocolo que se considere digno de moverse en los considerandos de la Moral, ha brillado en este caso por su ausencia.

Es así que, vistos ya que todavía no hemos dispuesto del tiempo necesario para poder hablar de análisis, la suerte de irresponsabilidades en la que con inusitada pasión y de manera repetitiva vienen cayendo los que se llaman a sí mismos canalizadotes de la verdad que nos ha de hacer libres (para que se me entienda, la cada vez más larga lista de farfulladores otrora políticos que aspiran a encaramarse a lo más alto), que necesariamente hemos de llegar no tanto a una conclusión política, como sí más bien a una natural, la que pasa por constatar que tal y como pasa con los movimientos propios de las especies que se rigen por principios de parasitismo, una vez eliminada toda opción de conseguir alimento en una zona, una vez que ésta ha sido diezmada en términos de futura supervivencia, solo queda marcharse, abandonando a su suerte al resto de especies que bien por su condición natural, bien por cuestiones de predisposición genética, están condenadas a permanecer arraigadas en la tierra…¿tal vez en un afán de reconstruir lo que antaño fue, para permitir una nueva infestación en el futuro?

Si cedemos a la lógica tentación de emitir conclusiones a la luz del orden del flujo de la información, entonces es casi evidente asumir que el foco de la infección que asola nuestro presente es o se encuentra en Valencia. Semejante tesis viene apoyada en el documentado análisis llevado a cabo por prestigiosos biólogos que, dotados en este caso con capa negra y puñeta, han sido capaces de reconstruir, empleando para ello complicados métodos en los que se mezcla la reputada arqueología con la moderna ciencia de la comparación de las sociedades animales; el largo camino seguido por esa especie que hoy por hoy, se ha revelado como una auténtica máquina depredadora.

Y hay que resaltar la variable tiempo porque efectivamente, tal y como algunos de sus defensores manifiestan, no es ya que todos los integrantes de la colonia sean en realidad propensos a extender la infección. Es más, muchos de ellos en un principio ni siquiera eran parte de la colonia transmisora del mal. Sin embargo, la enfermedad se mostró rápidamente en toda su intensidad, y pronto fue inconmensurable.

Entonces ya fue tarde. Ya nada servía, ni antídotos ni vacunas, ni por supuesto la puesta en práctica de ninguna política restrictiva. Para entonces el mal se hallaba tan extendido, y lo estaba a un nivel tan profundo, que la extirpación resultaba inviable.

Es cierto que de haberse tratado de una plaga, la OMS seguramente hubiera tomado medidas. Medidas que sin duda serian dolorosas, pero medidas en última instancia destinadas a salvar la integridad estructural del organismo, aunque para ello hubiera que eliminar algunos órganos…

Pero desgraciadamente esta enfermedad no tiene cura. Como la cangrena, una vez que el organismo ha tenido contacto con el mal, éste puede tardar más o menos tiempo en mostrar los síntomas, pero de lo único que no hay duda es de que antes o después éstos se manifestarán, mostrando de hecho en toda su crudeza lo más desasosegante de la enfermedad.

Y de los huéspedes. ¿Qué decir de los huéspedes? Cierto es que, como ocurre con todas las enfermedades, algunos de ellos se comportan como transmisores involuntarios. Son en cualquier caso una minoría, y por ello como dicen algunos de los que por otro lado en una comprensible neurosis de autoprotección: ellos mismos son a su vez víctimas, toda vez que fueron así mismo engañados.
Mas una vez analizado el camino que siguió la enfermedad en su extensión, comprobamos que los verdaderamente peligrosos son los que sabiéndose infectados, no dudaron en contribuir a la extensión del mal convencidos quién sabe si de que así mejorarían sus posibilidades de pasar desapercibidos, o de que quizá, una vez declarada la epidemia, podrían ser propensos a recibir el perdón implícito en la tesis según la cual En el país de los ciegos, el tuerto es rey.

Y ahora ¿por dónde empezar? No podemos desde luego hacer como que nada ha pasado. Además de ser una conducta cobarde, no haría sino ponernos a todos en peligro ya que ignorar la existencia del virus hace más que garantizar su propagación ganando con ello en virulencia la infección.
En lugares como Palma de Mallorca y en Madrid ya se han puesto a trabajar. De hecho, desde Palma de Mallorca llegan noticias esperanzadoras. De hecho, nos dicen que fases iniciales del experimento han logrado aislar la que parece ser la cepa específica que por condición geopolítica asolaba su territorio. En cualquier caso no hemos de pecar nuevamente de ingenuos. Sin duda estamos en un momento en el que registrar un nuevo error sería catastrófico.

Pero lo de Madrid es peor. Allí la enfermedad ha mutado, de hecho lleva décadas haciéndolo. La forma adoptada por el patógeno está tan lograda, que bajo la forma de múltiples tramas que guardan el denominador común de haberse vuelto muy populares, ha logrado implantarse con éxito en las estructuras más importantes del lugar, amenazando con ello de forma directa la sostenibilidad de todo el organismo ya que, desde la voracidad que procede de la lujuria, su afán devorador les ha llevado a desarrollar conductas cercanas a la autodestrucción.

Afortunadamente, en lugares cercanos tanto al Congreso de los Diputados, como por supuesto al Senado, han sido detectadas importantes colonias de estos seres. ¿Tendrá algo que ver la antigüedad de tales instituciones con semejante predisposición? ¿Quién sabe? Lo único que a estas alturas tenemos claro es que el avance de la enfermedad ha sido tan explosivo en los últimos días que se recomienda una acción firme y radical destinada a reformar algo más que el orden en el que habrán de disponerse los escaños, si de verdad se quiere atajar la infección.

A pero…¿de verdad creen que exagero? ¿De verdad creen que este país no está enfermo? Entonces que alguien me explique cómo un par de titiriteros han pasado varias noches en la cárcel mientras que un supuesto sacerdote que reconoce su delito de pederastia sale en libertad, a la vez que todo el Partido Popular en masa ha de salir en tromba a desmentir que a la Sra BARBERÁ se la blinda.

Venga, por favor, que alguien me lo explique. Si puede hacerlo. Pero que luego no se enfade ni me acuse de exaltación de… nada si le pido que se haga el análisis destinado a detectar la infección que denuncio.


Luis Jonás VEGAS VELASCO. 

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